HARRY POTTER ES UNA SAGA DE J. K. ROWLING
Hogwarts era un lugar impresionante, pero también realmente intimidante. Escaleras que cambiaban de dirección a su antojo, el Sauce Boxeador, ese duende malhumorado llamado Peeves, fantasmas...Por no hablar de las historias terribles que había oído contar sobre la horrible batalla que sucedió entre esos muros, la sangre derramada, el dolor y el horror del cual había sido testigo el castillo; huellas que nunca se borraban. James le repetía sin cesar que no había nada que temer. Tan sólo debía tener cuidado con aquellas cosas, eso era todo. Albus deseaba que su hermano mayor estuviera ahí para cuidar de él, casi lo esperaba, pero James era dos años mayor que él y como hermano mayor, con sus propios asuntos, además, no tenía la menor intención de convertirse en la niñera de su hermano pequeño. Cosa que a Albus le parecía injusta, porque él sí estaba decidido a cuidar de Lily en cuanto llegara a la edad de ingreso.
Su mayor terror era perderse por innumerables pasillos y las altas torres, y en su primer año aquello ocurrió demasiado a menudo. Parecía que no sólo su hermano, sino todos los mayores tenían alguna clase de problema con los pequeños, porque no era fácil encontrar a un veterano que lo ayudara a encontrar la clase en cuestión. Casi siempre debía recibir la ayuda de algún elfo doméstico, cuadro o fantasma. Con suerte encontraba a algún prefecto. Y muchas veces eso no le ayudaba a librarse del castigo que recibían aquellos que llegaban tarde.
— ¡Potter Pis no podría encontrar ni un piojo en su cabeza!
Y Peeves no sólo no ayudaba y se burlaba de su mala orientación, sino que encima siempre que podía le ponía obstáculos.
En aquella ocasión le habría encantado estar con Scorpius o algún conocido, porque él, estando solo, no tenía el coraje de enfrentarse a él. El poltergeist lo sabía y se aprovechaba de ello.
— ¡Eh, Peeves, yo me encargo de éste!
Peeves nunca obedecía a nadie, pero a aquel fantasma en concreto sí. Al verlo aparecer, hizo una reverencia y desapareció de repente. ¡Puf! Y aquel fantasma se lo quedó mirando.
— Bueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí tan solo y con una pinta tan sospechosa? ¿Pensabas hacer alguna trastada en las Mazmorras?
— No...Yo sólo buscaba el Aula de Historia de la Magia...
No quería admitirlo, pero el joven Potter desconfiaba los fantasmas. Aunque, como todos los muertos, eran completamente inofensivos, no era capaz de sentir completa simpatía por ellos, ni siquiera en Nick Casi-Decapitado, el cual era amable incluso hacia los que no pertenecían a la casa a la que estaba ligado, Gryffindor. Quizás fuera esa palidez extrema, o la idea de que quizás lo que le esperaba a uno al morir fuera vagar por esos pasillos por toda la eternidad (una perspectiva nada reconfortante).
Pero no todos eran intimidantes. Había fantasmas muy antiguos, del Medievo, pero también muchos jóvenes, muertos apenas veinte años atrás. Muchos, muchos muchachos como su hermano y como él. Aunque seguían siendo cadáveres flotantes, el casi haber coincidido en el tiempo, el hecho de que algunos fueran antiguos compañeros de clase o de escuela de sus padres, parecía ayudar a no encontrarlos tan siniestros.
Aquel fantasma en concreto tenía una amplia sonrisa bastante picarona.
— Pues vas muy mal, ¿lo sabías?—le dijo el fantasma—. Peor que mal: si lo que querías era irte lo más lejos posible de Historia, es por aquí. Pero no te preocupes, Binns no se enterará de que no has ido a clase. Suele quedarse dormido. Lástima. Te podría enseñar una forma de divertirte en clase de Pociones.
— Yo sólo quiero ir a clase...—dijo tímidamente Albus.
— Bueno, bueno, si tanto lo quieres, conozco un pasadizo por el que llegarás en menos que se dice "quidditch".
Era gracioso, pero su rostro le resultaba familiar...
— Te lo agradecería mucho...—musitó el niño.
— Pero antes tienes que darme algo a cambio—dijo el fantasma, flotando en horizontal, como si se tumbara sobre una hamaca.
¿El qué? ¿Qué podía querer un fantasma de un alumno de primero, un ente que podía tener cuanto deseara cuando quisiera?
— Lo que quieras—le dijo Albus, que sólo deseaba ir a clase lo antes posible.
Parecía que se lo estaba pensando (alguna malicia, viendo su sonrisa) cuando un brillo que sobresalía del bolsillo de su túnica lo distrajo.
— Dime, ¿eso que tienes ahí en el bolsillo es de Sortilegios Weasley?
— S-Sí, es un prototipo...Mi primo me ha dado muchos para que los reparta entre los miembros de mi casa y así probarlos...
— ¿Tu primo?
— Mi primo Fred. Fred Weasley. Del negocio de su padre, que es mi tío. So-Sortilegios Weasley.
Hubo un instante de silencio. Albus sintió un ligero estremecimiento al notar que el fantasma lo miraba muy fijamente. Luego, su sonrisa se ensanchó.
— Weasley...¿Es que tú también eres un Weasley?
— Sí...Eh...Por-Por parte de madre. Me llamo Albus Severus Potter.
— ¡Potter! ¡Y Weasley también! Vaya, vaya, vaya...
Albus ya había oído muchos comentarios acerca de su ascendencia. Esperaba uno más. Pero el fantasma no dijo nada. Sus ojos como perlas translúcidas parecían brillar.
— Cómo no, un Weasley...Ya decía yo...De acuerdo, Albus Severus Potter, por ser tú, te mostraré el camino a clase. Con dos condiciones. La primera es que me des ese prototipo. Aquí no se usa un artículo de broma si no le doy yo el visto bueno. Y segundo: manda una lechuza a tu padre y pídele el Mapa del Merodeador. Dile que a a ti te va a hacer más falta que a él. Dile que se lo ordena Freddie.
Albus asintió y mientras seguía al fantasma por las mazmorras de Hogwarts, no hacía más que mirar al fantasma y decirse que había visto aquella cara antes.
FIN
