Descargo de responsabilidad: Ninguno de estos personajes me pertenecen. Son de J. K. Rowling. No tengo ánimo de lucro.
Hermione miró el vial. No era la primera vez que lo tomaba y tampoco sería la última. El Felix Felicis era adictivo, porque podía otorgarte todo aquello que deseabas, volverte exitosa o, como dijo Snape hace tantos años, la fama y fortuna embotellada. Ella lo sabía bien, había fabricado su primera poción a los once años, cuando comenzó la escuela. Entonces estaba nerviosa por estar lejos de su casa, en otra cultura completamente diferente a la suya, pero con ansia de sobresalir. ¿Quién no lo querría? Todos querían la suerte en sus vidas, el poder de hacer cualquier cosa, de obtenerlo todo. Ser lo suficientemente rico para no trabajar en la vida.
Había comenzado inocentemente, sólo buscaba una pequeña ayuda, algo de suerte en su vida. La verdad no entendía cómo los profesores no se habían dado cuenta de que ella, siendo nacida de muggles, sabía realizar hechizos mejor que los niños mágicos, como ella siempre rozaba la perfección en sus cualificaciones, las aventuras que había pasado con Harry y Ron donde siempre terminaban vivos y apenas ilesos deberían haberles dado alguna pista.
Mejor para ella si nunca la pillaban.
Hermione había logrado todo lo que cualquiera soñaría con tener y ser. Ahora era rica y no trabajaba y así sería durante toda su vida, porque no lo necesitaba, en su lugar había decidido dedicarse a la escritura y sus libros eran todo un éxito en el mundo muggle. A veces visitaba el mundo mágico, pero procuraba mantenerse alejada de sus antiguos amigos. No podía dejar que ahora descubriesen todo lo que había hecho.
A veces, cuando necesitaba algún ingreso extra, se iba a Las Vegas, bebía un poco de la poción y empezaba a jugar. Nunca fallaba. Los dueños de los casinos no entendían a sus máquinas, que se volvían locas cuando Hermione andaba cerca, algunos pensaban que estaban rotas, pero para satisfacción o suerte de ella, jamás habían podido demostrar que hacía trampa.
Ella no era como Lockhart, no le había robado el trabajo a nadie, aunque realmente no había logrado nada por ella misma, siempre había tenido la ayuda del Felix Felicis. Pensándolo bien, no sabía por qué las demás brujas o magos no lo han utilizado en su vida para lograr aquel trabajo que tanto necesitaban o tener aquello que más desean. Tener ese poder a tu alcance y no usarlo es de estúpidos.
Al principio ella también pensaba que era mejor trabajar con honestidad, merecerte tus logros. Pero en su sexto curso, Slughorn había otorgado a Harry su calificación más alta, sólo porque Harry había contado con la ayuda de un libro que contradecía todo lo que decían sus manuales y Hermione, que había hecho su mayor esfuerzo respetando las indicaciones y trabajando con diligencia, ni siquiera había recibido una mirada. Si alguna vez había tenido remordimientos por haber usado tan frecuentemente la poción, ahora ya no los tenía. Nunca entendió por qué Harry había recibido tanta atención, cuando otro estudiante habría sido expulsado por mucho menos. Un ejemplo de ello era Newt Scamander o Hagrid. Por eso, desde el primer curso, Hermione nunca había confiado en Dumbledore, porque nunca había proporcionado a Harry la información necesaria para que él pudiera defenderse, ni le había enseñado a hacerlo, siempre guiándolo y apoyándole a que se metiera en líos, como si quisiera que muriera, como si lo estuviera conduciendo al matadero.
Esa fue otra razón para no dejar de tomar la poción. Porque enseguida, Hermione comprendió que todas las libertades que tenía fue porque era la mejor amiga del Elegido. Permanecer a su lado la otorgaba una posición ventajosa y ella nunca había desperdiciado una oportunidad. A veces Harry y Ron podían ser densos. ¡Ella no era su madre y no debería hacer las cosas que hacía por ellos! Todo el mundo la había encasillado en ese papel. Si alguien supiera realmente sus verdaderos motivos, se horrorizarían porque la Gryffindor que era o que creían que había sido, nunca había existido. Ella siempre había preferido la astucia, algo que lastimosamente se consideraba Slytherin, cuando la realidad era que la valentía sin la astucia no servía para nada, salvo para acabar en el cementerio. A veces realmente envidiaba a los Slytherins porque de ellos se esperaba que usaran todo lo que estuviera a su alcance para triunfar. El que bebieran Felix Felicis no sería sorprendente.
¿Por qué realizar más esfuerzos del necesario? La poción la otorgaba todo con menor esfuerzo de su parte.
No era adicta, sabía exactamente cuándo debía tomarla y cuando podía hacerlo ella sola, pero siempre era más sencillo tomarla. Siempre tuvo cuidado de que ni los Slytherins ni Snape la pillaran o sospechasen. Habría sido humillante y muy complicado de explicar, por no hablar de todo el acoso y habladurías que habría en Hogwarts. No. Era mejor mantenerlo en secreto. Porque un Slytherin podía reconocer a otro. Hubo un tiempo en el que ella se hubiera ofendido de ser llamada serpiente, sin embargo, eso era exactamente lo que era.
La guerra la había cambiado o quizás sólo había revelado algo que ya estaba ahí, liberándola, haciéndola más leona de lo que jamás creyó posible. Atrás quedaron los restos de su infancia, donde quería un mundo utópico y se esforzaba más para conseguir sus objetivos. Cualquiera podría afirmar que ya no era ni su sombra y probablemente tendrían razón, si realmente la hubieran conocido. El problema era que nunca lo hicieron. ¿Por qué ella debería ser la única que respetaba cualquier acto de moralidad? Hermione sabía que no era perfecta, pero este no era un defecto que quisiera corregir, porque estaba muy orgullosa de haberse separado moralmente de todos esos moralistas que viendo una oportunidad de oro habían decidido desperdiciarla.
Hermione se había dado cuenta demasiado tarde que jamás podría ser alguien de peso en el mundo mágico, la gente como ella no tenía una oportunidad de ser alguien de influencia y poder allí, un mundo incapaz de ver más allá de su racismo, jamás dejaría que alguien de su alcurnia llegara lejos por sí misma, un mundo siempre pendiente de las conexiones de las que se rodeaba, no tan diferente del mundo muggle. Siempre lo había sabido, sólo que por aquel entonces ella todavía soñadora no la había importado enfrentarse contra todo el mundo para lograr sus propósitos. Ahora era un héroe cansado, prefiriendo la astucia y la sensatez para vencer al oponente, tal vez incluso usar el diálogo y pactar, algo inimaginable en su yo más joven.
Había modificado su estrategia y se había hecho mucho más dura y fuerte. Es natural, la vida te fortalece, ensenándote lecciones que quiere que aprendas y por su fuerza y su propia voluntad, la vida te pondrá a prueba una y otra vez. Y aunque hay momentos muy buenos, también hay desilusión, dolor, pérdidas (sobre todo de amistades).
Hermione era afortunada, ella lo sabía. La poción le ayudaba a doblegar los malos momentos a voluntad, porque si la vida lo hace ¿por qué no debería ella tomar las riendas de su vida en vez de dejar que el destino la doblegue? ¿No era ella la dueña de su propio destino? Y, si era necesario, tomaría la poción para hacer de los buenos momentos, dos veces mejor.
Esa poción era lo mejor y más útil que había aprendido en la escuela y ella era la primera en admitir que en la escuela nunca se aprende nada. Hasta el fin de su vida, Hermione Granger continuaría usando el Felix Felicis, para poder vivir la vida que ella realmente deseaba. Nadie podía quitarle eso si nadie se enteraba.
