PRIMERA PARTE
El Fuego nunca quemará a la Hoja
I
Todavía muchos años después, frente al Jutsu Sello Consumidor del Demonio de la Muerte, Hiruzen Sarutobi recordaría esa melancólica mañana en la que el Segundo Hokage Tobirama Senju, en plena heroica retirada del campo de batalla, estando el equipo cercado por relámpagos negros y árboles infames, se dio media vuelta y con sus finos ojos fríos, rojos como un crepúsculo fatalismo, le miró honda, espiritualmente, y le dijo:
—A partir de mañana, tú serás el Hokage.
Luego caminó en línea recta hasta desaparecer su blanca melena en la profundidad del bosque. Solo se le volvería a ver en dos ocasiones. La primera ocurrió dos días después, la tarde en la que se les ocurrió a los líderes de los Clanes utilizar el Jutsu prohibido Resurrección al Mundo Impuro, que aún no estaba prohibido, y que ideara el mismo Tobirama en sus ratos de ocio para conversar con los ancestros. La segunda sería más de 50 años después, cuando la Aldea de la Hoja, o Konoha para los rápidos, se vio asaltada por una alianza antojadiza de Aldeas menores dirigidas por el serpentino Orochimaru.
Nadie creyó la versión de Sarutobi, imberbe mal vestido que volvió afirmando ser el nuevo Hokage y que sus compañeros podían dar fe de ello. Torifu Akimichi alegó que no había prestado atención y que no se arriesgaría con interpretaciones intervenidas por sus afectos internos. Kagami Uchiha sí que estaba dispuesto a testificar a favor de su colega, pero fue muy pronto acallado por mandato general de su Clan, a punto de prenderse las manos en fuego de tanto que se las frotaba por lo cerca que estaban al fin de apoderarse del puesto de Lord Hokage. Homura Mitokado, Koharu Utatane y Danzo Himura, muy a pesar suyo, y en memoria de su maestro, no tuvieron más que admitir que presenciaron el relevo. Le dolió particularmente más al tercero de ellos. Danzo era un ambicioso muchacho de mente estratégica pero no mucha capacidad combativa. Fue este valioso rasgo el que permitió atajar la aspiraciones Uchiha y no separarse ya nunca más de su viejo amigo de armas.
Pero en ese momento se acusó de traición, de complot, de extranjerismo, y no se les ocurrió mejor idea que preguntarle al mismo Segundo Hokage. Tobirama desarrollaría esta siniestra técnica estudiando a las viejas chamanas que peregrinaban persiguiendo las semillas fortificadas que caían en las heces de las águilas calvas. En los extremos siberianos también se habla de brujas capaces de reanimar a los fríos. Es posible, también, que Tobirama entrara en contacto con una tribu africana, perdida por el azar de las corrientes, que lo instruyeron en los secretos de la magia vudú. Los Clanes descubrieron la Técnica un poco por habladurías. Una criada Haruno chismeó que el Hokage se encerraba a tener largas conversaciones con hombres de rostros tétricos y voces espectrales, que nunca veía llegar ni despedía al salir, pero que dejaban el lugar con unos manchones negros dificilísimos de limpiar y un penetrante olor que se pegaba a los troncos. Algunos de estos rostros, agüeitó, eran familiares y llorados y llevaban ojos que eran como esferas de yeso. Tras una persignación sacrílega, la mujer salió pálida del Castillo, y tras un vasito de agüita de azahar, dijo:
—Lord Hokage chismea con los muertos.
Cuando preguntaron, obtuvieron confirmación. Los Clanes vislumbraron grandes aplicaciones. En Inteligencia, podría usar para extraer información de un enemigo muerto o recuperarla de un aliado que no se pudo salvar. En lo Militar, se podían engrosar las filas con soldados de un bando o del otro, que serían virtualmente inagotables. Tobirama, que no había despreciado esas ideas, reconsideró su valor cultural. Imaginaba un mundo en el que los hijos y los nietos, cuando quisiera saber algo, solo tendrían que preguntarle al ancestro adecuado, vivo o no, para despejar cualquier duda y no dar lugar a conflictos bobos. Los Clanes se ofendieron. La memoria es un bien que debe transformase con el tiempo, ¿qué derecho teníamos de privar a la generaciones futuras, si es que las fuese a haber, para negarles la oportunidad de nuevas conclusiones? Esos eran, además, problemas del futuro, y ellos vivían un presente lleno de guerras y muertes. Solo un escenario así podría parir una técnica tan siniestra, y Tobirama pronto descubriría los precios de pervertir a la naturaleza. El usuario de tal Jutsu (o Técnica Ninja) quedará maldito por toda la eternidad y solo conocería el terror que han conocido aquellos que han escupido en la cara de los dioses. Se ha sabido que algunos perdieron órganos y extremidades (a veces reducidos a un mero armazón metálico), otros vieron a sus familiares o amores sucumbir por misteriosas enfermedades o adquirieron la falsa esperanza de la autosuficiencia lo que los convirtió en inmortales inútiles y descerebrados. Hubo una que nunca más pudo pisar la tierra por intentar elevarse por sobre los comunes. Tobirama, por su parte, fue condenado a perder toda sensación del placer, lo que lo fue convirtiendo en una perdida hosca y arisca que disfrutaba de un frustrante magnetismo sexual.
Por ello, la comicidad de utilizar el Edo Tensei (para los breves) en su mismo creador abochornó a todos los presentes. Fue tras encontrar una hebra de su cabello blanco en el sombrero ceremonial de Hokage. Los pálidos Hyuga fueron espectadores en primera fila, con sus ojos lechosos, de cómo el polvo se arremolinaba para asumir la imagen imponente y gris de su líder y no contuvieron el estupor ante el espantoso milagro de la reencarnación, para el cual utilizaron dos prisioneros cuyo extravío fue luego legendariamente reportado. Cuando Tobirama se hubo invocado, este no tardó en señalar a Sarutobi como su legítimo sucesor y decretó –desde su sepulcral nueva condición- que no era pertinente estar molestando a los muertos con preguntas tontas. Tobirama no creía en el cielo ni en el infierno, pero sí en el dolor y había entendido en ese instante que un alma forzada a habitar un cuerpo ajeno experimenta un sufrimiento que está más allá de lo imaginable, uno que no merece ningún muerto en particular. Y como conocía los Sellos pertinentes, se des-invocó a sí mismo dejando a los presentes difusos y frescos.
Se lloró entonces por la confirmación de la muerte del Segundo y se acordó que los siguientes Hokage serían elegidos por los líderes de los Clanes en conversación con los sabios Consejeros, muy a pesar de las objeciones de Sarutobi y mucho muy a pesar de los reclamos Uchiha. Por último, se prohibió el uso del Edo Tensei para honrar la palabra de Tobirama, acusando a la técnica de inmoral o cobarde; en realidad lo que ocurría es que nadie quería que sus muertos los señalaran con el dedo como sus asesinos. Así, en esa tarde de excesivos brillos, inició el periodo del Tercer Hokage, por mucho, el peor de todos.
