ONE SHOT: EROS


ADVERTENCIA: Este one-shot presenta contenido no apto para menores de 18 años. Leer bajo propia responsabilidad. Si no te gusta el contenido erótico, sexual y medio sádico, recomiendo no leerlo.

Bueno, solo les hago la advertencia. Aunque igual ni caso me haran. Disfruten el one-shot jijiji.


EROS

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Las veía.

Las veía en todas partes.

En toda la habitación real.

Su harem…

Todo su harem estaba bailando para él. Mujeres desnudas y con poca ropa venían para llegar a distraerlo. Con amargura y un dolor en el orgullo, pero lo hacía. Tenían que llegar a distraer a su mente de aquella mujer peliazul que lo estaba atormentando en vida y muerte.

La que no lo dejaba en paz y tenía su voz y cuerpo marcado en su piel.

La oscuridad gobernada en su habitación. La luz de luna iluminaba el lugar mientras que todas las mujeres atendían al rey.

Él, el rey de Vegeta-sai.

Podía escuchar como otras concubinas tocaban los instrumentos. La lira, que transmitía una melodía sensual, causaba un poco de calma en él. La falda con hilos de oro de las hembras se movía en un vaivén seductor solo para él. Sonreían solo para él. Se movían solo para él…

Tal como lo hizo ella una vez.

Cerró los ojos con fuerza. Ahí estaba esa mujer que, a pesar haberse separado de ella, no lo dejaba en paz. Tomaba cada parte de él, cada célula, cada poro, cada pensamiento y lo llevaba a ella generando una tortura mental sinfín.

Y eso…

Eso solo hacía que no pueda concentrarse correctamente en las mujeres de su harem. Hacía difícil que pueda olvidarla, a pesar de que hayan pasado años desde su rompimiento. Sí. Se había casado, cumplió su predestinación de ser rey de uno de los reinos más poderosos del planeta. Se casó, para que al cabo de dos años llegara a matar él mismo a su esposa que, por más que se decía que no era digna para él, él mismo sabía lo repugnante que era unirse con otra mujer. Bastaba con la última mujer con la que estaba intentando lidiar como para tener que soportar los berrinches de otra hembra.

La lira empezó a acelerar su sonido. Sus ojos ónix se fijaron en la mujer pelinegra que danzaba el vientre con seducción. Todas para él. Esperando que él se parara de cama real y se acercara a ellas para tomar de una vez a una mujer. O tal vez más de una…

Miró el cuerpo de la mujer que movía sus caderas sensualmente. Todas tenían un cuerpo desbordante, curvilíneo y seductor para cualquier macho saiyajin. Sin embargo, para él, ese cuerpo no era atrayente. No eran satisfactorios de ver.

Eran vulgares.

Con curvas grotescas.

E inexplicablemente, eso le generaba disgusto.

Sí, disgusto. Si no fuera por el pasado, antes de llegar a conocerla, no hubiera pasado lo mismo. Su vida sexual era libre y abierta con toda clase de mujer antes de ella. No le importaba su fama de príncipe. Era insustancial. Pero cuando tuvo que entrometerse con ella, todo cambió.

En lo absoluto.

Tanto…que ahora le parecía más atractivo, y mejor, un cuerpo con menos curvas y delicado.

Que sea blanco como la nieve.

Terso como la porcelana.

Y brillante como la luz del sol.

Como ella… como Bulma.

Sus ojos negros se fijaron en cierta mujer que venía desnuda hacia él lista para sexo oral. No dijo nada. No hizo nada para detenerla. Después de todo, no era a ella a quien debía detener. Era a la mujer en su mente a quien debía hacerlo. Era a ella a quien debía pararla. No a su concubina.

Las piernas de la mujer se movían con delicadeza mientras que su cabello negro bailaba entre sí. Sus ojos evocaban deseo. Deseo por satisfacer al rey. Porque si lo hacía, ella sería la favorita y Vegeta lo sabía.

Se arrodilló ante él mientras veía cómo el antiguo príncipe abría sus piernas por inercia. Una sonrisa salió de ella al ver cómo la miraba arrogante. Lentamente, sus manos pasaron por sus pantorrillas hasta llegar a su miembro. El príncipe cerró los ojos con fuerza y un poco de repulsión al sentir sus dedos en su masculinidad.

No eran los dedos de ella.

No era ella quien lo estaba tocando.

¿Por qué se sentía sucio cuando otra mujer lo tocaba?

Apretó los dientes con fuerza mientras sentía su miembro endurecerse. No era por el tacto de su concubina, era porque pensaba en el tacto de Bulma. En ella.

Abrió los ojos con fuerza al sentir cómo su miembro estuvo a punto de entrar en la boca de su concubina.

No…

No debía.

Y sin más, la empujó con desagrado. Escuchó cómo la mujer soltó un gemido de dolor. La vio caer y chocar contra el frío del suelo. Un hilo de sangré manchó su vista, caía de sus labios. El golpe que le había dado había sido fuerte. Pero a él no le importaba. De hecho, ninguna de ellas lo hacía.

Inmediatamente, todo su harem paró lo que estaba haciendo al ver a una de las concubinas ser empujada y lastimada por el rey. Se escucharon los signos de sorpresa. La lira hizo un sonido de asombro ante el acto. Todas las concubinas solo veía al rey Vegeta.

Vegeta las miró con altivez. Aquella actitud adusta, fría e indiferente era propia de él. Todos lo sabían. No tenía por qué haber sorpresas.

—Su maldito trabajo ha terminado. No quiero verlas cuando regrese a mi habitación—despepitó mientras se paraba de su cama y se ponía rápido su pantalón de látex y botas reales. Solo quedó con el pecho descubierto—Veo cualquier objeto suyo, o a alguna ustedes, y no dudaré en matarlas por su desobediencia.

Mientras se dirigía a la salida, se vio obligado a parar. Vio cómo aquella mujer que lo había tocado estaba en el suelo limpiándose débilmente el hilo de sangre que caía por su boca. Vegeta frunció el ceño en disgusto. Era disgustante de ver. Alzando su mano, en un rápido movimiento, la mató.

Era una mujer indigna de tocarlo.

Murmullos de sustos se escucharon por la habitación. Eran de su harem.

Y sin más, salió del cuarto.

Listo para dirigirse a uno que era el origen de sus desgracias y lamentos. Aquel donde podía recordar los momentos que tuvo en el pasado con ella. El cuarto que había mandado a construir pensando en ella. El cuarto donde le esperaba una estatua y retrato de ella.

Los soldados reales abrieron la puerta al ver al rey dirigirse a esa habitación. Era propio de él que vaya a visitarla. Aunque era un secreto lo que había adentro, ellos, como soldados reales, no podían hacer nada. Solo abrirle la puerta al rey e irse cuando ingrese. Era una regla impuesta. Y todo aquel que no lo cumplía, moría por su desobediencia.

Vegeta sintió el sonido de la puerta cerrarse detrás de él. Volteó su rostro al sentir cómo la presencia de sus soldados irse del cuarto. Era un asunto de confidencialidad esta habitación. Nadie debía saber por qué la mandó a construir. Nadie.

Solo él.

Sus ojos se cerraron lentamente y su cuerpo se calmó al sentir cómo el aroma a fresas entraba por sus fosas nasales. Un aroma tan puro, tan cálido como ella…

Era un amargo recuerdo al que se negaba olvidar.

Y al que, celosamente, iba a guardar.

Sonaba contradictorio y a la vez confuso. Quería sacarla de él, pero a la vez no. Sentía que, si lo hacía, una parte de él se iría. Y él no quería que se vaya esa parte de él. Aunque su orgullo le diga que deje de ser un idiota y lo haga, no podía. No tenía fuerzas, ni deseos de hacerlo. Ella fue parte de su historia, y no quería sacarla.

Empezó a caminar lentamente por todo el cuarto. Las cortinas rojas tapaban la luz de luna que iluminaba el escenario, más no era problema para él. Podía ver con claridad todo.

Siguió caminando lentamente. Se vio obligado a dar una vuelta para ver todos los objetos que le pertenecían a ella. Sus joyas, sus vestidos, su peine, todo…

Tragó saliva al ver su estatua.

Estaba en el centro de la habitación. Fue construido del mejor mármol que había en el planeta. Él mismo se había encargado de ordenar que la escultura sea lo más parecido a ella. Que sea lo más realista. Que muestre lo perfecta y hermosa que era ella. Cada rasgo, cada vello de ella, cada cabello, cada parte de ella tenía que ser real. Que transmita la pureza y sensualidad que era ella.

Sus ojos negros volvieron a estudiar la estatua. Poco a poco fue sus pies caminaron rumbo a ella hasta tenerla a centímetros de él.

Se torturaba severamente en esta habitación.

Siempre. Todos los días.

Sus manos se pasaron en su brazo de mármol. Ella estaba parada con las manos alzadas. Mostrando ese rostro tan angelical y sensual que llego a domar sus más aterradoras bestias.

La estudió por unos largos minutos. Para que luego, su rostro dirigiera sus ojos a la pared. En esa pared donde estaba el cuadro de ella.

Lentamente se separó de la estatua y empezó a dirigirse a su retrato. Había mandado a que la dibujaran. La estatua lo consolaba, sí. Pero el retrato, lo calmaba en su máximo resplandor. Era mediante ese retrato donde podía ver su característico y exótico color azulado en él. Sus ojos azules, su piel blanca y tersa como la porcelana. Sus labios rosados y suaves como los recordaba. Y, aunque estaba solo en tres cuartos, bastaba para él ver solo su rostro para calmarse.

Pero con la noticia dada, él no podía calmarse. No podía. No podía. No podía. ¡No!

—Te enojas de algo que tú mismo has hecho, Vegeta—escuchó.

Rápidamente y asustándose por su voz, volteó su rostro de inmediato. Sintió su pecho hincharse de emoción al verla delante de él. Ahí estaba ella. Estaba igual a como lo recordaba, con ese vestido que apretaba su cuerpo a la perfección y dejaba mucho a la imaginación. Con su cabello recogido y con ciertos mechones cayendo por su rostro.

Allí estaba ella.

Allí estaba Bulma.

Cerró los ojos con fuerza. Sus manos se empuñaron. Ella no era real. Era una fantasía, parte de su imaginación, pero también, de su más anhelado y ansiado deseo.

Pudo sentir cómo ella se acercaba lentamente a él. Sus ojos se abrieron. La estatua no estaba, pero Bulma seguía allí.

La vio sonreír cuando quedó frente a él.

—No eres capaz de lidiar con tus propios actos, ¿verdad?

Su voz…

Era la maldita voz melodiosa que aturdió sus oídos de gemidos. Salía con sensualidad y elegancia. Retumbaba en el silencio de la habitación y en el lamento de su corazón. Sintió cómo sus vellos se erizaron.

Vio sus ojos azules. Brillaban fulgurantemente.

—Tú no eres real—pronunció con amargura.

Ella sonrió.

—Tienes razón. No lo soy…—susurró. Él no pudo evitar cerrar los ojos por unos segundos al sentir cómo su aliento tocaba su piel—Pero tú me quieres aquí. No puedo irme si tú no quieres.

—Yo no quiero—alzó la voz.

Ella se rio con sutileza. Lentamente empezó a avanzar hacia él hasta quedar solo a centímetros. Vegeta se estremeció al sentirla tocar su cabello. Sus delicados y cálidos dedos pasaban por las raíces de su cabellera negra.

Con su otra mano libre, Bulma tocó el mentón de Vegeta para que la viera. Él la vio con un profundo pesar mientras endurecía sus facciones.

—Te estremeces…, me extrañas tanto…—susurró contra sus labios.

Vegeta tuvo que contener las fuerzas para no besarla. Su caricia y su aliento lo estaban aturdiendo.

—No lo hago—respondió cerrando los ojos.

—Oh—fingió sorpresa—por supuesto que no lo haces. Después de todo, no fuiste tú quien construyo esta habitación, ¿verdad?

Vegeta apretó los dientes. No contestó.

—Tan orgulloso como siempre, mi rey—continuo en un susurro mientras sus dedos bajaban por sus pectorales y hacia movimientos circulares en ellos—¿Vienes aquí para lamentarte el haberme dejado? ¿Para sentirte como la miseria pasa lentamente por ti? ¿Por eso me visitas todos los días?

—No…no lo hago.

Ella apoyó sus labios contra su oreja. Sus palmas tocaron los pectorales de él.

Una ola de calor y un estremecimiento corrió en Vegeta al sentir sus manos tocar su piel.

—¿Estás así por mi compromiso, ¿verdad? Te duele saber que no serás tú quien me tomará como una bestia todas las noches. Te carcome saber que no serás tú quien me follará todas las noches…Te enfurece saber que ya no será tu nombre que el que gritaré todas las noches…

Vegeta, en un rápido movimiento, agarró su cintura con posesividad mientras la acercaba a él. Sus ojos destilaban ira. Furia.

—Tú eres mía. Tú eres mi mujer. Nadie puede tocarte. ¡Nadie!

Bulma sonrió con malicia.

—Qué lástima. Fuiste tú quien me dejó. Fuiste tú quien me abandono ¿Por qué ahora le reclamas a tu imaginación una propiedad que ni siquiera fue tuya?

El peliflama vio las facciones de Bulma. Sus cejas fruncidas con elegancia. Sus pestañas alargadas y rizadas. Su piel blanca destacando en la oscuridad tenue de la habitación…solo hacía que mostrara el verdadero sufrimiento y la enfermedad que estaba padeciendo.

—No tuve opción, Bulma—susurró a lo bajo—Y tú lo sabías.

—Tenías otra opción. Que no hayas querido verla y dejaras que tu orgullo te cegara, era otra cosa—le corrigió. Vegeta arrugó la nariz—¿Te arrepientes?

Los dedos de Bulma bajaron lentamente por el abdomen del rey hasta llegar por su entrepierna.

Él apretó los dientes.

—Nunca—respondió ronco—Jamás me arrepentiría. Dejarte fue lo mejor que pude hacer. Eras un mal para mí.

Ella sonrió de lado, entrecerrando los ojos con recelo.

—Tu cuerpo dice lo contrario…me deseas con cada parte de tu ser—sus dedos tocaron el bulto que había en su entrepierna. Vegeta ahogó un gemido ante su tacto—Y ansías con toda tu alma que sea yo la que te dé placer y no tú el que se dé autoplacer.

—¡Ah! —rugió él al sentir cómo sus manos entraban en su pantalón y tocaban su miembro. Agachó su cabeza mientras cerraba los ojos con fuerza.

Bulma pegó su frente contra la de él.

—Soy tu consciencia, Vegeta…Solo dime que me deseas y seré yo la que te dará placer, no tu mano…

Vegeta mordió sus labios mientras sentía cómo los dedos de Bulma agarraban con fuerza su masculinidad. Su aroma inundaba sus fosas nasales. Su aliento chocaba contra su rostro. Y la fantasía no abandonaba su mente.

No lo hacía.

Y él…

Él no quería.

—Si no me quieres contigo, entonces, ¿por qué estás tan duro? —preguntó ella.

Sus dedos tocaban su caliente miembro, aquel que se había excitado con tan solo verla cerca de él. Bastaba ver su retrato, bastaba ver su estatua, bastaba cualquier objeto relacionado a ella para que se sienta excitado por completo.

Ella lo ponía así…con solo una mirada.

No quería a cualquier mujer. Se sentía repugnante cuando estaba con cualquier mujer sino era ella.

La quería a ella.

A Bulma…

—¡Hm! —ahogó un gruñido al sentir cómo sus dedos tocaban su punta y su otra mano entraba a tocar su falo por completo. Sentir sus dos manos tocar su virilidad…lo estaba aturdiendo por completo

—Me pregunto si tu esposa te pudo satisfacer como lo hacía yo…—susurró. Sentía cómo el sudor empezaba a bajar por su frente y chocaba contra su piel blanca—¿Cómo se llamaba? Ah, verdad. Echallote.

Vegeta soltó un gemido al sentir cómo sus manos empezaban a mover de arriba abajo su miembro. No tenía por qué perder la cordura contra ella. Ella solo era su imaginación. No podía rendirse ante ella. Ya había pasado cuatro años…tenía que olvidarla…pero esto no estaba ayudando.

—Para…—pidió—Para…

Una mano de Bulma salió de su entrepierna mientras tocaba gentilmente el rostro de Vegeta. El ex príncipe abrió los ojos para fijarlos en ella.

La deseaba…

—No quieres que pare—dijo ella en otro susurro— ¿por qué te mientes? Yo soy tu consciencia—Vegeta ahogó otro gemido al sentir cómo su mano empezaba a mover su miembro lentamente—¿Quieres que pare? ¿Quieres que sea tu mano la que te dé placer? ¿O quieres que sea yo? Dímelo…pídelo…Tienes una habitación donde te torturas pensando en mí, y aún así dices que no me quieres de vuelta, ¿eso es verdad?

—Sí…—respondió en un hilo de voz. El placer lo estaba gobernando por completo. La consciencia no lo dejaba tranquilo, y él no quería estar tranquilo—Yo no te quiero de vuelta—sus labios temblaban mientras apretaban los ojos con fuerza.

Ella apoyó su boca contra su mentón mientras lo mordía sutilmente. Sus manos empezaron a moverse con más rapidez.

—¿Por mi casamiento con tu hermano? Eso no te pone límites Vegeta…—sus labios subieron hasta chocar con los suyos.

—A pesar de que te cases con él…tú seguirás siendo mi mujer—entreabrió sus ojos—yo fui tu primer hombre…

—Pero no el último. Tarble será mi último hombre. A él le daré todo—Sus manos empezaron a moverse con vehemencia. Vegeta sentía su miembro temblar— A menos…que tú lo evites…

—¿Có...cómo?

—Reclamando lo que es tuyo, Vegeta. Eres el rey de Vegeta-sai, tú puedes hacer lo que quieras.

—Generaría… una guerra si se entera…

Bulma mordió sus labios. Vegeta apoyó sus manos en su cintura mientras sentía cómo su miembro estaba a nada de explotar.

—Nadie dijo que Tarble se tendría que enterar…No dejarías que él me embarace, ¿o sí?

Vegeta frunció el ceño ante ello. Si ella salía embarazada de su hermano, no sabría qué haría. Se volvería loco. Un completo desquiciado por ella. No podía imaginarla con un bulto en el abdomen y un crío que no era suyo. Si ella iba a tener un crío, sería el de él, no el de cualquier hombre.

Ambos ojos se miraron entre sí. La habitación olía a excitación pura. Un encuentro imaginario se estaba dando.

—No. Jamás. Tú eres mía. Mi Bulma. Mi mujer….

—Entonces demuéstralo... Recupérame... Has que sea tuya nuevamente...Puedo estar casada, pero es a ti a quien pertenezco, ¿verdad?

Las respiraciones de Vegeta empezaron a acelerarse. Bulma empezó a mover sus manos con aceleración. El líquido preseminal de Vegeta ya estaba saliendo de su miembro.

El peliflama unió sus labios contra las de ella.

—Sí…tú eres mía. Tú me perteneces…

Ella le pertenecía.

Ella era suya.

Suya. Suya. Suya. Solo de él.

Y sin más, Vegeta agarró su rostro para besarla.

La besaba…como lo había hecho hace muchísimo tiempo atrás. Con vehemencia, con pasión, con deseo y lascivia. Introducía su lengua dentro de ella mientras tomaba su rostro entre sus manos y ahogaba sus gemidos en su cavidad. Le encantaba su aroma, le fascinaba, lo adoraba. Ella iba a ser suya, la iba a recuperar, la iba a tener de vuelta, lo haría….

Vegeta se estremeció al sentir cómo llegaba al clímax. Su esencia cayó dentro de su pantalón de látex, en el mismo lugar donde Bulma le dio placer.

Abrió los ojos lentamente.

No había nadie.

No estaba Bulma.

Solo la habitación con todo lo que evocaba a ella.

Bajo su mirada hacia su entrepierna. Su mano estaba adentro de su pantalón. Podía sentirla pegajosa y embarrada de su esencia.

Soltó un suspiro. Su pecho se agitaba al mismo momento que sus labios se entreabrían por sus suspiros.

Bulma tenía razón.

Ella era suya. Era su mujer, su compañera, su hembra. Y ahora que él era rey, no había nadie que podría meterse en su relación. Nadie podría detenerlo. Su esposa había muerto por sus manos. Su padre fue asesinado. Ningún consejo real podía abstenerse ante sus órdenes. Nadie…

Alzó su mirada hacia el cuadro de Bulma.

Mañana sería su casamiento con Tarble. Pero eso no sería problemas para él. Después de todo, él siempre fue y será su hombre.

Y ella, su mujer.

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Notas de la autora: Holi! Decidí participar en el concurso de SaiyanCorp del one-shot de la cateogría "Romance te puedo dar". Decidí probar otra forma de escribir las escenas. Un género dramático, con tema de romance y erotismo.

No espero ganar, solo quiero divertirme y ver los diversos caminos que mi mente puede realizar.

Si les gusto este one-shot no olviden dejarmen un comentario, si gustan claro. De pasada los invito a ver mis demás fics. Puede ser de su agrado.

Besitos.