Era un día como cualquier otro. Las hermanas Loud jugaban o se entretenían con lo que siempre solían hacer: Lily dormía, Lisa hacía sus experimentos, Lola evitaba que Lana la ensuciara, Lana procuraba ensuciar a Lola, Lucy escribía un poema, Lynn jugaba fútbol fuera de la casa, Luan le contaba chistes al señor Cocos, Luna tocaba su guitarra, Leni leía una revista de modas, y Lori chateaba con Bobby. Lincoln era el único que no estaba haciendo algo normal. En lugar de leer sus cómics de Ace Savvy, Lincoln estaba simplemente acostado en su cama, perdido en sus pensamientos.
No podía dejar de pensar en ello. Aunque en retrospectiva, no era una sorpresa que así fuera.
Estaba tan sumido en su propia cabeza, que ni siquiera notó que su madre había entrado a su cuarto, y que le estaba hablando.
- ¡...coln, Lincoln! -le gritaba su madre.
- ¿Qué? ¿Eh? ¡Ah! Hola mamá, perdón, no estaba poniendo atención.
- Sí, ya me di cuenta -dijo la señora Loud, con un matiz de sarcasmo en su voz- ¿Qué te sucede? Casi nunca estás así de distraído. ¿Te pasó algo?
- No. No, en realidad no, pero no dejo de pensar en ello -dijo Lincoln, de forma algo misteriosa.
- ¿De qué se trata? -le insistió su madre.
Lincoln no contestó. Pero como cualquier madre, la señora Loud intuyó rápidamente la razón.
- ¿Es sobre... Ronnie Anne, cierto? -Lincoln se limitó a asentir lentamente con la cabeza.
Hacía solo unos días desde que Ronnie Anne se había ido a vivir con sus familiares los Casagrande, lejos de Royale Woods, lejos de los Loud, lejos de Lincoln. La idea de que se separaran jamás había cruzado la mente del chico, y ya se daba cuenta de lo mucho que le hacía falta alguien como Ronnie Anne en su vida.
- La extraño -balbuceó Lincoln, con lágrimas en los ojos.
- Ay cariño, lo siento tanto -la señora Loud abrazó fuertemente a su único hijo- Pero aún puedes hablarle, ¿no es así?
- Pues sí, pero no es lo mismo, en serio quiero que esté aquí, a mi lado... Ni siquiera pude decirle lo que realmente siento...
La pena en su voz era tal, que incluso a su madre estuvieron a punto de salírsele las lágrimas.
- Mi vida, si hay algo de lo que estoy segura, es de que ella te extraña igualmente. Si hay alguien a quien ella le hubiera abierto su corazón, ese habrías sido tú, Lincoln.
La más tímida de las sonrisas asomó en el rostro del chico.
- Gracias mamá -susurró Lincoln.
La señora Loud estuvo un rato acariciándole el pelo a su hijo, cuando oyó a unas de sus hijas peleándose en el piso de abajo.
- ... ¡señorita Betsy tiene que mantenerse conmigo, no quiero que la manches con tus animales Lana!
- Pero ya viste a Brinquitos, en serio le gustó tu muñeca, deja que se quede con ella, ¡por favor!
- ¡Aléjate Lana, es mía!
- ¡Lola espera!
La señora Loud suspiró.
- Lo siento Lincoln, tengo que detenerlas ahora.
- Sí, está bien mamá, lo entiendo.
Le dio un último beso, agarró el cesto de la ropa sucia (que era la razón por la cual había entrado en primer lugar), y se marchó, cerrando la puerta al salir.
Lincoln solo se quedó ahí en su cuarto, atrapado en su propia melancolía. No había nada que pudiera distraerlo de la decepción y el dolor que le causaba la partida de la mejor chica que había conocido. Claro, era ruda, algo grosera, aventada, y poco femenina, pero la manera en que ellos dos se llevaban, cómo ella siempre se volvía mejor persona cerca de Lincoln, que ella se abriera solamente con él, llevó a Lincoln a enamorarse de ella como no lo había hecho nunca con nadie más. De esa manera, Lincoln terminó pasándose horas en su habitación, tratando de olvidar su dolor. Pasó un buen tiempo antes de que alguien volviera a visitar su habitación, pero ahora Lincoln ya estaba lo suficientemente atento para oírlo.
Toc toc toc.
- Adelante -dijo Lincoln, desganado.
Sus ojos enfocaron a Lori, quien se sentó junto a él.
- Lincoln, mamá me dijo sobre lo que te pasa, y sobre cómo te sientes -comenzó la mayor, con cautela.
Esperó a que su hermano dijera algo, pero Lincoln permanecía en silencio.
- Escucha, a mí también me duele que se hayan ido. Bobby y yo llevábamos saliendo por casi dos años, y verlo partir hace que me duela el corazón. Yo entiendo cómo te sientes.
Silencio.
- Pero también quería decirte que, si te sientes mal, no solo me tienes a mí. Toda tu familia te quiere, y queremos que seas feliz. Cuentas con todos nosotros. Te queremos Lincoln. No importa el dolor en el que te encuentres, siempre nos tendrás a nosotros para apoyarte.
Lincoln por fin levantó la vista, y vio a su hermana mayor. Aunque tenía los ojos un poco rojos, la sonrisa de Lincoln era sincera. Luego pensó en lo amplia que era su familia. Escuchó unas risas afuera, por lo que se acercó a la ventana para poder ver mejor. Vio a Lana y a Lola jugando con la muñeca Betsy, y a la rana Brinquitos, las gemelas jugando juntas y sin pelearse. Leni jugaba con Lily. Luna se reía con Luan. Lisa admiraba los juegos de Lynn. Incluso Lucy esbozaba una pequeña sonrisa.
Lincoln las vio, y se sintió un poco mejor mejor.
- Es cierto -pensó- No estoy solo, mi familia aún está aquí, y los quiero a todos.
Volteó a ver a su hermana, sonriendo.
- Gracias Lori, es justo lo que necesitaba oír. Te quiero.
- Y yo a ti, hermanito.
Se abrazaron. Lincoln ya se sentía mucho mejor. Dejando a Lori, salió de su cuarto y se puso a jugar con las demás.
Al siguiente día, Lincoln lucía mucho mas recuperado. Su mejor amigo Clyde lo ayudó más que nadie, aunque eran más consejos de la doctora López que suyos propios. Aún así, el albino se lo agradecía de todas maneras. También fueron a jugar con los videojuegos y a leer cómics. Todo marchaba bien.
Llegó otro fin de semana, y Lincoln bajó a desayunar. Su mamá estaba haciendo unos panqueques con chispas de chocolate dentro. Estaban deliciosos. El resto de sus hermanas bajaron en cuestión de minutos. Todas se pusieron a hablar entre ellas, aunque solo una se dirigió a Lincoln.
- Oye Lincoln, ¿me puedes ayudar con mi práctica de hockey? Tengo un partido el martes -le preguntó Lynn.
- No lo sé, nunca he sido muy bueno patinando -dudó Lincoln.
- Ay, no seas modesto Lincoln. Las últimas veces incluso te salían los pasos cruzados, y ningún novato puede hacer eso -prosiguió Lynn, tratando de animar a su hermano.
- Aún así, no soy bueno en el hockey.
- Pero sí eres bueno como portero, y eso es lo que necesito que seas hoy.
Como Lincoln no estaba muy convencido, Lynn puso ojos de cachorrito a la vez que decía con una voz mucho más infantil:
- ¿Siiiiiiiii?
- Está bien -se rindió Lincoln. No soportaba ver a ninguna de sus hermanas suplicar de esa forma.
De modo que después de desayunar, ambos se dirigieron a su escuela, donde Lynn practicaba con asiduidad. Lincoln no estaba muy seguro de sí mismo; dudaba que realmente le sirviera de ayuda a Lynn, pero decidió al menos intentarlo. Ya tenía todo el equipamiento listo, su casco y su uniforme, por lo que se dirigió a la cancha. Lynn aún no estaba ahí. Lincoln se tomó su tiempo y calentó un poco. Se puso a patinar para irse acostumbrando a la cancha. Agarró su bastón, y comenzó a manejar el disco de forma muy básica, pero bastante aceptable. Ya le comenzaba a agarrar el truco, cuando Lynn llegó.
- ¿Listo, Lincoln? -le preguntó su hermana, emocionada.
- Sip, todo listo -respondió Lincoln.
Pasaron unas horas jugando. Lincoln intentaba por todos los medios evitar que Lynn se acercara a su portería, pero era difícil. Lynn regateaba como una profesional, aunque después de un tiempo, el juego de Lincoln mejoró.
Ya había pasado el mediodía cuando decidieron parar. Ambos tomaron varios vasos de agua antes de volver. Tomándose todo con calma, los dos se cambiaron y volvieron a su casa.
- ¡Muy bien, Lincoln! -le decía Lynn- Has mejorado mucho desde la última vez que practicamos, realmente te estás volviendo bueno.
- Viniendo de ti, ese es u gran elogio -dijo Lincoln, al tiempo que se sobaba el brazo que le dolía. Sin embargo, era esa clase de dolor que uno siente cuando sabe que ha dado todo su esfuerzo: satisfactorio.
- Gracias Lincoln, en serio me ayudaste hoy. Eres muy bueno... Un gran hermano -le sonrió la deportista.
- Gracias Lynn, tú también -le sonrió a su vez el peliblanco.
Luego Lynn hizo algo que casi nunca había hecho: abrazó a Lincoln. Éste se sorprendió, pero se sintió complacido. Devolvió el abrazo. Lynn no parecía querer romper el abrazo, así que Lincoln se separó suavemente.
- Bueno, ya volvamos. Estuvimos mucho tiempo fuera.
- Ok -se limitó a decir Lynn.
Siguieron hablando hasta que llegaron a su casa. Comentaron todo lo que habían hecho ese día, recordando con gozo cada buena jugada que realizaron. Estaban tan absortos en su conversación, que la residencia Loud apareció ante ellos mucho más pronto de lo que esperaban. Cuando entraron, vieron que su padre, el señor Loud, estaba acabando de hacer la comida. Cuando cruzaron la puerta, su padre los saludó.
- Ya era hora, niños -les dijo- Hoy sí que se tardaron mucho. Vengan, pongan los cubiertos, pues la comida ya casi está lista. Les fascinará mi exquisito gulasch, con carne de res incluida. Corran, que su madre está a punto de llegar.
Obedecieron. Y en efecto, no tardaron en escuchar a la señora Loud cerrando la puerta de Vanzilla. Por el ruido, suponían que venía de recoger a las demás hermanas de sus diversas actividades.
- Te lo he dicho un millón de veces, Lisa, no hagas tus experimentos fuera de casa -la reprendió la señora Loud.
- Las condiciones tanto físicas como ambientales presentadas eran las adecuadas para la manutención del contenedor de una cría, producto de un Gallotia simonyi. Fue evidente que el utensilio que se rellena de óxido de silicio era el método idóneo para continuar con la investigación.
- Creo que quiso decir que el arenero era el mejor lugar para cuidar del huevo de lagarto que encontró -dijo Lori con voz aburrida.
- Efectivamente, hermana mayor. El hecho de que un espécimen se encuentre tan lejos de su hábitat natural es totalmente increíble. Requería de toda mi capacidad cerebral.
- Sí, sí, como sea. Literal es una de las cosas más raras que has hecho hasta ahora.
- Vamos, Lori, no pasa nada -dijo Lana- De seguro será una tierna lagartija. Luego crecerá y crecerá, hasta superarnos de tamaño.
- ¡No! -chilló Lola- Ya tenemos suficiente con tus animales de tamaño normal, no necesitamos algo más grande.
- Sí, no queremos a ningún Godzilla de verdad. Jajaja, ¿entienden? -bromeó Luan. Todos suspiraron, exasperados.
- Jajaja, muy bueno hija -dijo el señor Loud- Pero no es tiempo para bromas. Ya es hora de comer. Vamos, niñas, vayan y preparen la mesa, el gulasch está casi listo.
Pronto, la familia Loud degustaba un delicioso platillo. La comida sabía mucho mejor estando con la gente que quieres. Lincoln estuvo hablando con Lynn sobre el entrenamiento que hicieron. La veía bastante contenta. Cuando acabaron de comer, Lincoln se fue a descansar a su habitación, ya que había sido una larga mañana.
Nadie lo molestó por un tiempo. Como ya no tenía tarea que terminar de último minuto, leyó a Ace Savvy por un buen rato. No fue sino hasta muy tarde que alguien tocó a su puerta.
Toc toc toc.
- Adelante.
- Hola, Lincky -era Leni, con su habitual sonrisa en el rostro- Oye, quería saber si me puedes ayudar a hacer un nuevo traje para hombre que me encargaron. Mi amigo Isaac dice que buscó por todas partes un traje para su hermano, pero no quedaba ninguno. Su hermano tiene tu edad, y eres el único que tiene una talla parecida a la suya. ¿Puedes ayudarme? ¿Siiiii? -suplicó Leni, mostrándole una amplia sonrisa.
- Está bien -aceptó Lincoln, sabiendo que no iba a poder disuadir a Leni de lo contrario.
Leni soltó un gritito de emoción y guió a su hermano a su propio cuarto. La única que estaba en esa habitación era Lori, quien estaba entretenida hablando con sus amigas. No le prestó la más mínima atención ni a Leni ni a Lincoln, pues su proyecto final estaba en peligro.
La modista le pidió al peliblanco que se quedara parado en un banco que estaba completamente preparado para la ocasión y le dijo que se quedara quieto, que ella se encargaría del resto.
Leni empezó a tomarle las medidas a Lincoln. Le medía los brazos y las piernas, la distancia del hombro al codo, de ahí a la muñeca. El ancho de los hombros, el ancho de sus caderas, alrededor del cuello.
Cuando Leni terminó, empezó a coser tela alrededor de Lincoln, procurando no lastimar a su hermano. Usando las medidas que había tomado, la modista se puso en acción. Pasaron casi dos horas. Lincoln estaba cansado de estar de pie en la misma posición. Cuando Leni por fin terminó, Lincoln tenía sus extremidades agarrotadas, pero por lo menos ya podía moverse.
- Ok, Lincky, ya está todo. Ya solo falta que lo haga con el material de verdad, ponerle algunos adornos y el color, pero eso puedo hacerlo sola. ¡Gracias, muchas gracias!
Le dio un breve abrazo a su hermanito, y se puso a trabajar. Lincoln se fue a su cuarto, con la intención de echarse una bien merecida siesta. Su zapato tenía una aguja desatada, por lo que se paró a atársela.
- Hola, Lincoln -dijo repentinamente una voz.
El albino casi estaba acostumbrado a que ocurriera, pero aún así dejó escapar un ligero grito de sorpresa al ver a Lucy, quien, como siempre, aparecía de la nada.
- Ah, hola, Lucy. ¿Qué ocurre?
- Necesito de alguien que escuche mi nuevo poema. Haiku y yo estamos leyendo una nueva novela de vampiros.
- Este... No lo sé, Lucy. A veces no entiendo lo que intentas decir con tus poemas.
- Tranquilo, esta trata sobre amor, algo que tú conoces bien.
Era cierto, Lincoln ya conocía al amor, y todas las esperanzas y penurias que podía causar.
- De acuerdo, pero que no sea muy largo, ¿ok? Este día fue muy agotador para mí.
- No te preocupes, creo que solo me tardaré unos minutos.
Lincoln entró a su cuarto y se acostó, seguido por Lucy. La gótica sacó un papel que tenía consigo. Lo acomodó, se aclaró la garganta y se puso a leer.
Detengan a mi bello, confundido, moribundo y estúpido corazón,
que no hay nada que me duela más que esta tonta ilusión.
Este buscarte para obtener el amor que solo tú me puedes dar,
pero obtengo en cambio un pozo lleno totalmente de oscuridad.
¿Por qué no puedo estar a tu lado, si esa otra ni esfuerzo parece hacer?
Mis acciones han fracasado en nuestra relación intentar hacer florecer.
¿Cómo hago para que mi existencia ya no viva por ti?
Si el veneno que me causa me corrompe todos los días hasta el fin.
Entregaste tu alma a esa mujer que no te merecía.
Y yo que hice de todo, ya que por ti yo vivía.
En el fondo sabía que este amor prohibido jamás iba a funcionar.
Siendo yo una simple oveja, mientras que tu un horrendo chacal.
Esa loba que con todos sus encantos te dominó,
entre semejantes se atrajeron, y la pareja su camino siguió.
El mejor depredador se quedó con la hembra más deseada,
y la pobre oveja se quedó al final sin nada.
El popular líder salió con la chica más hermosa,
y la tímida se limitó a escribir lo que sentía en prosa.
Lucy bajó la hoja y se calló. Lincoln se mantuvo unos instantes en silencio. Suspiró.
- Lucy, la oveja eres tú -no era una pregunta.
La gótica bajó la cabeza. Unas lágrimas resbalaron por su rostro. Lincoln sabía cómo se sentía Lucy. Decir que su hermana estaba triste era quedarse corto. Estaba completamente devastada. La atrajo hacia sus brazos, y la apretó con fuerza. No hablaron. No hacían falta las palabras. El mero hecho de que estuvieran ahí era suficiente. Lucy se tomó su tiempo en dejar de llorar. Ya se hacía de noche cuando Lucy finalmente se separó.
- Lucy, escúchame.
Ella se separó su cabello negro como el azabache para mirar bien a su único hermano. Sus grandes ojos violetas brillaban a causa del llanto. Lincoln entendía que tenía que ser el pilar de soporte para su hermana, así como Lori lo había sido para él. Después de todo, cuidar de tus hermanos menores es el trabajo del hermano mayor.
- Lamento mucho que haya pasado esto, pero tienes que seguir adelante. Ese chico no te merecía. Y si debo de ser sincero, no entiendo como no pudo notar a una de las mejores poetas y escritoras de Royal Woods.
Lucy sonrió ligeramente. Sus lágrimas aún salían de sus ojos, pero al menos aún era capaz de sentir paz.
- Créeme, llegará el día en que conozcas a alguien que te valore y te ame, tal y como eres. Y mientras aún no llegue ese día, aquí estamos para ti. Tienes a mamá y papá. Tienes a nuestras hermanas. Me tienes a mí.
Lucy se enjugó sus lágrimas. Y volvió a sonreír un poco.
- Gracias, Lincoln. Eres el mejor hermano de todos. Sabía que podía contar contigo para hacerme sentir mejor.
Se abrazaron. Las hermanas escucharon todo lo que ocurrió. Casi todas se sintieron felices de como Lincoln había solucionado todo eso. Pero había una de ellas que sintió algo muy extraño.
Cuando se enteró de que Ronnie Anne se mudó lejos, esta hermana se sintió prácticamente aliviada. Consolar a Lincoln era su propia felicidad. Ver cómo le sonreía a ella le calentaba el corazón. Sentir sus ojos clavados en los suyos la ponía nerviosa y contenta. Sentir sus brazos rodeándola y sujetándola, mientras ella le acariciaba el cabello la hacía sentirse completa. Cuando Lincoln se iba, ella se sentía vacía. No sentir su presencia la dejaba atontada. No verlo por mucho tiempo la hacía sentir preocupada. Quería estar con él, escuchar su respiración, anhelaba sentir los latidos de su corazón. Quería tocarlo, quería abrazarlo. Ansiaba la sensación de los labios de ambos rozándose suavemente hasta superar la intimidad y pasar la noche juntos, solo ellos dos. Con dormir a su lado bastaba para que ella estuviera feliz.
Cuando Lucy abrazó a Lincoln y todas sus hermanas se alegraron, ella sintió celos. Lucy, que solo había ido a ver a Lincoln para solucionar su problema, ahora era la más cercana a él. Una situación así se compartían únicamente con los seres más queridos. Espera. ¿Celos? ¿Tocar? ¿Abrazar? ¿BESAR? ¿A SU PROPIO HERMANO?
- ¿Qué me está pasando? -le susurró L. Loud a la oscuridad.
