Ningún personaje me pertenece. La historia fue hecha para entretener.

Que estén bien.

Un día como cualquier otro

A Zenko le gustaban las sonrisas de Sumiko, le transmitían calidez e iluminaban sus días cuando las veía, más en esos momentos en los que se sentía poca cosa. Solo bastaba una de aquellas brillantes sonrisas dirigidas a su persona, un fuerte abrazo, un beso en los labios y lograba sentir que podía seguir peleando un poco más, que quizás no era un caso perdido si tenía de pareja a una persona tan brillante y hermosa como Sumiko.

- Eres muy linda Zenko.

Le decía la joven de cabellos rojizos mientras la abrazaba con cariño.

- Te quiero mucho Zenko.

Le susurraba en el oído todas las veces que podía sabiendo lo que aquello causaba en su ser.

- Estoy feliz de que nos conociéramos Zenko.

Seguido de otra sonrisa brillante e iluminadora.

Si, definitivamente le gustaban las sonrisas de Sumiko, mas aquellas dedicadas solo a su persona y de las que parecían ser aún más hermosas y brillantes a las normales logrando con ello que esa calidez se extendiera por todo su cuerpo y ser.

Por desgracia no siempre podían estar juntas, primero porque Zenko estaba en su primer año de universidad y Sumiko en su último año de preparatoria. Tal vez no parecía ser un gran problema, pero a eso se le agregaban sus clases de shamisen y que su novia debía trabajar en la pastelería familiar, además de prepararse para los exámenes de admisión a la universidad.

Sumiko le había dicho que deseaba entrar a la misma de Zenko y que por eso se estaba esforzando el doble. Solo pudo sonrojarse y abrazarla con fuerza en respuesta, porque aquella muchacha siempre la dejaba sin palabras.

Así que debido a aquellas cosas y otras más su tiempo era un tanto limitado, pero no por ello insuficiente o desaprovechado.

Hacían lo posible para verse al menos una vez a la semana, pero siempre se escribían o llamaban en el día para escuchar la voz de la otra.

- Tu voz me da fuerzas para continuar. – Le admitía Sumiko con las mejillas sonrojadas y ojitos brillantes.

Besarla era la mejor respuesta que se le ocurría ante comentarios de ese tipo.

Ambas hacían lo posible para cumplir sus metas y estar juntas en lo que se pudiera. Sus familias también eran bien comprensivas en lo que se refería a su relación.

- Mamá quiere invitar a tu abuelo y Kaigaku a cenar el sábado ¿está bien?

- Mi abuelo seguro que va, del idiota no sabría decirte.

Ambas reían ante aquellos comentarios.

- Por cierto, he escuchado de varios secuestros en la ciudad vecina, deberías llevar algo para protegerte. – La mirada preocupada a su persona no se hizo esperar.

- Sumiko, creo que sería la última persona a la que alguien le echaría el ojo para secuestrar.

- Eso es una tontería, eres muy hermosa. – La muchacha se acercó lentamente mientras le sonreía con coquetería. – Yo lo haría su pudiera.

- Es que tú tienes mal gusto.

- ¡Claro que no! ¡Mi Zenko es preciosa! – Las mejillas infladas y sonrojadas solo la hacían quererla más.


Cuando las clases de shamisen cambiaron de horario no evitó preocuparse un poco al respecto ya que saldría bien tarde y el lugar quedaba algo alejado de su casa. Rápidamente le preguntó a su hermano si podía ir a buscarla esos días, el muchacho solo rio con burla dándole a entender que no lo haría.

Sumiko escuchó por teléfono sus preocupaciones y le preguntó por el nuevo horario de aquel curso del que no dudó en responder. Al cortar la llamada suspiró con resignación, no le gustaba caminar sola tan noche, pero era una adulta y a veces había que hacer cosas desagradables para conseguir lo que se deseaba. Se dio fuerzas y comenzó a mentalizarse para hacerlo. ¡Ella podía! ¡Claro que podía!

Ver a Sumiko a la salida de su clase fue algo que la sorprendió por completo. Rápidamente corrió al lado de la muchacha solo para recibir una dulce sonrisa.

- Seguro que ningún idiota se atrevería a hacer algo si somos dos y tengo algo que podría ayudarnos si alguien se pasa de listo. – Le guiñó el ojo con una sonrisa mientras le mostraba una linterna que se transformaba en electroshok.

Zenko la abrazó con fuerza porque realmente amaba a esa muchacha y todas las cosas que hacía por ella. Nunca pensó que harían algo así por su persona, pero no podía evitar preocuparse por otras cosas.

- ¿Pero hasta donde me acompañarás y como te devolverás? – Porque, aunque la muchacha tuviera aquel aparato, la preocupación no desaparecería tan fácilmente. Por su parte Sumiko le sonrió con autosuficiencia.

- Claro que pensé en eso. Te acompañaré hasta tu casa.

- ¿Y tú?

- Nezuo me irá a buscar y luego caminaremos juntos a casa.

- Oh… - Definitivamente el hermano menor de su novia era un buen joven, nada en comparación a Kaigaku que solo se burló de ella.

- Así ambas estaremos bien.

- Gracias, de verdad.

Sumiko le tomó la mano y le besó la mejilla.

- Lo que sea por mi linda novia.

- Me malcrías mucho ¿sabes?

- No me importa.

Se besaron y luego comenzaron a caminar aun tomadas de la mano.

Zenko sentía nuevamente aquella calidez en su ser ante aquellas acciones tan amorosas por parte de su novia. Definitivamente era una persona afortunada y seguiría esforzándose para seguir con sus sueños.


Los días fueron pasando con tranquilidad, la rutina entre la universidad, las clases, su relación amorosa y social fue balanceándose de tal modo en que las cosas ya se encontraban en un buen equilibrio.

Lo mismo se aplicaba para su novia.

Al fin podían volver a tener aquellas citas que tanto les gustaban y que por meses tuvieron que posponer debido a responsabilidades mayores.

Sabían que deseaban un futuro juntas y estaban construyéndolo, pero la distancia les dolía y no podían evitar extrañarse.

Por suerte las cosas estaban mejorando y ahora disfrutaban de aquella cita que tanto habían extrañado.

Fueron al zoológico y luego a comer helado. Estuvieron todo el día de la mano y poniéndose al día con cosas que ambas decidieron guardarse para esa fecha, se besaron sin recibir críticas o muchas miradas curiosas.

Realmente había sido una gran cita.

Aún mantenía la sonrisa de idiota mientras llegaban a la entrada de su casa junto a Sumiko, aunque su novia tenía la misma sonrisa en aquel bello rostro.

- ¿Te gustaría entrar a cenar? – No evitó preguntar deseando poder estar un poco más con su amada.

- Me encantaría, pero le prometí a Nezuo que lo ayudaría con un ejercicio.

- Supongo que es lo mínimo que se merece por siempre venir a buscarte.

Sumiko se rio y luego la abrazó con cariño.

- Me divertí mucho hoy Zenko.

- Yo también. – Respondió el abrazo sonrojada y sonriente.

- Nos vemos mañana.

Sintió aquellos suaves labios sobre los suyos y luego la vio marchar hasta perderla de vista, entró a la casa aun con la sonrisa boba de enamorada.


Era una noche tranquila en la que caminaban juntas de la mano luego de su clase de shamisen. Ambas conversaban de sus vivencias del día cuando divisó su hogar, pero no a Nezuo como otras veces.

- ¿Y tu hermano?

- Oh. – Su novia lució algo apenada. – Hoy no podía venir, esta con fiebre.

- ¿Por qué no me lo dijiste? – Le preguntó entre enojada y preocupada.

- Lo más seguro es que no querrías que viniera.

- ¡Pues claro que no!

- Entonces caminarías sola y no me agrada esa idea.

- A mí tampoco me gusta que camines sola. – Ahora una vena se estaba formando en su frente.

- Pero son pocas cuadras. – Sumiko intentaba calmarla restándole importancia al asunto.

- ¡No importa! Déjame pedirle a Kaigaku que te acompañe a casa.

- Pero…

- ¡No!

La muchacha cerró la boca y se dejó llevar hasta el interior de la casa de su novia.

- ¡Kaigaku!

El mencionado mostró su cabeza con expresión malhumorada, Zenko explicó la situación y luego le pidió si podía acompañar a casa a la muchacha.

Kaigaku levantó la ceja y luego comenzó a reír con burla.

- ¿Crees que por algunas cuantas cuadras le vaya a pasar algo a tu novia?

- Nunca se sabe.

- Ambas son feas, es obvio que no serían blanco de nada. – El muchacho movió la mano de arriba abajo restándole importancia al asunto.

- ¡Por favor Kaigaku! - Zenko solo deseaba golpear a su tonto hermano ante aquellos comentarios, pero necesitaba su ayuda y por ende debía mantener la calma.

- Estaré bien Zenko, de verdad. – Sumiko sonaba apenada y se le veía algo incómoda.

- Ves. Ni ella quiere que la acompañe.

- ¡Si te portas como imbécil claro que no querría!

- ¡Pues este imbécil no te hará ningún favor!

Kaigaku les mostró el dedo de al medio y luego regresó al cuarto por el que se había asomado. Zenko hervía de rabia ante el poco tacto de su hermano y el comportamiento de Sumiko.

- Estaré bien Zenko.

- Pero.

- Tu hermano tiene razón, no creo que alguien se fije en mi persona. – Zenko iba a protestar, porque Sumiko era preciosa, un hermoso y reluciente sol del que agradecía todos los días tener a su lado.

- Quizás si estoy exagerando las cosas. – Suspiró luego de algunos minutos y dejando que la muchacha tomara sus manos.

- Quién sabe. – Sumiko la besó. – Gracias por preocuparte por mí.

- Tú también lo haces tonta.

- Sí, pero no es lo mismo cuando lo haces tú.

Se besaron nuevamente mientras seguían tomadas de la mano.

- Te llamaré o escribiré cuando llegue a casa. – Le susurró con suavidad.

- Siempre lo olvidas. – Hizo un puchero porque era cierto, Sumiko era muy mala para anunciar sus llegadas.

- Prometo intentar recordarlo esta vez.

Ambas rieron, se besaron nuevamente y la observó desaparecer tras cerrar la puerta. Suspiró con pesar, finalmente optó por ir a discutir con su tonto hermano al actuar de aquella forma tan idiota y poco empática.

La discusión subió a tal nivel que al final el abuelo tuvo que aparecer y gritarles que se dejaran de idioteces, aun refunfuñando Zenko se fue a su pieza para preparar las cosas que tenía pendiente por hacer.

El tiempo fue pasando y antes de que se diera cuenta ya eran las once, tomó su celular buscando algún mensaje de su novia solo para encontrarlo sin cambios, suspiró para luego enviarle un mensaje.

Esperó para ver que el mensaje le llegara, pero este solo marcaba como enviado.

"Qué raro" Pensó, tal vez se le había descargado el teléfono, no era la primera vez que pasaba.

Aun así, marcó su número solo para que una contestadora le respondiera. Entrecerró los ojos viendo el aparato y luego lo dejó nuevamente en el mueble y enfocarse otra vez en sus cosas. La llamaría en un rato más cuando, de seguro, ya tuviera el teléfono cargado.

Pero no fue ella quien llamó, a la media noche su teléfono comenzó a sonar, vio la pantalla para encontrarse con el nombre de la madre de su novia. Algo en su interior se movió con incomodidad, pero optó por ignorarlo y contestar.

La conversación fue corta, pero horrible.

Kie Kamado la llamaba para saber si su hija se encontraba en su casa porque aún no había llegado. Zenko, con temor, respondió que la joven hace más de dos horas se había retirado de su casa.

- Sus mensajes no llegan y cuando la llamo solo se escucha la contestadora.

La voz de la mujer se escuchaba preocupada y Zenko se contagió con ese sentimiento y malestar.

- Voy para allá.

- No cariño, no quiero que salgas tan tarde.

- Pero… - Su pecho se apretó con preocupación y miedo.

- Tal vez no es nada, tal vez aparezca pronto.

- Tal vez, pero por favor llámeme en caso de cualquier cosa.

- Lo hará cariño, gracias.

La llamada se cortó y su pecho se apretó ante el dolor y el miedo que sentía. ¿Por qué Sumiko aún no había llegado a casa? ¿Le había pasado algo en el camino?

"Kaigaku dijo que somos feas… que nadie se fijaría…" – Pensó tratándose de calmarse porque ahora solo pasaban malas ideas por su cabeza y eso solo la incomodaba más.

Llamó a Inoko por si en una de esas Sumiko hubiera cambiado de dirección, la respuesta de la muchacha fue de negación para luego preguntar el porqué de aquellas preguntas tan raras.

A las una llamó a casa de los Kamado, Kie le respondió nuevamente, su voz trataba de sonar calmada, pero ella podía escuchar perfectamente su pesar.

- Aún no ha llegado y tampoco contesta el teléfono.

Sumiko no era de esas muchachas que pasaban a otros lados o llegaban tarde a casa sin avisar o porque si, la muchacha era lo más hogareña que podía ser y si no estaba en su casa se encontraba con Zenko.

- Voy para allá.

No dejó que la mujer le respondiera porque colgó el teléfono, rápidamente corrió a la habitación de Kaigaku para abrir la puerta de golpe.

- ¡Golpea idiota! – Recibió como respuesta, mas no le importó.

- Acompáñame a casa de Sumiko.

- ¿Por qué diablos…

- No ha llegado a casa.

Lo que sea que el muchacho iba a decir se quedó en su interior al escuchar aquella oración. Su expresión de enojo cambió a una seria y luego se levantó de la cama para tomar su chaqueta.

- Será mejor que estés bromeando o…

- …

Se dio la vuelta para avisarle a su abuelo a dónde iban, el anciano la vio con preocupación para luego decir que llamaría a algunas personas y preguntar por Sumiko. Zenko asintió en respuesta.

Kaigaku se mantuvo en silencio mientras llegaba a la casa de los Kamado, luego de algunos minutos de caminata y a punto de llegar su destino Zenko divisó a lo lejos las luces de la policía, se detuvo de golpe y su rostro palideció.

Su cuerpo tembló mientras veía a la familia de su novia conversar con los uniformados a lo lejos.

- Vamos Zenko.

Escuchó la voz de su hermano a lo lejos, provocando con ello que se moviera nuevamente.

Esto debía ser una pesadilla o una muy mala broma.

Realmente esperaba que fuera alguna de esas dos cosas.


Pero por desgracia era la realidad.

Sumiko se encontraba en paradero desconocido y nadie sabía o había visto algo de la muchacha aparte de Zenko que fue la última persona que estuvo con la muchacha antes de su desaparición.

El dolor, la preocupación, la culpa, todo se encontraba golpeando su interior en un torbellino sin misericordia impidiéndole respirar o andar.

¿Dónde podría estar Sumiko? ¿Por qué había desaparecido? ¿Habría tenido un accidente? ¿Alguien se la había llevado? ¿Por qué querrían llevársela?

Comenzó a llorar de impotencia, rabia, miedo y dolor.

Pero por sobre todo culpa. Porque no hizo que Kaigaku la acompañara esa noche, porque dejó que caminara sola ese día sin protección.

Había sido su culpa por haber tomado aquellas clases de shamisen.

- ¡Dijiste que éramos feas! – Le gritó a Kaigaku la segunda noche en que aún no se sabía nada de Sumiko.

Kaigaku había tomado asiento en su cama mientras ella se mantenía sentada observando el celular en caso de recibir algún mensaje, lo que sea de su novia.

- Yo. – El muchacho no sabía que decir.

- ¡¿Por qué no la acompañaste esa noche?!

- …

- ¡Por tu culpa ella! ¡Sumiko!

Sus lágrimas comenzaron a derramarse sin control mientras lloraba y gritaba ante el dolor y pesar que sentía. Sumiko ¿dónde estaba su Sumiko? ¿Por qué no aparecía?

Los brazos de su hermano fue el único consuelo que obtuvo al respecto y lo odiaba aún más. Porque Kaigaku no hacía esas cosas, Kaigaku no la abrazaba, mucho menos la consolaba.

- Lo siento. – Le escuchó susurrar.

- ¿Dónde está?

- No lo sé.

- ¿Por qué ella? ¿Por qué no la acompañaste?

Notó como el cuerpo del muchacho temblaba. ¿Sentiría culpa? ¿Pesar? ¿Estaría llorando?

Su abuelo entró a la pieza y los abrazó a ambos.

- No es su culpa. – Susurró tratando de calmarlos.

- Es mía. – Gritó con fuerza. – Debí haber hecho más, debí haberla convencido de quedarse o lo que sea.

- No, yo debí haberla acompañado como pediste.

- No es culpa de ustedes muchachos. – Volvió a hablar el anciano mientras le besaba la cabeza a cada uno.

Zenko se sentía tan pequeña y solitaria, tan desamparada. ¿Dónde estaría Sumiko?

"Por favor que esté bien, que no esté sufriendo"

Rogaba con todas sus fuerzas.


Por desgracia sus ruegos nunca fueron escuchados.

Al séptimo día de la desaparición de Sumiko el teléfono de Zenko sonó, lo contestó con rapidez esperando buenas noticias.

Nezuo se encontraba al otro lado de la línea, Zenko lo escuchaba con la voz cortada y ronca.

Lloró y gritó de modo desgarrador cuando el muchacho le contó que habían encontrado a Sumiko, pero que había sido tarde, porque lo que encontraron fue un cuerpo y no a la dulce muchacha de 17 años.

Kaigaku y el abuelo rápidamente llegaron a su pieza ante el escándalo solo para abrazarla con fuerza cuando lograron sacarle un poco de información.

Siguió llorando y gritando mientras se culpaba por lo sucedido.


El funeral se realizó con tranquilidad, la familia Kamado se encontraba destrozada, Nezuo al verla intentó sonreírle, pero apenas logró mover los labios.

Los dos se acercaron y se dirigieron a un rincón para hablar con tranquilidad.

El muchacho le contó como la policía llamó en la noche para avisarles que habían encontrado un cuerpo con características similares a la muchacha desaparecida. Tanto el padre como la madre rápidamente comenzaron a prepararse para ir al lugar señalado, Nezuo fue con ellos sin importar lo que estos dijeran al respecto.

Por desgracia no pudo entrar a la sala en donde se encontraba el cuerpo, pero claramente escuchó el grito desgarrador de su madre y supo con mucho dolor que habían encontrado a su hermana.

Sumiko había sido violada, golpeada y asfixiada por algún demente del que aún seguía suelto y sin rastros.

- Si tan solo ese día… - Decía el muchacho con pesar y expresión rota.

Zenko negó con la cabeza al ver la culpa en los ojos del muchacho.

- Fue mía yo…

- Niños idiotas.

Ambos muchachos se giraron para ver a Kie acercándose a su lado.

- La culpa es de ese demonio que se atrevió a tocar a mi niña. – La mujer los abrazó con cariño logrando que nuevamente las lágrimas se deslizaran por sus mejillas. – Nunca ha sido y nunca será culpa de ustedes.

Susurró la mujer temblando, con lágrimas, pero siempre manteniéndolos en un abrazo apretado para demostrarles que no los culpaba, que eran amados de la misma forma de siempre, que ella estaría aquí para ellos en esta pérdida tan grande para todos.

¿Pero cómo seguir adelante luego de perder a alguien tan preciado y del que se suponía debía seguir viviendo por muchos años más?

Sumiko había sido el sol que iluminaba los días de Zenko, ahora el vacío y la culpa eran su única compañía. Porque por mucho que Kie o su abuelo dijeran lo contrario sentía que todo había sido por su causa.

Si ella experimentaba este profundo pesar no podía imaginar en cómo se sentiría aquella mujer tan amable y amorosa que tuvo que enterrar a su hija mucho antes de lo que todos esperaban.

Kaigaku era ahora el que la iba a buscar luego de sus clases de shamisen y Zenko no podía evitar observarlo con rabia todas esas veces.

Si aquel idiota hubiera hecho esto desde el principio de seguro Sumiko no estaría… seguiría a su lado como debía ser.

Era difícil seguir viviendo.

Era difícil respirar.

Era difícil despertar cuando ahora sus sueños eran lo único que tenía para estar al lado de su amada.

El odio y la culpa seguían consumiéndola lentamente, pero aún continuaba con sus rutinas.

A veces veía a Nezuo y conversaban, otras se abrazaban y lloraban en silencio. El muchacho había sido un buen compañero de dolor.

La culpa en aquellos ojos era más que notoria. Pero ella no sentía que fuera su culpa. ¿Cómo podría serlo si el muchacho siempre estuvo para ellas? Siempre se preocupó por ambas, siempre las acompañó y ayudó en lo que pudiera.

- Nezuo…

Le susurró meses después, en donde aún se juntaban y lloraban por la pérdida de su amada.

El muchacho la observó con el rostro roto y empapado en lágrimas, ella lo abrazó con ternura y cariño.

- No fue tu culpa Nezuo, nunca lo fue…

- Pero…

- Nunca lo fue y tampoco lo será.

El joven temblaba entre sus brazos y se aferraba a ella como si su vida o cordura dependiera de ello. Zenko se sentía de la misma forma al aferrarse al cuerpo de Nezuo. Él era lo único que la mantenía cuerda en estos momentos.

Porque si aquel joven continuaba viviendo y luchando por seguir adelante, ella haría lo mismo para apoyarlo.


El demonio había sido encontrado luego de que su abuelo utilizara sus contactos para hacer que las cosas se movieran con rapidez. Aquel repugnante ser que se había atrevido a tocar a Sumiko había resultado ser el vecino de los Kamado.

Si, aquel amable caballero de dulce sonrisa fue el culpable de haber lastimado y mancillado a quien había sido la persona más hermosa del mundo.

Una vez atrapado confesó todo sin mucho esfuerzo.

El enfermo se encontraba caminando en su trote matutino cuando se topó con la muchacha sola. Ella le sonrió como siempre y comenzaron a hablar. Él le pidió ayuda con algo y la muchacha sin miedo o dudas entró a su casa sin saber lo que aquel enfermo tenía planeado para ella.

20 años le dieron de cárcel por semejante delito, pero Zenko sabía que aquello nunca sería suficiente castigo, mucho menos al tener presente que aquel infeliz podría salir antes si tenía un buen comportamiento.

Por primera vez odió cómo funcionaba la justicia en su país y cómo el vacío en su interior no se iría a pesar de haber encontrado al culpable.

Las terapias tampoco le servían. Lo intentó con muchas personas, pero ningún profesional lograba decirle algo o iluminarla en aquella oscuridad.

Lo único que destellaba un poco su ser era la compañía de Nezuo y sentía que pasaba lo mismo para el muchacho.

Se estaban volviendo dependientes el uno del otro y no sabía que tan bueno era aquello.

La verdad es que ya no sabía nada y tampoco le importaba mucho.

Desde la desaparición de Sumiko todo era peor que rutinario, hacía las cosas solo porque debía, pero no les encontraba lógica.

Tantos años planeando y luchando para llegar a una meta junto a su amada, solo para que esta se le fuera quitada por un enfermo de mierda caliente y sin pesar.

Kaigaku tampoco la iba a buscar de sus clases luego de que un día le gritara con fuerza e hiciera un gran escándalo. Nezuo tomó aquel lugar y Zenko se sentía más tranquila al respecto.

Sabía que no era culpa de Kaigaku, pero no podía evitar odiarlo, no podía controlar su ira frente al joven.

Su abuelo observaba con pesar como aquel pequeño lazo de hermandad lentamente desaparecía. No podía importarle menos a Zenko, aunque si sentía pena por los sentimientos de su abuelo.

Desearía ser una mejor persona, más comprensible, más luchadora, pero apenas estaba manteniéndose ella a flote.

Una noche en la que caminaba junto a Nezuo se preguntó cuándo acabaría este dolor.

- No lo sé. – Respondió el muchacho sorprendiéndola porque pensaba que lo había preguntado en su cabeza. – Tal vez nunca lo haga.

Nezuo tomó su mano con dulzura para sonreírle de forma triste y rota.

- Solo nos queda seguir adelante como sea.

La respuesta tampoco la dejó satisfecha, pero era sincera y venía por parte de alguien a quien estimaba mucho.

Apretó la mano del muchacho con un poco más de fuerza notando como los ojos de este brillaban un poco y no evitó derramar algunas lágrimas al ver la misma sonrisa de Sumiko en Nezuo.

Rogó a que este dolor fuera un poco más pasable con el tiempo.

Sumiko seguiría siempre en sus recuerdos, nunca permitiría o dejaría que su recuerdo se desvaneciera.

- Seguir adelante.

Dijo en respuesta mientras ambos comenzaban nuevamente a caminar a casa de la muchacha tomados de la mano.

El tiempo y la compañía del otro eran su única respuesta.

Inicio – 13 – 03 – 2020

Término – 14 – 03 - 2020