Disclaimer: Los personajes de Supernatural no me pertenecen sino a Eric Kripke.

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Así, tan simple como una pregunta para un proyecto de orientación, lo había dejado sumido en ese charco de miseria y depresión en el que se revolcaba sin misericordia.

"¿Y si muriera mañana?"

Sam releía la pregunta hasta el cansancio, intentado encontrar una respuesta sencilla y normal, peroa su mente únicamente acudían los funerales de cazador, los sueños olvidados, las familias rotas y las almas condenadas a vivir en una vida que ya no les pertenecía para tener que esperar a que llegue un cazador y se compadezca de su pobre estado, quemando sus huesos.

Sam podría decir que se presionaba en responder a esa pregunta porque se estaba quedando sin tiempo para entregar la tarea, pero la realidad era que ya no importaba, esa pregunta fue hecha en su escuela pasada, y aun ni siquiera había sido inscrito en una nueva. Así que, esa respuesta era más para lograr su paz mental y quizás esperando un futuro distinto a su ya sospechada respuesta.

—¿Y si muriera mañana? —dijo en voz alta. Su voz sonaba tan hueca y vacía, al igual que su actual casa. Su padre y Dean habían salido a una sencilla sal y quema, dejándolo para resguardar las cuatro mohosas paredes, con promesas de volver en unos tres días, o quizás nunca.

La pregunta hacía eco en su cerebro, pero la respuesta nunca llegaba a su boca.

¿Qué crees que pasará? Nada. No pasara nada, porque eso es lo que eres y lo que serás. Y cuando mueras el mundo ni siquiera sabrá que hubo una vez un chico que simplemente quería ser alguien. Se dijo a si mismo con lágrimas en los ojos.

Sam siempre supo que su vida era una porquería, pero como el soñador optimista que siempre había sido, había queriendo tapar el sol con un dedo y fingir que todo cambiara algún día.

Imaginando, más bien soñando despierto con que un buen día ellos le darían caza al demonio de ojos amarillos y luego podrían vivir la vida que siempre habían merecido, y así, podrían ser la familia típica y feliz que cada domingo disfrutaba el monótono aburrimiento de la gente común.

Pero ocurrió algo, esa estúpida pregunta fue el detonante para hacer que la mierda estallara en su cara, en esa vida nunca habría un cierre que no fuese una muerte sangrienta. Además, los domingos más comunes que pudiesen tener serian ir a un bar a beber, apostar, y quién quita, quizás contraer alguna ETS.

Su destino estaba escrito y sabía que el día que saliera de esa vida de cazador seria muerto, o perdiendo a su única familia; lo cual terminaría siendo igual que la muerte. Así que, sin importar cuanto luché, pateé o grité, esta es y será su vida y cuando muera será igual de difuso que cuando vivió.

Porque esa vida le quitó a una madre que nunca conoció, pero que añora cada noche, un padre que murió en ese encendió hace diecisiete años, junto con su amada, y por último, esa vida le quitó el corazón al ver cada vez que su hermano salía lastimado en alguna cacería.

Así que, después de mucho pensarlo, sabe que está respondiendo a la pregunta equivocada.

"¿Qué pasaría si viviera mañana?"

Hundido en su nube de tristeza, Sam agarró el cuaderno en el que tenía la pregunta, junto a un montón de palabras al azar, lo tomó en sus manos y lo aventó contra la puerta de la habitación.

Al diablo con todo.

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Por qué será que cuando su padre decía que sería una simple cacería, terminaba siendo un puto caos. Y es que eso fue lo que ocurrió, cuando al fin encontraron la que sería la tumba de la viuda Mayer, terminó siendo la tumba de otra persona. De hecho, terminó siendo el cementerio equivocado.

¿Por qué diablos tienen que haber dos cementerios con el mismo nombre en el mismo pueblo?

Ellos eran cazadores, ellos salvaban personas. ¿Acaso no pueden tener un trabajo sencillo una vez en sus vidas?

—¡Diablos! —Dean iba refunfuñando todo el viaje a casa, aún más cuando su padre le notificó que pasaría por un bar, y él tendría que volver solo a cuidar de su hermanito.

Dean estaba cansado, lastimado, sucio y únicamente esperaba que su hermano no se enfureciera por no estar a la hora acordada.

—¡Sammy, estoy en casa! —gritó Dean al cruzar el umbral de la entrada.

—Sam, Sammy —Dean esperó unos minutos, pero no hubo respuesta. La preocupación fue haciendo ascenso en su pecho y en un desesperado deseo de ver a su hermano, Dean corrió a la habitación que compartían, encontrando a su hermano menor durmiendo plácidamente.

Maldición, un día de estos me provocaras un infarto, chico. Refunfuñó, mientras caminaba hacia el lado de la cama de su hermano, pisando un cuaderno en el suelo.

Dean reconoció el cuaderno como uno de los de estudio de su hermano, Sam era una persona muy ordenada con sus cosas, así que ¿qué diablos hacia eso en el suelo?

Sin prestarle mucha importancia recogió la libreta del suelo y cuando estaba por depositarla en la pequeña mesa que servía de escritorio, diviso la pregunta y los apuntes locos que le seguían.

Dean hubiese querido que sus sospechas de que algo andaba mal con su hermanito fuesen solamente teorías locas de su lado sobreprotector, pero él había querido hacerse el ciego ante las señales mostradas.

Sam aparentaba al mundo ser el mismo, pero su apetito se había reducido, se había vuelto más callado, más sombrío, a menudo divagaba mucho en temas referentes a la muerte, los espíritus, la vida de cazador. Es más, ya casi ni cuestionaba las órdenes de su padre, era como si el chico trabajase en piloto automático.

Cada día Dean veía la imagen de su hermanito parpadeando ante sus ojos, pero siempre quiso pensar que era una etapa y que en cualquier momento dejaría eso atrás y volvería a ser su Sam.

Pero era obvio, esa vida no solo se había llevado a su madre, esa vida le estaba quitando de los brazos a su razón de ser. ._._._._.

Para cuando Sam despertó escuchó ruidos fuera de la habitación. Bueno, las opciones eran reducidas, quizás fuese su familia, un ladrón, o un monstruo que aprovechando la ausencia de su familia había decidido eliminar a un Winchester. Sin importarle cuál de esas teorías era la correcta, salió de la habitación sin molestarse en hacer silencio o ya sea en llevar un arma consigo.

—Veo que llegaron antes —Sam recorrió la pequeña casa con su mirada, notando que faltaba algo, o más bien dicho alguien—. Supongo que papá murió en combate —dijo con voz llena de aburrimiento.

—¿Qué…? No, no —Dean casi se atraganta con el trago de cerveza que tenía en su boca—. Papá está en un bar.

—Esa era mi segunda opción —pasó al lado de su hermano y se puso a preparar café como si hablar de la posible muerte de su padre fuese el tema más común en el día.

—No es divertido, Sam —regañó a su hermano.

—No dije ninguna broma, Dean —dijo sin sentimiento alguno en su voz— Es una posibilidad en nuestra línea de trabajo. La muerte es lo único seguro que tenemos en la vida que llevamos.

Dean miró a su hermano y por un segundo se sintió horrorizado de no reconocerlo. Era como si una nube llena de pesimismo y tragedia hubiese caído sobre Sam y hubiese apagado su mirada, junto con lo que parecía ser su esperanza de un futuro. Era aterrador para Dean ver esa versión rota de su hermano menor.

—¿Qué es lo que sucede contigo, Sammy? —Dean se pateó internamente por sonar tan escandalizado, desde donde estaba parado a centímetros de su hermano pudo ver como este se retiraba a su coraza.

—Nada, Dean —contestó a la defensiva. Sam ya estaba grande y sabía que los besos mágicos y palabras confortables ya no tendrían efecto en él, no había forma de que su súper hermano mayor pudiese curar la agobiante oscuridad que cada día crecía en su interior.

Quizás un defecto de Dean según Sam era que nunca sabia cuando detenerse. Él estaba preocupado por su hermano menor y entre Sam más puertas le cerraba más grande se hacía su instinto de protegerlo.

—¿Acaso esto tiene algo que ver con esto? —levantó en el aire la libreta color marrón que sin saber horas antes Sam había lanzado lejos ante su agobio mental.

—¿Qué demonios haces con eso? —Sam se sintió avergonzado al saber que Dean conocía de sus lloriqueos de niño pequeño.

—Oye tranquilízate que no la robe a propósito, simplemente la tome del suelo —Dean trató de excusarse al ver el semblante descompuesto de su hermano—. No era mi intensión molestarte.

—¿Y supongo que te sientes con todo el derecho de esculcar en mis cosas? —despotricó, deseando salir de allí y esconderse en la habitación para poder lamer sus heridas.

—No, Sam. Estoy preocupado por ti nada más. Además, no era mi intensión revisar tus cosas, fue pura casualidad. Me preocupas, Sammy —Dean admitió más asustado de lo que se había sentido en su vida.

—De acuerdo. No importa, no te preocupes que no hay nada que una buena cacería al mejor estilo Winchester no pueda curar —y así de la nada la energía que tenía para discutir con su hermano se había esfumado.

—Claro que importa. Algo te sucede y me preocupa no saber cómo puedo solucionarlo —comentó Dean con urgencia al ver Sam se alejaba más de su lado.

—No es de esas de esas cosas que se puedan solucionar, Dean. Simplemente olvídalo.

Sam maldijo la hora en la que no pudo hacer bolita esa hoja y lanzarla a la basura. Quizás, si hubiese hecho eso su vida no estaría tan patas arriba en ese momento, no sentiría la ansiedad trepando su espalda y atorándose en su garganta, instándole a gritar hasta sacar el dolor de su pecho o ya sea quedarse sin voz.

—No puedo pretender que nada te sucede, Sammy.

—Mal por ti.

Sam terminó de servir su vaso de café con dos de azúcar y paso de lado ignorando a su hermano. Si Dean quería jugar al héroe entonces que jugase solo, él no estaba de ánimos para ponerse a abrir su corazón y hacerse ver más débil de lo que ya era visto.

Seguramente Dean ya había leído más de una vez esa dichosa pregunta y los divagues escritos al azar como respuesta. Ahora vería que su hermano no era más que un llorón, una vergüenza de cazador.

Drenado de sus energías y emociones, Sam se tumbó en su cama con la mente en blanco y en el pecho un puño apretado, y allí permaneció hasta que llegó la noche y con ella también lo hizo su padre.

Con la cacería finalizada ya no tenían motivo de permanecer en esa ciudad y por primera vez Sam no protestó en el cambio de escenario. John lo vio como una buena señal de madurez y aceptación a sus vidas, en cambio Dean supo que esa era otra señal de que algo feo se cocinaba dentro de su hermano.

Dean había notado como su hermano se iba apagando, perdiendo su fiero carácter y su amor por la escuela y las cosas sencillas como leer. Mientras se dirigían hacia la nueva cacería Dean miró por el espejo retrovisor y vio la mirada opaca de Sam, también la resignación que encontraría en un condenado a muerte. Sabía que lo estaba perdiendo y si no actuaba rápido se toparía con la imagen que perseguiría sus sueños hasta que no pudiese más y el mismo se termine pegando un tiro en la cabeza.

El primer paso era hablar con su hermano y para eso tendrían que dejar de lado la caza. Iba a ser una discusión bastante dura con su padre, pero por el bien de su hermano era capaz de lanzarse a los lobos hambrientos.

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Se encontraba solo otra vez. Dean y su padre había salido a comprar la cena para después salir a buscar al hombre lobo que ya había cobrado tres vidas en ese pueblo.

Aprovechando de su soledad se tumbó en una de las camas gemelas en esa pequeña habitación de motel. La idea de leer un libro cruzó por su mente, pero ante la idea de hacer el esfuerzo de levantarse y poner esmero en una actividad drenó sus fuerzas mucho antes de que aparecieran.

Esa noche cazarían a un hombre lobo y todos saben que si no se tiene cuidado pueden abrirte como un cerdo con sus garras. Lo único que Sam necesitaba para dejar esa vida donde no hallaba cabida era un simple y minúsculo descuido esa noche y así todo el remolido de pensamientos interminables se habría evaporado. Una punzaba de miedo recorrió su espalda cuando se dio cuenta que sin saber cómo había llegado a la conclusión de que esa noche podría ser su ultimo día en la tierra.

Y justo antes de que por su cabeza pudiese pasar la morbosa película de lo que pasaría si esa noche muriera, su hermano abrió la puerta de la habitación y rompió la atmosfera trágica.

—Hey, Sammy, traje una deliciosa cena —anunció Dean, después de colocar las bolsas de comida sobre la mesa al lado de la ventana.

—No tengo hambre —dijo el menor con desidia.

—No te pregunté si tenías hambre o no, niño —Dean caminó hacia la cama de su hermano y se sentó a su lado con la espalda pegada al respaldar de la cama y las piernas cruzadas sobre el colchón.

—¿Qué haces? —de igual forma Sam imitó la pose de su hermano.

—Hablar —comentó con sencillez, tratando de no espantar a Sam.

—Nosotros no hablamos, Dean ¿recuerdas? —Sam suspiró con cansancio, recordando que Dean no era un perro de soltar su hueso—. Deberíamos de cenar algo antes de que llegue papá.

Sam vio la excusa perfecta para darse a la fuga, pero antes de que se pudiese escapar Dean lo tomó del brazo y movió la cabeza en una clara negativa.

—No tan rápido, chico. Pensé que no tenías hambre —Dean miró de forma inquisitiva a su hermano—. Además, papá se fue a cazar a ese hombre lobo con ayuda de Bobby.

Dean todavía recuerda como su padre torció el rostro cuando Dean le pidió que los excusara a él y a Sam de esa cacería. Al principio John se había mostrado un poco recio a dar el brazo a torcer pero en cuanto Dean le dijo que algo pasaba con Sam, la preocupación de padre pasó por su rostro y con voz autoritaria y algo menos de marine le dijo a Dean que lo arreglase.

—¿Y por qué papá haría algo así? —Sam frunció el ceño, oliendo a Dean en todo ese asunto—. ¿Qué le dijiste exactamente para que accediera pacíficamente a darnos la noche libre?

—Solamente le dije que tenía que hablar contigo acerca de algo, y bueno, Bobby estaba cerca así que no hubo mucha oposición —Dean tuvo la modestia de lucir avergonzado.

—Es una pena que le hayas tenido que mentir a papá porque aquí no hay nada de qué hablar —Sam se enfurruñó, cruzándose de brazos pero sin abandonar su posición en la cama.

—Sam, no puedo ayudarte si no me dejas —más que una queja era una súplica. Dean se estaba deshaciendo por dentro ante la negativa de dialogo de su hermano menor.

—Nunca pedí tu ayuda —Sam sabía que necesitaba ayuda y mucho más viendo por donde iban sus pensamientos, pero su orgullo le impedía mostrarse débil ante su hermano.

—Entonces tomemos esto como una apacible charla entre dos hermanos ¿qué dices, Sammy?

Si el asunto a tratar no hubiese sido tan serio seguramente Dean se habría reído de sí mismo al querer entrar voluntariamente a una charla de chicas clase A.

—Digo que no quiero hablar —Sam cortó tajante cualquier intento, cruzándose de brazos casi con ímpetu infantil.

—Bien, si no quieres hablar eso está bien. Entonces solamente escucha lo que tengo que decir —Dean metió su mano en el interior del bolsillo de su vaquero y sacó un arrugado trozo de papel.

—Dean…

—Pensé que no querías hablar, así que ahora cerraras el pico y me escucharas, enano —agregó el antiguo mote a modo de burla. Ciertamente Sam había dejado ese mote atrás, ahora estaba peligrosamente cerca de superar en altura a su hermano mayor.

Sam permaneció en silencio tal y como lo había demandado Dean, esperando a que ese acto barato de psicología finalizase. Lo que nunca espero fue que una bola de papel cayese en su regazo y no era cualquier papel sino la hoja en la que había escrito aquella pregunta que tanto le había atormentado.

—Pude haberlo botado a la basura y fingir que nada ocurría —comentó Dean con calma, posando su mirada en su hermano—. Como dije pude tirarlo pero me vi en la necesidad de aclararte tu error.

Ante el silencio de su hermano, Dean prosiguió con su charla unilateral.

—Escribiste que si morías nada cambiaria, que no habría daño. Te equivocas, déjame decirte que si murieras mañana al día siguiente vendería mi alma y te traería de entre los muertos porque yo no puedo vivir sin ti. Cuidarte es mi…

—Lo sé, cuidarme es tu trabajo —Por muy conmovido que estuviese con el discurso de su hermano, estaba esa pequeña voz en su cabeza que le recordaba que solamente era una carga, la obligación involuntaria que pusieron sobre los jóvenes hombros de Dean.

—Cuidarte es mi único trabajo, Sam, y no lo hago porque papá me lo impusiera sino porque al cuidarte y saber que estas bien entonces yo estoy bien. Puedo vivir sin mamá, hasta puedo vivir sin papá, pero sin ti jamás podría seguir adelante.

Sam estaba paralizado con la cortante sinceridad que estaba escuchando y es que Dean nunca había sido fan de esas cosas llamadas sentimientos y mucho menos de expresarlos a viva voz.

—Gracias —Sam agregó con una pequeña sonrisa acuosa, había tanto que quería decirle a su hermano pero un agradecimiento podía ser el comienzo o hasta que la pelota que obstruía su pecho se decidiera a bajar.

En ese momento Sam comprendió que los besos mágicos y palabras gentiles únicamente funcionaban si creías en ellos. Quizás escuchar a Dean confesarle que sin él no podría vivir no era la cura a su estado de ánimo depresivo pero era algo con lo que podría trabajar cada día hasta sentirse mejor.

Sam se sentía un completo idiota al olvidarse que era realmente amado por su hermano. Él era un idiota suertudo al tener a Dean a su lado. La vida no mejoraría de buenas a primeras y la cacería no dejaría de consumirle, pero mientras tuviese a Dean como su soporte todo podría ser llevadero.

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Gracias por leer.