"No seas así conmigo, por favor, no conmigo.

Te quiero tanto, tanto, tanto y saber que un día puedes reemplazarme y olvidarme me hace mal, muy mal.

Mejor, mejor acércate y abrázame, abrázame por favor."

La escuela había terminado, y el camino en el autobús era una manera de relajarse y platicar entre amigos. Tal era el caso de Hans, quien conversaba con Kristoff y Eugene sobre las tareas escolares. Dándole una mirada de vez en cuando al par de chicas que se encontraban a su lado. Jack y Elsa quienes compartían audífonos, ajenas a su conversación.

Hans y Elsa muchas veces aprovechaban ese viaje para conservar sobre ellos o su jornada en el instituto. Que, aunque él era un amor que ella, ambos compartían el taller de informática. Pero ese día, era una excepción a los anteriores.

—Entonces Punzie comenzó a ordenó 10 panqueques, únicamente para ella — dijo el moreno, provocando una leve risa de su rubio compañero y una que estaba de serlo por parte de Hans.

—¿Seguro qué no está embarazada? — preguntó Kristoff

— Claro que no lo está

—Solo es un decir, imbécil

El bus frenó justo en la parada de Jack, este se despidió de Elsa y los demás para bajarse del transporte. La jovencita guardó sus audiófonos y celular para acercarse a Hans y recargar su cabeza en el hombro del mayor.

—¿De qué hablan? — preguntó curiosa, pero nadie le hizo caso.

Frunciendo el ceño, cerró los ojos, escuchando como hablaban de mermelada, por lo que pensó que era un asunto de ellos. Tal vez se trataba de alguna tarea de laboratorio, no pasaba nada si preguntaba, en verdad tenía curiosidad.

—¿Hablan de algún experimento? — a diferencia de la primera vez, en este si obtuvo toda la atención de los tres chicos.

—¿Qué? — rio Kristoff haciendo a que Hans frunciera el entrecejo.

—Elsi, ¿De dónde sacas eso? — el tono de Eugene no fue muy amable.

—B-ueno pensé qu-e

—¿Mermelada en el laboratorio? Eso solo pasaría si decidieras almorzar ahí. ¡Que cabecita tan tonta tienes! — la platinada apretó los labios, sintiendo un calor cubrir sus mejillas, avergonzada.

—Bien, no estaba escuchando — dijo malhumorada cruzando sus brazos, con la cabeza aún sobre el hombro de Hans.

—De eso ya nos dimos cuenta, bah — expresó Eugene en tono obvio, virando los ojos.

—Si si, la próxima vez no les preguntaré— su rostro estaba colorado gracias a lo avergonzada que se sentía.

—Para empezar, no sé ni porque nos estás hablando — la voz de Hans se dejó escuchar por primera vez en todo ese tiempo, no muy alto, pero lo suficiente para que ambos chicos y la chica a su lado lo escucharan.

La pálida muchachita se sintió peor, ¿Qué había hecho mal?

Justo a tiempo su parada llegó, se apartó bruscamente del cobrizo y sostuvo su mochila sobre su hombro, levantándose.

—Lo siento — murmuró hacía ellos, pero sin mirarlos, se dio vuelta y bajó del bus presurosa.

—¿Se enojó? — preguntó Fitzherbert observando a través de la ventana como la jovencita caminaba hasta la entrada de su residencia. Bjorgman soltó un largo suspiro.

—Entiéndela imbécil, ella solo quería conversar con nosotros. Pero como siempre, estás burlándola e ignorándola, ¿Por qué lo haces? — su semblante había cambiado a uno más sombrío — Si lo haces una vez más voy a patearte en el culo, ¡Eres un grosero!

—Si Eugene, muy mal, muy mal — dicho esto recibió un codazo por parte del rubio justo en las costillas, obligándolo a soltar un quejido.

—¡Tú también te comportaste como un verdadero imbécil! Hans, viejo, ¿Qué pasó?

Eso era lo que pasaba cuando Hans sentía celos de la cercanía de Elsa y aquel estúpido teñido, jamás, jamás medía sus palabras.

Pero solo era un chico celoso, y gracias a aquel golpe, fue consciente de lo que había hecho.

—Ya se le pasará — Murmuró tratando de parecer despreocupado, aunque fuese todo lo contrario — Elsa y yo siempre arreglamos nuestros problemas al día siguiente, es porque somos amigos — aclaró, los chicos junto a él asintieron de acuerdo, ya que era verdad.

Aunque a partir de ese día, y los siguientes, aquella costumbre se volviera una excepción.