Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece, todo es propiedad de Hajime Isayama.
Se había vuelto rutinario, se acostumbraron a una convivencia fútil entre ambos, y estabas bien con ello. La observabas por las mañanas, apreciando los surcos bajo sus ojos, ojeras, claras y visibles, siendo para ambos una constante en sus rostros, a sabiendas que el sueño pacifico no era algo a lo que aspiraban tener, se saludaban en un acto monótono al que todos estaban acostumbrados.
Podías saberlo solo con verla, Annie se enfrascaba en mantener una distancia prudencial de todos, especialmente de ti, y no eras ajeno a ello, era otro aspecto recurrente entre ambos, podías notar como esquivaba quedarse a solas en el mismo espacio que tu o incluso como rehuía a tus acercamientos.
Notabas su mirada encima de ti al dirigirte a los demás, cuando ella creía que no podías notarlo, mientras estabas intentando cumplir el papel que Eren te dejo, guiar al resto de los Eldianos a un futuro en paz, podías notar como escuchaba atentamente todo lo que decías y aun así nunca opinaba, nunca dejaba saber que cruzaba por su mente o siquiera si estaba de acuerdo con lo que decías.
Por las noches no era diferente, intentaban acercarse, tal vez incluso le propones cenar juntos aun sabiendo que Annie siempre tendría una excusa preparada de antemano para no quedarse a solas junto a ti, y puedes entenderlo, te dices, crees que puedes comprender el porqué no te permite acercarte, pero no lo haces, no lo entiendes y probablemente nunca lo hagas.
Te cansas, como todos los que te acompañan, puedes comprender la ansiedad de Reiner o Jean por arribar a Paradis, el viaje se ha hecho demasiado largo. Puedes escuchar el sonido de toda la maquinaria moviéndose y te concentras en hacerlo desaparecer, intentando poder poner tus ideas en orden. Debes reunirte con Historia al llegar, saber cual es el próximo paso en su plan.
Todos tus pensamientos se detienen, al llegar ese aspecto recurrente en el huracán llamado Annie que te acompaña, la escuchas, al otro lado de la pared, las paredes del tren son demasiado finas y cuando la noche es especialmente silenciosa puedes escucharla al otro lado de tu habitación.
Su agitación te desespera y sin verla puedes saber que está teniendo otra pesadilla, cada vez más recurrentes e intensas, luchas contra la necesidad de abandonar tu habitación y buscarla, despertarla de aquello que la atormenta desde hacía demasiado tiempo, pero no lo haces, te detienes con el pomo de la puerta en la mano preguntándote como ser de ayuda, como salvar a aquella mujer de sus demonios cuando ni siquiera puedes defenderte de los tuyos.
No es ningún secreto que tu también huyes del sueño y solo acudes a él cuando es estrictamente necesario, cuando tu cuerpo agotado no puede sobrellevar otro minuto más sin dormir, recordando aquella noche en Liberio donde miles murieron. Sabías lo que hacías, lo que conllevaba y sabes mejor que nadie el peso de tus acciones.
Por eso te detienes, no corres en su búsqueda, porque de igual forma solo serian dos personas rotas lamiendo sus heridas entre ellos, intentando buscar una calma que ninguno podría ofrecerle al otro y así como alcanzas esa conclusión de igual forma abres la puerta.
Sales de tu habitación solo para detenerte de nuevo frente a la puerta de la suya, escuchando más claramente los sonidos provenientes de la misma, te preguntas si tocar o intentar abrir directamente, conoces a Annie, sabes que su puerta tiene el seguro puesto sin necesidad de siquiera tocar el pomo de la misma.
Respiras profundo y tocas, dos, tres veces, cada vez con más intensidad hasta que el ruido se detiene dentro de la habitación, te impulsas a salir de la recurrencia entre ambos y volviste a tocar, asegurándote de que ella te escuchaba esta vez.
La oyes levantarse entre el sonido de los rieles del tren, y hablas, anunciando tu presencia.
- Annie, soy yo, Armin - Eso es lo único que dices, aguardando a que finja no escucharte.
Silencio es lo que recibes. Te mantienes frente a la puerta, esperando, con la esperanza de que ella abra, o que por lo menos te ofrezca una respuesta.
- ¿Qué ocurre? - Es lo próximo que escuchas, con su clásico tono de voz, denotando un cansancio que sabes la atormenta, Annie está harta de sus pesadillas, puedes saberlo incluso a través de la puerta que los separa.
- Te he escuchado, ¿estás bien? - Le dejas saber que te preocupas, que el muro entre ambos es algo que estás dispuesto a derribar.
Silencio de nuevo, hasta que escuchas el sonido del pestillo siendo retirado, la puerta abriéndose en el acto.
Te invita a entrar a su habitación, pero no te observa, sólo se hace un lado dejando en clara su intención, tal vez se ha cansado también de la distancia entre ambos. Entras, notando que su habitación está hecha un desastre, tal vez producto de haberla despertado. Escuchas como se cierra la puerta a tus espaldas, y la ves caminar hasta la cama, sentándose en la misma.
- He tenido una pesadilla, no es nada - Te explica, adelantándose a tu pregunta.
- Lo sé, puedo escuchar desde otro lado - Le dices - Se que son recurrentes, ¿quieres hablar de ello?.
- Yo también puedo escucharte - Dice levantando su mirada.
Te sorprende su confesión, no pensaste que ella también pudiera escuchar tus desvaríos nocturnos mientras tu propia mente decide acosarte por tus pecados, algo absurdo, si puedes escucharla, ella también podría hacerlo.
- Es algo que tenemos en común entonces - Tomas la pequeña silla para sentarte frente a ella - Me gustaría poder ayudarte, seguramente sabes que no puedo pero estoy dispuesto a escucharte, hablar puede servir de algo.
- ¿Eso borraría mis actos? ¿Reviviría a los muertos? - Annie te pregunta, en un claro tono de cansancio mezclado con gotas de cinismo.
La observas, meditas tu respuesta esperando no estar equivocado.
- No, no podemos borrar nuestros actos, ni revivir a los muertos - Annie te observa con detenimiento, no esperando realmente una respuesta de tu parte, y continuas - Pero de nada sirve ahogarte en autodesprecio como si eso fuera a solucionar algo.
Annie se nota sorprendida, podría esperar cualquier cosa de Armin Arlert menos una bofetada como respuesta.
- No me ahogo en autodesprecio - Una frase a la defensiva es todo lo que obtienes.
- Lo haces, puedo notarlo en tus ojos, en tu cansancio, en que estás harta de no poder luchar contra ello o simplemente no quieres luchar - Hablas mientras intentas obtener una reacción por tus palabras - Pero la Annie que conocí habría luchado, no se dejaría ahogar.
- ¿Cómo puedes saberlo? La mayoría de nuestro tiempo juntos estuve dormida en un cristal, ¿Cómo puedes saber lo que haría? - Una pregunta sincera, tal vez lo más sincera que ha sido Annie desde que despertó.
Y sólo puedes quedarte viéndola, en completo silencio, analizando sus facciones, en cómo ha cambiado con los años, en cómo el peso de su conciencia la ha hecho cambiar no solo físicamente desde que se conocen.
- ¿Cómo puede rendirse la persona que me enseño a levantarme cuando no puedo más? Eres la persona más fuerte que conozco, me enseñaste a enfrentarme a mis miedos y carencias, dime, ¿esa persona sería capaz de rendirse? - Hablas intentando enfrentar la idea que ella misma tiene sobre ella.
- ¿Eres tu Armin el que habla, o son las memorias de Bertolt? - Annie dispara la pregunta como una lanza trueno, una que sin duda está dispuesta a hacer daño.
No sabes que decir, intentas separar tus emociones de las memorias que cargas contigo, y luego de cavilar durante un minuto que se hace eterno puedes darte cuenta de ello, de la distancia autoimpuesta que los separa y sus motivos. La pregunta de Annie tiene un sentido oculto, una duda que puedes ver sinceramente como la carcome.
Lo comprendes por fin, el porqué ha levantado esas murallas entre ambos dejándola aislada como la isla a la que se dirigen, Annie te pregunta por tu libre albedrío, por tu capacidad para escogerla a ella sin la interferencia o emociones que adquiriste de quien fue tu predecesor como titán colosal.
Y con esa realidad ante tus ojos levantas la mirada para fijarla en ella, cansada y frágil como nunca has visto a Annie, quien espera una respuesta a la pregunta que puede hacerla decidir si acceder a derribar el muro que llevas meses intentando destruir con todas tus fuerzas.
- Las memorias de Bertolt están allí Annie, puedo acceder a ellas en cualquier momento, puedo ver su vida y parte de tu vida desde sus ojos, pueden darme cierta perspectiva sobre ti - Notas la decepción en su mirada pero no te acobardas, no retrocedes - Pero cuando he decidido venir aquí, aun cuando no tengo nada que ofrecerte, lo he hecho bajo mi propia decisión.
Te acercas por fin a ella, rompiendo con toda defensa que pudiera existir entre ambos y no la ves alejarse, la observas esperando pacientemente a que cierres la distancia entre ambos y lo acepta. Acepta que es Armin quien está aquí para ella, no un cascarón lleno con las memorias de Bertolt, si no alguien que está dispuesto a permanecer a su lado, por más rotos que estén ambos esperando el tiempo en que puedan juntar sus piezas de nuevo.
