Captain Tsubasa pertenece a Yoichi Takahashi, así como todos sus personajes.

Los demás personajes me pertenecen.

-Idioma japonés, italiano, inglés, alemán...

-Idioma castellano.

(Pensamiento)


San Telmo, Buenos Aires.

Jamás había rogado tanto en su vida, jamás había siquiera considerado en suplicarle algo a su ingrata encargada y mucho menos a sus pelmazos y abusivos jefes, pero la situación así lo requería.

-¡Se los agradezco mucho!- Sonrió una joven de cabello castaño oscuro atado en una coleta y ambo amarillo pálido, mientras salía de la oficina de aquellos adinerados hermanos.

Ellos le habían indicado que acabase con su horario laboral e iniciara sus vacaciones, más al regresar debía cumplir horas extra sin reproche alguno, cosa a la que desafortunadamente no se pudo negar.

Al salir, su radiante y agradecida sonrisa cambió rotundamente por una mueca de enfado y fastidio, la cual cambió de nuevo al suspirar y recordar el acontecimiento que se avecinaba, al cual ahora sí podría asistir sin problemas.

Ahora, al terminar su jornada, iniciarían sus dos semanas de vacaciones otorgadas por los jefes de la Residencia Geriátrica Balcarce, tiempo que aprovecharía para visitar a su tía Leonor, su mejor amigo Gerónimo y por supuesto, intentar conseguir un autógrafo de su futbolista favorito: Tsubasa Ozora.


Ezeiza, Buenos Aires.

-¿De verdad estás tan segura de que vas a poder conseguirlo?- Preguntó la mujer, mirando a la chica con una ceja alzada. -Sé que van a entrenar en Ezeiza pero considerando que el chico es un imán de periodistas dudo que siquiera puedas acercarte a él.

-No pierdo nada con intentarlo.- Fué su respuesta, por lo que Gero giró sus ojos. -¿Qué?

-Yo no pienso ir a pagar tu fianza, Azula.- Murmuró el chico, ojeando su celular. -Te conozco, no te van a dejar siquiera entrar y vas a querer colarte por donde sea... y así vas a terminar.

-Tampoco soy una terrorista, solamente quiero una foto con Tsubasa.- Bufó. -Además él es muy amistoso, o al menos parece serlo. Dudo que vaya a llamar a seguridad si me le acerco.

-Como sea, en el horario que entrenan yo trabajo, no voy a poder acompañarte.

-No importa, yo sé llegar.- Sonrió Azula. -Es cerca.

-Estamos a solo diez cuadras, Gero.- Le dijo su madre, en tono comprensivo. -Además el colectivo que siempre te tomás en la esquina para ir a trabajar pasa por ahí.

-¡Ah! ¿Tengo un colectivo directo y no ibas a decirme?- Le reprochó la argentina, indignada.

-Esperaba que te dignaras a no ir, pero como siempre mi mamá está de tu lado.- Respondió Gero, mirando de reojo a su madre. -Tu hijo soy yo, ¿te acordás?

-Desde hace un par de años que mis hijos son los dos.- Sonrió Leonor, dándole un beso en la cabeza a la sonriente chica al pasar por detrás suyo. -¿No es así?

-Obvio.

-¡Comprate una mamá!

-¿Para qué? Si ya me robé a la tuya.- Se levantó y abrazó a Leonor, mirando a su mejor amigo con una sonrisa presumida.

-¿Puedo mudarme?

-¿No sabés ni hacer hielo y pensás mudarte?- Cuestionó la castaña.

-¿Y vos? Ni siquiera sé cómo sobrevivís.

-Tampoco, pero mi amiga Sharon está siendo cortejada por el hijo del dueño del restaurante Gourmet Porteño y siempre nos envía cosas.- Dijo, mordisqueando su lengua. Gero soltó una risa burlona.

-Es increíble lo que puede hacer una cara bonita.

-Sharon...- Leonor pensó un poco. -¿Acaso no es esa linda chica...

-...que está enamorada de Gero? Sí, la misma.

-Oh, ¡Gero! Ella es muy dulce, ¿por qué no intentás algo con ella? Te vendría bien despejarte un poco de tu trabajo.

-En primera, si hubiese querido algo con ella en este momento estaría acá, sentada junto con nosotros, bajo el glorioso título de "mi novia".- Respondió Gero a su madre. -En segunda, no es mi tipo de chica ideal.

-¿Por qué no? Es linda y amable.

-Y muy, muy atenta con vos.- Azula sonrió burlona. -Demasiado diría yo.

-Es exacto, es demasiado empalagosa.- Asintió el chico, bebiendo un poco de agua.

-¿Acaso ha pasado algo entre ustedes?- Preguntó Leonor, causando que el chico enrojeciera y se ahogara levemente. La chica soltó una risita.

-Bueno...

-¡Nada, mamá!- Se levantó de un sopetón, tomando su celular y su billetera para dirigirse hacia la puerta. Allí volteó a la muchacha. -¿Vas a venir o no? A esta hora debe de estar por llegar el vuelo de Japón.

-¡¿EH?!- Azula se puso de pie, escandalizada. -¡¿Qué no iban a llegar mañana?!

-Eso decían, pero leí hace un rato que los que van a llegar mañana son los restantes que vienen de Italia.- Comentó Gero, apoyándose en el marco de la puerta. -Ya sabés... Kojiro Hyuga, Shingo Aoi y Tomeya Akai.

-¿Y no pensaste en decírmelo antes?

Él se encogió de hombros.

-Supuse que vendrías con tiempo y justamente fué lo que pasó.- Dijo, tornándose pensativo. -Lo que no recuerdo bien es si Tsubasa vendría mañana u hoy, ya que no sé si viene de Japón o de España.

-¡Sea como sea, tenemos que irnos ya!- Exclamó ella, poniéndose de pie en un salto para luego salir disparada hacia la puerta. -¡Si viene hoy o mañana, quiero estar ahí para recibirlo!

-No te emociones mucho, él está casado.

-¿Y eso qué tiene que ver?- Volteó a su amigo, mirándolo ofendida. -Es mi ídolo futbolístico, no mi amor imposible.

-Eso espero.- Se rió él.

-Cuidense.- Les sonrió Leonor, poniéndose seria al instante para señalar a su hijo. -Todavía me debes la charla sobre Sharon.

Gero solo sonrió nervioso y se retiró del lugar junto con Azula, feliz de haber retrasado tan incómoda charla al menos por un rato.


Aeropuerto Internacional Ezeiza.

Gerónimo Belmonte había cumplido con su palabra de llevarla hasta el aeropuerto, más continuó su camino hasta quién sabe qué lugar, aunque ella podría adivinarlo.

Azula observó el ambiente. Ciertamente, el lugar estaba bastante abarrotado de personas y periodistas, entre ellas decenas de japoneses. Sin embargo, no era una cantidad abrumadora como para pensar en que una simple muchacha no podría "siquiera acercarse" a su ídolo, tal como su tía Leonor le había advertido. Ella sonrió con satisfacción al haber conseguido un buen lugar con poca gente para abordar al capitán nipón y así conseguir su anhelada fotografía.

-¿Podría decirme a qué hora llega el vuelo de Japón?- Se le dió por preguntar a un empleado que casualmente pasaba por allí.

-El vuelo de Japón llegó hace como una hora.- Respondió él, viendo su reacción y regalándole una apenada sonrisa ante ello. -Creo que llegaste un poco tarde.

Azula suspiró con aire melodramático.

-Dígame que Tsubasa Ozora no vino en ese vuelo.

-No, él va a llegar mañana.- Le informó, logrando una gran sonrisa en ella. -Primero llega el vuelo de Italia y un rato después el de España. Le recomendaría que viniese con tiempo, Tsubasa Ozora mueve bastante gente.

-¡Muchas gracias!- Agradeció feliz la muchacha. Él solo le sonrió, continuando su rumbo. -Bueno, mañana será otro día.- Dijo para sí, mientras se ponía de pie para regresar a la casa de su tía. -Espero que mañana sí le atine al horario, pese a todo ellos tienen razón: va a ser un verdadero quilombo encontrarlo en el predio de Ezeiza.

-Disculpa...- Una chica asiática se acercó a la banca en donde ella se encontraba, con una mirada de preocupación.

-¿Sí? ¿Puedo ayudarte?- Preguntó Azula, viéndola con curiosidad. Ella se sentó allí, notablemente exausta.

-¿No has visto a una mujer rubia de unos cuarenta y tantos por aquí?

-Bueno, vi a muchas.- Sonrió nerviosa, tomando asiento de nuevo. -¿Por qué? ¿Te pasó algo?

-Me dijo que era una empleada del aeropuerto y una encargada de los turistas, le dejé mi equipaje y mi cartera y hace rato que no la veo.- Respondió la joven, de cabello negro y lacio, con una coleta alta. Azula la miró con una ceja enarcada, tragándose el deseo de regañarla por tal descuido solo por tratarse de una desconocida. -No me mires así, por favor. Ahora me di cuenta de lo ilusa que fuí, pero supongo que es algo tarde para eso.- Dijo entonces, soltando una risita nerviosa.

-Bueno, bienvenida a la Argentina.- Fué lo primero que atinó a decir la castaña, estrechándole la mano. -Creo que tengo que decirte la verdad: no vas a volver a ver tus cosas. Esas personas son ratas escurridizas y cuando encuentran una inocente y linda palomita como vos, la engatusan, le roban y se van lejos.

-Gracias por lo de linda.- Suspiró, intentando mantener su sonrisa activa. -Soy Yukiko.

-Azula. ¿Tenés algún plan B, Yukiko?

La asiática negó.

-¿Puedes prestarme tu celular para realizar una llamada?

-Sí, claro.- Retiró la contraseña y se lo entregó. Inmediatamente Yukiko escribió un número, volvió a suspirar y llamó, iniciando la conversación en lo que parecía ser japonés. -Tomate tu tiempo.- Le dijo, dándole privacidad.

Unos diez o quince minutos después, la chica regresó mostrando una cara de total resignación. Tal pareciera que del otro lado la habían regañado duro por lo ocurrido.

-¿Sermón?

-No, no. Le avisé a mi hermano sobre lo que pasó. Él llegará mañana.

-¿Ah, sí?

-Estaba muy preocupado.- Sonrió nerviosa. -Le dije que por lo menos me había guardado mi documento y mi billetera y que con eso podría pagar la habitación en el hotel.

-Cosa que es mentira...

-Cosa que es mentira.- Repitió, soltando un nuevo suspiro apesadumbrado. -Qué más da, eso me gano por ser tan tonta. Deberé dormir aquí, nadie murió por dormir en el aeropuerto.- Dijo, riendo. Azula frunció el seño.

-No seas tonta, no voy a dejar que duermas acá. Vamos al departamento que comparto con una amiga, a ella no le va a molestar. Total, mañana vas a tener que volver y yo también.

-¡De acuerdo! ¡Te lo agradezco mucho!- Sonrió la japonesa agradeciéndole con un cariñoso abrazo.

-Es hora de la merienda, podríamos pasar por una panadería en el camino y merendar allá, ¿no?

-No es necesario, Azula. No quiero hacerte gastar más de lo debido.

-Nada de eso, acaban de pagarme mis vacaciones.- Le sonrió, llevándosela del brazo. -¡Vamos!

Luego del vano intento de Azula por ver a su ídolo y del mal momento de Yukiko, ambas muchachas se retiraron del aeropuerto. La japonesa agradecía a la vida el haberse topado con una persona tan gentil como Azula, pues la idea de pasar la noche en un aeropuerto le resultaba incómoda e incluso peligrosa, pues sabía que una joven extranjera sola e indocumentada podría pasarla realmente mal si llegara a toparse con las personas equivocadas. Afortunadamente esa persona resultó ser lo contrario y además, mañana a primera hora llegaría el vuelo de su hermano y con este, la posibilidad de por lo menos utilizar su tarjeta de crédito para subsistir en el país.

Azula, por su lado y casi con el mismo pensamiento, agradecía el haberla localizado ella misma antes de que alguien más se percatara de su situación, pues teniendo a Leonor y a Gero tan cerca del lugar conocía varias historias con pésimos desenlaces respecto a turistas recién llegadas al país que no conocían absolutamente nada y que tuvieron el infortunio de confiar en quien no debían. Sin embargo, Yukiko ahora estaba bajo su cuidado, al menos hasta que su dichoso hermano se hiciera presente.