Un Ego Demasiado Grande


Pareja : Armando x Daniel ( unilateral )

Etiqueta : 15+

Mundo : Yo soy Betty, la fea (Sin cañón — Alterno)

Personajes : Varios.

Estatus : Completo - One Short


Viñeta : En un mundo donde los sentimientos de Marcela y Armando nunca llegaron a trascender la hermandad, puede ser que el interés amoroso de Armando cambie, pero no de familia. Donde un Daniel sigue siendo Daniel , bueno, no creo que pase mucho.


Cuando lo vi por primera vez, nunca imagine que llegaría un día donde no pudiera leer, lo que se ocultaba detrás de esos ojos. Cuando llegué a compartir casa con él, nunca imagine, que fuera solo para descubrir lo odioso que una persona pudiera llegar a ser. Tampoco imagine, que cuando mamá llevará a casa a los tres chicos, con los cuales siempre disfrutaba pasar mis vacaciones, sería el inicio del final de mi relación con mi mejor amigo, con el hermano que nunca tuve, con el chico que poco a poco , miraba como un héroe.

—Armando, tenemos que irnos ya.

La voz de Marcela me saca de mis pensamientos. Tenemos que ir al aeropuerto, ya que tanto su hermana, como el odioso de su hermano mayor, llegan para la boda.

Marcela junto a María Beatriz, son como mis pequeñas hermanas. Mamá un tiempo soñó conque me casará con Marcela, pero eso nunca ocurrió y además, la sorpresa fue que Mario Calderón llegó a ella de ese modo, mi mejor amigo, esta en la cuerda floja con todos. Los Valencia y los Mendoza.

Papá ama a Marcela, como la hija que nunca tuvo.

Mamá ama a Marcela, como la hija y la (aunque nunca se haga realidad) nuera que siempre soñó.

Incluso la insufrible de Patricia, la mejor amiga de mi hermana, esta en el barco del " insoportable " y claro que Marcela nunca le dice nada. Grandes amigas, no se porque.

—¡Armando me estas prestando atención! Llegaremos tarde, apúrate.

—Ya mujer. Ellos no irán a ninguna parte.

—Daniel no estará feliz, y María Beatriz tampoco. Ya sabes como es ella.

Sí, saber como era la menor de las Valencia, era un dolor de cabeza, pero saber como era el mayor de ellos, era realmente aterrador. Daniel nunca fue bueno expresando lo que quería. Nunca dijo realmente lo que amaba. Cuando los padres de ellos fallecieron, él se cerro dentro de un caparazón, un duro y fuerte caparazón.

Ni mis mejores bromas (cuando éramos niños) funciono para hacerlo reír. Cuando Marcela anuncio su boda con Mario, él me miro, con sus ojos grandes y una sonrisa torcida. Fue la primera vez, en mucho tiempo, que me miró, solo a mi.

—Llegamos.

Marcela casi gritó en mi oído y solo dejo que detuviera el carro y salió de el como nunca la había visto. Sonreí de verdad. Yo también quería correr y ver a la chica más loca que conocía y ver al hombre de cara más sería que llegaría a conocer.

Camine despacio hasta que vi a Marcela levantando los brazos para llamar la atención de sus hermanos.

—Ya era hora. Nunca volveré a confiar en ti. —La voz de Daniel me sacudió internamente. Su voz tan clara y en el tono bajo que le encantaba usar. Él sabía lo que esa voz provocaba, claramente lo sabía.

—No te ibas a perder, Daniel. —Reclame, solo con la intención de comenzar nuestras discusiones habituales. Era la única forma que sabía tratarlo ahora.

—Armando, eres el chofer. Ya veo.

—¡Basta los dos! Es un día para celebrar.

María Beatriz nos arrastro por todo el aeropuerto, hasta que llegamos al auto, al final la misma María tomo las llaves. Llego al primer centro comercial y volvió a arrástranos por cada tienda.
El coche se llena de bolsas de tiendas de boda y una que otras más de marcas de chica fanáticas de las compras.

Los pucheros que —según la misma Marcela dijo que hice, pero no hice, dejaron a unas chicas muertas de la risa ya un Daniel confundido. Pero no imaginaba mi tarde con los hermanos Valencia fuera tan agotador.

Al final solo me quedo el consuelo de la risa egocéntrica de Daniel y las campanillas de María Beatriz en mis oídos.

Ya que en la soledad de mi cama, es lo único que vienen a mi mente. Y llegar a la conclusión falta tener un un ego demasiado grande, para poder llegar a Daniel Valencia, y destruir ese caparazón en su corazón.