Desarma y sangra
Miro alrededor, heridas que vienen
Sospechas que van y aquí estoy
Pensando en el alma que piensa
Y por pensar no es alma, desarma y sangra
[...]
El cielo es gris y distante. De pronto, se torna nostálgico, trayendo a tu memoria recuerdos de un pasado doloroso, solitario. Para ti, no hay peor dolor que el de estar sola.
Pero has podido encontrar amigos, un hogar. Y quizás ese hogar no sea una casa cálida y segura, algo estable, tal vez solo sea un espadachín torpe y glotón, que no tiene mucho que ofrecer. Eso, sin embargo, es suficiente para ti.
Los árboles se sacuden violentos, como si fuera a terminarse el mundo, tal cual lo conoces. Es un presagio, piensas, de que lo perderás todo, sea cual sea el desenlace.
Sientes que tu corazón se agita y se encoge, en bucle. No puedes detener ese sentimiento, porque sabes que, de hecho, conoces un dolor peor que el de estar sola. Y ese es un dolor que no podrías soportar.
Las gotas de lluvia se precipitan hacia el suelo gélido, como si la vida misma se prestara a esa obra macabra en la que estás metida. Tus nudillos se ven blancos de tanto apretarlos, porque no debes permitirte hundirte. Si lo haces, estás acabada, ellos están acabados.
No lo puedes permitir.
Las flores se deshojan con el viento, como recuerdos bonitos siendo arrancados por una fuerza oscura. Él planea quitarte todo lo que tienes de ellos.
Golpeas el suelo con tus puños desnudos, una y otra vez. No quieres rendirte, si lo haces no volverás a verlos.
"¿Qué es peor que estar sola, Lina-san?"
Mucho peor que estar sola... sí, no debería habérselo dicho.
La tierra húmeda ensucia tus botas. Estás hundiéndote, en más de un sentido. Es irónico y frustrante.
"Perderlos a ellos, eso es mucho peor"
Tus manos se extienden, por única vez, suplicando piedad. No para ti, para ellos.
Que se salven, por favor, le dices. Ruegas, suplicas, te deshaces en lágrimas y promesas de que no volverás a verlos, pero que sigan viviendo. Aunque no los vea nunca más, que se salven, que se salven. Por favor, por favor.
Él te mira con ojos hundidos, tan oscuros que temes lo que hay detrás de ellos. Te estremeces al pensar en sus intenciones, en lo que espera hacer de ti pero, más importante, en lo que le deparará a ellos.
En cambio, Xellos sonríe. Parece auténtico y te enferma, que él sea capaz de tanto por ti, que tú seas la causante del dolor de tus amigos.
Sus manos se extienden y se detienen en las tuyas, las entrelaza con cariño. Lo odias tanto que te irás con él, porque eso significa que tus amigos vivirán. Y quizás no vuelvas a verlos jamás, pero estarán vivos y serán felices, y eso... eso te basta.
