Disclaimer: «Saint Seiya The Lost Canvas no me pertenece, es autoría de Shiori Teshiyori; así como Saint Seiya es propiedad y autoría de Kurumada Masami».


"Letras con tinta escrita a mano".

-Primera parte.

Degel desarrolló amor por la lectura y el conocimiento gracias su maestro y éste, a su vez, lo aprendió del suyo.

La cabaña en la que su maestro solía vivir era muy pequeña en comparación a la enorme biblioteca que poseía. En los libreros ya no había espacio y los libros sobrantes estaban organizados por todos los rincones del lugar. Lo que en apariencia era un caos tenía un orden perfecto e impecable. Su maestro sabía exactamente dónde estaba cada libro y de qué trataba.

En un principio se sentía intimidado por las torres conformadas de libros a su alrededor. El olor a tinta seca de aquellas letras escritas a mano en esas páginas amarillentas le provocaba dolores de cabeza.

A pesar de la asfixiante convivencia, el pequeño no tardó en acostumbrarse, además, Krest tuvo la amabilidad de reacomodar varios volúmenes para brindarle un poco más de espacio a su alumno.

En aquella época, no lo entendía, y hubo momentos en los cuales se sentía un poco ignorado. Durante el día, toda la atención de su maestro se centraba en él, pero al anochecer, su mentor se entregaba por completo a los libros.

Cada noche le veía entre mares de conocimiento y letras, hojeando cada libro con aletargados movimientos, leyendo con una paciencia incomparable pero un ímpetu casi infantil en su mirada.

Era imposible acercarse a él.

Por un lado, sentía interés por saber qué era lo que esos "libros" le daban a su maestro, ¿qué le dicen esas letras escritas con tinta? O, ¿qué cosas le cuentan esos libros que no parecen escritos a mano? ¿Por qué su maestro ríe y a veces derrama una lagrima cuando está con ellos?

Una noche, cuando su maestro salió de forma inesperada, se dirigió al escritorio dispuesto a desenmarañar el misterio y encontró un libro abierto de par en par con una flor reseca a un lado, la que su maestro solía usar como separador.

Solo echaría una mirada, nada más...

—¿Degel? —la voz anciana y grave de su maestro no fue suficiente para llamar la atención del niño. El viejo acuario se acercó con lentitud a su alumno y apoyó su mano en el hombro del pequeño.

—¡Maestro! —Degel se volteó de inmediato y le habló con una alegría que el más longevo de los santos de Atenea no anticipó—. ¡Este árbol tiene flores de color rosa y este de color amarillo!... ¿y por qué este otro árbol tiene forma de mujer?

Pasada la sorpresa inicial, Krest tomó asiento, invitó a su alumno a acercarse y comenzó a leer en voz alta.

Lo que empezó como simple curiosidad se convirtió en la clave para rasgar un poco la hermética personalidad de su maestro. ¿Cómo no lo descubrió antes? Había todo un mundo por descubrir al desliz de una página.

Degel devoraba cada frase, cada palabra con entusiasmo, en cuanto empezaba a leer se volvía ajeno a su alrededor; se sumergía tan profundo en las letras con tinta dentro de aquellas páginas amarillentas que solía ver con desdén hasta el punto de olvidar la importancia de ver al frente.

O para evitar estrellarse con uno de los pilares de la ciudad por enésima vez.

—¡Degel!, ¿te encuentras bien? —Unity fue el primero en acudir en su ayuda.

Resintiendo todavía el golpe, solo pudo asentir con la cabeza.

Unity comenzó a hablarle sobre el riesgo de caminar mientras lee, sobre todo en un lugar como Bluegrad, en el cual casi siempre caminas "a ciegas" debido a las fuertes tormentas de nieve, pero a Degel solo le importaba el bienestar del libro que le prestó su maestro.

La señorita serafina les alcanzó unos segundos después, miró con preocupación a Degel por unos segundos y luego se colocó de rodillas para hablarle.

—En verdad te gusta leer, Degel.


-Segunda parte.

Entre la vasta herencia literaria que le dejó su maestro al morir, existía una colección de tomos muy especiales sobre botánica y clasificación de las plantas que, en vida, fueron sumamente preciados por Krest y también por él, aunque por motivos distintos.

Para degel, estos libros fueron su primer contacto directo con el conocimiento y la lectura. Para su maestro eran valiosos a un nivel todavía más personal, no solo por el contenido de los tomos en sí, sino porque cada uno de ellos tenía escrito una dedicatoria del mismísimo autor hacia él.

Al descubrir esto, Degel sintió una inesperada envidia por su mentor ya que no podía imaginar recibir mayor honor que ese.

Y no era como si pudiera conseguir para sus libros las firmas de escritores que habían muerto hace siglos, ¿verdad? O que tuviera la oportunidad de conocer a algún escritor contemporáneo al cual pedírselo.

Pero...

«Cumplí con mi promesa, estimado y queridísimo señor Degel (espero que no le moleste si me dirijo a usted de esa forma), ¿me haría el honor de leer esta humilde historia que escribí con todo mi corazón?».

«Lamento haber tardado tanto tiempo en terminarla, señor Degel. Por favor, no dude en decirme con la más absoluta sinceridad su opinión».

Degel deslizó sus dedos sobre el mensaje escrito con tinta sobre la anteportada y su sonrisa se ensanchaba conforme leía las demás dedicatorias esparcidas por las páginas de cortesía del libro.

«-A mi padre, quién logró infundir en mí está pasión por las letras».

«-A mi queridísimo caballero elegante y mago del hielo, por ser mi más grande inspiración».

¿Qué pensaría su maestro si le escuchara decir que, así como aquella colección de libros sobre botánica que tanto atesoraba, ese libro lleno de dedicatorias escritas con el puño y la letra de la mismísima escritora, era también un tesoro invaluable?


-Tercera parte.

«Estimada señorita Fluorite.

«Se me ha notificado que usted es la autora de la novela "La princesa en el permafrost y el mago del hielo" que fue enviada al caballero Degel de Acuario como un regalo de carácter íntimo y ahora se encuentra en mi poder.

«Primero permítame expresarle mi respeto y admiración por dedicarse a tan noble oficio, y en segundo, agrego mis más sinceras disculpas ya que las circunstancias bajo las cuales me comunico con usted no son tan gratas como me gustaría lo fueran.

«Lamento informarle que el caballero dorado Degel de Acuario murió en batalla antes de recibir el libro.

«Sé muy bien cuán infructuoso, inútil e insuficiente sería cualquier intento de palabra mía para suavizar el dolor de una noticia tan abrumadora. Sin embargo, permítame ofrecerle un ínfimo consuelo a su pena, que espero le ayude a encontrar resignación: Hago de su conocimiento, también, mi decisión de preservar la copia de su novela en los archivos oficiales del santuario.

«Ruego a nuestra amada diosa Atenea algún día pueda aplacar la angustia de esta pérdida, y solo pueda conservar en su memoria el recuerdo de aquel hombre al cual estimó y admiró profundamente; así como un solemne orgullo de haber conocido a un caballero de Atenea tan cabal e íntegro como lo fue Degel, quién gustoso sacrificó su vida en aras de la paz y la justicia en el mundo.

«Muy sincera y respetuosamente suyo.

«-Shion de Aries, Patriarca del Santuario».


Nota 2021: Recordé que este fanfic estaba dedicado a un profesor mío en secundaria que murió, ese profesor alentó mucho mi escritura y amor a los poemas, también estaba dedicado al fallecido actor de doblaje Alfonso Ramírez, voz de aldebaran de tauro (SS clásico).

Cuanta inocencia, de los personajes y mía. Fue la tercera y última vez que le escribí fanfics a mi hermana como regalo de cumpleaños. Esta idea quería desarrollarla con Krest, pero ella quería un fic con degel de niño y la idea que tenía encajaba muy bien con él, me dije, ¿por qué no? Me prestó el tomo 13 del manga para estudiarlo y vi una viñeta donde Degel leía un libro mientras caminaba y me recordó a mí en secundaria cuando me compré el Popol Vuh con mi primer salario y de camino a casa comencé a leerlo (si no tropecé con un poste o no me atropellaron fue pura suerte).

Por la forma hermética de ser los caballeros de acuario, me parece a mí que Krest prefirió esperar que fuera el propio Degel quien mostrara iniciativa por la lectura, en lugar de enseñárselo de forma "¿obligatoria?", viendo y considerando lo que pasa cuándo los maestros asignan lecturas a sus alumnos como tareas.

Según mis notas, mi hermana quería dos versiones de "Fluorite terminando la historia de su padre y enviándola a Degel": una versión alegre y una triste. Lo complicado de la segunda versión fue su deseo de hacer algo dramático, "Fluorite llegando al santuario y caer de rodillas envuelta en llanto al hacerle llegar la noticia" y… no, siguiendo mi lógica de aquella época eso es absurdo, inverosímil. Todavía lo creo. ¿Qué haría ella allá, para qué, por qué, con qué propósito? Preferí algo diferente, una idea que he tenido desde hace tiempo y me sirvió en su momento de ejercicio: una historia epistolar, contada a través de cartas, diarios, reportes, escritos, etc.