El tanuki en la tormenta

La reconfortante calidez por la que se sentía abrazado era un buen indicio tras despertarse por un relámpago, más aún al pensar que en la mañana anterior se había peleado con su novia. Sin abrir todavía los ojos, desliza su mano hasta el cabello que siente acariciar la piel de su cuello; las finas y suaves hebras más que relajarlo, le producen la primer alarma que lo hace abrir los ojos, ese cabello era demasiado corto para ser el de su novia. Enseguida, segunda alarma. Su novia —seguramente, ahora ex— no era tan alta para que su cuerpo se rodee de esa manera. Tercer alarma, ahora con los ojos abiertos, podía notar que la pintura del techo de su casa ni la de su novia estaban pintadas de aquel color. Cuarta y más importante alarma, que al despertarse empezará a sacar coyunturas sobre el lugar dónde se encontraba porque no tenía muchos recuerdos de la noche anterior.

Poco a poco comienza a deslizar la mirada hacia abajo, hasta encontrarse a un conocido cabello grisáceo que hasta hace segundos estaba acariciando, lo que lo acompañaba era el bonito rostro del irritante Maeno; que descansaba sobre su pecho con una sonrisa en su rostro.

Mierda —piensa, mientras rápidamente lo empuja de su cuerpo y se aleja de la cama donde ambos habían estado durmiendo.

Encontrándose alejado de la fuente de calidez, Maeno abre los ojos y pone una expresión de puchero al ver que Ken se encontraba de pie junto a la cama y no recostado junto a él.

—Que fea manera de despertarme Miyamae —dice tomando el almohadón donde antes había reposado la cabeza su compañero editor para abrazarlo en su lugar.

—¿Qué hago aquí? —pregunta Miyamae, ahora viéndose a sí mismo y el raro como adorable pijama de tanuki que llevaba puesto .— ¿Qué llevo puesto y dónde está mi ropa? —aquella mañana ya era un asco y al ver las expresiones tiernas que ponía el tipo de 28 años acostado delante solo lo lograba disgustar más.

—¿Ya te vas a ir? —pregunta Maeno aún con la expresión de puchero, otro trueno se oye desde fuera mientras la lluvia caía con fuerza contra la ventana— ¿No te vas a hacer cargo de tus acciones?

¿Mis acciones? —piensa Ken confundido— ¿Qué hice anoche? —comienza a buscar con la vista en el departamento, hasta ahora desconocido, que debía pertenecer a Maeno. La limpieza y orden era más de lo que esperaba de él, más no la cantidad de peluches de tanuki. Tenía un tipo de obsesión con ese bicho.

Mientras Miyamae revisaba la casa encontrando su ropa secándose en una silla —ya que la noche anterior lo había invitado para refugiarse de la lluvia— Maeno decide quedarse un rato más acostado, observando el show de nervios que sucedía enfrente.

Francamente, quería devorarlo. Piensa, mientras aprieta más contra su cuerpo aquél almohadón que estaba impregnado con su olor.

—Ese pijama te queda genial —suelta, provocando una reacción de enojo. Sin duda quería largarse de allí aunque afuera se estuviera viniendo el cielo abajo.

Ken pone una expresión de disgusto al tocar su ropa, seguramente esta seguía empapada. Era obvio, la suerte le suele sonreír a Maeno y no hay mayor suerte que pasar la noche con tu enamoramiento desde la adolescencia y más aún si este tiene que quedarse un par de horas más en tu casa. Lo ve suspirar, él sonríe. Estaba atrapado.

—En serio ese pijama te queda bien —dice Maeno sin un atisbo de mentira, era el tanuki más adorable que había visto. Más aún con el cabello despeinado y sin las gafas que justo acababa de encontrar sobre la mesa de luz. Mientras Miyamae se aleja hacia el baño, Maeno las toma y se las prueba, notando la mala visión que tiene su amigo. Aprovecha la oportunidad y se toma una foto con estos — te ves super lindo… —dice un poco más por fastidiarlo que por sinceridad.

El peliverde mientras tanto intenta mantener la paciencia, procura no responderle a Maeno ya que perdería la paciencia y quiera o no, ese idiota sigue siendo su superior en el trabajo. Bajando la capucha del pijama procede a lavarse la cara, para ver si lograba despabilarse aún más. Todo eso era un fastidio, —piensa, mientras recuerda poco a poco lo sucedido la noche anterior.

Unos pasos se acercan hasta situarse detrás suyo, justo al tiempo que la canilla se estaba cerrando. Unos brazos lo rodean y Maeno apoya su cabeza sobre la suya, suspirando ante el contacto.

— ¿Empezaste a recordar? —pregunta el superior, colocando mejor su rostro sobre el hombro contrario. Más allá de enojo, el rostro y orejas de Ken se estaban sonrojando.

— Si… —que aquél tonto se le había confesado tarde o temprano volvería a su memoria.

— ¿Y? —Maeno reafirma aún más el abrazo, intentando cruzarse con su mirada huidiza.

—… —le devuelve la mirada y le quita sus anteojos para colocarselos él, le era difícil entender sus acciones del día anterior; pero no las sensaciones que lo llevaron a tomarlas. Nunca se había imaginado en aquella situación. Levanta la vista hasta el espejo, para que le sea devuelta la vista de la habitación a oscuras y de un hombre hermoso que se lo devoraba con la mirada.— ¿Desde cuándo te gusto? —pregunta sin más, recibiendo como respuesta una pequeña risa.

—Eso es injusto —deja un pequeño beso en su cuello y le sonríe a los ojos que lo observan desde el espejo—, supongo que fue amor a primera vista.

—… —un duelo entre una mirada alegre y otra más seria se lleva en el espejo. Miyamae recuerda lo deliciosos tragos que Maeno fue preparando durante la noche, la charla sobre su decepción amorosa y la declaración de amor tan precipitada que recibió del contrario. Luego un beso, que tal vez animado por el alcohol decidió continuar. Como unos muslos suaves que se sentaron sobre sus rodillas para continuar con mayor comodidad el intercambio de saliva. Después habrán decidido dejarlo allí por el estado de embriaguez de ambos. Pero nada podía borrar lo sucedido, ni que ambos lo hayan disfrutado.

—Me gustas… —vuelve a repetir Maeno, por si el recuerdo de la noche pasada no sea suficiente.

Miyamae aleja los brazos que lo rodean y se dirige hacia la sala, donde estaba su ropa. Maeno, sabiendo que no sería tan sencillo, va tras él.

—Préstame tu secador de pelo —pide/exige Ken y el contrario va a buscarlo.

—Sabes que le pedí a varias chicas que se pongan esos pijamas —escucha un susurrante "claro que si" del peliverde y lo deja pasar — pero ninguna se vio tan linda como tú.

—Seguro los tienes de todos los tamaños.

—Si —ríe desde su habitación, desde donde vuelve con el dichoso secador —, los tanukis son muy adorables.

—Se me hace un tanto enfermo —responde con liviandad —pero me alegra, de otra forma hubiera tenido que seguir con la ropa mojada.

—De nada —responde enchufando el secador cerca de donde Miyamae tenía la ropa y entregándoselo. Cambia de tema — ¿Quieres comer algo?

—Me quiero ir cuanto antes —dice fríamente, notando que poco a poco la lluvia va menguando, pero al prender el secador recuerda que la luz se había ido, ¡Mierda!

—Entonces, ¿Qué comeremos? —el contrario le responde con una mirada cansada — ¿O prefieres comerme a mí? —finaliza señalando hacia sí mismo, queriendo borrar cualquier posibilidad de que olvide lo sucedido.

Miyamae se voltea y se dirige hacia el baño con la ropa mojada, Maeno atisba a ver el tono carmesí en sus orejas.

No será fácil, —piensa Maeno al abrir la puerta de la heladera al tiempo que volvía la luz —, pero después de mucho tiempo había dado el primer paso.