Llevo años sin escribir algo, y al aprecer me quedé perdida en el tiempo porque aún sigo fascinada con mi managa favorito de toda la historia: Pandora Hearts, y esta nueva ¿pareja? que me ha estado dando vueltas en la cabeza por un tiempo.
Puede que incluya un par de capítulos cortos aquí, algo así como siguiendo el hilo de este one-shot.
Disclaimer: Pandora Hearts no me pertenece, sino a la increíble Jun Mochizuki.
—Vassalius.
El aludido parpadeó rápidamente saliendo de su ensimismamiento. Se irguió, estaba recargado contra una columna en un pasillo desolado. Había permanecido allí absorto durante cierto tiempo, aunque a esas alturas ya había perdido la noción de este. La voz que había interrumpido, sin embargo, no era la que esperaba. Aunque no le molestó en absoluto, al contrario. La sorpresa que la causó fue tan grata que sus pupilas esmeraldas brillaron de entusiasmo y hasta de admiración.
—Ah, ¡Elliot⁓! Me da mucho gusto que estés aquí. Realmente quería verte —dijo con ese tono afable, tan propio de él. Hasta sus mejillas se sonrojaron, algo que de cierto modo perturbaba y molestaba al otro chico.
—¡Deja de comportarte así conmigo, enano! Que molesto eres. ¿Y qué se supone que estás haciendo aquí? El salón de baile queda para el otro lado —espetó, furibundo mientras hacía un gesto con el puño y su pulgar, indicando el lado opuesto de aquel pasillo, casi al final donde apenas comenzaba a vislumbrase una luz. El otro joven hizo un puchero cuando la palabra "enano" salió de la boca de ese chico tan gruñón, pero hizo caso omiso y volvió a hablar.
—Ya lo sé. Pero estoy esperando a alguien… quedamos en venir al baile juntos —suspiró y se cruzó de brazos, recargándose contra la columna una vez más. —No me la imagino maquillándose y arreglándose como las demás chicas, pero supongo que eso es lo que la debe haber demorado —sonrió risueño. Elliot, el joven gruñón y de mirada severa, enarcó una ceja y dirigió una mirada casi por inercia al vestíbulo de la entrada principal.
—¿Te refieres a Alice?
—Así es. El otro día me confesó que le gustaban mucho los bailes, y que era mi deber como su Mejor Amigo acompañarla al del aniversario de la Academia
—Ya veo —. Elliot sonrió, suspicaz. Y luego agregó —: la relación de ustedes parece de Amo-Sirviente, los he observado un par de veces. Es gracioso como te da órdenes y tu las acatas, diablos que esa chica tiene una personalidad fuerte, y siempre dice las cosas directamente sin pelos en la lengua.
Oz Vessalius se incorporó firme, frunció sus labios al punto que parecía que iba a explotar de cólera, pero rápidamente se compuso y esbozó una sonrisa mordaz.
—Vaya que si te gusta andar observando a las personas. Que metiche eres, Elliot Nightray —. Y en cuanto se percató de que Elliot enrojecía de ira y que iba a explotar para dar comienzo a una discusión acalorada, se adelantó y continuó —: Yo creo que esa descripción de Alice va muy bien contigo mismo, Elliot. Es más: ustedes dos tienen demasiado en común, creo que te le pareces mucho.
Lo había hecho. Oz había pronunciado las palabras mágicas que desataron la cólera del otro joven. Comenzó a despotricar, lo zamarreó, le exigió que retirara lo dicho. Oz solo reía (aunque ese agarre del cuello de su camisa le escosó un poco la garganta) pero las reacciones de Elliot eran en verdad muy divertidas, un deleite. Al fin, Elliot se cansó de amedrentarlo y lo soltó
—Eres un idiota sin remedio —sentenció.
Oz volvió a reír. —En verdad se parecen, y lo encuentro genial.
Dedicó una breve mirada el vestíbulo, pero continuaba vacío y no había ni asomo de Alice aún.
—Cierra esa boca tuya, Vessalius. Y arréglate el traje, no querrás que tu Ama aparezca de pronto cruzando esa puerta y te vea en esas fachas.
—A Alice no le molestaría, admito que puede ser un poco violenta y bastante mandona, hasta gritona y de pocos modales. Pero en el fondo es una chica muy tierna y cálida.
—Vaya, cualquiera diría que tienes pensado declararle tu amor esta noche —se burló Elliot. Oz se ruborizó ligeramente, pero enseguida negó con la cabeza de manera muy natural. Suspiró levemente, y volvió a contemplar el vestíbulo.
—No eres la primera persona en pensar que hay algo más allá que amistad entre Alice y yo. Supongo que es nuestra culpa, pasamos casi todo el tiempo juntos y somos cómplices en todo. Pero el cariño que siento por Alice es diferente, muy especial pero lejos de lo que alguien llamaría "romántico"
Oz observó a Elliot de soslayo. Esa mueca socarrona se había desvanecido. Ahora lo escuchaba con serenidad y con una llamativa atención, lo que le dio pie a continuar —: así que tranquilo, Elliot. Si te gusta Alice, yo no me interpondré. ¡Hasta podría ayudarte!
La atmósfera se tornó amenazadora. El silencio tenso que se formó en aquel pasillo iba a romperse a continuación por los gritos desmedidos del joven Nightray.
—¡I-IDIOTA! —farfulló. Apretó los puños, quería golpearlo. Quería aventarle unos cuantos puñetazos y soltar un montón de palabrotas indebidas, pero en el último segundo guardó su compostura. —¡¿Qué te hizo pensar que podría gustarme Alice?! ¡No tiene ningún sentido! Eres tremendamente molesto, un enano muy molesto.
Oz enarcó las cejas y le dedicó una mirada recelosa, se llevo los brazos detrás de la cabeza y comenzó a dar unos pasos en dirección al vestíbulo. —Esas reacciones tuyas hablan por si solas, además yo sí creo que harían una bonita pareja. Se parecen taaaanto⁓ —canturreó. Elliot chasqueó con la lengua, su enojo iba en aumento. —¡CIERRA ESA INSOLENTE BOCA TUYA!
¿En qué momento se había salido todo de control, y terminó boicoteándose a sí mismo? No tenía palabras, la verdad. Discutir con Oz no llevaría a ningún lugar, él lo sabía. Oz era de esas personas insoportables que con sus comentarios inapropiados no hacían más que molestar e incomodar a la gente, y francamente al menos a él, acababa por agotarlo mentalmente. Masculló algo entre dientes, refunfuñó y tras un largo suspiro se sosegó. Al fin y al cabo ¿por qué se había molestado tanto? De pronto, y por unos breves segundos, aparecieron imágenes de la muchacha de largo cabello castaño esbozando aquella singular y radiante sonrisa que tanto la caracterizaba. También recordó que en una ocasión le había admitido a Leo, su mejor amigo, lo genial que le parecía Alice. Y tampoco podía negar que encontró extrañamente reconfortante las palabras de Oz al hacer hincapié en que a ellos los unía una relación entrañable y únicamente de amistad. Curiosamente, su rostro se relajó y dejó escapar una sonrisa muy sutíl, pero se compuso enseguida cayendo en la cuenta que se estaba delatando una vez más. Por supuesto, Oz se dio cuenta, pero por esta vez prefirió no decir nada, siempre podría volver a molestar a Elliot en alguna otra ocasión.
