Primer encuentro

-¡Rin despierta! ¡Rin ya es hora de que desayunes!

La joven se incorporó antes de bostezar un poco. Se había dormido muy tarde, pensando en el largo viaje que debía emprender desde su aldea hasta la aldea de los exterminadores. Lugar en el que viviría con Kohaku, su futuro esposo.

Si era honesta, el matrimonio no era algo en lo que hubiese querido pensar, pero desde que era una niña, supo que aquel era su destino. La habían comprometido con él incluso antes de que comenzara a sangrar y supuso que tarde o temprano, la fecha del enlace se celebraría.

-Tienes ojeras- apuntó su madre mientras la ayudaba a peinar su cabello- ¿por qué te dormiste tan tarde?

-Fue sin querer- detalló Rin después de reír un momento-, supongo que podré dormir después de la ceremonia.

-Esperemos que Kohaku te deje dormir cuando termine la ceremonia...- su madre le dedicó una mirada llena de intención-, créeme que una vez que te casas duermes menos y vas a desear haber aprovechado tu última noche de descanso.

Rin sonrió antes de que su madre la ayudara a ponerse su traje blanco y el tocado del mismo color. La verdad es, que su traje le gustaba mucho y ella misma había ayudado en su confección, por lo que esperaba que le trajera buena suerte.

Rin ingresó en el palanquín que la llevaría hasta su nueva vida. Dentro viajaba con su madre y era escoltada solo por su padre y sus hermanos: no tenían dinero para hacer que la acompañaran damas o algo por el estilo, como sucedía en las bodas nobles. Además, se sentía nerviosa porque solo había visto a su futuro esposo cuando era una niña y lo recordaba como un niño dulce, amable y pecoso que le había dado flores por instrucciones de su padre.

-Serás una buena esposa, Rin.

-Eso espero...

-Yo sé que sí...- su madre apretó su mano para darle un poco de valor- eres una chica buena, dulce y cariñosa. Serás una buena esposa y una magnífica madre.

La joven miró a su mamá con una sonrisa. Si contaba con el apoyo de su familia, entonces estaba segura de que podría lograr cualquier cosa. Ademas, se esforzaría mucho por ser feliz y hacer feliz a su esposo...

De pronto, el palanquín se detuvo de golpe y el ruido metálico de las espadas se hizo sentir en medio de aquel pequeño carruaje.

-Mamá, ¿Què sucede?- Rin miró a su madre a los ojos, sin atreverse a descorrer la ventana que estaba a su lado- ¿Qué es ese ruido?

A modo de respuesta, la ventana se descorrió de golpe, dejando ver a sus ojos oscuros a un hombre que montaba a caballo y que le dirigió una sonrisa llena de cinismo. Sus hermanos y su padre ya no estaban a intuía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

-¡Muchachos, vengan a ver lo que encontré!- gritó aquel sujeto- Ya sabemos porqué la novia iba tan resguardada... ¡Es una criatura hermosa!

-¡¿Por qué no la sacas para que podamos divertirnos?!

Rin se agarrò con fuerza a las manos de su madre.

-¡Mamá, mamá, no permitas que me lleven! ¡No me sueltes, por favor!- sollozó antes de que la puerta se abriera de golpe.

-¡Déjenla!- gritó su madre en cuanto uno de los sujetos la agarraba con firmeza por la cintura, mientras ella se debatía por soltarse- ¡Es solo una niña! ¡No le hagan nada!

-No le haremos nada malo a su hija...

-¡Le aseguro que lo pasaremos muy bien! ¡Haremos que sea divertido también para ella!...

Las lágrimas llenaron los ojos de Rin, en cuanto uno de sus captores azotó la espalda de su madre con la espada. No podía creer que su matrimonio se viera interrumpido por una tragedia que parecía ser el presagio de los próximos momentos de su vida.

-Yo tengo que ser el primero en estar con ella- decidió el hombre que la había sacado de su palanquín-, ¡yo la descubrí, así que es mi derecho!

-¡No es justo! ¡Es demasiado bonita para ti, Daiki! ¡Sí que tienes suerte!

Los cuatro asaltantes no contentos con robar sus cosas, habían matado a su familia en medio de la revuelta y habían atado a Rin de pies y manos para impedir que ella se moviera.

-Vamos a ver, preciosa, si tienes un cuerpo tan bonito como tu cara...- el tal Daiki rasgó con un cuchillo las ataduras del traje de Rin para desvestirla, mientras ella dejaba que una lágrima solitaria se deslizara por su mejilla- ¿Tu prometido te ha tocado de esta forma? ¡Seguro que no! Pero no te preocupes, porque ahora no va a querer tocarte de nuevo... nadie lo querrá...- mientras aquel sujeto incursionaba uno de sus pechos, comenzó a susurrarle al oído- te haz vuelto una perra asquerosa y sucia para cualquiera, ahora nos perteneces...

Rin perdió la noción del tiempo, ya que había fijado la vista de sus ojos oscuros en una flor roja que se dejaba entrever en el pasto: No supo cuánto rato estuvieron tomándola a la fuerza, ni tampoco en qué momento había dejado de resistirse y se había dado por vencida. Tampoco sabía bien qué le estaban haciendo, solo era consciente de qué dolía mucho y que el aire había comenzado a oler a sangre... a su sangre... por lo que supuso que pronto se iba a morir.

No obstante, aquel día tortuoso parecía no tener fin y cada vez que pensaba que se había terminado, uno de sus cuatro captores volvía a tocarla, a someterla y dominar su cuerpo sin piedad ni ternura.

-¡¿Está respirando?!- las voces le llegaban a ella de forma lejana mientras hacía un esfuerzo por abrir los ojos. No recordaba cuando la habían golpeado, pero sentía su rostro hinchado y adolorido- ¡Se ve muy mal!

-Se va a morir en cualquier momento, no creo que se vaya a recuperar...

-¡Yo les dije que teníamos que dejarla descansar! Ahora nos quedaremos sin su compañía...

-No te preocupes, la dejaremos en algún camino y nos conseguiremos a otra... Yo no me quejo, porque no puedo decir que no lo disfruté...

Tal como el último hombre propuso, apenas comenzó a amanecer dejaron a una inconsciente Rin en medio de un camino que parecía abandonado. Creían que con suerte, la iban a devorar los lobos o alguien la iba a enterrar a mitad del bosque. Sea lo que sea, el destino de aquella muchacha ya no era su problema y solo podrían vivir con el recuerdo de lo que habían hecho con ella.

El sol con sus rayos alumbraba aquel abandonado camino, mientras Rin permanecía casi inconsciente sobre la tierra. Ya no tenía fuerzas, todo su cuerpo dolía y mientras respiraba, los recuerdos de una vida pasada, más agradable y buena pasaban por su memoria. Poco a poco, lentamente, su respiración se ralentizó, sus ojos se cerraron y la vida fue abandonándola, en una muerte que no le parecía tranquila ni justa...


Aquel día, Sesshomaru, el poderoso Señor del Oeste, avanzaba caminando lentamente, seguido de Jaken, su fiel sirviente. Para el demonio, caminar resultaba apacible, sobre todo después de un enfrentamiento.

Mientras avanzaba, por un abandonado camino de tierra, gracias a una suave brisa de verano, percibió el aroma de sangre humana. Normalmente él evitaba encontrarse con aquella especie tan desagradable, pero esta vez no le apetecía cambiar de camino y se dijo que podría matar a quienes se atrevieran a interrumpirle el paso.

No obstante, una vez que se encontró con el origen del olor de la sangre, vio a una chica de no más de 15 o 16 años vestida de blanco, cabello oscuro y un rostro lleno de heridas y golpes.

-¡Está bien muerta!- exclamó Jaken acercándose para ver a aquella chica- ¿Cree que algo la atacó, amo bonito? ¡Quizás hay algo peligroso más allá!

-No huele a ninguna criatura peligrosa, Jaken. Ella fue atacada por su propia especie.

-¡Ya decía yo que los seres humanos son unos salvajes!... - Jaken tomó las manos de la chica para intentar arrastrarla fuera del camino- ¡No se preocupe, amo bonito! ¡Si me espera unos minutitos, voy a poder moverla del camino!...

Sin embargo, mientras esperaba, Sesshomaru sintió la espada que llevaba al cinto vibrar como nunca lo había hecho antes, lo que de inmediato captó su atención. Su espada, colmillo sagrado, carecía de toda utilidad, ya que al ser una espada incapaz de cortar, su dueño la portaba solamente por el valor simbólico que tenía, al haber pertenecido a su padre.

-Jaken, espera...

-¿Qué sucede, amo?- como toda respuesta, Sesshomaru colocó una rodilla sobre el suelo para sostener con su mano la empuñadura de la espada- ¡¿Va a probar a colmillo sagrado?! ¿Por qué? ¿Usted conoce a la jovencita de algún lado?

-No, pero es la primera vez que la espada quiere que la utilice y quiero ver si es que sirve para algo...

En cuanto desvainó la espada, Sesshomaru pudo ver a los guardianes del inframundo, listos para recolectar las almas de la chica. De un solo corte, las criaturas desaparecieron por lo que se dijo que solo debía esperar un par de segundos para que la chica volviera a la vida.

Guardó su espada antes de apoyar su mano sobre la espalda de la joven, para incorporarla y ser el primero en ver sus ojos abrirse muy lentamente.

Lo primero que notó Rin al abrir sus ojos, fue que ya no sentía dolor físico, que ya no dolía su cuerpo y que un demonio de cabello plateado, ojos dorados y franjas moradas en su rostro la estaba ayudando a incorporarse. Ella le miró a los ojos un instante, antes de abrazarse con todas sus fuerzas a su cuello y comenzar a llorar.

Sesshomaru dejó de sostener la espalda de la joven, sin entender lo que estaba pasando, ya que hasta donde era capaz de recordar, sabía que jamás nadie se había acercado a él de esa forma. Podía comprender que ella se sintiera quizás emocionada por volver a vivir, pero desconocía la razón de porqué se estaba aferrando a su cuello y porqué su llanto era angustioso y desesperado, aunque era capaz de percibir en su aroma el rastro de al menos cuatro hombres, por lo que era capaz de imaginar lo que le habían hecho...

Rin lloraba por muchas razones: porque estaba viva, porque al fin alguien mostraba compasión por ella después de conocer el verdadero infierno y porque se sentía desesperada, al ser recién capaz de asimilar lo que le había sucedido...


Nota autora: hola, tuve esta idea para una historia un poco más larga de lo que normalmente hago y espero que salga bien n.n Si llegaron hasta aquí, muchas gracias por leer y nos vemos pronto!!!!!