LA FUERZA DEL DESTINO.
Por Light of Moon.
"Pero la fuerza del destino, nos hizo repetir, que si el invierno viene frío, quiero estar junto a ti..."
-Mecano, la fuerza del destino.
CAPÍTULO 1: GOLDEN VILLAGE
La noche fue un desastre.
Daba vueltas en la cama pensando en todo lo que acababa de suceder, viendo las imágenes en mi cabeza como si fuera cámara lenta en la escena de una mala película, cuadro a cuadro.
Muchas veces, dicen que las decisiones que tomamos son sólo cuestión de percepción para definir si son buenas o malas; sin embargo, mi percepción estaba por mucho equivocada.
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Estaba en mi asiento bebiendo una cerveza oscura, mientras observaba las luces de colores bailar en todas las paredes del lugar, resaltando entre la oscuridad. Sin embargo, a pesar de la penumbra no le podía quitar el ojo de encima; top oscuro, vaqueros ajustados, botas hasta la rodilla y la melena pelirroja alborotada por llevar casi toda la noche bailando. Esa noche me dediqué a estudiarla en todo momento, desde el momento en que pasé a recogerla en su departamento con el único propósito de afirmar mis suposiciones; Claire Redfield estaba interesada románticamente en mí.
Desde que nos conocimos pude notar su particular interés; esa manera de mirarme, de sonreír, de buscar mi aprobación... Esos coqueteos sutiles que muchas veces pasan desapercibidos pero que con el tiempo logran dejar mella en el interior de las personas. Sin embargo, eso no era suficiente para mí, pero hoy, iba a terminar de comprobarlo.
Sin contar la pesadilla de Raccoon City, tuvimos oportunidad de salir tres, o quizás cuatro veces más, en donde tratamos de conocernos como cualquier otro par de conocidos que planean a futuro establecer una relación más estrecha que pensando en un primer momento, se trataba de amistad. Después de estas pequeñas e inocentes citas, ya tenía un bosquejo de la mujer que tenía enfrente; era una chica tozuda, valiente, mandona... Todo un huracán, no obstante, era sumamente dulce y bondadosa. Una personalidad atrayente sin lugar a dudas y bastante interesante para un hombre como yo.
Me había llamado una noche antes para "salir a bailar" con sus amigos de la universidad en Golden Village. De primera instancia, no me apetecía mucho ir a un sitio como esos lleno de desconocidos, cuando eran mis últimos días en California, ya que mi mudanza a Washington estaba a la vuelta de la esquina, no obstante; pensé que sería buena idea pasar más tiempo con Claire e ir en calidad de "su acompañante" ante su círculo social. Sonreí de medio lado cuando me planteó esa posibilidad, ciertamente no pretendía nada con ella cuando la conocí, pero las cosas se estaban dando muy rápido sin que yo las buscara, y si el destino quería darme un buena despedida de mi vida ordinaria poniendo a una chica con la que podía compartir un buen rato más allá de la amistad, ¿quién era yo para negarme?
Estando así las cosas, me puse mi mejor camisa, mi colonia favorita y traté de verme lo más presentable posible para ir a su encuentro. Esa noche, estaba decidido a atacar.
Todo transcurrió con relativa normalidad; pasé hasta su hogar para ir a recogerla a lo que ella llegó con su elegante retraso de diez minutos, no importa, siempre sabía esperar a una dama. Llegó con su ya habitual sonrisa a saludarme con un beso en la mejilla y me agradeció por ser su pareja de esa noche. Parloteó todo el camino sobre trivialidades mientras yo la escuchaba con atención y de vez en cuando hacía uno de mis comentarios ácidos para romper la tensión.
Al llegar a la discoteca, dejé la camioneta en el parking y la ayudé a bajar, ofreciéndole mi brazo para caminar. Nos presentamos con un buen grupo de chicas y chicos que tenían pintas de estudiantes sin nada destacable; sólo humanos, de esos que ves por montones en los pasillos de las universidades. Cuando me presentó noté las miradas suspicaces y ladinas de sus amigas que seguramente, la iban a interrogar más adelante sobre quién era yo y de dónde me había conocido, pero también, sentí las miradas despectivas de los jóvenes del grupo y de otros hombres que se fijaban en mí, cuando llegué del brazo con la chica más carismática y probablemente de las más lindas del lugar.
—¡Eh, Claire! —Gritó un chico que llevaba un par de cócteles en las manos. —Esto es de cortesía para ti, ¡feliz casi cumpleaños!
"¿Feliz cumpleaños?" Pensé mientras le daba una mirada retrospectiva.
—Hey, gracias. —Aceptó poniéndose roja como un tomate.
—¿Pero qué esperas? ¡Vamos a brindar! ¡Feliz cumpleaños, Claire! —Animó una chica que iba de la mano con su pareja y que levantó su margarita de fresa para hacer el brindis.
—¡Salud! —Dijeron todos al unísono.
Levanté mi cerveza en afán de no desentonar con la celebración y le di un trago, a la vez que Claire daba un respingo mientras le daba tragos a su bebida, probablemente por su falta de costumbre al beber alcohol.
—"¿Feliz cumpleaños?" —Le pregunté susurrándole en la oreja.
—En realidad, es en unas horas... —Confesó encogiéndose de brazos y evidentemente apenada. —Mis amigos insistieron en hacerme una especie de pre-festejo por mi cumpleaños.
—¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños? —Reproché. —De haberlo sabido, te hubiera traído un regalo.
—Por Dios, Leon, no es necesario. Con que estés aquí acompañándome es suficiente. —Sonrió mientras daba otro trago que hizo hacerle más gestos a la bebida con base de tequila.
—Aún así, me hubiera gustado ser el primero en felicitarte.
—Técnicamente aún no es mi cumpleaños, así que puedes felicitarme ahora.
Diciendo esto, se echó a mis brazos y le di un fuerte abrazo, inhalando su embriagador perfume de almizcle y jazmín.
—Felices veinte, Claire. —Felicité.
—Diecinueve. —Corrigió.
Nuevamente, mis percepciones estaban equivocadas.
—¿Qué no tenías diecinueve cuando nos conocimos?
—Bueno... —titubeó. —Ya estaba a punto de cumplir los diecinueve, así que no tenía caso decir que tenía dieciocho y once meses, o algo así...
—Insisto, ¿por qué no me lo dijiste?
La chica bajó la cabeza y se mordió los labios en donde se percibían rastros de sal y limón, producto del escarchado de la bebida.
Se tomó unos segundos para escoger su respuesta y después de suspirar, finalmente habló:
—Supuse que al ser dos años mayor que yo, no querrías pasar tiempo conmigo al considerarme alguien muy joven. Ya sabes, sólo una niña con sus tontos amigos. Temí que no me tomaras en serio, porque asumirías que soy inmadura solo por mi edad. —Confesó mientras movía de un lado al otro el agitador de su trago en el vaso. —Ya sabes, buscaba agradarte.
Sonreí, sonreí genuinamente, estando satisfecho con la respuesta. Nuevamente no tuve que hacer nada para confirmar mis sospechas, Claire buscaba a toda costa agradarme, incluso mintiendo con su edad. Esa revelación me causó ternura pero también me hinchó el ego de hombre; tímida pero decidida, rasgos casi afrodisíacos y para nada despreciables. Teniendo todas las conjeturas en mano, ya no tenía ninguna duda; Claire Redfield estaba interesada en mí, y yo no lo iba a desaprovechar.
—Ya me agradas mucho, Claire. —Le dije con una sonrisa. —Realmente no me importa tu edad, creo que eso pasa a segundo término una vez que estás conociendo a alguien tan interesante como tú.
Al parecer mi comentario le halagó, porque me dio un abrazo inesperado y no se separó de mí un buen rato, dejando en segundo plano a sus amistades.
Después de un rato de estar en la pista, decidí volver a la mesa para pedir otra cerveza, ya que me había dado bastante sed, y fue cuando me senté a verla por largo rato mientras bailaba con sus amigas, descubriendo que además de todo, era buena bailarina.
Iba por mi quinta cerveza cuando la miré regresar a mi dirección para tomarme de la mano, y llevarme de regreso a bailar con ella. A pesar de estar medianamente acostumbrado a lidiar con los tragos y tenía muy buena resistencia, esa noche ya comenzaba a sentir los efectos secundarios; comenzando por esa enorme seguridad en mí mismo que sólo la pueden patrocinar los niveles altos de alcohol en la sangre. De igual forma, empezaba a sentirme irremediablemente feliz, disfrutando la noche de la que no tenía ninguna expectativa. Y fue entonces que recordé mi objetivo; Claire ya lo había hecho todo y era mi momento para dar el siguiente paso, el paso que ella no se atrevería a dar porque seguramente creía que eso me tocaba a mí. Y no la iba a decepcionar.
Fue entonces que el DJ pasó de las notas de "Believe" de Cher, al ritmo suave de la canción de moda de ese momento "Thank U" de Alanis Morisette. Muchas personas que bailaban en grupos pasaron a sus mesas a sentarse y aprovechar para beber algo, y sólo algunas parejas nos quedamos a seguir bailando en la pista, entre ellas, la Redfield y yo. Todo salía a pedir de boca, incluso la balada romántica encajaba a la perfección.
Empezamos a bailar con ritmo acompasado mientras ella colgaba los brazos de mi cuello y yo me atreví a colocar mis manos en su cintura para apretarla contra mí.
—¿La estás pasando bien? —Me preguntó clavando su mirada azul en la mía.
—Por supuesto, este ha sido uno de mis mejores cumpleaños. —Dijo sonriendo genuinamente. —Gracias por pasar este día a mi lado, Leon.
Entonces miré sus labios hinchados que brillaban por las gotas del licor que había estado bebiendo momentos antes, y fue que me pregunté si tendrían el sabor a sal de su cóctel mezclado con las fresas de su brillo labial. Ya no quise seguir preguntándomelo más y opté por actuar.
Así que sin previo aviso, me acerqué a ella y tome sus labios contra los míos, robándole un beso que desde hace días, mi ser lo pedía a gritos.
Y efectivamente, sus labios sabían a tequila y a sal con mezcla de brillo labial, y eran aún más sedosos de lo que suponía; dulces, cálidos, suaves al tacto.
Ella empezó a corresponder con timidez, aún sin terminar de comprender lo que estaba pasando, pero no importaba, sabía que lo terminaría por disfrutar tanto como yo. No obstante; ella sólo correspondió unos segundos y luego se quedó totalmente quieta, inusualmente quieta. Entonces supe que las cosas no estaban pasando como creía; abrí los ojos y me encontré con su mirada desconcertada que se clavaba directamente en la mía y enseguida observé cómo sus cejas se contraían en una expresión malhumorada, dándome cuenta que cada segundo que pasaba, la hacía ponerse más y más furiosa. Estuve a punto de apartarme, sin embargo, de un momento a otro sentí como una mano lo hizo por mí, apartándome de ella de manera intempestiva, sintiendo de repente el ardor de la bofetada que me acababa de propinar.
—¡Idiota! ¿Quién te crees que eres?
Juré ver estrellas en ese momento, pero no tuve tiempo de reaccionar porque la pelirroja comenzó a fugarse de entre la gente.
—¡Claire, espera! ¡Claire!
La susodicha había caminado en velocidad de rayo hasta la esquina en donde estaba dispuesta a tomar un taxi que para mi fortuna, no pasó ninguno por allí.
—Claire, lo siento. —Dije en cuanto estuve lo suficientemente cerca, a lo que ella respondió dándose media vuelta e ignorándome campalmente.
—Por favor, no fue mi intención ofenderte.
—Vete al diablo. —Masculló.
—Por Dios, no te pongas así. Fue sólo un beso. —Insistí en un torpe intento de arreglar mi error, que lejos de disminuir su enfado, lo aumentó.
La mujer giró en sus talones y quedó nuevamente frente a mí, estando más furiosa que hace cinco minutos.
—¿Sólo un beso? Imbécil, ¿has oído hablar del consentimiento? —Reclamó mientras me daba un empujón para quitarme de su camino.
—¡Está bien, está bien, lo acepto, fui un imbécil! Pero por favor no hagas esto, no te vayas así, estás muy alterada y ya es muy tarde.
Y en un intento de detenerla, la tomé del brazo a lo que ella chilló en protesta y empezó a empujarme en afán de zafarse de mi agarre, tirando de mi cazadora.
Y para mí mala suerte, justo en ese momento una patrulla estaba dando sus rondines, y que al ver la escenita que estábamos montando en la calle, no dudaron en detenerse. Al notar la presencia de los judiciales, ambos nos soltamos y guardamos la compostura por cinco minutos.
—¿Está todo bien, señorita? —Preguntó un oficial moreno, regordete, y con prominente bigote. —¿Ese joven la está molestando?
La Redfield volvió a mirarme con desprecio mientras los uniformados me miraban también con recelo. Ya me imaginaba pasando la noche en una celda, congelándome el culo por idiota.
—Sólo déjame llevarte a casa. —Murmuré en voz baja.
—Sí, oficial. Todo está bien, sólo fue una discusión. —Respondió cruzándose de brazos.
—¿Está segura?
—Sí, de hecho ya nos íbamos.
Con esa afirmación hubiera asegurado que la pelirroja al menos ya había aceptado que la llevara de regreso a casa, pero después de lo que acababa de pasar, no volvería a dar nada por hecho.
—Muy bien. —Asintió el oficial antes de encender de nuevo la patrulla y subir la ventanilla. —Solo le recuerdo que si tiene algún otro percance, puede llamar al 911 y una unidad vendrá enseguida para su auxilio. No importa si es su novio quien la está molestando.
—Muchas gracias, lo tomaré en cuenta. —Terminó con una sonrisa de satisfacción antes de darse la vuelta y caminar en dirección al parking.
"¿Mi novia? ¿Con ese carácter? ¡Jesús!"
El camino hasta su casa transcurrió en silencio y en absoluta incomodidad. Ella iba mirando por la ventanilla durante todo el camino, evitándome a toda costa, hasta que finalmente me estacione frente al porche de su hogar.
Apagué el motor y me encogí de hombros mientras ella se desabrochaba el cinturón, lista para marcharse sin siquiera mirarme. No quería que las cosas se quedaran así entre ambos, pero tampoco quería embarrarla más de lo que ya lo había hecho. EStaba en un dilema a la vez que ella se bajaba del auto sin siquiera esperar a que yo le abriera la puerta.
Entonces en un intento desesperado por intentar romper el hielo, le pregunté:
—¿Al menos puedo llamarte mañana?
Y lejos de obtener una respuesta, recibí a cambió el estruendoso sonido del portazo en mi Jeep, que al escucharlo, no supe si me dolió más el golpe de la puerta o la cachetada que había recibido unos minutos antes.
—Supongo que es un no. — Murmuré al verla entrar hecha una fiera a su casa.
Esa noche había aprendido dos cosas; la primera era que mi percepción acerca de los sentimientos de Claire hacia mi estaba por demás errónea y la segunda, era que la pelirroja Redfield tenía la mano pesada.
Sonreí de mala gana al recordar los preservativos que había comprado para la ocasión y que guardaba en la billetera, pensando en que esa no era la peor pérdida económica de la noche, la ventanilla estrellada del copiloto en mi Jeep, también había sufrido los estragos del huracán Redfield.
"Maldita sea..."
Y pequeños cristales de los vidrios rotos, empezaron a caer en el asiento.
Nota de la autora: Queridos lectores, ¿cómo están? Ya tenía un tiempo que no escribía por aquí, y que mejor manera de volver que publicando una nueva historia que imaginé mientras escuchaba la canción homónima de Mecano, y dije ¿por qué no? Pensé que esto sería un one shot, pero al notar que iba a ser muy largo probablemente se convierta en un 3 shot, que iré publicando en los siguientes días, que espero no demorar demasiado.
Respecto de mis otras historias, no me he olvidado de ellas ni están en hiatus, es sólo que en los últimos meses y los cuáles también fueron las razones de mi ausencia es que sufrí muchísimos cambios en mi vida, derivado de pérdidas terribles que tuve, la de mi padre siendo la que más me marcó y que aún me tiene con el corazón en dos. No soy afín de dar a conocer este tipo de acontecimientos en mi vida privada, pero creo que merecían una explicación, y bueno, escribir será mi catarsis, o al menos espero que sea así.
Quiero agradecer a mis amigas Polatrixu, Frozenheart7, CMosser, AdrianaSnaphouse, y Addie Redfield (a ella también por la portada y aprobación de este fic) a todas ellas por su cariño y amor que me han dado en estos tiempos difíciles, confío en que el Sol volverá a brillar sobre nosotros. ;)
¡Los quiero, y los leo en la próxima actualización!
