Bueenas, aparezco para cumplir una cuenta pendiente. Se viene un mucho texto innecesario.
Hace años tenía ganas de hacer un Fic de estos dos, es decir, de Kaworu y Shinji. Evangelion es una de mis series favoritas por su enredada trama psicológica, y además porque me lleva atrás. Unos quince años atrás, cuando la veía en la tele siendo nada más que una borreguita. Nostalgia pura. En esa época no entendía bien la serie, pero después de verla varias veces entendí todo. Hideaki Anno reflejó magníficamente su crisis existencial en una obra que, como sabrán, no es para todos. Esta pareja siempre me alucinó, diría que fue la que despertó mi gusto por el Yaoi. Pero en especial Kaworu me alucinó, un ser misterioso (y curioso). Aunque no me dediqué a shippear porque esta serie tiene temas mucho más importantes como para andar emparejando, no pude evitar sentirme atraída por el vínculo de éstos dos opuestos complementarios.
En resumen, esta historia sería como una reconstrucción del capítulo 24: "El último enviado", pero con escenas eliminadas (? Todo lo que no mostraron está acá jajajaj. Pero advierto que sigo la línea de ese capítulo, si no lo vieron se pueden llegar a perder porque hay diálogos de él. Los intercalé un poco con el manga porque también me gustó la versión de Yoshiyuki Sadamoto, además de meterle mi propia semillita personal. Pero respecto a los personajes, elegí quedarme con el Kaworu del anime. Esa personalidad es la que más me gusta. La historia contiene partes explicitas, aviso. Van a ser solo tres capítulos.
En fin, solo me queda decir que: estos increíbles personajes pertenecen a Gainax. Merecidas reverencias a ellos.
Dicho todo, espero que disfruten la lectura. Ojalá levantemos un poco el fandom, que anda medio muerto por acá.
¡Saludos y gracias por leer!
Alegría
Alegría; el arte de vivir.
—¿Quieres decirme algo?
Shinji miró a Kaworu desde lo bajo.
—Antes, parecía que querías hablar conmigo sobre algo.
Shinji volvió la mirada al frente sumido en una pacífica quietud. Kaworu se mantenía en la cama de arriba con las manos detrás de la cabeza, tranquilo y esperando. Shinji estaba conmocionado. Era la primera vez que otro ser humano se interesaba genuinamente en él. Nunca le habían preguntado sobre su vida, sobre sus inquietudes o curiosidades. Todo siempre pasaba a través del Eva, su maldición y a la vez motivo de existencia.
Se sintió extraño al principio, no merecedor de la atención. Menos viniendo de un chico que parecía ser todo lo que idolatraba en silencio: seguro de sí mismo, guapo, simpático. Abierto al mundo. Un estereotipo trillado si no fuese porque era, a su vez, un poquito raro. También le agradaba esa última cualidad, que demostró desde que sus ojos se cruzaron en su primer encuentro.
—Cantar alegra el alma —recitaba luego de tararear el himno a la alegría de Beethoven. Pieza que Shinji, un tímido admirador de la música clásica, siempre escuchaba en su Walkman—. La música es la mayor creación de los Lilim, ¿no lo crees? —Volteó el rostro y Shinji se asombró al encontrarse con una sonrisa que, además de ser perfecta, le resultó misteriosa—. Shinji Ikari.
Allí, viéndolo sonriente encima de una escultura decapitada sobre los escombros de Tokyo-3, fue donde pensó: es extraño. ¿Lilim? En una sola ocasión había escuchado ese término; de su padre. No sabía lo qué significaba, pero su curiosidad no se alojó en ello.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Todos saben tu nombre. No lo tomes a mal, pero creo que deberías ser más consciente de tu propia importancia.
Pocas palabras, gran impacto. Le hizo sentir bien, un respiro para el alma. A él, que venía de una desgracia tras otra, de una despedida tras otra, y que estaba solo. Se había quedado solo. Y ahora, de repente, se hallaba acompañado y siendo reconocido. Uno de los motivos por el cual piloteaba: buscar la aprobación de los demás, de su padre.
—¿Tú eres…?
—Kaworu. Nagisa Kaworu. Como tú, soy un elegido por el destino. El quinto elegido.
—Nagisa…
—Kaworu está bien, Ikari.
Antes de darse cuenta, Shinji estaba sonriendo sintiendo un calor en las mejillas. Después de un largo tiempo, sonreía.
—Entonces tú dime Shinji. —acotó con timidez.
Kaworu soltó una risita que le pareció encantadora. Qué respiro. De verdad, qué respiro. Una pausa a la desgracia cotidiana. Hablar con él era cortar un mal día, pasar de una tesitura pesada a una liviana. Después de todas las torturas que tuvo que soportar, ese chico era una bendición.
Cayó del cielo para él. Un regalo.
—Han pasado muchas cosas desde que llegué aquí. Antes vivía con mi tutor. La verdad no hacía nada, eran días pacíficos pero aburridos. —Shinji finalmente respondió a su pregunta mientras miraba el techo de la habitación. Otro techo desconocido, pensó. Pero estoy con Kaworu, agregó. Estar con él provocaba que, aunque fuera desconocido, se le hiciese cálido. Familiar.
—¿No te gusta estar con los demás?
Kaworu se limitaba a preguntar mirando el mismo techo con una sonrisa. Hablaba despacio, sin apuro. Como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—En realidad, me da igual. No es como si odiara a los demás, excepto a mi padre. A él sí lo odio. —Shinji se preguntó porqué le estaba contando tales intimidades. Era extraño que abriera la boca para confesarse sin pelos en la lengua. Pocas veces lo hizo, y solo con Misato. Ella lo entendía, también aborrecía a su propio padre. Y por eso mismo no podía ayudarlo. Cargaba con un rencor tan grande y, sin darse cuenta, lo volcaba en Shinji en constantes proyecciones. Aunque le tuviera aprecio, las charlas que tenía con ella, en comparación con la actual, siempre le dejaban un mal sabor de boca.
Se hizo un silencio.
Shinji giró el rostro sobre la almohada para verlo y se sonrojó al tropezarse con Kaworu sonriéndole ¿feliz?, ¿agradecido? Lo que fuere, le aceleró el corazón.
—Quizás yo nací para conocerte.
Lo dejó suspendido, sin saber qué responder. Shinji, siempre solo, retraído y mendigando por amor, al fin había conseguido su cometido: ser amado. Esta era la segunda vez que ese joven profesaba amor por él. La primera, un poco impactante, pasó antes de que terminara en su habitación. Aún no podía creer estar allí luego de lo que escuchó. Le asustó un poco, por no decir que lo desorientó. Porque quien se lo estaba diciendo era un muchacho, un hombre. Pero la sensación de felicidad, de alivio, fue mayor.
Dejó de importarle que fuera un hombre quién lo amara.
—Sí que haces lo imposible para mantener la distancia… ¿Te da miedo la cercanía?
Shinji, mojado de pies a cabeza, lo miró cabizbajo.
—Alejando a los demás evitas que te lastimen y también evitas lastimar. Pero entonces tienes que vivir con la soledad. —Kaworu hablaba bajo, los ojos cerrados. Una expresión de confianza y relajación por el vapor del baño—. Los humanos no pueden librarse de la tristeza porque el hombre, al final del día, está solo.
Shinji no podía quitarle la vista de encima. El discurso, su presencia. Él. Estaban desnudos en más de un sentido, uno al lado del otro. Sin barreras ni escudos. Como bien dijo, Shinji siempre evitaba el contacto físico o cercano con las personas, pero con Kaworu se encontró cómodo, de fácil acceso. Bastó una pequeña charla, una petición, para terminar aceptando compartir un baño. Un momento, usualmente, íntimo. Estar con él era como estar consigo mismo, pero con una versión mucho mejor. Porque no se amaba a sí mismo. Kaworu, halagándolo, haciéndole apreciar la vida, insistía en que se valorara. Se preguntaba porqué. ¿Qué ganaba ese chico logrando que se amara? Todo lo que conocía era un dar y recibir, eso le habían enseñado. Y ese era su presente. Todos esperaban algo de él; ese chico no.
—Sin embargo, a pesar de la soledad, las personas pueden seguir adelante al conseguir olvidar. —Kaworu puso una mano sobre la suya. Shinji se sobresaltó y la comodidad se esfumó. No estaba preparado para tal contacto.
Las luces se apagaron.
—Ya es hora. —Trató de ocultar el nerviosismo en la voz, pero no lo consiguió. Le tembló.
—¿Te vas?
—Sí, es tarde. Deberíamos ir a dormir.
—¿Juntos?
—¡No! —Se tensó—. Te dieron una habitación, ¿verdad?
Kaworu hizo una pausa y se levantó del asiento.
—Entiendo. —Pasó la visión a Shinji, quién lo miraba avergonzado temiendo que se enojara por la evasiva.
Nada más lejos que eso.
—El hombre debe soportar el sufrimiento, es parte de la vida —empezó a decir con una sonrisa—. Como es fácil sufrir, hay quienes piensan que la vida es sufrimiento.
Shinji no se animaba a interrumpir. Kaworu parecía un Dios profesando; desnudo, entregado a sus seguidores. A él.
—Tu corazón es demasiado frágil, frágil como el cristal.
—¿Mi corazón?
—Sí, es digno de ser amado. —Profundizó la mirada en él y Shinji ensanchó los ojos.
—¿Amado yo?
Kaworu suavizó la sonrisa y recitó:
—Te amo, Shinji.
Primera vez que le decían eso. ¿Por qué? ¿Con qué razón? El impacto lo dejó un momento detenido en el tiempo y, luego de procesarlo, lo obligó a corresponderle de alguna manera.
—Kaworu… —Agarró su camisa antes de que el muchacho saliera de los vestidores.
Kaworu se dio vuelta con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Una expresión fresca lo rodeaba, como si nunca se hubiera percatado del rechazo recibido. O, mejor dicho, como si no lo hubiera entendido.
—¿Si?
Shinji tardó en juntar valor para hablar. Cuando lo hizo, bajó el semblante. Solo así podía decir la verdad.
—¿Puedo… quedarme contigo esta noche? No quiero ir a casa.
No quiero enfrentar a Misato.
Agregó para sí. Con todo lo sucedido estaba un poco distanciado de su tutora. Se le hacía doloroso que ella tratara de consolarlo por la muerte de Rei. Además, últimamente se la pasaba encerrada en su cuarto llorando por Kaji, o al menos eso creía. Tampoco sabía cómo consolarla a ella. Asuka, por su parte, había desaparecido, estaba en una especie de coma. Su hogar artificial se estaba cayendo a pedazos.
Kaworu ensanchó la sonrisa y sacó una mano del bolsillo. Atajó esos tímidos dedos que le agarraban la camisa y cerró la mano, envolviéndolos en un cálido aprecio.
—Será un placer recibirte, Shinji.
No era normal que un muchacho de su edad se comportara así; tan abierto, tan lejos de lo que "ser un hombre" significaba en el mundo. Los hombres no debían tratarse con dulzura entre sí, no debían ser sensibles ni tampoco tomarse de las manos. Y de llorar, ni se hable. Eso tuvo en la cabeza toda la vida, eso le inculcaron a pesar de que era una persona extremadamente sensible.
¿Por qué?
Por primera vez se lo preguntó.
¿Por qué no tengo derecho a llorar?, ¿por qué me tengo que avergonzar al hacerlo? ¿Por qué no puedo expresar mis emociones con libertad? ¡Soy un maldito ser humano! ¡¿Qué tiene de malo que lo haga?!
Kaworu lo hacía, ignorando la normativa. Era amable con él, cariñoso, pasando por alto su género. Cuando lo miraba, no parecía verlo a él. Veía más allá de sus ojos siempre angustiados. Miraba su alma. Nunca había conocido a una persona como él. Le hacía acordar un poco a Kaji por su soltura y confianza, pero Kaworu superaba esas características en demasía. Era como si fuera de otro planeta. Y por eso mismo terminó en su habitación. Gracias a su pensamiento libertino y a dos palabras que siempre había buscado pero que jamás esperó recibir, en especial de otro hombre.
Te amo.
Shinji no entendió porqué era merecedor de su afecto, pero lo aceptó con los brazos abiertos. ¿Cómo rechazar un amor desinteresado? Ese muchacho lo amaba, y qué feliz le hacía. Decidió restarle importancia al hecho de que alguien como él, un ideal, le prestara atención. Era amado, apreciado. Eso era todo lo que necesitaba.
Y ahora, de nuevo, Kaworu le demostraba su amor.
Quizás yo nací para conocerte.
Antes de preguntar cómo lo sabía, porqué pensaba aquello, Kaworu ya estaba bajando de la cama para ir a la suya. Para ponerse a su altura. Shinji se incorporó con los codos al ver cómo apoyaba la espalda en el borde de la cama, sentándose a su lado.
—¿Te incomoda que me quede aquí?
El cuestionado negó lentamente con la cabeza. Se le hacía un poco incómodo, pero tampoco era abrumador.
Kaworu, como siempre, le sonrió.
—¿Te gusta que esté aquí?
Shinji, entonces, comprendió que no era el único que mendigaba por amor. Los ojos de Kaworu lucían apacibles, pero escondían algo detrás: expectación. Quería ser aceptado. Y lo sabía porque él deseaba lo mismo. Ese joven misterioso era su reflejo complementario.
—Me siento… cómodo contigo. Es extraño. —contestó, descansando la espalda a su lado. Kaworu rió en un murmullo en señal de regocijo.
—Qué alegría saberlo. —Se inclinó hacia él buscando más cercanía y Shinji frunció los dedos contra el acolchado. De pronto se le hundió el pecho al tenerlo tan cerca—. Alegría… Los humanos se desviven por encontrarla, así pueden soportar el sufrimiento. ¿Es por eso que unen sus cuerpos?
Shinji se sonrojó.
—¿Son felices cuando se fusionan? ¿Olvidan los pesares?
—N-No lo sé, nunca hice algo así. —Desvió el rostro con el corazón aumentando las palpitaciones.
—¿Por qué no?
—Porque no ando pensando en esas cosas. —Mentía. Shinji sí pensaba en esas cosas; con Misato, con Asuka. Lo pensaba y se sentía un desvergonzado al hacerlo. Al menos agradecía que Rei no le despertaba aquello, su caso era diferente. Costaba explicarlo, pero sus manos le parecían demasiado maternales como para ensuciarlas con pensamientos impuros—. Aunque… a veces me da curiosidad el tema.
Una curiosidad morbosa, según su propia percepción. Una que lo llevaba a masturbarse en los escasos momentos de soledad que hallaba en la casa. Con dos mujeres a su alrededor era difícil encontrar un momento para sí mismo, para explotar todas las frustraciones sexuales típicas de la edad y otras emocionales que venía reprimiendo. Mejor, pensaba, mejor que me interrumpan. Así evitaba tocarse. Se sentía sucio al hacerlo, al ver su propio placer resbalándose por los dedos. No obstante, Kaworu lo planteaba desde otro lado: felicidad, confort.
Un himno a la alegría, como el que le gustaba tararear.
—La curiosidad es buena. Te lleva a cuestionarte la vida, por ende, a entenderla, ¿no es así?
Kaworu no dejaba de acortar la distancia. Shinji ya no sabía dónde meterse, cómo evitar su aroma que, para ser hombre, era muy suave. Una caricia para el olfato. Si seguía acercándose terminaría fuera del Futon.
—¿Está bien que yo tenga curiosidad, Shinji? —Llevó una mano a su mejilla. Un tacto dulce— ¿Puedo desear la felicidad también?
—Y-Yo no…
—¿Alguien como yo puede ser amado?
Shinji abrió los ojos de par en par. Alguien como él se merecía todo el amor del mundo, debía tenerlo. ¿Por qué lo mendigaba? ¿Por qué… ahora su sonrisa lucía triste?
—Tú deberías ser amado por todos, Kaworu. —Se animó a sostener esa mano que lo acariciaba con cuidado, como si su mejilla fuera de porcelana.
—Solo me interesas tú, el niño que quedará. El principio y el fin de todo. —Kaworu juntó sus frentes—. Luego de conocerte, entendí. El futuro de la humanidad me tiene sin cuidado si tú no estás en él, Shinji. Pero… me pregunto si lo más adecuado para tu felicidad es que estés en él.
Shinji no comprendía. ¿El niño que quedará? ¿El futuro de la humanidad? ¿Adecuado? Ese muchacho hablaba en otro idioma.
—¿Eres feliz aquí?
Shinji lo pensó. Pensó mucho. Kaworu lo esperaba paciente. De su respuesta dependía el futuro de la humanidad, pero Shinji no lo sabía.
—Yo… he vivido muchas cosas aquí. Conocí gente que he llegado a apreciar, pero… también sufro constantemente por haberlos conocido, y perdido. —Bajó la mirada—. Misato siempre me dice que hago lo correcto, que protejo al mundo cuando lucho. Pero lo que yo realmente quería proteger se me escapó de las manos una y otra vez. —Se tapó la cara— ¡Yo quería proteger a Rei y murió por mi culpa! ¡Quería proteger a Tōji y lo lastimé con mis propias manos! ¡Tampoco pude salvar a Asuka ni a Kaji! ¡No pude hacer nada! —Golpeó el Futon en un estallido. Kaworu acarició su cabeza en un consuelo.
—Hiciste lo que pudiste.
—¡No fue suficiente! ¡Nunca es suficiente! Yo… no soy suficiente. Me preguntas si soy feliz en este mundo… La verdad, ya no sé si me queda algo qué proteger .Ya no sé si quiero proteger a este mundo. No lo sé, Kaworu. Ya no sé nada.
Kaworu estrechó los ojos. Por un momento Shinji juró ver cierta frialdad en ellos. Lo desconoció. Sin embargo, él no tardó en volver a sonreírle con empatía.
—Entiendo.
—¿Lo haces? —preguntó sorprendido. Solo él tenía la habilidad de calmarlo en un santiamén.
—Hay muchas cosas que no comprendo de la humanidad, Shinji, pero sí comprendo las dudas. Porque yo las tengo. —Apoyó el codo en el borde de la cama—. De lo único que me he alimentado desde que nací fue de dudas, preguntas. Y música —agregó, sonriendo. Shinji sonrió por igual—. He visto que siempre estás escuchando música en ese aparato que llevas, ¿podría escuchar contigo?
—Ah… Sí. Pero no esperes encontrar algo de tu agrado. —dijo con una tímida sonrisa, alcanzando su bolso del suelo. Empezó a revolverlo hasta que halló el Walkman. Le pasó un auricular.
Kaworu, como un niño emocionado, lo examinó con atención antes de colocárselo en la oreja.
—De verdad, los inventos de los Lilim a veces me sorprenden.
Shinji lo miró con disimulo mientras se colocaba su par.
—Siempre estás diciendo eso. Lilim… ¿Qué significa?
Kaworu se limitó a sonreír y señaló el Walkman.
—Vamos, pon algo.
Shinji hizo una mueca disconforme, pero decidió no insistir. Apretó el botón de Play. No recordaba dónde quedó la cinta del cassette, en qué canción. Rogaba que saltara música clásica, algo similar a lo que Kaworu estaba tarareando cuando lo conoció. Pero no. Enrojeció hasta las orejas cuando arrancó a sonar una melodía Pop cantada por una mujer. Espió a Kaworu de reojo, queriendo que la tierra lo tragase. Se relajó al encontrarlo moviendo la cabeza, siguiendo el ritmo.
—Tiene una voz muy hermosa —comentó. Shinji sonrió con un dejo de agradecimiento. Ese joven no juzgaba, era como si no conociese las normas de la sociedad. Si Tōji o Kensuke hubieran encontrado eso en su Walkman, le hubiera costado la secundaria. Ya se podía imaginar las burlas: "¡Maricón, gay! ¡Eso no es de hombres!"—. Y tú tienes muy buen gusto, Shinji. No debes avergonzarte.
—No es para tanto… —Se pasó la mano por la nuca. Kaworu cerró los ojos, disfrutando de la canción.
—Realmente… la música es el lenguaje del alma. Tu alma, en este caso. —Le sacó el Walkman de la mano para examinarlo mejor—. Todo lo que escuchas te refleja, amigo.
Shinji se encogió de hombros. La canción que sonaba era una romántica. Entonces, ¿él era un romántico? ¿Desde cuándo?
No…
La canción, por más Pop que fuese, en realidad trataba sobre la tristeza. Hablaba de un desamor, de una separación y una traición. Sí, lo reflejaba.
—Gracias por dejarme escuchar a tu alma, Shinji. —Kaworu colgó un brazo en sus hombros y apoyó la cabeza en la suya. Shinji se entumeció cuando llevó una mano a su cuello. Se dedicó a acariciarlo mientras continuaban escuchando música. Allí, sentados uno al lado del otro, sentía sus dedos subiendo y bajando por los cabellos de la nuca. Una caricia adorable, pero impactante. No podía moverse, estaba rígido en el lugar. Lo único que hacía era espiarlo cabizbajo; hecho que Kaworu notó— ¿Por qué me miras así?
—E-Estás muy cerca.
—¿Y qué tiene?
—Dos hombres no deberían estar así de cerca. —contestó automáticamente, evitando sus ojos.
—¿Por qué no?
—Porque no es correcto.
—¿Quién lo dijo? No logro entender… —Kaworu hizo una mueca confusa que rozaba la irritación. Le molestaba no comprender algunas costumbres terrenales. Carecían de sentido para él— ¿Es una norma humana?
—¿Por qué sigues hablando así? Como si no entendieras lo que eres… —Shinji desprendió su mano del cuello, dejándola en el aire. Kaworu, pensativo, sacó el brazo de sus hombros.
—Eres tú, Shinji, quien no comprende su propia naturaleza. Yo comprendo muy bien la mía. —Pasó la vista al Walkman—. Tu música te refleja, te entiende. ¿Por qué no confías en ella en vez de esconderla? —Lo agarró y se lo dio.
Shinji lo tomó dudoso y apuntó a esos ojos carmesí. Le recordaban a Rei.
—No sé qué tiene qué ver eso con esto… Y deja de acercarte.
—¿Por qué?
—Ya te lo dije, dos hombres…
—¿El problema es este recipiente que me fue dado? —Kaworu se llevó una mano al pecho—. Si yo fuera una mujer, ¿podría acercarme a ti?
Lo dejó pensando. Si fuera mujer, quizás Shinji incluso ya la hubiera besado. Si esa mujer tenía su mente, su alma y se acercaba como Kaworu lo hacía, definitivamente se habrían besado. Siendo hombre, por más de que le revolviera los sentimientos, no se sentía capaz de ser tocado. Los dictámenes de la sociedad le golpeaban la psiquis, provocando que dudara.
—¿Me aceptarías de esa forma? —Kaworu descansó una mano en su mandíbula. Esta vez Shinji se dejó acariciar. Una caricia suave, más que las de Misato. Kaworu dibujaba los contornos de su cara con los dedos. Le gustó, y por eso le dio miedo.
—Yo… tal vez lo haría. —confesó, bajando la cabeza. Kaworu permaneció mirándolo unos segundos y retiró la mano.
—Ya veo... Es una lástima que éste recipiente no me permita acercarme a ti.
En efecto, solo era un recipiente. El cuerpo que le tocó (crearon) para guardar el alma de Adán, la cual reside dentro de él. Kaworu no se sentía identificado como hombre, porque no lo era en su totalidad. Él era un Ángel, Tabris, el último enviado. Y al mismo tiempo era Adán, el primer Ángel, rescatado y puesto en él por las manos del hombre. Si el experimento le hubiese otorgado un cuerpo de mujer, se repetiría la historia. No se sentía identificado con ningún género, le era indiferente, y por eso mismo le costaba entender la "distinción de géneros". Casi que le causaba tristeza tal separación. Para él era incomprensible esa necesidad humana de desunirse, por no decir discriminar.
Una necesidad que lo alejaba del único humano que le interesaba.
Shinji vio su expresión apagada, sintiéndose mal. Kaworu tenía razón. Estaba cegado por la norma social, más no cegado a lo que sentía: atracción. Ese chico le atraía. No sabía de qué modo, pero le atraía. Lo hizo desde el principio. No quería pensar en eso, solo se dejaba llevar por el cariño de Kaworu, pues, lo necesitaba. Hasta que éste se acercó de más, irrumpiendo su espacio personal que más tarde se enteraría que no era otra cosa más que su propio Campo A.T.
El escudo de su alma.
En un acto de valentía, Shinji atrapó su mano y volvió a llevarla a su mejilla como si estuviera probándose a sí mismo. Cuánto aguantaría, cómo reaccionaría. Kaworu lo detalló con profundidad.
—No sé bien a qué te refieres con acercarte, pero… no me molesta que me toques. Me siento bien cuando lo haces.
Kaworu esbozó una pequeña sonrisa y se acercó a su rostro. Shinji tragó pesado cuando se detuvo a escasos centímetros de sus labios.
—¿Y si te besara?, ¿te sentirías incómodo?
—Yo… no lo sé.
—¿Podemos probar?
Shinji dudó. Todo le indicaba que estaba a punto de cometer un error. Pero su voz… Esa amable voz lo hipnotizaba, lo relajaba como la pacífica melodía de un piano, llevándolo a desear que lo hiciera. Que lo besara.
Kaworu empezó a inclinarse sin esperar una respuesta. Shinji, en vez de huir, cerró los ojos con fuerza cuando presionó sus labios con cuidado. Se le entrecortó la respiración. Ese beso era diferente de todos los que había tenido, que no eran muchos. Comparado al último, que pertenecía a Asuka, era sutil. Apenas un roce, un cosquilleo que arrancó en los labios y terminó en el estómago. Sus manos temblaban a los costados de los brazos de Kaworu. No sabía si empujarlo o abrazarlo. Por suerte, no hizo falta decidir.
Kaworu comenzó a despegarse de su boca. Levantó los párpados, encontrando a los de Shinji apretados, como si tuviera miedo de abrirlos.
—¿Cómo estuvo?
Shinji abrió los ojos y de inmediato corrió la mirada. No podía creer haber sido besado por un hombre, pero menos podía creer que éste fuera tan dulce al besar. O tenía una mala imagen de su propio género o ese chico era en demasía especial. Y diferente.
—N-Normal, supongo.
—¿No te gustó?
—No dije eso.
Kaworu le dio un tiempo para acotara algo más, pero no lo hizo. Lo tomó como una buena señal, así que reforzó el agarre en su mejilla y se inclinó de nuevo. Esta vez Shinji lo detuvo, poniendo las manos en su pecho.
—Para…
—¿Por qué?
¿Por qué? Qué buena pregunta. ¿Por qué lo detenía si se había sentido tan bien?, ¿porque era un hombre? No…, no era solo por eso. Ahora que su aprecio había dejado de ser abstracto, pasando a ser demostrativo, no se sentía merecedor de él.
—¿Por qué te intereso tanto? —Shinji soltó por fin esa cuestión que tenía atragantada en la garganta—. Soy un cobarde, un don nadie. Sin el Eva no soy nada. No tiene sentido que alguien como tú quiera estar conmigo.
Kaworu, por primera vez, puso una expresión de tristeza.
—Shinji…, me apena que no puedas ver lo brillante que eres. Lo frágil que eres…
—¡Ser frágil no está bien! ¡Tengo que ser fuerte! —exclamó al borde de las lágrimas. Sin darse cuenta las venía reprimiendo—. Si no soy fuerte, ¿quién lo será? ¡Mi deber es…!
—Ser feliz, Shinji.
Su corazón se oprimió al escucharlo. Se tapó los ojos, conteniendo el llanto. Pero Kaworu veía sus labios temblando, el dolor llegando.
—Lo siento, no quería hacerte sentir mal. —Pasó la mano por su cabeza en una caricia. Shinji se destapó al sentir esos dedos deslizándose por su cuero cabelludo—. Tú, amigo mío, confiaste en mí sin dudar. Yo soy el único feliz aquí.
¿Feliz? ¿Alguien es feliz conmigo?
Shinji entornó los párpados. Quería abrazarlo, hallar un consuelo. Se inclinó para hacerlo, pero retrocedió cerrando los puños. No podía, le daba vergüenza. Kaworu vio el amago y no dudó en estirar los brazos e impulsarlo a su pecho. Shinji tardó en reaccionar, en entender dónde estaba. Cuando lo hizo, no pudo resistirse al calor de su cuerpo. Subió las manos por su espalda y le correspondió con fuerza, desquitando toda la tristeza reprimida en ese aferre.
—Si te soy sincero…, tú eres la primera persona que se abrió conmigo, que preguntó por mi bienestar. Es por eso que confío en ti, Kaworu —murmuró Shinji, sumido en su pecho. Olía bien; a ropa limpia, jabón—. Suena egoísta, lo sé, pero así es como me siento.
—Que puedas ser sincero conmigo me hace aún más feliz. —Kaworu tomó sus hombros para verlo de frente—. Haber llegado a tu corazón justifica mi existencia.
Shinji lo observaba ensimismado. Debía ser un sueño, pensó. La realidad no podía ser tan perfecta. ¿Por qué ese joven existía para él? Para un ser inferior.
—Lamento haberte asustado antes, no es mi intención hacerte sentir incómodo. —Kaworu esbozó una media sonrisa y le soltó los hombros, generándole un instantáneo vacío—. Deberíamos dormir, ya es tarde.
Kaworu se dio la vuelta para subir a su cama y el corazón de Shinji saltó. Atajó su hombro en un impulso. Kaworu giró el rostro, topándose con una expresión detenida.
—¿Shinji?
Shinji tragó saliva siguiendo los continuos movimientos de sus pupilas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo detenía?
¿Y por qué se sentía tan asustado?
Continuará...
Si llegaron hasta acá, ¡gracias por leer! Nos leémos en el próximo capítulo.
¡Besos!
