Nunca más que el Salón de los Banquetes
And the Raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon's that is dreaming,
And the lamp-light o'er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted-nevermore!
Edgar Allan Poe
Llevaba tiempo sin visitar el Salón de los Banquetes. Suficiente. Demasiado. No había encontrado en la vida real un vestido tan bonito.
(Shirou dijo que se casarían y ella, estúpidamente, le creyó, buscó tiendas de novias, incluso se probó algunas prendas que muy en el fondo sabía, nunca usaría para el altar de bodas).
Todo el mobiliario brillaba en el Salón. La casa de los Matou era tan oscura, Sakura nunca terminaba de limpiarla, siempre quedaban arañas, escorpiones, gusanos. Polvo. Ceniza. Lágrimas. Sangre. Podredumbre. Tristeza. El semen de Shinji.
Pero el Salón de los Banquetes siempre brillaba. Pequeños sirvientes hechos de sombra aseaban y cocinaban para ella.
Ese otro mundo estaba lleno de magia.
Una magia natural. Propia. Oscura. Líquida. Caliente. No era algo racional como aquello que el Abuelo guardaba celosamente en sus grimorios.
Podía crecer en cantidades abismales, envolver, corromper a cualquiera.
La hacía mejor. Incomprensible. Como un retazo de noche con estrellas caídas, antes de una lluvia sangrienta y un huracán.
Ella lo sabía.
Tenía mucha hambre.
No debía comer, estaba al tanto de lo que devoraba.
Pero Shirou le había hecho tanto daño al romper el compromiso.
Sakura ganó la guerra por ambos. Renunciar a la tibia y deliciosa Oscuridad fue tan difícil.
Nadie la había ayudado antes. Volverse poderosa fue la única manera.
Pensó que podría renunciar y confiar en Shirou.
Pero estaba equivocada.
Tan tonta.
Se enfadó ante todo consigo misma, antes de ir al Salón de los Banquetes.
Por supuesto que Shirou había preferido a Rin, aunque le prometió no hacerlo. Qué más daba una promesa.
Al final se parecía mucho a Shinji.
Al final, al final. Todas las presas tenían los huesos blancos bajo la carne y la sangre.
Sakura lloraba. Y comía. Tragaba sus dulces. Aligeraba su pesar con una copa de vino. Escuchaba jazz en un gramófono.
Una velada tan elegante.
Pudo haberla compartido. Pero ella no podía ni debía llevar a nadie al Salón de los Banquetes.
Cualquier visita que no fuese Sakura terminaría...mal.
Ella lo sabía.
Tenía hambre y hambre, pero podía pensar y llorar mientras que tragaba, se chupaba los dedos por encima de los guantes de seda, limpiaba sus propias lágrimas y gemía.
Al menos su cuerpo estaba satisfecho. No pedía nada humillante. Solo que se alargara el banquete a la luz de las velas.
Para siempre.
Pero no.
Alguien abrió las puertas del Salón con rudeza. Y obligó a Sakura a despertar en la cruel realidad de las catacumbas donde había crecido. Violada.
Abandonada.
Cubierta de gusanos.
Ella se ocultó el rostro, horrorizada, enojada, triste. La luz entró desde la puerta abierta, eso se sintió como otro abuso.
—¿Quién? ¿Abuelo?
No...
—Oye, Sakura. Trajiste a mi novio aquí, ¿para comértelo?
...Tibio y dulce en sus manos, manchando sus dedos sucios. Carne. No caramelos.
Carne de...
Bueno, ya no importaba.
—Yo amaba a senpai, Rin. Él prometió estar conmigo. Y yo le creí pero luego...luego...él...Shirou...
—Tenía un compromiso conmigo, me eligió, ¿cómo pudiste?
Sakura sonrió.
Todavía tenía hambre. A ella nunca la elegían. No para siempre.
Así que eligió. Y lo suyo si, fue definitivo.
Las chicas que realmente han sufrido mucho, no dudan antes de tomar su felicidad. Por destructiva que sea.
Sakura creyó escuchar a su hermana gritar antes de resignarse. Como lo habían hecho tantos otros antes que Rin Tohsaka, la impresionante dama de cabellos de cuervo.
Como Shirou, su senpai, el héroe de corazón de acero.
O su Abuelito, quien era un gusano.
Shinji-nii-chan. Otra plaga.
Tantos.
El jazz en el Salón de los Banquetes continuó tocando para ella.
Sakura se relamió, se sirvió otra copa de vino. No solía beber. Pero por aquella noche, todo estaría bien.
Tenía nuevos platos con carne dulce y pastel.
El vino era rojo y caliente.
Sabía a algo muy similar. A ser amada y tener familia.
Pero a la inversa.
Las puertas del Salón del Banquete se cerraron con Sakura en su interior.
Esta vez, para siempre.
Ya no tenía motivos para salir.
Nunca más.
N/A: Es el Día de la Violación y espero que muchos Shinjis de la vida real vayan a la cárcel antes de consumar nada. Por desearles cosas políticamente correctas.
