Hola chicas! estoy acá de nuevo, me alegró muchísimo ve tantos reviews en la historia anterior en verdad aprecio la interacción y tal y como lo prometí publicaré la historia que mas les llamara la atención y ganó la segunda opción así que como lo prometido es deuda, sean bienvenidas a:


Amor y Venganza

Rin no tenía opción. O le suplicaba a Sesshomaru Taisho que accediera a un matrimonio de conveniencia, o su madre no conseguiría el tratamiento médico que necesitaba.

Sesshomaru accedió, pero con sus condiciones. A cambio de la asignación generosa, Rin le pasaría la herencia que iba a recibir el día de su boda y le daría un hijo y heredero. Eso había sido lo que ella había temido... ¡Sesshomaru había aprovechado su oportunidad para vengarse!.

Diez años antes, Sesshomaru había roto su compromiso porque creyó que Rin le había sido infiel. Ahora estaba a punto de comprobar que se había equivocado... ¡cuando descubriera que su esposa era virgen!


Capítulo 1

Has arruinado tu vida como hizo tu madre con la suya —dijo Hiroki Yoshida.

Rin miró a su abuelo, japonés, con sus ojos color mar. Estaba muy nerviosa, pero había ido a suplicarle algo y, si dejarle que se metiera con ella lo ponía de mejor humor, soportaría cualquier ataque.

Esbelto y fuerte para sus setenta y tantos años, el canoso anciano paseaba por la lujosa suite del hotel de Londres.

—¡Mírate, aún soltera con veintisiete años! Sin marido ni hijos. Hace diez años, yo te abrí mi casa y traté de hacer lo mejor para ti...

Cuando se detuvo para respirar, Rin supo lo que iba a continuación y se puso más pálida.

—¿Y cómo me pagaste mi generosidad? —continuó el anciano—. Tú deshonraste el apellido de mi familia. Me hiciste caer en desgracia, destruiste tu reputación e insultaste de manera imperdonable a la familia Taisho.

—Sí...

Rin estaba lo suficientemente desesperada como para suicidarse incluso si con eso calmaba a su abuelo y le daba la oportunidad de rogar por la causa de su madre.

—¡Vaya un matrimonio que te conseguí... Y en su momento estuviste muy agradecida por tener a Sesshomaruos Taisho! Lloraste cuando te dio el anillo de compromiso. ¡Recuerdo muy bien esa ocasión! Y luego lo tiraste todo por la borda en un momento de locura. Me avergonzaste a mí y a ti misma...

—Diez años es mucho tiempo...

—¡No lo suficiente como para que yo lo olvide! Sentía curiosidad por volverte a ver. Es por eso por lo que accedí a hacerlo cuando me escribiste. Pero deja que te diga ahora, para no perder más el tiempo, que no recibirás ninguna ayuda económica de mí.

Rin se ruborizó.

—No quiero nada para mí... pero mi madre, tu hija...

Hiroki la interrumpió antes de que ella pudiera mencionar el nombre de su hija.

¡Si mi hija te hubiera criado para ser una joven decente, de acuerdo con las tradiciones japonesas, tú no me habrías deshonrado!

Ante esas palabras, Rin decidió que no iba a permitir que su madre pagara por sus pecados, así que levantó la barbilla decididamente.

- Por favor, déjame hablar...

—¡No! ¡No te voy a escuchar! Quiero que te vayas a casa y pienses en lo que has perdido para ti y tu madre. Si te hubieras casado con Sesshomaruos Taisho...

—¡Lo habría castrado! —exclamó ella sin poder contenerse.

Su abuelo levantó las cejas sorprendido y ella se ruborizó.

—Lo siento.

—¡Por lo menos él te habría enseñado a mantener la lengua quieta cuando te está hablando un hombre! Ahora solo te puedes ganar mi perdón casándote con Sesshomaru.

—¿Y por qué no me pides también que escale el Everest?

—Ya veo que te haces a la idea.

—Si yo pudiera hacer todavía que se casara conmigo, ¡tendría acceso todavía a la fortuna de la familia Yoshida?

—¿Qué estás sugiriendo? ¿Hacer que se case contigo? ¿Sesshomaruos Taisho, al que insultaste tan gravemente, el que puede tener a cualquier mujer que desee...?

—Pocas mujeres pueden ofrecer una dote tan grande como la que tú ofreciste como compensación hace diez años.

—¿Es que no tienes vergüenza?

—Cuando tú trataste de venderme como uno de tus petroleros, yo perdí todas mis ilusiones. Y aún no has respondido a mi pregunta.

—¿Pero a qué viene una pregunta tan tonta?—exclamó el anciano.

—Solo lo quiero saber.

—Yo le habría pasado el control de la empresa familiar a Sesshomaru el día de su boda, ¡y todavía lo haría con gusto si fuera posible! Mi único deseo era dejar en buenas manos el negocio al que le he dedicado toda mi vida. ¿Era eso mucho pedir?

Rin decidió que aquello no tenía sentido, así que empezó a dirigirse a la puerta, pero entonces, pensó que debía hacer un último intento.

—La salud de mi madre no es buena...

Hiroki gruñó algo en japonés y Rin lo miró echando chispas por los ojos:

—¡Si ella muere en la pobreza, espero que la conciencia te castigue hasta la tumba y más allá, porque eso es lo que te mereces!

Él la miró por un segundo con ojos inexpresivos. Luego le dio la espalda.

Rin abandonó la suite y se metió en el ascensor, donde se derrumbó. Minutos más tarde, ya había recuperado el control y salió a la calle. Pensó que, si tuviera dinero, haría que raptaran a Sesshomaru Taisho y ella misma se encargaría de torturarlo, ya que realmente odiaba a ese hombre. Lo odiaba de verdad.

Aunque ya era inmensamente rico, la avaricia lo había hecho comprometerse a los diecinueve años con una chica regordeta que no tenía otro atractivo para él más que ser la heredera de la fortuna de los Yoshida. Sesshomaru Taisho le había roto el corazón, destruido su orgullo y se había asegurado de que Hiroki no la perdonara nunca ni a ella ni a su madre.

Pero tal vez su madre hubiera nacido bajo una estrella desafortunada. Durante los primeros veintiún años de su vida, Akiko había estado inmersa en un mundo de dinero y privilegios. Luego había cometido el error fatal de enamorarse de un inglés. Se encontró con una fuerte oposición familiar, pero ella se fue a Londres para reunirse con él. El día antes de su boda, el padre de Rin se había estrellado con su moto y se había matado.

Poco después, Akiko había descubierto que estaba embarazada. Desde entonces no había habido vuelta atrás, estaba esperando un hijo y estaba soltera y no sabía hacer casi nada en la vida. Aun así, había criado sola a Rin y a lo largo de su infancia ella solo podía recordarla con cara de agotamiento. Todos esos años de agotador trabajo físico habían arruinado su salud y debilitado su corazón.

Cuando Rin fue lo suficientemente mayor para trabajar, las cosas fueron mejor. Durante unos años, habían sido felices en un pisito que les había parecido un palacio a las dos pero hacía año y medio, la empresa para la que trabajaba quebró y, desde entonces, ella solo había podido conseguir empleos temporales e incluso eso les estaba fallando recientemente. Habían tenido que marcharse del piso y sus ahorros habían desaparecido hacía ya tiempo.

El ayuntamiento las había realojado en un suburbio. A su madre le daban tanto miedo las pandillas de jóvenes desocupados que ya no se atrevía a salir de la casa y era como si se hubiera rendido y no quisiera vivir más.

Rin creía que se estaba muriendo poco a poco. Siempre estaba pensando en el pasado, ya que el presente era demasiado desagradable.

Un apartamento barato y ruinoso en el que no se podían permitir tener calefacción, ni teléfono, ni televisión. Nada.

Si ella hubiera podido predecir el futuro hacía diez años, ¿habría tomado la misma decisión? ¡ Seguramente ahora estaría casada con un magnate! Su madre podría haber disfrutado de nuevo de la seguridad y comodidades, antes de que su salud se viera arruinada del todo. Ahora sabía que, si hubiera tenido esa bola de cristal, se habría casado con un monstruo por su madre.

¿Y qué si Sesshomaru había tonteado con una preciosa modelo italiana no lejos de ella?

¿Y qué si Sesshomaru le había dicho a su prima segunda, Ishi, que ella era gorda, estúpida y asexuada, pero que valía su peso en oro?

¿Y qué si él fuera a serle infiel durante todo el matrimonio y se dedicara a ser un cerdo arrogante con el que fuera insoportable vivir?

¿Y qué si le dijo a la cara la mañana después de esa noche famosa que ella era una zorra y que él, Sesshomaru Taisho, se negaba a casarse con las sobras de otro hombre?

Se detuvo delante de un escaparate y pensó que Sesshomaru debía de estar en Londres por la misma razón por la que estaba su abuelo. Había leído en la prensa que se iba a producir una reunión de magnates japonéses con intereses en negocios británicos. Al contrario que Hiroki, Sesshomaru tenía unas grandes oficinas en la City, donde debería estar en ese mismo momento.

¿Qué tenía ella que perder? Él seguía soltero. E Hiroki Yoshida nunca bromeaba con el dinero. Su abuelo pagaría millones de libras por verla casada con Sesshomaru Taisho. Las personas no contaban para nada en eso, lo primero era unir los dos enormes imperios económicos. Y con eso, incluso ella podía ser capaz de hacer la última oferta. ¿Estaba loca? No, se lo debía a su madre. Akiko había sacrificado mucho por ella.

Miró su reflejo en el escaparate. Una mujer blanca, de altura media, con una falda gris y una chaqueta vieja. Incluso con lo poco que dieta, nunca sería delgada. Debía de haber heredado sus generosas curvas de su padre, ya que su madre era muy delgada. Bueno, pero valía su peso en oro, se recordó a sí misma. Y, si había algo en lo que Sesshomaru sobresaliera, era en su capacidad para aumentar sus ya importantes riquezas.

Sesshomaru estaba planeando un gran trato.

Había ordenado que no le pasaran ninguna llamada. Así que, cuando llamaron levemente a la puerta de su despacho, miró irritado a su ayudante británico, Gerry, cuando se acercó y le susurró algo al oído.

—Lo siento, pero hay una mujer que pide verlo urgentemente, señor.

—He dicho que no quiero interrupciones, sobre todo de mujeres.

—Dice que es la nieta de Hiroki Yoshida, Rin. Pero la recepcionista no está convencida de que sea cierto. Supongo que no lo parece, señor...

¿Rin Yoshida?

Sesshomaru frunció el ceño. Ese nombre aún despertaba en su interior una cierta ternura a la vez que rabia. ¿Cómo se atrevía esa zorra a pretender verlo?

Se puso en pie repentinamente, y todos los demás hicieron lo mismo.

Se acercó a los ventanales y pensó que Hiroki le había dicho que nunca la perdonaría, y era un hombre de palabra.

Incluso en esos momentos Sesshomaru se estremecía al recordar la humillación que había sufrido al verse enfrentado públicamente con el hecho de que su novia, supuestamente virginal, había salido con su coche con un amigo borracho y se había acostado con él. Era asqueroso. De hecho, solo recordarlo le hacía lamentar el no haber tenido la oportunidad de castigarla como se merecía.

- ¿Señor...?.

Sesshomaru se volvió.

—Que espere.

Su ayudante contuvo la sorpresa con dificultad.

—¿A qué hora le digo a su secretaria que la verá?

—Deje que espere.

Mientras pasaba la hora del almuerzo y empezaba la tarde, Rin era consciente de que alguna gente pasaba con sospechosa lentitud por la zona de recepción y la miraba extrañada.

Mantuvo la cabeza alta aparentando indiferencia. Se dijo que había logrado entrar y que iba a aprovechar su oportunidad. Sesshomaru no se había negado a verla. Después de todo, tenía que intentarlo, él era su última oportunidad y tenía que tragarse el orgullo.

Justo antes de las cinco, la recepcionista se levantó de la mesa y le dijo:

—El señor Taisho ha abandonado el edificio, señorita Yoshida.

Rin se puso pálida. Luego recuperó la dignidad y se levantó. Mientras bajaba en el ascensor, decidió que al día siguiente haría lo mismo. Y al otro. Todos los días que fueran necesarios.

En el autobús, pensó que Sesshomaru ya no era el guapo adolescente del que una vez se había enamorado. Ahora era ya un adulto. Como su abuelo, no debía ver la necesidad de justificar su propio comportamiento. No le habían dicho que no la atendería. La había dejado concebir esperanzas. Eso había sido algo cruel, pero ella debería haber estado preparada para esa táctica.

A la mañana siguiente, Rin tomó posiciones en la sala de espera de las oficinas de Sesshomaru tres minutos después de las nueve en punto.

Pidió verlo como el día anterior y la recepcionista no la miró. Rin se preguntó si ese sería el día en que Sesshomaru perdiera la paciencia y haría que la echaran del edificio.

A las nueve y diez, Gerry Mardsen se acercó a Sesshomaru, que, como siempre, había empezado a trabajar a las ocho de la mañana.

—La señorita Yoshida está aquí de nuevo hoy, señor.

Sesshomaru se tensó casi imperceptiblemente.

—¿Tiene el archivo Tenco? —le preguntó Sesshomaru como si el otro no hubiera dicho nada.

El día continuó con Rin esperando que su humildad impulsara a Sesshomaru a dedicarle cinco minutos de su tiempo. Para cuando terminó el día, la recepcionista le dijo de nuevo que Sesshomaru se había marchado y ella experimentó semejante oleada de frustración que hubiera querido gritar.

Al tercer día, Rin deseó haberse llevado unos sándwiches de casa, pero eso habría despertado las sospechas de su madre.

Sorprendentemente, a mediodía, cuando volvió de una visita al cuarto de baño, se encontró con una taza de té y tres galletas esperándola. Sonrió y la recepcionista la miró conspirativamente. Para entonces, ella estaba convencida de que todo el mundo había pasado por allí para echarle un vistazo. Todos menos Sesshomaru.

A las tres, cuando ya había desaparecido lo que le quedaba de paciencia, la desesperación empezó a apoderarse de ella. Sesshomaru volvería a Japón pronto y quedaría aún más lejos de su alcance. Tomó una decisión repentina y se levantó. Pasó por delante de la mesa de recepción y empezó a caminar por el corredor que daba a los despachos.

—¡Señorita Yoshida, no puede pasar ahí!—le gritó la recepcionista.

Pero ella sabía que, hiciera lo que hiciese, ya estaba perdida. Obligar a Sesshomaru a enfrentarse a ella no era lo más adecuado. A ningún hombre le gustaba que una mujer se enfrentara a él. Podría reaccionar como un hombre de las cavernas.

Cuando estuvo delante de una de las puertas, unas manos masculinas la sujetaron por los brazos.

—Lo siento, señorita Yoshida, pero nadie entra ahí sin permiso del jefe -dijo una voz con acento japonés.

—Ronin... -dijo ella reconociendo la voz del guardaespaldas de Sesshomaru—. ¿No podría mirar para otro lado solo por una vez?

—Vuelva a casa, por su abuelo. Por favor, hágalo antes de que se la coman viva.

Ronin dudó un momento y, sin pensarlo, ella aprovechó la oportunidad. Se soltó de repente y entró por la puerta.

Sesshomaru se levantó sorprendido de detrás de su mesa.

Rin supo que tenía solo un segundo antes de que Ronin volviera a intervenir.

—¿Eres un hombre o un ratón que no se atreve a enfrentarse a una mujer? —le espetó.


Bueno chicas hasta aquí el primer capítulo, si les ha gustado háganmelo saber en los reviews!