Le veía desde su lugar, con el helado derritiéndosele en la mano.

Contemplaba cada rasgo de su rostro; los hermosos ojos azules, los labios delgados, el pelo azabache que se tornaba cerúleo en las puntas y la forma en que éstas se le pegaban a la frente y mejillas.

Pero lo que más le gustaba, sin lugar a dudas, era su sonrisa amable. Esa que al nacer en su cara lograba levantar sus pómulos con las comisuras de su boca.

Era esa misma sonrisa, la que le llevaba a la heladería todos los días.

Si bien, en un principio el muchacho le pareció atractivo, la amabilidad con que le tomaba su pedido y la sonrisa que le dedicaba, le hizo volver al día siguiente.

Asistía cada vez, sin falta. A excepción de los lunes, pues el chico descansaba ese día y Adrien no podía verlo.

Admirarlo, se convirtió en parte de su rutina. Salir de la escuela, ir a casa, comer y dirigirse a la heladería para permanecer allí cerca de hora y media; observando al joven en la caja que atendía y servía con esa sonrisa que le volvía loco.

Suspiró al presenciar como lo hacía de nueva cuenta. Sus ojos se empequeñecieron y la blanca dentadura salió a relucir acompañada de una risa posterior.

No sabía nada de él, salvo que su nombre era Luka Couffaine. Pues éste se hallaba escrito en la insignia que portaba en el pecho con las palabras 'para servirle' debajo de él.

Y, a pesar de la regularidad de sus visitas, no se había atrevido a hablarle por su nombre. Aunque muchas veces fantaseó con hacerlo y que el otro hiciera lo mismo, llamándole con su voz tranquila y melodiosa.

No obstante, su timidez le impedía incluso verlo a los ojos cuando el muchacho escribía su pedido en el ordenador. Temía que pudiese notar el gusto que le tenía sólo con mirarle una vez.

El helado terminó por deshacerse en su mano, formando un charco de color verde y amarillo sobre la mesa. No tuvo más alternativa que tirar el cono al basurero contiguo con un gesto de rendición.

A veces le sucedía aquello. Se quedaba embobado, con la mirada fija en el chico de la caja y no prestaba atención a su alrededor. Estaba seguro que si le sacaba una fotografía, no despegaría sus ojos de ella ni un momento.

Expulsó aire por la nariz, abatido y resignado por el tiempo que se le había acabado.

Tenía que volver a casa o su madre le daría el sermón de su vida. No deseaba tener más problemas con la mujer. Desde el divorcio, parecía enfurruñada o al borde de las lágrimas, sus emociones permutaban como el clima en verano.

Se levantó de su mesa, la más alejada de la puerta pero con una excelente vista al mostrador, para caminar, lentamente, hacia el muchacho que ya atendía a otra persona frente a él.

Apenas terminó con el hombre regordete, las miradas de ambos chicos se cruzaron. El azabache sonrió por costumbre y Adrien se sintió derretir, justo como el helado en su mesa.

—¿Gustas algo más? —Preguntó el más alto sin deshacer su gesto.

El rubio se vio tentado a decirle 'a ti', pero se contuvo. No tenía las agallas para dar una respuesta tan atrevida.

—No, no realmente —rio nervioso con la mirada baja—. Es que ensucié un poco la mesa y quería disculparme. ¡Pero la limpiaré de ser necesario! —Argumentó con las mejillas muy rojas.

El muchacho soltó una risa que cubrió con una mano. Se volvió a ver la mesa un momento para poner su atención en el rubio de nuevo.

—Está bien, no te preocupes —expresó, amable—. La verdad es un alivio, estaba por limpiar los baños pero supongo que mi compañera tendrá que hacerlo —susurró, acercándose a Adrien, quien podía oír los fuertes latidos de su corazón taladrar contra su pecho.

—E-entiendo. ¡Me iré entonces! ¡Con permiso!

El azabache le observó con desconcierto para, acto seguido, levantar una mano y despedirse de él.

—Nos vemos, vuelve pronto —fue lo último que Adrien alcanzó a escuchar.

~?~

A veces, Adrien se sentía como un acosador, aunque realmente estaba lejos de serlo. Pero ese pensamiento le asaltaba en ocasiones, no creía que al muchacho de la heladería le agradara mucho la idea de saber que el rubio iba sólo para verle.

La mera suposición de que le viese como una persona repugnante, le estrujaba el corazón.

Por esa razón, mantenía una distancia prudente. No indagaba más de él ni se hacía grandes esperanzas. Eso último le resultaba muy difícil, pero lograba hacerlo gracias a su gran determinación.

Con aquellos límites en mente, era capaz de ir al establecimiento todos los días sin culpa alguna.

Sin embargo, los muros que colocó se vinieron abajo en cuestión de segundos ese miércoles por la tarde, cuando hizo un movimiento arriesgado.

Asistió puntual como cada día. La campana de la puerta avisó su llegada apenas cruzó el umbral.

La sonrisa del azabache le dio la bienvenida antes de que el muchacho la pronunciara.

Adrien estaba decidido a mirarle a los ojos por primera vez pero, como siempre, el fracaso fue inminente.

—¿Durazno y limón en cono? —Adivinó el más alto antes de que el rubio pidiera. Adrien asintió, sonrojado. El sólo pensar que supiera lo que solicitaría por su concurrencia le provocaba un sentimiento de vergüenza e infinita felicidad.

Le observó hacer su labor, aprovechando que el chico se encontraba distraído. El uniforme a rayas le quedaba muy bien, Adrien casi se olvida de respirar cuando el muchacho se agachó y pudo apreciar parte de sus clavículas. Su piel parecía bronceada y tersa.

Estaba ensimismado en la imagen frente a sus ojos, que no se percató cuando la compañera del azabache salió de la puerta tras el mostrador con una hoja en la mano, la cual pegó sobre el vidrio de éste. Estorbándole en su maravillosa vista.

Frunció el ceño por la decepción, pero lo escrito en el papel le hizo olvidar su sentir.

—¿Buscan un nuevo empleado? —Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera procesarlas, llamando la atención de ambos jóvenes.

La chica se volvió a verlo al escucharle, para asentir con una media sonrisa.

—¿Estás interesado? —Preguntó la muchacha con simpatía, mas Adrien se quedó sin palabras.

¿Por qué la repentina búsqueda? ¿Acaso alguno de los chicos renunciaría? ¿Luka renunciaría?

La sola idea, le revolvió el estómago.

Sólo podía verle de aquella forma. No sabía nada de él y temía que se esfumara en el aire; sin haber entablado, siquiera, una amistad con él. Sus días no serían los mismos si tal cosa ocurría.

La chica de pelo rosado rodó los ojos al no obtener respuesta. Siguió su camino, dejándoles solos como al principio.

Cuando hubo terminado de preparar el aperitivo, Luka notó que el semblante del rubio había cambiado a uno más decaído. A él no le gustaba inmiscuirse en la vida ajena pero le pareció raro que ese chico, quien asistía de forma puntual, se viese más triste de un momento a otro.

—Aquí tienes tu pedido —sonrió, pasándole el postre por encima del mostrador.

Adrien lo tomó con las dos manos, mirándolo con fijeza antes de levantar la vista al azabache.

—¿Por qué necesitan un nuevo empleado? ¿Tú... habrá una vacante? —Se corrigió.

La pregunta tomó por sorpresa al más alto. El pequeño rubio no solía decir más que un par de palabras, pero ese día parecía muy interesado en el trabajo de medio tiempo. Quizá le gustaba mucho el helado.

—Algo así. Mi compañera no será capaz de cubrir el turno completo, por lo que se necesitará de alguien que trabaje esas horas, ¿estás interesado? —Explicó con amabilidad y una sonrisa brillante.

El rubio se sintió aliviado al escuchar que el chico no parecía ser quien abandonaría su puesto, con aquello ya era muy feliz.

No obstante, la sugerencia del empleo sonaba como una oportunidad única que no había pensado.

Si podía hacer que le dieran el trabajo, podría pasar medio turno a lado del azabache. Su corazón se aceleró ante la idea y sus fantasías no se hicieron esperar.

No creía perder nada si lo intentaba, al contrario, lo que ganaría sería mucho mejor que cualquier cosa.

Asintió tan rápido que Luka temió que se fuese a romper el cuello.

—Perfecto, entonces puedes traer tu solicitud mañana por la tarde y yo se la entregaré a mi jefe, ¿te parece? —El menor volvió a asentir, sonrojado—. Casi lo olvido. Vienes todos los días pero no sé tu nombre, ¿podrías decírmelo? Es para considerarte primero en la lista.

—¡Soy Adrien! —Esbozó, sintiendo mucha vergüenza por la emoción expresada—. Me llamo Adrien Agreste —dijo con más calma.

El más alto sonrió en respuesta—. Muy bien. Esperaremos tu solicitud, Adrien.

Con escuchar su nombre salir de sus labios, se sintió bien pagado por ese día. Creía que podía morir en paz en ese mismo instante.

~?~

En cuanto llegó a casa, se puso manos a la obra.

Le llevó casi toda la tarde, escribió, borró y corrigió como si de un importante examen se tratara. Pero la alegría de lo venidero fue lo que le motivó a esforzarse hasta el final.

Quizá no era la mejor idea pero optó por seguir a su corazón y no tanto por pensar en los pros y contras.

Cuando terminó ya eran pasadas las diez y su madre entró a la casa, desconcertada por encontrarle despierto a esa hora y con papeles por todos lados.

Se acercó a besarle la frente, al hacerlo se percató de las intenciones de su hijo que le hicieron fruncir el ceño.

Tomó una de las hojas y la leyó con atención, viéndole de reojo cada cierto tiempo.

—¿Por qué buscas trabajo? —El rubio no contestó y Emilie suspiró, exhausta—. ¿Necesitas más dinero? Porque si es así, yo te lo daré. Preferiría que estudiaras más duro, concéntrate en la escuela, Adrien. En vacaciones podrás buscar un empleo.

El menor hizo un puchero con la boca, las palabras de su madre le molestaron en sobremanera.

No sólo era el hecho de que ella no le creyera capaz de hacer ambas cosas. Adrien era un buen hijo, no pedía más de lo necesario y hacía lo posible por no disgustar a su madre.

Nunca había deseado algo tan fervientemente como aquello, por lo que le parecía injusto que su madre interfiriera en sus planes.

—No es por dinero —musitó, captando la mirada de la rubia—. Mis calificaciones son excelentes, puedo manejar ambas responsabilidades.

Emilie arrastró una de las sillas del comedor para ver a su hijo de frente.

La actitud de Adrien era inusual. Generalmente, él no hacía nada sin pedir su opinión o su permiso y si ella no estaba de acuerdo, el rubio dejaba las cosas por la paz. Por lo que no le fue difícil sospechar que algo andaba mal.

Observó el resto de papeles tirados por todas partes. Cada uno de ellos decía lo mismo. Adrien no estaba haciendo diferentes solicitudes para puestos de trabajos distintos, las hacía para uno solo.

Si no era por dinero, entonces la respuesta era clara. El rubio quería ese empleo en específico por alguna razón que no alcanzaba a comprender.

—¿Qué hay en la heladería? —La pregunta sorprendió al menor, quien no pudo evitar que se le coloreara el rostro de carmín.

—¿Qué quieres decir con eso? ¡No hay nada! ¿Está mal que quiera trabajar por una vez en mi vida?

—No lo está, pero es raro en ti. ¿Es por una chica?

El rubio se llevó ambas manos a la cara para cubrir su vergüenza. Que su madre le atrapara in fraganti ya era de por sí penoso, pero que supusiera que era porque alguien le gustaba le abochornaba bastante.

La mujer sonrió a medias al notar que no estaba equivocada. Soltó una risilla baja.

Le parecía adorable ver a su hijo de ese modo. Aquella era la primera vez que Adrien se fijaba en alguien por lo que no quería deshacer los esfuerzos de su pequeño por intentar acercarse al objeto de su anhelo.

—De acuerdo. Sólo tendrás dos condiciones. Primero, debes prometer que no descuidarás tus notas —el muchacho asintió, sonriente de escucharle pronunciar tales preceptos—. Y segundo... tienes que decirme su nombre.

—¿Eh? —La sonrisa se congeló en su rostro por la petición.

—Vamos, quiero saber el nombre de la chica que robó el corazón de mi pequeño. Apuesto que debe ser muy amable y encantadora —expresó, fantaseando con la boda futura de su hijo.

Adrien se quedó callado por un momento.

No lo había pensado hasta ese instante pero, ¿era extraño que la primera persona que le interesara fuera un chico?

Anteriormente, muchas chicas le parecieron bonitas y amables pero con ninguna fue capaz de sentir lo que Luka le provocaba con una sonrisa.

¿Estaba mal? No lo sabía, pero tampoco estaba dispuesto a contárselo a su madre ahora que ella había aceptado, pues podía cambiar de opinión y prohibirle trabajar.

Pasó saliva, deliberando en decirle o no la verdad.

—Lo es —dijo apenas—. Es gentil y tiene una sonrisa muy bonita. Creo que me gusta mucho.

Emilie le abrazó al tiempo que pegaba su mejilla a la del rubio y la restregaba con felicidad. Su sueño como madre estaba por cumplirse, siempre deseó ver a su hijo enamorado y todo apuntaba a que eso podía ocurrir pronto.

—Entonces, ¿cuál es su nombre?

El menor desvió la mirada antes de contestarle.

—Luka. Se llama Luka.

Ella se volvió a verlo, confundida. El nombre le sonaba curioso, creía haber conocido a un hombre en su juventud con el mismo pero quizá eran imaginaciones suyas. Bien decían que, en esos tiempos modernos, los nombres no tenían género.

Sonrió en dirección a Adrien que lucía nervioso por la respuesta de su madre.

—Deberías traerla a casa algún día.

El rubio negó rápidamente—. No sabe que me gusta. Y no estoy seguro de decírselo. Sólo... quiero ser su amigo.

—Ya veo —le besó la frente con cariño—. Ve a tu ritmo, no te apresures. Las cosas salen mejor cuando suceden de forma natural.

Adrien asintió con una sonrisa tímida. No le agradaba ser tan ambiguo con su madre pero no se sentía preparado para contarle lo que pasaba.

Quería estar seguro de sus propios sentimientos antes de sincerarse con ella.

Era su madre y la amaba, no dudaba del amor que ella le tenía también, pero quería descubrir por sí mismo lo que significaba su sentir y hasta dónde podía llevarlo.

~?~

Entregó el papeleo al azabache al día siguiente. Éste le aseguró que era el primero en llevar la solicitud y que se la daría a su jefe apenas le viera.

Adrien no podía estar más ansioso ante la expectativa de obtener el trabajo.

Sabía que sus motivos eran egoístas pero decidió no pensar en ello. La sonrisa de Luka, eclipsaba esas lucubraciones.

Un par de días más tarde, fue llamado por el mismo André para darle la buena noticia de que obtuvo el empleo.

Le contó a su madre de esto apenas llegó a casa y ambos rubios festejaron con una pizza.

La emoción no le abandonó ni siquiera por la noche. El sólo pensar que vería al azabache como un compañero de trabajo de ahí en adelante, le producía una alegría instantánea que hacía revolotear las mariposas en su estómago.

No logró dormir mucho pero la fatiga no le pesó debido al positivismo que mantuvo durante el resto del día.

Llegó al establecimiento con veinte minutos de anticipación. Respiró hondo antes de cruzar la entrada y el nerviosismo se apoderó de él cuando el más alto le mandó una de las sonrisas más grandes que le había visto.

—Estás muy temprano, a André le agradará tu entusiasmo —le aseguró, permitiéndole el acceso al otro lado del mostrador y guiándole a la habitación contigua a éste.

El lugar parecía una pequeña sala con lockers a un costado y un juego de sofás por el otro. También había dos puertas que, el azabache le explicó, eran la oficina de André y un baño para empleados.

—Puedes cambiarte aquí o en el baño, donde prefieras —sonrió, al tiempo que le entregaba un uniforme parecido al suyo.

Adrien lo recibió, rozando sus manos con las de él por accidente y sonrojándose por ello. Su corazón corrió cual caballo desbocado por esa simple acción.

—Cuando termines, te mostraré lo que debes saber —le explicó a punto de salir de la habitación—. Y por cierto, bienvenido a bordo —sonrió.

En definitiva, no creía arrepentirse de tomar el trabajo. La felicidad que sentía era mayor a la culpa que podía venir después.

Salió de la habitación minutos posteriores. No pensaba que el uniforme le quedase tan bien como al azabache, sobre todo porque parecía un poco grande pero era cómodo y no le impedía moverse con libertad.

La heladería lucía desierta a esa hora de la tarde, sin rastro de personas cercanas o con intenciones de entrar. Pero, a pesar de ello, Luka mantenía una sonrisa cordial en su rostro.

En cuanto le vio, se acercó a él. El mayor le inspeccionó con cuidado de arriba abajo, poniéndole más nervioso que antes.

Le ató la mascada roja, apropiadamente y colocó una insignia en su pecho, igual a la de él pero con el nombre Adrien Agreste escrito en cursivas.

Mientras lo hacía, Adrien percibió el aroma a frutas provenir del chico. Era la primera vez que le tenía tan cerca y podía apreciar detalles que no le había visto con anterioridad.

El impulso de tocarle le surgió de repente, pero se contuvo. No quería incomodar al chico con sus acciones apresuradas y fuera de lugar.

—¡Listo! Ahora estás preparado para trabajar. Primero te enseñaré a usar el ordenador, no es difícil.

Adrien le siguió hasta la pantalla que parecía ser completamente táctil, vio al muchacho señalar un par de cuadros de colores y explicar para que servía cada uno.

No supo de qué hablaba en primera instancia. Sus ojos estaban fijos en su boca pero no oía lo que salía de ella. Observó sus ojos azules, la curva de su nariz, sus mejillas y pómulos, además de los pendientes que portaba y lo suave que lucía su cabello.

Realmente se le antojaba enredar uno de sus mechones en su dedo y percibir su textura de un simple toque.

—...es fácil, ¿verdad? —La pregunta le trajo de vuelta a la realidad. Bajó la mirada con vergüenza y negó lentamente.

—Lo siento, estaba pensando en otra cosa, ¿crees que puedas explicármelo de nuevo? ¡Si te molesta no es necesario!

Luka soltó una risilla suave que le hizo suspirar.

—Está bien. No te debes sentir mal si no entiendes a la primera o no escuchaste bien. Para eso estoy aquí, para ayudarte en lo que necesites, ¿de acuerdo? —Sonrió con dulzura antes de volver a dar su explicación.

Adrien tuvo que hacer un esfuerzo colosal por prestar atención a lo que el chico decía y no tanto a sus gestos. Resopló con alivio una vez que el azabache terminó de hablar y entendió todo a la perfección.

Ambos continuaron con lo suyo, esta vez entre los diferentes sabores de helado que se mostraban en la parte de refrigeración que tenía una cubierta de vidrio para los clientes.

Luka tomó uno de los funderelele* y rastrilló el helado de limón, formando una bola perfecta que depositó sobre un cono. Le extendió el utensilio al rubio para que hiciese lo mismo.

Sin embargo, para él no fue sencillo. Los intentos de Adrien por crear una bola de nieve como la del mayor, fueron inútiles y hasta lastimeros. Se sentía como un idiota frente a Luka.

—No ejerzas tanta presión y mueve la cuchara en curva. De este modo —tomó la mano del menor con la suya y le mostró la manera correcta en que debía hacerlo.

Adrien no podía estar más sonrojado, la mano cálida del chico le hizo olvidar lo que estaba haciendo. Su tacto y la forma en que su mano se acoplaba a la de Luka acapararon todos sus pensamientos.

Casi creyó que el corazón se le saldría del pecho y el muchacho se percataría de sus sentimientos de ese modo. Pero el instante terminó tan rápido que Adrien se sintió desilusionado de que no perdurara un poco más.

—Creo que no hay más que pueda explicarte. Los botes de helado están en la bodega fría que se halla a la vuelta de los baños. Limpiamos las mesas antes, durante y después de abrir y cerrar. Los baños dos veces al día y tenemos permitido un cono gratis a la semana. Ya que trabajas medio turno, tendrás que venir todos los días.

Adrien frunció el ceño al darse cuenta de que existiría un día en que no vería a Luka.

—¿Entonces trabajaré yo solo los lunes? —Preguntó, distraído. Logrando que el mayor abriese los ojos con sorpresa para sonreírle poco después.

—¿Te diste cuenta de que descanso ese día? No se te escapa nada, ¿verdad? —Rio. Adrien reparó en su error, siendo expuesto frente a los ojos del azabache, lo que le provocó un sentimiento de embarazo y humillación.

—¡No! ¡No es eso! ¡Yo sólo...! —El nerviosismo le embargó por lo que aferró ambas manos al mandil que colgaba de su cintura.

Luka seguramente le vería de la peor forma, creería que era un raro y le pediría que se alejara de él con un gesto de repugnancia. Adrien tembló de sólo imaginarlo, no creía que pudiese soportar esa mirada en el chico. Quería desaparecer y echarse a llorar en ese instante.

Al más alto no le pasó desapercibido el estado del rubio. Le vio con una preocupación genuina y le llevó adentro para ayudarle a sentarse en uno de los sofás.

Se acuclilló frente a él sin perder de vista sus gestos—. Oye, ¿qué sucedió? ¿No te sientes bien? ¿Quieres que te traiga algo?

Adrien no se atrevió a hablarle ni mirarle a la cara.

—Lo siento —susurró, pero Luka fue capaz de escucharle, por lo que no le interrumpió y dejó que continuara—. Yo... soy muy torpe. Debes pensar que soy tonto y lamentable.

El azabache sonrió con ternura al notar que Adrien no parecía confiar en sus propias habilidades. Era triste pero a la vez adorable por los gestos que hacía, le daban ganas de confortarle con un abrazo.

Colocó una mano sobre una de las del rubio, quien levantó la mirada al advertir el ademán.

—No nos conocemos mucho pero no pienso que seas como dices. Me da la impresión de que eres más inteligente y amable de lo que crees. Así que no te desanimes, yo estaré aquí pase lo que pase.

El rubio asintió con una sonrisa apenada pero segura.

Luka le parecía más genial y resplandeciente a medida que pasaba más tiempo con él.

Incluso si el chico no llegaba a interesarse por Adrien, sería feliz si podía verle cada día y entablar una conversación con él.

No quería ser avaricioso, tan sólo deseaba quedarse a su lado de ese modo y que Luka se lo permitiera.

~?~

Ah —suspiró al sentir la temperatura del helado sobre sí—. Está... muy frío.

El más alto sonrió de una manera en que el rubio no le había visto jamás, muy seductor y lujurioso.

Le vio acercarse más a él para escucharle susurrar con esa voz tan dulce y profunda que le volvía loco.

Eres tan lindo —rio, erizándole el vello de los brazos—. Apuesto que el helado será más delicioso contigo de por medio.

Adrien tragó saliva ante la expectativa. No le quitó la mirada de encima en ningún momento, siguió sus movimientos sin perder de vista ni uno solo.

El azabache le sonrió travieso antes de bajar hacia su abdomen y lamer el helado que había dejado caer en esa zona con anterioridad.

El menor se llevó una mano a la boca para contener sus jadeos. Las caricias de Luka le hacían temblar, se sentía derretir junto al helado y, al mismo tiempo, percibía la ansiedad por llevar aquello más lejos.

Luka se incorporó tras terminar su labor, se relamió los labios y parte del pulgar, viéndole con provocación.

Exquisito —musitó muy cerca de sus labios para, después, morderle el inferior y jalar de éste sin apartar sus ojos del rubio.

Adrien levantó una mano para tocarle la mejilla. Le quería tanto y deseaba sentirle más cerca.

El muchacho volvió a alzar sus comisuras por el gesto, colocó una mano sobre la del menor y le besó la palma con cariño y devoción.

Me gustas tanto, Adrien —sus palabras agitaron el corazón del chico. Había querido oírle decir eso desde hacía mucho.

Agreste abrió la boca para devolver su confesión pero Luka fue más rápido y le besó en los labios aprovechando su descuido. El menor le dejó hacer, perdiéndose en el sabor de su boca y sus caricias cálidas que recorrían su cuerpo.

Cuando el azabache se separó de él, Adrien todavía anhelaba prolongar el beso. Sin embargo, Luka volvió a deslizarse a su oreja para murmurar su nombre.

Adrien, Adrien...

.

.

.

Adrien.

.

.

.

—¡Adrien! —El grito de su madre en el piso de abajo le asustó, aunque no tanto como el golpe que se dio al caer de la cama.

Había sido un sueño. Un dulce y maravilloso sueño del que, lamentablemente, tuvo que despertar.

Se llevó las manos a la cara con frustración. La voz de su madre continuaba sonando desde la cocina, por lo que le gritó un '¡ya desperté!' de vuelta, haciéndola callar.

Cerró los ojos un momento, recordando el tacto de los labios de Luka en su sueño.

Se había sentido tan real que la parte inferior de su cuerpo reaccionó naturalmente.

—¡Agh! —Bufó con enfado. Quería dormir de nuevo y regresar a donde se había quedado. La realidad era más decepcionante que sus locas invenciones.

Pues, a tan sólo mes y medio de comenzar a trabajar, no había logrado ni un solo progreso con el azabache.

No podía mirarle a los ojos por mucho tiempo, tampoco mantenerse en el mismo lugar que él de forma prolongada. ¡Ni una mísera charla trivial en medio de sus labores!

Luka le seguía viendo como el novato de turno. Si cometía algún error, se encargaba de ayudarle inmediatamente sin regañarle. Era amable con Adrien pero le trataba como a un niño, y eso le molestaba en demasía.

¿Cómo iba a declararle sus sentimientos si Luka no le veía como su igual? En un principio, no creyó que las cosas resultaran tan difíciles y ahora quería darse de golpes en la pared por su ingenuidad.

Y no sólo se trataba de sus vanos intentos por acercarse a él. Adrien no tardó en percatarse de lo popular que era Luka. Era fácil saberlo por las miradas que las chicas le mandaban cuando las atendía, esas que el azabache parecía ignorar pero que a Adrien le molestaban bastante.

Aunque, realmente, no había mucha diferencia entre esas chicas y Adrien. Ninguno conocía mucho de Couffaine y de ambos lados había un interés por él. Su único progreso valido fue pasar de un cliente a su compañero de trabajo, nada más.

Y, aun así, podía asegurar que su amor por el chico sólo aumentaba. A veces deseaba que Luka pudiese hacer algo que le desagradara, de ese modo, sus sentimientos hacía él no serían tan fuertes.

Cuando su teléfono comenzó a sonar, se levantó del suelo con fastidio. Era fin de semana, por lo que ni siquiera necesitaba despertarse temprano para acudir a sus clases.

Al revisar el móvil su corazón se desbocó al ver el nombre de contacto. ' Luka ', titilaba en la pantalla a la par de la fotografía que le había tomado sin que el chico se percatara.

Contestó de inmediato, no deseando hacerlo esperar. La voz agitada del azabache le respondió como si de una emergencia se tratara.

'Lo siento, Adrien. Sé que tu entrada es más tarde pero Alix no podrá venir hoy. No quiero molestarte pero hay muchas personas, ¿crees que puedas ayudarme? Te lo compensaré'.

—¡Si, claro! ¡Voy en camino! —Respondió de forma inmediata. Oyó al mayor suspirar con alivio y agradecerle antes de colgar.

Adrien suspiró en cuanto la llamada terminó. Era su oportunidad de demostrarle a Luka que podía confiar en él.

Se dirigió al baño para darse una ducha rápida y salir corriendo poco después. Su madre le reprendió por no quedarse a desayunar pero el rubio le dijo de manera fugaz que le necesitaban en su empleo. Luka le necesitaba.

~?~

Apenas salió el último cliente, ambos chicos pudieron sentarse por fin.

Adrien no había trabajado tanto en su vida como aquel día. Usualmente, en su jornada laborar no había demasiadas personas y casi siempre estaba vacío, por lo que se llevó una sorpresa cuando entró al establecimiento y vio al mayor rodeado por un cúmulo de gente.

Lograron hacer un buen trabajo en equipo. Adrien tomaba los pedidos mientras Luka los despachaba. Fueron muy rápidos y eficientes, así que su cansancio actual era muy natural.

—Lo siento —se disculpó Couffaine de repente, llamando su atención—. Los fines de semana son muy pesados por las promociones pero Alix suele encargarse de todo. Si yo fuese como ella, no te hubiera llamado. Lo lamento.

La sonrisa triste y hasta decepcionada del chico le hizo sentir cierto malestar que le provocó ser más efusivo en sus palabras. Pues no quería que el muchacho se sintiera mal por cosas como esa.

—¡No, no es así! ¡Tú eres maravilloso, Luka! Te he visto trabajar cada día y atender a todo tipo de personas. Eres muy amable y eficaz. ¡Yo creo que eres asombroso! —Cuando la emoción del momento pasó, Adrien se sintió muy avergonzado por lo declarado.

Se había dejado llevar y terminó por decirle al mayor lo que pensaba de él. Tan sólo esperaba que Luka no se lo tomara mal.

La ligera risa del más alto llenó la habitación. Observó al rubio con una sonrisa que a Adrien le pareció de lo más bonita.

—Gracias, Adrien. Tú también eres asombroso —su respuesta le hizo sonrojar y soltar una risita nerviosa—. Por cierto, no bromeaba cuando dije que te lo compensaría, ¿hay algo que quieras?

Adrien pensó en decirle que no había problema, que no deseaba nada pero aquello le pareció ridículo al instante. Debía aprovechar su oportunidad, no la dejaría ir simplemente para verse como un buen chico. Sólo un idiota haría tal cosa.

Apretó el pantalón entre sus manos, buscando las agallas para pedirle al muchacho lo que de verdad quería.

Tragó saliva y desvió la mirada, sabía que sonaría extraño pero era su momento. Luka estaba ahí, a su lado, completamente accesible y con esa sonrisa que le hacía suspirar de amor.

—Para ser sincero, hay un pedido que deseo hacerte —pronunció con las mejillas rojas mientras el más alto le veía con interés y asintiendo, en señal de que estaba de acuerdo—. Una cita —susurró.

Luka frunció el ceño antes de acercarse al rubio, quien se sorprendió por su actuar.

—Lo siento, no pude escucharte, ¿podrías repetirlo?

El corazón de Adrien se aceleró al tenerle tan cerca pero, en ningún instante, pensó en dar marcha atrás.

—Quiero tener una cita contigo —volvió a decir de forma apropiada.

Agachó la cabeza con el temor recorriéndole ante la respuesta que el chico podría darle. ¿Le vería con repulsión? Sus intenciones habían sido expuestas, por lo que Luka se daría cuenta de inmediato de sus sentimientos.

—Está bien —Adrien se atrevió a verlo a los ojos cuando le oyó decir aquello. El azabache le sonreía como siempre, su expresión no había cambiado y tampoco se le notaba alterado por su petición.

—¿E-estás seguro? ¡No quiero que te sientas obligado! Yo sólo...

Luka negó—. Tú llegaste corriendo cuando te necesité, lo menos que puedo hacer es esto. Además, podría ser divertido.

¿Era posible que le gustase más? Comenzaba a pensar que sí.

Acordaron en salir el fin de semana próximo, cuando ambos estuviesen libres.

Adrien todavía dudaba de si Luka había entendido lo que le solicitó. Quizá el mayor creía que el rubio quería salir con él como amigos. Pues el hecho de que no le preguntase nada y estuviese de acuerdo con el plan, no le tenía muy conforme.

De todas formas, optó por no pensar en ello. Aún tenía la oportunidad de conquistarle en su cita. Haría que Luka se diera cuenta de sus sentimientos y, si era posible, le declararía su amor.

Sí, esa sería su meta a cumplir.

~?~

Llegó al punto de encuentro con veinte minutos de anticipación.

No había logrado dormir muy bien por la ansía de ver al chico. Apenas cerraba los ojos y miles de escenarios aparecían en su mente. Luka sonriéndole, Luka tomándole de la mano, Luka besándole, las posibilidades eran infinitas.

Volteó hacia todos lados cuando fue la hora acordada.

Estaba nervioso pero muy emocionado. Aquella era su primera cita, por lo que su madre le ayudó a planearla y le sugirió que ponerse.

Ella parecía encantada con la idea de que su hijo le pidiera su opinión pero, la verdad, Adrien no tenía muchos amigos a los cuales acudir por un criterio. Pues no sabía cómo le verían si les contaba que le gustaba un chico.

No creía que le juzgaran pero no tenía muchas ganas de dar explicaciones. Preguntas como '¿eres gay?, ¿te han gustado otros chicos?, ¿has pensado en las chicas como una opción?', no le daban la menor gana de contestarlas.

En realidad, tampoco tenía claro si le gustaban hombres y mujeres o solamente hombres. Lo único que sabía era que Luka le gustaba y, para él, eso era suficiente.

Volvió a revisar su cabello por el reflejo del teléfono. Se lo había peinado diferente para la ocasión. Quería verse más adulto y no tan infantil, para que el azabache le viese como un igual.

Cuando le vio acercarse de lejos, con una sonrisa y saludándole con la mano, se tensó terriblemente. Sólo de verlo, ya se sentía morir.

Le era raro verle en ropa casual y no con el usual uniforme pero el cambio le agradaba más de lo que se atrevía a aceptar. El gorro de lana que llevaba sobre su cabello era, sin duda, la prenda que más le gustó; aunque la camisa a cuadros no se quedaba atrás, creía ver un pedazo de piel expuesta, en los primeros botones abiertos, que no había visto con anterioridad.

—Lo siento, ¿esperaste mucho? —Preguntó con su sonrisa habitual.

Adrien negó con rapidez—. No, no. A-acabo de llegar también.

—Eso es bueno. Te ves bien, me gusta la chaqueta —le apremió. El rubio tuvo la necesidad de quitársela y entregársela ahí mismo pero se deshizo de ese pensamiento tan pronto como llegó.

Le agradeció por el cumplido y se lo devolvió de igual modo, haciendo alusión al gorro. Luka le sonrió en respuesta.

Caminaron hasta el cinema del centro comercial. El plan de Adrien era ver una película romántica.

Su madre le dijo que con la atmosfera del filme, era más que seguro que Luka se sentiría atraído por él. En un principio lo dudó, pues Emilie seguía creyendo que Luka era una chica así que aquello podía no dar resultado, pero quería confiar en las palabras de la mujer.

Luka observó la cartelera mientras Adrien se aproximó a la caja para pedir las entradas. Sin embargo; se llevó una sorpresa al escuchar que los boletos para dicha película estaban agotados.

Su perfecto plan, se había ido al traste con esa simple situación.

—¿Pasó algo? —Preguntó el mayor a su lado. Adrien le explicó lo acontecido y Luka se llevó una mano al mentón, pensativo—. Podemos ver otra. ¿Qué te parece esa?

El rubio siguió a donde su dedo señaló, sólo para sentirse intimidado por la opción del muchacho.

Las películas de terror no eran sus favoritas. Pues desde niño, éstas le traían pesadillas y horribles sensaciones de incertidumbre y temor.

Tragó saliva y se volvió al chico que le veía sin una pizca de malicia.

—Si no te gusta podemos ver otra. La verdad, hace un tiempo que no veo una de esas, a mi hermana le dan miedo y mi madre las prohibió en casa —aquello le hizo imposible negarse a su sugerencia. ¿Cómo hacerlo cuando ponía ese rostro de resignación?

Pidió ambas entradas para el filme de horror. Una vez que Luka sonrió, supo que no iba a arrepentirse de su decisión, o eso esperaba.

Tras comprar aperitivos, entraron a la sala que parecía estar un poco vacía. Adrien supuso que no era el único con temor al género de la película.

—Gracias por invitarme, hacía mucho que no venía al cine. Me alegro de estar aquí contigo —expresó con sinceridad el azabache, sonriéndole y provocando un lío en su corazón.

No sabía si Luka lo hacía a propósito o no pero tomaría lo que le lanzaba de la forma en que quería.

Adrien rio en respuesta, no sabiendo que responder con exactitud. La cita apenas había empezado para que le confesase sus sentimientos así que se limitó a decirle que no era nada.

Ambos callaron cuando la cinta comenzó.

.

.

.

Luego de una hora de película, Adrien se replanteó la decisión que había tomado.

¿Por qué accedió a tal atrocidad?

Tenía las manos en la cara pero con los dedos separados, de modo que pudiese ver un poco del filme entre las rendijas de éstos.

La película tenía buenos efectos visuales, por lo que su miedo era mayor. No creía volver a ver las muñecas como un objeto común y corriente de ahí en más. La música de suspenso no ayudaba en lo absoluto, pues sabía que en cuanto empezaba era señal de que aparecería un jump scare*.

Tapó sus ojos cuando la protagonista infantil se asomó al pozo, no deseando ver algo aterrador. No obstante, al advertir que nada había pasado, suspiró de alivio para descubrir su rostro poco después.

La niña de la pantalla se dio la vuelta, encontrándose de lleno con un espeluznante espíritu. Adrien gritó cuando ella lo hizo. Se dio la vuelta de forma instintiva y se aferró a Luka con mucho miedo.

El azabache sorbió de su bebida antes de que esto ocurriera. El vaso por poco se le derrama por la fuerza que Adrien empleó al asirse a él.

Se volvió a verlo para comprobar que el rubio temblaba con ligereza al tiempo que escondía la cara en su hombro. Era claro que las películas de terror no iban con él.

Sonrió enternecido al pensar que Adrien había aceptado ver el filme aunque ni siquiera le gustase. Dejó la bebida en el portavasos y alejó al chico un poco, para levantar el reposabrazos y envolverle de manera apropiada sin despegar sus ojos de lo que sucedía en la pantalla.

Adrien estaba muy sorprendido pero también muy sonrojado por el actuar de Luka. No esperaba que le abrazara de ese modo. En esa posición podía sentir su olor a jabón y colonia, tan dulce que no creía soportar los golpes en su pecho que producía su corazón.

Levantó la cabeza para ver su perfil. No supo en qué momento se quedó embobado mirándolo, pero estaba seguro que aquello era mucho mejor que la película.

El mayor también le observó al sentir la mirada sobre él. Le sonrió con calidez.

—¿Qué ocurre?

El menor bajó la cabeza de nuevo y negó repetidas veces, desconcertando al chico. Adrien prefirió quedarse de ese modo, abrazado a Luka y oyendo los suaves latidos en su pecho.

Después de todo, la película no había sido tan mala idea.

Una hora más tarde, las luces de la sala fueron encendidas de nueva cuenta cuando los créditos aparecieron en la pantalla.

Adrien se mantenía pegado a Luka, quería prolongar su estancia en él cuanto fuera posible hasta que el azabache le quitara de encima. Pero al notar que todas las personas que estaban ahí se habían ido se volvió a él, confundido.

Parpadeó incrédulo al percatarse que el muchacho se encontraba dormido. Sonrió por tal trivialidad, Luka lucía muy adorable por lo que no deseaba despertarlo. Quería acariciar sus mejillas y quitarle el pelo de la cara.

Fue entonces que un pensamiento fugaz cruzó su mente.

Quería besarlo.

Sus latidos se aceleraron y las manos empezaron a sudarle. ¿Sería capaz de tomar esa oportunidad? No quería aprovecharse de él pero, ¿contaba como tal? Sólo quería sentir sus labios contra los suyos, un leve roce, nada más.

Tragó saliva, optando por no pensar en ello. Se acercó con mucho cuidado, haciendo el menor ruido posible. Se inclinó sobre él e hizo chocar sus labios con los del mayor en una fricción delicada que no duró más que unos segundos.

Se separó con rapidez para darse la vuelta en su lugar y sonreír cual colegiala. Era su primer beso y fue con la persona que le gustaba. Quería celebrar ahí mismo tal logro.

—¿Qué sucedió? ¿Ya terminó la película? —La voz adormilada de Luka llamó su atención, el chico acababa de despertar y se tallaba los ojos con descuido para bostezar poco después—. Vaya, lo siento. Creo que me quedé dormido. Yo invitaré la merienda está vez.

Adrien sonrió, enamorado. ¿Acaso su romance sería como en los cuentos de hadas? Esos en que la persona amada despertaba con un beso de amor verdadero.

Daría todo de sí para que así fuera.

~?~

Limpiaba la mesa con una felicidad exagerada que a la chica le pareció de lo más extraño.

Puesto que era domingo y cerraban temprano. Los tres chicos trabajaban el mismo turno, sobre todo porque en fin de semana las personas se acumulaban por todo el lugar.

Sin embargo, a pesar de la hora no habían tenido tantos clientes como era usual. Así que mientras Alix se encargaba de todo en el mostrador, Adrien limpiaba y Luka hacía el inventario en la bodega.

La chica había notado raro al menor desde que llegó. Se le vía más alegre que de costumbre y, a diferencia de otros días cuando los dejaban solos, hacía caso a sus mandatos sin objeción.

No sabía lo que le tenía tan feliz pero, mientras le facilitara su trabajo, esperaba que su ánimo fuese así siempre.

Luka se reunió con ella poco después, le comunicó que había terminado su labor por lo que deberían prepararse para cerrar. Pero Alix le ignoró, seguía mirando al rubio, intentando descifrar lo que le sucedió.

—¿No te parece que está muy feliz? —El azabache le vio señalar a Adrien, por lo que apartó la vista de inmediato y negó.

—Olvídate de él y has lo que te digo —le sermoneó, con una mirada que asustó a la muchacha, antes de dirigirse a la habitación de lockers.

Echó un último vistazo a Adrien para cerrar la puerta detrás de sí.

Una vez solo, se llevó una mano a la cara y se apoyó en la puerta con una expresión seria. Algo andaba mal con él.

Había sucedido apenas el día anterior pero, no lograba sacarse de la cabeza el inocente roce de labios que Adrien le dio en el cinema al creerlo dormido.

Generalmente, portaba una falsa tranquilidad. Sonreía a todos por igual y se limitaba a ser agradable con los clientes. Su actitud le llevó a recibir la mirada de las chicas y varias confesiones.

Llegó a un punto en que podía notar las intenciones de las muchachas con sólo prestar atención a sus ademanes. Y Adrien no fue la excepción.

La forma en que evitaba verle a los ojos o para espiarlo de lejos con intensidad, no le pasó inadvertido. Decidió hacerse el desentendido hasta que el menor perdiera el interés o terminara por declarársele, de todos modos pensaba rechazarle.

Mas le sorprendió que el rubio no intentara nada en primera instancia y que, además, su interés por él no disminuyera.

Con el paso de los días llegó a tenerle cierto aprecio. No sabía nada de él pero su presencia constante formó parte de su día a día. Le apoyaba en silencio sin que Luka se lo pidiera.

En una ocasión, inclusive, terminó por comprar todo un bote de helado cuando Alix mencionó frente a él que les daban cierto porcentaje por un sabor en específico. Gracias a Adrien, pudo comprarle un regalo de cumpleaños a su hermana.

Luka no lo vio por días después de eso, y una parte de él sintió su ausencia. Afortunadamente, Adrien volvió poco tiempo posterior actuando de forma habitual.

Para él, no era más que un cliente constante que le agradaba. Por eso, cuando el chico empezó a trabajar ahí tuvo temor de que pudiese ilusionarse y lejos de formar una amistad, su relación acabara mal.

No creyó que la torpeza de Adrien y las atenciones que tenía con él, le harían verlo con otros ojos.

Para cuando le pidió la cita, Luka ya no estaba seguro de rechazarle. Aceptó ésta con el único fin de probarse a sí mismo que no sentía nada por el rubio.

Eligió una película de terror para intentar matar la atmosfera romántica y hacer pasar la salida como una reunión de amigos, pero las cosas no salieron como esperaba. Incluso había sido parte de ello.

Se hizo el dormido como una estrategia para que Adrien creyera que se había aburrido pero en su lugar recibió un beso del chico y, lo que le sorprendió, fue percatarse de que le gustó más de lo que estaba dispuesto a aceptar.

Quería golpearse a sí mismo por no ser capaz de quitárselo de la cabeza. Sus pensamientos le acosaban como un mosquito molesto.

Estaba perdido y lo sabía. Si Adrien demoraba más en confesarle sus sentimientos, era seguro que no podría rechazarle.

Ese pequeño rubio tonto le había atrapado por completo. Luka no podía seguir fingiendo que era inmune a su presencia.

La puerta se abrió de repente, empujándole en el proceso. Alix le observó con una ceja arqueada y soltó una risilla poco después.

—¿Qué hacías pegado a la puerta? ¿También quieres escuchar?

El chico frunció el ceño ante el comentario, le vio cerrar la puerta y pegar la oreja a ésta para oír lo que sucedía al otro lado.

—¿Qué haces? —Preguntó, confundido. ¿Acaso seguía espiando al menor?

Ella le mandó a callar con un dedo sobre los labios—. Shh. Un grupo de chicas vino antes de que pudiera cerrar. Y una de ella me pagó para que Adrien atendiera a su amiga.

Luka arrugó el gesto al escucharle. Tomó el pomo de la puerta para salir pero ella le detuvo, colocando el pestillo. El acto le molestó.

—Déjame salir —dijo, forcejeando con ella.

—¡No! Vas a estorbar en su intento por confesarse —le susurró.

Sus palabras le molestaron aún más, por lo que ambos chicos continuaron con la pelea por el dominio de la puerta. Luka se sorprendió por la fuerza de la chica a pesar de su tamaño.

—¡¿Por qué estas actuando tan extraño?! —Le gritó, aferrada a su cuello por detrás para evitar que su compañero saliera.

—¡Suéltame! —Rezongó, estiró su brazo hasta la puerta lo más que pudo—. ¡Adrien! —Vociferó, sólo para ser callado por la mano de su amiga. Alix sabía que el chico se enfadaría con ella después y le haría arrepentirse de lo sucedido pero debía soportarlo por el bien del rubio.

Sin embargo, la puerta se abrió de inmediato, lo que asombró a los chicos. Alix soltó a Luka por la sorpresa y el mayor terminó por caer hacia adelante. Justo sobre Adrien que apenas entraba a ver lo que sucedía.

La cara de Agreste se tiñó de un rojo intenso. Su día ya era bueno con los sucesos anteriores pero aquel accidente lo volvía todavía mejor.

—¡Lo siento mucho, Adrien! —Se disculpó la chica e intentó ayudarle a levantarse, pero Luka se lo impidió con un manotazo y una mirada que le advirtió que no insistiera.

—¿Estás bien? ¿Te lastimaste? —Preguntó Couffaine, colocándole una mano en la mejilla sin retirarse de encima de él.

Adrien no podía sentirse más feliz. ¿Acaso estaba soñando? Ese tipo de situación era común en sus sueños y fantasías más alocadas. Si era así, no quería despertar.

—¿Está roto? ¿Por qué no dice nada? —Inquirió Alix con preocupación. Luka negó para suspirar luego e incorporarse a cuclillas frente al chico.

—Encárgate de las chicas y asegúrate de cerrar, por favor —ella asintió y cruzó la puerta para reunirse con las muchachas que parecían desconcertadas por lo acontecido—. Adrien, ¿puedes pararte o necesitas que te ayude?

Por supuesto que podía pararse y andar solo, pero la atención que el chico le estaba brindando en ese momento le era imposible de rechazar.

Podían llamarle aprovechado, pero era absurdo no tomar ventaja de eso.

—Creo que me lastimé la pierna —mintió.

Esperaba que el azabache le ayudara y le tomara del brazo y la cintura para apoyarse, pero la forma en que le cargó para llevarle a la sala le hizo sentir menos culpable por mentirle.

Definitivamente debía ser un sueño. Tanta cercanía por parte de Luka era tan irreal y maravillosa. Quizá si era un cuento de hadas después de todo.

—¿No quieres que vayamos con un médico? —Cuestionó con preocupación, tras dejarle en el sofá. El rubio negó con rapidez y advirtió el nerviosismo recorrerle.

—¡No, no! ¡Sólo me lo torcí! ¡Estará bien mañana! —Sentenció.

Luka asintió. Le asió el pie entre las manos y se lo apretó con suavidad para ascender de su tobillo a la pantorrilla y hacer lo mismo.

Adrien suspiró al sentir su tacto en la pierna. Era increíble lo que el simple toque de Luka provocaba en su interior.

—¿Te duele aquí? —El rubio negó, por lo que Couffaine continuó ascendiendo hasta su rodilla—. ¿Y aquí?

—No —musitó, sonrojado y la vista nublada por el anhelo.

El mayor no tardó en percibir su mirada. Sabía que era imposible que Adrien se lastimara más arriba pero, igualmente, deslizó su mano hasta el muslo del muchacho y se lo acarició con levedad.

Quería averiguar cómo reaccionaría el rubio ante él.

—¿Es aquí? —Adrien ya respiraba de forma irregular por la caricia que no le pasó desapercibida.

—Un poco... más.

Luka obedeció, moviendo su mano por la cara interna de su muslo sin apartar los ojos de su rostro. El más bajo soltó un jadeo entrecortado que movió el corazón del azabache.

Le tomó la cara por la mejilla, dejando su otra mano en su pierna, y se acercó a su rostro, a pocos centímetros de sus labios.

—Adrien —bisbiseó sobre su boca. Aquel gesto le recordó a Adrien las fantasías que solía tener con el mayor. Cerró los ojos y esperó a que Luka uniera sus labios en un beso.

—¡Oigan! ¡¿Van a ayudarme a cerrar o qué?! —Los gritos de Alix se oyeron antes de que pudiera entrar a la habitación, por lo que al azabache le dio la oportunidad de alejarse de Adrien, de modo que no les descubrieran en el acto.

El rubio, sin embargo, no podía estar más estático. La decepción y la molestia gobernaron cada parte de él.

Su maravilloso día se acababa de estropear.

~?~

La situación no volvió a repetirse.

Ni siquiera logró quedarse a solas con el mayor de nueva cuenta. No sólo eso, debido a sus exámenes tuvo que pedir días de descanso para estudiar, esto a petición de su madre. Así que no había podido ver a Luka en casi una semana.

Era como si su buena racha se hubiera ido de repente.

Suspiró por milésima vez en el día e intentó concentrarse en las palabras de su libro de texto. La historia no podía interesarle menos. Su mente no estaba ahí, sino en ese momento en que Luka estuvo a punto de besarle.

El simple recuerdo le hacía sonreír como bobo. Lamentablemente, sólo podía imaginar lo que hubiera pasado si Alix no les hubiese interrumpido.

'Te amo, Adrien. Quédate conmigo para siempre y seamos felices juntos'.

La sola idea le provocaba mariposas en el estómago. Quizá esa fantasía no estaba lejos de volverse realidad.

Se llevó las manos a la cara al tiempo que se movía de un lado a otro y columpiaba los pies con alegría.

La próxima vez, se declararía por fin. Se hizo la promesa de que así sería.

—Si nos casáramos, ¿yo llevaría su apellido o él usaría el mío? —Meditó con seriedad—. ¿Luka Agreste o Adrien Couffaine? ¡Ambos suenan maravillosos!

Continuó dibujando sus sueños en el aire mientras ignoraba sus responsabilidades.

No fue hasta que su teléfono sonó que volvió a la realidad. El nombre del protagonista de sus fantasías brillaba en la pantalla, por lo que atendió tan pronto como pudo.

'Hola, Adrien. ¿Estás en casa?', preguntó de una forma que Adrien supo que estaba sonriendo.

—¡Sí, sí! ¡Aquí estoy! ¿Pasó algo? ¿Me necesitas?

La risa al otro lado de la línea le pareció el sonido más encantador que hubiera escuchado jamás. Deseó poder guardarlo en su mente para siempre.

'No es eso. A decir verdad... estoy aquí afuera. Te traje algo'.

El rubio bajó las escaleras a toda prisa, se asomó por la ventana para encontrar al muchacho en el exterior, montado en su bicicleta.

Apenas salió, Luka colgó la llamada y le regaló una bella sonrisa. Adrien se llevó una mano al pecho al sentir el flechazo que le atravesó.

Se reunió con él de inmediato, abrió el portón y sintió la necesidad de abrazarle, pero se contuvo de hacerlo.

—¿Qué haces aquí? Es muy tarde para que des un paseo —musitó, aunque en realidad le alegraba que el azabache estuviese ahí.

—Te traje un poco de helado, de durazno y limón. Sé que estás ocupado con tus exámenes, pero quería que supieras que te apoyamos y esperamos por ti.

Para el rubio aquello último sonó más a un 'y espero por ti'. Así que lo tomó como tal.

Aceptó la bolsa que el mayor le extendía para, acto seguido, verlo trepar al vehículo de nuevo. La ansiedad por retenerle le gobernó, por lo cual, le tomó de la muñeca llamando su atención.

—¡Ah! Ya que estás aquí, ¿por qué no entras? —Sugirió—. La verdad, estoy estudiando desde temprano y pensaba tomarme un descanso, ¿no quieres pasar?

El sonrojo cubrió su rostro y creyó no ser capaz de pronunciar lo último adecuadamente pero lo consiguió con éxito.

—¿Estás seguro de que no molesto? —Adrien asintió veloz y Luka rio por el gesto—. De acuerdo. Pero será solo un momento, ¿bien?

Agreste sonrió como niño en Navidad, condujo al mayor al interior. Dejando la bicicleta en su jardín para que estuviese segura.

Una vez que ambos entraron, Adrien se sintió emocionado de tenerle en su casa. En un principio, Luka parecía resaltar del contexto pero al sentarse en el sofá, se acopló al fondo de un modo que Adrien creyó que bien podía pertenecer ahí.

Se dirigió a la cocina sin quitarle la vista de encima. Couffaine lucía ensimismado en la decoración y fotografías que había por doquier, mas al ver a Adrien acercarse con una bandeja, se levantó de su puesto para ayudarle. Sin embargo, la asió de donde el rubio la cargaba, lo que provocó que sus manos se rozaran y la cara de Adrien se tiñera de carmín.

Ambos se sentaron en el sofá a comer helado, Luka miraba los alrededores y Adrien le veía a él.

—Es una linda casa, ¿vives tú solo con tu madre?

El rubio asintió—. Sí. Ella y papá tuvieron sus diferencias y se divorciaron así que sólo estamos ella y yo. ¿Qué hay de ti? ¿Vives con tus padres? —La historia familiar del mayor, le interesaba sinceramente. Quería saber todo sobre Luka y que pudiese confiar en Adrien para cualquier cosa.

—Vivo con mi madre y mi hermana. Mi padre falleció hace un tiempo, así que yo ayudo con los gastos —el rubio casi se atraganta con el helado al oírlo.

—¡Lo siento mucho! No debí preguntar, soy un tonto —expresó con una mano en la cara.

—Está bien, no me molesta —sonrió.

Charlaron un poco más mientras comían el helado que sirvieron en más de una ocasión.

Adrien era dichoso de compartir ese momento con Luka. El chico le hacía feliz con su sola presencia y esperaba, que un futuro, Luka pensara igual que él.

Revolvió el helado con la cuchara por un instante. ¿Era pertinente decirle de sus sentimientos ahora? Quería hacerlo. Quería que las cosas entre ellos cambiaran y el mayor le viera de forma diferente. Que la situación de la última vez pudiese repetirse incontables veces.

Se aferró a la manga de la sudadera amarilla que portaba. A pesar de todo, tenía miedo de ser rechazado. ¿Qué haría si Luka no le veía del mismo modo? ¿Podría volver a la heladería?

No quería pensar en ello, pero tampoco podía ignorarlo.

No sabía lo que debía hacer.

Su hilo de pensamientos se vio interrumpido cuando Luka le acarició la mejilla, sorprendiéndole por su actuar.

—Tenías helado en la cara —rio, haciéndole avergonzar y que su corazón palpitara sin control.

—Luka, ¿por qué entraste a trabajar a la heladería?

El azabache le observó con desconcierto antes de fingir meditar su interrogativa.

—Pues, no es una historia tan genial. Simplemente, André me propuso empleo cuando la abrió. Dijo que necesitaba de alguien que le ayudara mientras él seguía vendiendo helados por el resto de París —explicó, depositando el vaso de helado sobre la mesita de noche—. ¿Qué hay de ti, Adrien? ¿Por qué entraste a trabajar a la heladería?

El silencio se hizo presente tras la cuestión. El rubio supo que debía ser sincero y contarle sus sentimientos. No podía seguir posponiendo lo inevitable.

Apretó los labios con fuerza antes de fijar sus ojos en él. Una vez expuesto lo que sentía, no habría vuelta de hoja.

—Por ti —le dijo alto y conciso, con las mejillas sonrojadas y el pulso taladrando sus oídos—. Desde hace un largo tiempo que me gustas Luka. Me gustas mucho.

Bajó la mirada y cerró los ojos, esperando que el resultado no fuera tan malo.

No obstante, la risilla del azabache le hizo volver a levantar el rostro. Su sonrisa tranquila le comunicó, sin necesidad de palabras, que todo estaría bien.

—¿En serio? Eso es muy adorable —expresó sin deshacer su sonrisa.

Luka volvió a tomar su mejilla con dulzura para acercarse a él y besarle como no se le permitió antes.

El menor se sorprendió por tal acto, su mente se quedó en blanco por un momento, los labios del azabache contra los suyos era lo único en lo que podía pensar, así que no fue capaz de devolverle el beso.

El más alto se separó de él, le vio con desconcierto y Adrien desvió la vista por la vergüenza.

—Lo siento, creo que me precipité —sonrió apenado—. Esto no era a lo que te referías, ¿verdad? Lo malinterpreté.

Agreste levantó la cabeza a gran velocidad. No quería que Luka pensara cosas que no eran. El nerviosismo le embargó y agitó su cabeza para negar. Tomó una de sus manos y se la apretó con fuerza.

—¡No lo estás malinterpretando! ¡De verdad me gustas mucho! Es sólo que no esperaba eso pero, ¡me gustó!

La risa de Luka sonó por toda la sala. El muchacho le mandó una mirada encantadora que le enamoró. Deseaba tanto poder acercarse y besar sus mejillas.

—Ya veo, entonces, ¿qué tal ahora? ¿Puedo besarte? —Adrien asintió, muy sonrojado. Cerró los ojos y esperó, con ansias, a que el chico repitiera lo anterior.

Luka, en cambio, sonrió burlón al advertir sus gestos. Verlo así le provocaba molestarlo. Era extraño, pero el pequeño rubio parecía hacer relucir esa parte de su personalidad que gustaba de tentar la paciencia de otros.

Se mantuvo frente a su rostro, a pocos centímetros de él sin hacer contacto. Esperó unos segundos, hasta que Adrien abrió los ojos por la confusión y pegó sus labios a los de él sin dejar de verle.

Adrien estaba estático por lo acontecido, pero a diferencia de antes, no rechazó el beso. Al contrario, rodeó su cuello con sus brazos mientras Luka deslizaba ambas manos a su cintura. Volvió a cerrar los ojos para disfrutar, adecuadamente, del roce.

Se besaron con calma en un principio para ser exigentes poco después. Adrien se levantó de su lugar, sin cortar el contacto, para posicionarse frente a Luka y tomar sus mejillas entre sus manos mientras éste le abrazaba por la cintura.

El menor no creía ser más feliz que en ese instante en que podía besar a la persona que quería sin miedo a ser rechazado. O eso pensó.

La puerta de la entrada se abrió, lo que les hizo respingar, pero no les dio el tiempo suficiente para apartarse el uno del otro. Así que Emilie les atrapó en medio de su actividad.

La sonrisa de la rubia se borró al ver a su hijo abrazado a un muchacho desconocido. La sorpresa la hizo quedarse de piedra.

El silencio se instaló por ambas partes hasta que Luka suspiró y captó la atención de ambos. Alejó a Adrien con gentileza y se puso de pie con una sonrisa.

—Creo que debería irme. Nos vemos en el trabajo —afirmó en dirección al menor, quien asintió apenas—. Con permiso —musitó a Emilie que no se atrevió a mirarlo.

La mujer tenía mil pensamientos en la cabeza, estaba confundida, sorprendida y sobre todo intentaba unir aquella imagen con lo que sabía. Como si pudiese ver la claridad luego de estar en la oscuridad por un largo tiempo.

Tenía que comprobar si sus suposiciones eran correctas.

—Tu nombre —la voz de la ella se escuchó muy baja pero Luka detuvo su andar al oírla—. ¿Cómo te llamas? —Inquirió más claro.

Adrien tragó saliva por la escena. Estaba perdido, no había modo de seguir escondiéndole a su madre la verdad sobre el muchacho. Apretó la sudadera entre sus manos con nerviosismo.

—Luka Couffaine. Soy compañero de trabajo de Adrien, un gusto —no le extendió la mano porque notó que la mujer procesaba sus palabras con asombro—. Parece que necesitan hablar, yo me retiro. Disculpe la intromisión.

Cerró la puerta detrás de sí y fue entonces que Adrien se percató de que su situación todavía no era clara.

A sabiendas de que su madre podría enfadarse, siguió al azabache e ignoró la voz de Emilie que le llamó desde la entrada una vez que salió de su estupor. Logró alcanzarlo cuando Luka sacaba la bicicleta a la calle para irse, mas paró al oír su nombre por parte del menor.

—¡Espera! Yo... tú... nosotros... ¿estamos saliendo? —Preguntó muy sonrojado. Couffaine sonrió por la cuestión.

Se había dado cuenta de que Adrien estaba en problemas con su madre, así que se le hizo gracioso que el rubio ignorara este hecho y saliera en su búsqueda para dejar clara su relación.

La sensación de querer molestarlo volvió a él como anteriormente.

—No lo sé —bromeó—. Tu mamá no se ve muy contenta. No quiero que piense que soy una mala influencia para ti.

—¡Nunca podrías serlo! —Vociferó.

Luka soltó una risilla en contraste—. Mmm... ¿qué te parece esto? Si pasas todos tus exámenes, saldremos oficialmente. De ese modo, probarás que lo nuestro no afecta tus estudios. ¿De acuerdo?

El más joven asintió repetidas veces. Ahora más que nunca estaba dispuesto a obtener buenas calificaciones. Ya ansiaba correr escaleras arriba y ponerse a ello de inmediato.

Se despidió de él con la mano y le observó perderse en la distancia. Ya sólo le quedaba arreglar la situación con su madre.

Suspiró con pesar antes de adentrarse en la casa de nueva cuenta.

Emilie le esperaba, sentada a la mesa y con la mano sobre la frente, parecía exhausta y muy pensativa. El rubio se sintió culpable por hacerla estresar hasta ese punto pero lo consideraba necesario para que ella comprendiera lo que estaba por decirle.

Una vez que Adrien cerró tras de sí, obtuvo toda su atención. Se aproximó a ella y se sentó a su lado sin atreverse a mirarle a los ojos.

—No me dijiste que Luka era un chico —comenzó, yendo al punto y con un gesto que Adrien no supo interpretar. Él arrugó el ceño al oírle mencionar esas palabras que imaginó tantas veces le diría.

—¿Es malo que lo sea? —Dijo con la cabeza gacha. Estaba preparado para que su madre le dijera cosas horribles y le pidiese dejar a Luka, pero él estaba muy seguro de defender su postura y al muchacho.

Se había esforzado muchísimo por obtener su atención y no pensaba mandar su progreso a la basura sólo porque ella no estuviese de acuerdo.

—¿Qué? ¡No! Yo... —suspiró—. No estoy molesta por eso, quiero decir, por supuesto que me sorprendió pero eso no es lo que enfadó... yo creí que confiabas en mí.

El chico levantó la vista para ver la cara de decepción de su madre pero no se atrevió a decir algo más. Dejó que ella se desahogara primero.

—Sé que quizá pudiste tener miedo pero yo no voy a juzgarte, cariño. Lo único que me asusta es que puedas salir herido. Pensar en que te sientas solo y sin nadie a quien acudir, me da tristeza. Porque para eso estoy aquí, ¿entiendes?

Él asintió con una media sonrisa tímida—. Entonces, ¿no te molesta que me guste Luka?

Emilie extendió su sonrisa cuanto pudo y besó su frente con cariño—. Claro que no, Adrien. Eres libre de amar a quien desees, yo no voy a detenerte, no podría —explicó, provocándole mil sentimientos a su hijo—. Aunque, hay algo que me preocupa —el rubio la oyó atento—, te he estado dando consejos creyendo que era una chica. Seguro que ninguno funcionó.

Adrien soltó una risilla por eso y abrazó a su madre con fuerza. Se sentía afortunado de tenerla, pues no todo el mundo podía contar con la aprobación y el amor de su familia en momentos así. Valoraba sinceramente su buena suerte.

Se quedaron charlando un buen rato en la mesa. Adrien le contó todo sobre Luka y el enamoramiento que tenía por él mientras Emilie escuchaba con atención y se alegraba de que su hijo pudiese encontrar la felicidad a su manera. Ella siempre estaría ahí para él de todos modos y quería que Adrien lo tuviera muy presente.

~?~

Corrió a toda velocidad con una sonrisa en la cara.

Se tropezó varias veces y chocó con un par de personas a las que pidió disculpas poco después.

Se dirigía a la heladería a paso raudo. Su turno empezaba más tarde pero no podía soportar la alegría que le embargaba, quería ver a Luka cuanto antes.

Abrió las puertas de par en par, notando que ambos chicos charlaban en la caja sin rastro de clientes en el lugar.

El mayor se sorprendió de verle ahí pero le sonrió a la distancia mientras Alix le saludaba con la mano.

Adrien sintió su felicidad renovarse al verlo, por lo que no pudo ocultarlo. Se acercó a ellos, sonriente y con las hojas de papel en las manos que mostró a ambos chicos.

—¡Lo hice! ¡Aprobé mis exámenes! —Expresó con efusividad mientras Alix le vitoreaba y Luka le aplaudía.

—Ese es nuestro chico —felicitó la muchacha pero Adrien sólo tenía ojos para el azabache.

—Esto significa que estamos saliendo, ¿cierto?

Alix quedó en shock al oír eso al tiempo que Luka le veía con sorpresa.

El mayor desvió su mirada cuando Alix se volvió a verlo con ambas cejas arqueadas en busca de una explicación. Su expresión lo decía todo, iba a preguntarle hasta el mínimo detalle.

—Hablemos adentro, Adrien —pidió al sentir la mirada cargada de acusación de su compañera.

El rubio siguió al más alto sin deshacer su sonrisa. Estaba muy ilusionado con la promesa que el chico le había hecho. No había dejado de pensar en ello en toda la semana y ahora sentía que había sido recompensado por su esfuerzo.

Tras entrar, Luka colocó el pestillo a la puerta, no quería que Alix entrara de nuevo de forma sorpresiva. Suficiente tenía con imaginar que pudiese estar escuchándoles al otro lado.

Apenas se dio la vuelta para confrontar al menor, éste le puso los exámenes en la cara para que Luka cumpliese su parte del trato.

El azabache sonrió luego de un suspiro y los tomó entre sus manos ante la atenta mirada del rubio que esperaba con impaciencia el veredicto.

Couffaine repasó las hojas con el asombro escrito en el rostro. El trato era que Adrien debía aprobar sus exámenes pero el más joven había sacado una calificación excelente en cada materia. Con tales resultados, era imposible que dijera que no.

Le sonrió al rubio para revolver su cabello poco después, Adrien disfrutó del gesto como si de una mascota se tratara.

—Bien hecho, Adrien. Hiciste un gran trabajo. Así que tendré que cumplir mi promesa.

Los ojos del menor resplandecieron por sus palabras—. Quiere decir que... ahora somos... ¡¿pareja?!

—Así es —sonrió enternecido al notar la alegría del rubio—. Aunque espero que esto no te distraiga de tus próximos exámenes para la universidad.

El menor ladeó la cabeza con confusión antes de sonreírle de forma muy brillante.

—Está bien, no los tendré hasta el año que entra. Así que, podremos pasar tiempo juntos —dijo con las manos en las mejillas y el rostro rojizo.

Luka frunció el ceño y le escudriñó con cuidado, había algo mal en ese comentario—. Hasta ahora, sólo lo había asumido pero, ¿qué edad tienes exactamente?

—Diecisiete, mi cumpleaños es el próximo año. ¡Ah! Debes decirme tu cumpleaños también. Podría comprar un regalo de pareja.

Couffaine congeló la sonrisa en su cara al oírle. Había cometido un grave error.

'¡Iré a prisión!', pensó al percatarse de que el chico ni siquiera tenía la mayoría de edad. Quizá, debió comprobar eso cuando Adrien le entregó su solicitud de empleo pero se la pasó a André sin echarle un ojo.

Las consecuencias ya estaban ahí.

Aunque no es como si le importara mucho, los 17 no estaban lejos de los 18 y la diferencia de edad no era para tanto.

Sonrió al percatarse de que Adrien no tomó en cuenta ni su género ni su edad para declararle sus sentimientos. El chico era todo un caso y a Luka le pareció muy adorable e inocente.

Tenía ganas de fastidiarlo un poco.

—Adrien, eres menor de edad. No creo que podamos salir. No quiero ir a prisión.

El rubio deshizo su sonrisa de a poco al escucharle. Luka le vio quedarse pensativo antes de mirar para todos lados, como si buscara una buena respuesta para rebatir su alegato.

—¡Pe-pero... tendré dieciocho en unos meses! ¡Yo no diré nada! —Las lágrimas acudieron a sus ojos con premura mientras el azabache sentía su corazón derretir por la visión—. ¡Lo prometiste! ¡No puedes echarte para atrás ahora!

—Todavía podemos ser amigos —Adrien negó.

—¡No quiero! —Se sorbió la nariz antes de continuar hablando—. ¡Ya me has besado y me tocaste! ¡Si no cumples tu promesa... te demandaré!

No logrando contenerse más, Luka soltó una carcajada por tal comentario, haciendo enfurruñar al menor. Luego de calmarse, se acercó a él y tomó su rostro entre sus manos para depositar un diminuto beso en sus labios.

—Supongo que no tengo opción. Aún soy joven para ir a la cárcel —sonrió y le abrazó como si fuese un niño.

Agreste se limpió las lágrimas y devolvió el abrazo. La cercanía del más alto le traía paz y tranquilidad a su corazón.

Rio con alegría al percatarse de que había logrado su cometido, salir con la persona que le gustaba.

~?~

Les vio despedirse con un beso que le pareció de lo más cursi.

La combinación de ambos chicos ya era extraña de por sí, pero aquellas muestras de afecto le daban arcadas de lo empalagosas que eran.

Cuando el rubio soltó finalmente al mayor para irse, observó al azabache entrar al local y acercarse al mostrador.

Esperó, paciente, por una respuesta. Tamborileó los dedos sobre la mesa para hacer presión en su amigo que resopló con exasperación y le mandó esa sonrisa falsa que utilizaba con los clientes.

—¿Pasa algo? —Quería pegarle, pero se contuvo.

—¿Desde cuándo empezó esto? ¿Eres consciente de que es un niño?

Luka mantuvo su sonrisa sin hacerle caso a sus argumentos que no encontraba útiles. Por lo que optó por no seguir con la conversación. Alix se molestó al sentirse ignorada.

—¿Al menos sabe el tipo de persona que eres? ¿O se creyó tu actuación del empleado ideal? Porque eres más frío e impasible de lo que quieres hacer creer.

El muchacho rio ante los adjetivos que la chica utilizó para referirse a él. No los consideraba mentiras pero tampoco grandes verdades. Creía estar en un término medio.

—Si lo que te preguntas es si tengo verdadero interés en él... la respuesta es un sí. Me gusta Adrien. Así que no debes preocuparte por nada —explicó mientras tecleaba un par de cosas en la pantalla de la caja.

—Eso me preocupa más. Rara vez muestras interés en algo —resolló y apoyó su codo en la barra para sostener la cabeza con la mano de éste—. Es cosa de ustedes, supongo. De todas formas, me da un pretexto para molestarlo.

El mayor detuvo lo que hacía al oírla, deshizo su gesto sonriente y colocó uno de profunda seriedad.

—No lo hagas —Alix se volvió a verlo para encontrarse con esa mirada que le aterraba en sobremanera—. Solo yo puedo molestarlo.

Ella asintió al tiempo que volteaba para otro lado.

Todavía no entendía como las chicas y Adrien podían caer por su compañero. Si le conocieran perfectamente, le tendrían tanto pavor como ella.

Ahora, sólo podía pedir a los cielos por la seguridad de Adrien. Seguramente, el pobre ni siquiera sabía en donde se había metido. Aunque ya lo descubriría por él mismo.

NOTAS:

Funderelele*: Cuchara para el helado.

Jump scare*: hace referencia a un recurso que se utiliza muy a menudo en y en con la intención de asustar al espectador por medio de un cambio visual repentino en la escena actual, generalmente acompañada de un ruido espeluznante.