Odin Sphere y todos sus personajes pertenecen completamente a sus respectivos autores y son usados aquí con meros fines de entretenimiento.

Advertencia de incesto.


Cuando estoy sola es cuando me pongo nostálgica. Soy presa de una melancolía tal que pienso en cosas que creía haber olvidado hace tiempo atrás, cuando el mundo aún era mundo y yo era otra. La bruja pasó a convertirse en una tierna esposa, que acaricia con suavidad los cabellos de su amado cuando posa la cabeza en su regazo. La esposa dulce que espera pacientemente a ese hombre apuesto y noble que luchó por ella, por su seguridad y su futuro juntos. Por ese hombre es por quién sobreviví. Por él y no por…

Padre.

Frente al espejo, me observo puesto el vestido de mamá. No tengo recuerdos suyos, pero si de él… de ti. Quería parecerme a ella para que tú me miraras. Para parecerme a la mujer que tú… el vestido que me costó tanto trabajo decidir usarlo: Miris no podía ayudarme tanto como ella quería, y yo dudaba de mis capacidades de mujer. Nunca me interesaron las joyas, los arreglos… pero esa ocasión quería verme bien. Bien, para ti. Sólo para ti, aunque terminé captando la atención de alguien más, de un hombre bondadoso al que le encanta verme luciendo esta prenda. Un hombre bondadoso que no se parece en nada a…

Luego, el ave azul vino a recordarme lo que jamás iba a poder tener. Lo que ocultaba y nadie más sabía. El dolor que perforó mi corazón como las lanzas de las valquirias, una y otra vez.

Ella. Para él, sólo existía ella.

Velvet se parece a la mujer que realmente amó. Ni siquiera mi madre tuvo ese honor. Tal vez por eso ella, Velvet, le importó más. La miró como jamás me miró a mí, o a Griselda cuando aún vivía. Velvet… es tan hermosa que me di una idea de que él amó a una mujer bellísima y suave, esbelta y elegante, una princesa auténtica. Esa es la ley, de los libros y de la realidad: los reyes aman a las princesas, detestan a las brujas. Ellas no merecen más que insultos, castigos, la muerte. Aunque las brujas estén dispuestas a morir por una causa justa… por la causa de su rey. Aun así, no pude odiar a Velvet, esa princesa sin trono: después de todo, no puedo odiar nada de lo que él amó.

Frente al espejo me sigo contemplando, contemplo un reflejo que me devuelve una mirada preocupada ante tantos recuerdos repentinos. Y es que Oswald-sama no debe saberlo. No debe saber que a veces, cuando estamos juntos, cierro los ojos y pienso en alguien que no es él. Él es tan bueno, tan amoroso… me mira como jamás nadie lo ha hecho. En sus manos soy carne y espíritu, un corazón que se agita y unos labios que se abren para él, sólo para él. No me trata como un objeto, al contrario de…

¡Basta ya, Rey demonio!

Los escalofríos que recorren mi cuerpo cuando él me toca con tanta gentileza no le pertenecen por completo. Mi mente vuela, como el pájaro azul que era mi hermana. Vuela a Ragnanival, a mi viejo hogar. Sobrevuelo los campos blanquecinos antes de estrellarme, suavemente, contra las torres del castillo de Nebulópolis. Y entonces lo veo sentado sobre su enorme trono: la barba blanca, el semblante severo con párpados entrecerrados, siempre pensativo. Quiero leer su mente pero no soy capaz, nunca lo fui. Pone una barrera a su alrededor, un muro inquebrantable que no rompe ni los golpes ni el amor. Frente a él mi serenidad se vuelve nada, me tiemblan las rodillas como a una niña pequeña, como la niña que se mueve alrededor de su padre deseosa de una atención que jamás poseerá, por mucho que se esfuerce. La niña que, cuando Miris le preguntaba con dulzura cómo se imaginaba a su futuro esposo, no podía pensar en otro rostro más que en el de su padre.

Me resigné a no volver a verlo, era lo mejor. Con Oswald-sama a mi lado, me creí capaz de olvidarme de todo. En el fin del mundo, a sabiendas de su destino, no le dediqué a mi padre más que un pensamiento: que Griselda lo acompañe en el Inframundo, si es que existe. No cambiaría mi situación actual por eso… O, quizá…

Basta ya, por favor…

Frente al espejo me llevo las manos a la cara para ahogar mi llanto. Quisiera asfixiarlo hasta que no quedase nada de él, nada de mí, nada de estos pensamientos que creía haber aniquilado hacía mucho, entre los brazos de Oswald-sama, entre sus besos, su juventud, sus palabras de amor. La culpa aplasta mi espalda, más pesada que el hierro. Oh, Oswald-sama, por favor, perdóname. Perdóname por no amarte únicamente a ti. Perdóname por ser una mala mujer. Soy una mala mujer así como fui una mala hija. Soy mala por desear no a algo sino a alguien. A alguien que nunca, ni en esta vida ni en las siguientes, podría ser mío, al contrario de ti. Perdóname por anhelar algo tan prohibido que ni siquiera me atrevo a pronunciarlo.

Odín, Rey Demonio: ¿Por qué no me amaste de la misma forma en que te amé a ti? Oh, padre, ¿por qué me has abandonado?


La idea de este fic me la dio un doujinshi hentai jajaja, sin embargo, pensé que era un tema interesante que podría tratarse no de manera sexual sino más, eh… ¿profunda? No sé, simplemente la idea surgió y quise aprovecharla. Le dejo el "sama" a Oswald porque, al demonio, se escucha demasiado bonito como para quitárselo lol