Quien soy

No lo hagas…

Pero ella lo hizo.

El cielo se tornó oscuro a la vez que la usual sonrisa del mazoku se esfumó. Los ojos amatistas estaban fijos hacia la hechicera que terminaba de recitar el hechizo más poderoso jamás creado.

—¿De verdad estás dispuesta a llegar a estos extremos, Rina?

Y la esfera de energía opaca y flotante apenas se mantenía estable por encima de la fémina; destilaba un poder escalofriante, aplastante y abrumador. Absorbía todo el poder de quien había invocado, una vez más, al Caos.

Qué gran deja vú estaba teniendo. Porque no hace mucho él acababa de sentir esa misma sensación que abarcaba la infinitud.

—La Biblia de Claire te mostró lo que es capaz de hacer el Giga Slave —prosiguió el demonio—. Tú misma ya lo experimentaste en carne propia. Si invocas ese poder, significa que ella te pedirá algo a cambio. La anterior vez tuviste suerte, pero no sabes lo que podría quitarte esta vez.

La hechicera lo escuchaba, con una claridad perturbadora y absolutamente fascinante. Y eso, debía admitir, la aterraba hasta las entrañas. La esfera absorbía sus energías a un nivel que no entendía cómo es que podía permanecer de pie. Pero con eso también vino cierto conocimiento que solo se le otorgaba cuando estaba en ese semitrance. Y, aun así, la razón por la cual había llegado a esos extremos no desaparecía de su consciencia.

—¿Y qué querías que hiciera? —habló ella, con una voz firme, altiva, solemne. Rina era y no era ella. Era la otra. Era él: el Señor de las Pesadillas—. Te dije que no me siguieras más. —Rayos dorados comenzaron a emerger de la esfera. Los cabellos de Rina se volvían dorados—. Sé lo que hiciste. Sé por qué lo hiciste. Y créeme, no permitiré que se repita. Esta vida es mía, de nadie más. Mi deseo predomina, es por eso que soy quien soy. Lo que soy. Vivo a mi manera —Dio un paso. Sentía que el cuerpo le pesaba el doble—. ¿Creíste que al casarme iba a renunciar a todo? ¿Quién te crees que soy? Yo soy Rina Inverse. No te han ordenado nada, Xeros. No quieras adelantarte a los hechos. Seguiré mi camino junto a Gaudy sin importar nada más. Y el día que tengas un verdadero motivo para venir por mí te enfrentaré con mi esposo. Si haz decidido que ese día es hoy entonces esta es mi respuesta. —Dio otro paso. Más rayos dorados que amenazaban al demonio nacieron del poder invocado.

Xeros permaneció en silencio. Aunque no lo mostraba, estaba sorprendido de que pese a llegar a ese nivel de invocación, ella siguiera casi perfectamente consciente de quien era y lo que quería en comparación de cuando había peleado contra Fibrizzo y solo había desesperación y pánico en esos ojos.

El aire quemaba.

—¿No crees que la que se está adelantando eres tú? —repuso.

—Déjame en paz, Xeros.

Y, sin embargo, ahí seguía él. En ese mundo y en muchos otros. No quería volver a matarla como lo había hecho antes, por eso se le había presentado incontables veces insistiéndole que viviera pacíficamente como muchos humanos normales hacían luego de unir su vida con la de alguien más. No obstante, eso no había cambiado para ella. Rina seguía explorando el mundo junto a su guardián, seguía buscando recompensas, buscando aventuras y matando demonios. Hasta el momento no eran demonios de status importantes, pero él sabía que pronto llegaría el día en que se cruzaría camino con alguno de ellos. Había muchas formas de revivir a Shabranigudú y era lo que muchos demonios querían, incluida Zellas. Si Rina continuaba de esa forma, su ama le daría la orden que él no querría ejecutar, pero que no tendría otra opción más que cumplir. Por eso es que cuando se dio cuenta que Rina seguía a las andadas Xeros decidió detenerla, acosarla para que desistiera de esa peligrosa vida. Empero —ahora se lo preguntaba—, ¿esa era realmente la verdadera razón por la cual la seguía? Se sintió estúpido por primera vez en su vida. Rina siempre hacía lo que quería sin importar nada. Ella era libre, intrépida y aventurera. Por eso le atraía al extremo de hacerle sentir eso que los demonios no sentían. Entonces, la respuesta era bastante simple en realidad.

Solo quería verla.

A ella, que era y no era la que él había matado, que era y no era la misma que visitaba en otras realidades.

Porque ella le daba diversión a todas sus misiones. A toda su entera existencia.

—Lo siento, querida Rina. —Volvió a cerrar los ojos y a sonreír como siempre. Alzó una mano y mostró el dedo índice moviéndolo de un lado a otro para negar algo de manera lúdica y descarada—. Eso nunca va a pasar.

Acto seguido, el demonio embustero desapareció. Y luego de que Rina logró revertir el poder que casi consumía al mundo, quedó completamente ofuscada.

Ni siquiera invocando al Señor de las Pesadillas lograría entender a ese demonio.

FIN.