Nota previa: Este es el epílogo de esta historia, si bien he tratado de que los eventos sean comprensibles sería recomendable leer los capítulos previos para saber por qué esta pareja actúa del modo en que lo hace.


Los personajes de Ranma ½ no me pertenecen, de ser así muchos secundarios serían retomados.

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Fantasy Fictions Estudio

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Presenta:

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Una historia creada por la dinámica: mix and match lemon.

Historias eróticas de personajes secundarios

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Por: Aoi Fhrey

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El momento perfecto

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Los inicios eran malos y no solamente por dejar mi hogar si no por el hecho de que tendría que ir a una nueva escuela. Todas mis amigas y lugares favoritos se quedaban atrás. Pero como hija mayor tenía que dar un buen ejemplo a mi hermano y comportarme en una mudanza que yo también odiaba.

El cambio fue tan malo como esperaba, vivir en un departamento pequeño y las porciones de comida con más arroz y menos pescado eran una buena pista de las malas finanzas en casa. Papá y mamá no se quejaban, pero sentía que aquel cambio les molestaba tanto como a mí.

De manera que hice mi parte en aquella situación difícil, me coloqué en el rostro una sonrisa más valiente de lo que sentía en realidad y fui sin quejas a la nueva escuela.

Una preparatoria con el costo de matrícula más baja en todos los distritos especiales en Tokio. A primera vista la escuela Furinkan era tan ordinaria como muchas otras.

Un error que descubrí desde los primeros minutos de mi llegada. Peleadores superfuertes, profesores con apariencia de niños, un director con un fetiche por las piñas y los cortes de cabello fueron las cosas más fáciles de recordar.

Y luego estaba el chico vestido de rojo. Unos ojos lindos y una figura de atleta olímpico no eran razón suficiente como para interesarse en el tal Saotome. Ya que con ese lindo paquete «tsundere» venía su novia celosa y un montón de locos que usaban la escuela para cualquier cosa excepto estudiar.

Para la comunidad de Nerima era una especie de medalla de orgullo que sus hijos asistieran a ese manicomio y volvieran a sus casas en una pieza. Lo más saludable por hacer para mí fue mantener una actitud discreta y evitar a los locos superpoderosos a toda costa.

Aunque ese chico de la sombrilla roja me parecía muy lindo.

Ese lugar de Nerima parecía ser nuestra nueva vivienda permanente, pero gracias a una arriesgada inversión de papá las finanzas en casa mejoraron y de mucho mejor humor todos preparamos la mudanza. Ese «año malo» quedó atrás y con un esfuerzo de toda la familia pudimos volver a nuestro verdadero hogar. Nuestro feliz traslado fue en el momento correcto, ya que las locuras en Nerima escalaron a un nivel mayor. Ya en nuestro hogar pudimos ver algunas de las fotografías en el periódico y el pedazo gigante de hielo en mitad del distrito de Nerima no tenía sentido.

No le dije nada a mis padres, pero semejante locura seguramente tenía que ver con el chico Ranma (él siempre estaba involucrado de manera directa o indirecta) de una manera u otra el caos siempre lo acompañaba.

Con un suspiro tranquilo tomé mi maletín escolar y caminé casi dando saltitos hacia mi vieja escuela, feliz por dejar los días malos y la locura atrás.

El reinicio en Kamagarichi-high debía ser más fácil. Conocía la escuela bien y mis amigas de toda la vida estaban ahí. De vuelta a lo fácil, lo cómodo y lo conocido. Sin embargo un grito rompió mis planes como si fueran de vidrio antes de llegar a la entrada principal:

—¡Regrésame mi oro, niña loca!

Al levantar la mirada pude ver a un muchacho de mi edad vestido con un extraño traje de etiqueta verde y quien estaba saltando por los tejados cercanos a la escuela en una extrañísima persecución. Con un salto imposible aterrizó justo en la entrada principal de la escuela.

Me quedé completamente inmóvil cuando una segunda persona extraña apareció caminando tranquilamente frente a mis ojos.

Era una chica de cabello castaño y ojos verdes quien se colocó justo delante del chico vestido de verde.

Pero no fueron su peinado ni sus ojos lo extraño en ella sino su atuendo. Ella usaba un vestido de gala del siglo XVIII en color rosa pálido. Era eso o un atuendo de muñequita extranjera y dijo:

—Te daré tu moneda de oro cuando uses tus poderes de duende y me des un gallo que cante ópera.

—¡Los gallos no pueden cantar ópera!—rugió molesto el chico vestido de verde cruzando los brazos.

Bueno, por lo menos el chico no estaba tan loco como su atuendo.

—Todo el mundo sabe que los gallos solo cantan Rock clásico. ¿No prestas atención a las clases?

Ack.

La chica ni se inmutó por los gritos y dijo:

—Quieres tu moneda, quiero mi gallo.

—¡Que no se puede!

—Entonces no hay oro para ti, Daisuke.

—¡Aghh!

—Sé razonable, Azusa—replicó el chico en un tono de voz calmado y agregó—: debe haber algo que pueda hacer para que me regreses mi oro.

—Lo hay—dijo la chica con una pequeña sonrisa.

—En verdad. ¿Qué quieres?

—Bésame.

Con eso la cara del chico fue a dar al suelo como si lo hubiesen golpeado. Se repuso en un instante y estando nuevamente de pie le dijo:

—¡No puedes pedirme eso!

—Claro que puedo, por las leyes de los leprechaun estamos comprometidos—y con un gesto de tristeza agregó—: pero sé bien que amas más el oro. Así que quiero un beso de despedida de mi prometido. Será un pequeño recuerdo del destino que nos separa.

—No es el destino, ¡eres tú quien se robó mi oro y nos comprometió a los dos!—dijo el chico con una voz histérica.

—Lo encontré, querido Dai—replicó ella con una mueca arrogante y agregó—: ¿no estarás asustado por un beso pequeñito?

—No lo estoy.

—Demuéstralo—desafió ella.

—¡Bien!

—¡Bien, aquí te espero!

—Pe… pero—tartamudeó el chico viendo a la pequeña multitud que se reunió.

Al final Daisuke regresó a su plan original y gritó molesto—: ¡Regrésame mi oro!

Pero la chica Azusa claramente ya esperaba una reacción como esa porque dio un salto imposible hasta el techo de la escuela.

—¡Neeh!—se burló ella desde las alturas sacándole la lengua al chico.

—¡Regresa aquí!—gritó el chico vestido de verde y mandó al infierno todas las leyes de la física dando un salto igual de potente.

Y al verlos alejarse solo pude murmurar a la nada:

—¿Quiénes son ese par de locos?

Una voz familiar respondió mi pregunta.

—Esa fue la pareja más famosa de la preparatoria Kamagarichi, Asuza Shiratori y Daisuke Higurashi. ¡Bienvenida de nuevo, Moemi-chan!

Mi querida amiga Sanae estaba frente a mí con una enorme sonrisa. Con una cálida alegría caminé hasta ella y sujetando sus manos le dije:

—Estoy de vuelta.

Con un toque de pánico al pensar que la locura de Nerima me había seguido le pregunté a Sanae:

—¿Por qué se visten así?

—La versión corta es que les pagan para usar esos disfraces. Algo tiene que ver un animé que se estrena a final del año llamado Asuka vs. Sasuke.

Con un suspiro mental por descubrir que eran actores y no artistas marciales le pedí más detalles.

Al caminar hacia los casilleros Sanae me dijo con una sonrisa divertida:

—Las cosas se han vuelto muy locas desde que te fuiste. Pero te pondré al corriente muy pronto.


Mientras Sanae comenzaba su plática sobre como la ordinaria preparatoria había descendido a una locura similar a la lejana escuela Furinkan, una pareja dejaba de lado sus actuaciones en la azotea del edificio. Estando realmente a solas Azusa y Daisuke se lanzaron el uno al otro compartiendo un apasionado y aparentemente infinito beso. Sin romperlo ambos se movieron a una parte con sombra y tras unos pasos nerviosos ambos rompieron el beso y se apoyaron en la pared del pequeño cubo de cemento en la azotea. Como si fuese un refrescante trago de agua en un día caluroso ambos se quedaron en silencio sujetándose de la mano.

—Te... extrañé—: jadeó Daisuke, una vez que el suficiente aire regresó a sus pulmones para permitirle hablar.

—Yo también te... extrañé—: respondió Azusa apoyando su cabeza en el hombro.

La tranquila pausa no duró mucho cuando una nueva ronda de besos y caricias que llevó a los enamorados a su propia nube de felicidad reinició. Ninguno de ellos escuchó la campana que anunciaba el inicio de las clases. Sin embargo Azusa se apartó ligeramente de Daisuke y con un amplio rubor en el rostro y una mirada brillante dijo:

—Dai-kun…

—Mmm—murmuró el chico todavía empapado de dicha preguntó—: ¿qué sucede Azusa?

—Estoy lista.

—¿Lista, para qué?—preguntó Daisuke confundido.

Ella le sujetó el rostro con las manos y simplemente repitió:

—Estoy lista.

Y un rubor mayor al que mostraba la chica de ojos verdes apareció en el rostro del falso pelirrojo cuando comprendió.

—Oh.

Estaban cerca de dar un temido y a la vez anhelado paso. Sin saber qué decir Daisuke abrazó a la chica del cabello rizado de una forma suave por un tiempo hasta que al final le dijo:

—Estoy listo.

Poco después ambos bajaron por las escaleras juntos e inusualmente tranquilos.

Tenían mucho que pensar.

«««0»»»

«Estoy lista»

Dos palabras que Azusa prometió decirle a su novio cuando se sintiera preparada para dar el siguiente paso en su relación. Había aprendido todo tipo de variantes divertidas para los besos y aún experimentaba un dulce placer cuando sus manos vagabundas estrujaban las nalgas de su Dai-kun en sus sesiones de amor más avanzadas.

Eran en parte esos grititos de placer y sorpresa de su amado los que la impulsaban a llegar más lejos en la forma de demostrar su amor.

Pero…

Cuando las manos de él tocaban algunos de los lugares críticos en ella, un reforzado sentido de cautela enfriaba cualquier avance de ambos. Ella se alejaba y se ponía en guardia. Un mecanismo de protección muy necesario cuando todo el mundo la consideraba una linda muñequita idiota. Con el paso del tiempo varios patanes intentaron explotar esa ventaja. Desde los patéticos intentos de Mikado para besarla hasta aquel sujeto del gobierno que la encerró creyéndola una víctima tonta e indefensa. Años de cuidadosos planes para proteger la isla donde murió su familia la dejaron con un sentido de cautela sobre desarrollado.

Planes y estrategias disfrazados de una simplona estupidez fueron un arma de doble filo, una consecuencia con la cual ella tuvo que lidiar.

Los dientes perdidos fueron la menor de las sorpresas cuando descubrieron que Azusa Shiratori no era la idiota cleptómana que aparentaba ser.

Pero…

Ahora que tenía a su lado a una persona que amaba y por quién ella deseaba ser tocada y mucho más, su protección resultaba ser un problema.

Su dulce Dai-kun lo entendió, pero ella podía ver el dolor en su mirada cuando sus sesiones de besos tenían esos sobresaltos. Ella le pidió tiempo para estar lista y él aceptó.

Fueron más meses de cuidadosa práctica y del mismo modo que con su compulsión por "coleccionar" baratijas o visitar «esa cabaña» Daisuke Higurashi demostró estar de nuevo a la altura con su amorosa y constante ayuda.

Su tiempo estudiando en Kamagarichi-high estaba llegando a su fin y ella decidió que también era momento para una nueva etapa con su novio. De manera que Azusa enfrentó ese nuevo reto en la forma que ella conocía. Comenzó a hacer planes para «el gran momento». La atracción entre ambos era evidente igual que el amor, lo único que faltaba era un escenario adecuado para iniciar esa nueva fase de su relación.

La antigua patinadora de hielo se documentó con ferocidad: desde el mejor lugar para colocar velas hasta el modelo de ropa interior que tendría a su amado sin palabras. Y del mismo modo que dirigió a la rebelión en la isla de los conejos Azusa comenzó con sus planes.

Un par de meses después los proyectos estaban listos para su momento especial y para no aplazarlo más ella dijo las temidas y anheladas palabras.

«Estoy lista»


«Estoy listo»

Con un suspiro incómodo Daisuke colgó el auricular del teléfono. Una ventaja de estar en un lugar tan apartado fue sin duda que las cabinas telefónicas estaban muy separadas entre si lo cual les daba un buen grado de privacidad.

Y si alguien hubiera estado escuchando sus largas llamadas de los últimos dos meses tendría que irse del lugar por pura vergüenza. Era la última llamada de las muchas que hiciera en esa cabina.

Cuando Azusa le pidió tiempo para ajustarse él secretamente estuvo agradecido por el tiempo para poder prepararse el mismo.

Sin importar la fuerza que tenía su novia, quería tratar a Azusa con el mayor de los cuidados en su relación. En varias ocasiones pudo ver el temor en su mirada durante sus sesiones de besos y caricias. La cautela por haber llevado una doble vida la dejó con una reserva muy alta en asuntos físicos. Pero la curiosidad por dar «el paso» con su novia era muy pequeña si se comparaba con el temor de hacerle daño. Así que le dijo de manera muy clara que eran libres de llevar el ritmo de su relación y por lo tanto no había tiempos o límites en la forma en que se amaban. Solo pasaría cuando ambos estuviesen listos.

Daisuke conocía algunos «materiales de referencia» de su tiempo en Nerima con su amigo Hiroshi. Pero ahora, todas esas poses y actitudes le parecían estúpidas y falsas.

No quería hacer nada de eso con su Azusa, él quería hacer las cosas lo mejor posible. De manera que se tragó su orgullo y consultó a las personas más sabias y mejor calificadas que conocía en la materia.

Su ejército de tías.

No sin una buena cantidad de burlas iníciales pudo explicarles lo que quería y cuando las mujeres mayores se dieron cuenta del genuino interés de su sobrino por su novia le dieron varias cátedras de información que cada una de ellas consideraba importante.


«No vayas directo a sus pechos o cadera porque…»

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«Esa área es muy sensible en las mujeres así que te sugiero que…»

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«¿Sabes la forma correcta de usar un preservativo, Dai? Tendrás que practicar para no…»

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«Las palabras tiernas son un buen apoyo para ese momento…»

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«Cada persona tiene un ritmo diferente así que…»

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La cantidad de vergüenza que sintió por «la charla» se quedó muy corta durante esas largas llamadas. Pero llevó el asunto con la misma seriedad que los estudios que lo transformaron de Daisuke a Jeff.

Y armado con toda la información esperó a su amada. Con la revelación de Azusa de esa mañana aquel encuentro se aproximaba.

Conociendo a su amada líder ella ya debía tener uno o dos planes en marcha.

Con el sol en alto fue a su casa para prepararse lo mejor posible.

El clima era bastante agradable como para no tener que usar su sombrero de copa.

«««0»»»

El clima había cambiado con la velocidad de una soda estallando al abrir la lata. El cielo tomó un triste tono color gris y luego las nubes se volvieron negras.

Un aviso de tormenta por la radio paralizó las actividades de los residentes y mantuvo a la gente en sus casas.

Excepto por una chica de cabello castaño quien tenía una expresión de enojo en su bonita cara mojada por la lluvia.

Azusa caminaba con pasos decididos hacia la casa de su novio. Nada como una tonta tormenta interferiría con su día especial. Ella cargaba con calma una enorme mochila con todo el material necesario para transformar cualquier habitación en su espacio soñado. Y como quería sorprender a Daisuke no podía pedirle que fuera a su casa.

El viento ya aullaba por las calles y la lluvia comenzaba a ser molesta incluso con la fuerza mejorada de Azusa. Cuando ya casi llegaba a su meta descubrió a su novio fuera de su casa desbaratando sin querer sus planes.

Daisuke estaba ayudando en una casa vecina, el soporte en una de las construcciones no resistió el feroz clima y el techo colapsó. O lo hubiera hecho de no estar Daisuke cerca. Su novio estaba usando su propia fuerza mejorada para ser un pilar humano y sostener el techo del edificio mientras sus vecinos movían a toda prisa animales de granja y objetos antes de que fueran aplastados.

Al verlo bajo la lluvia usando sus pantalones verdes y una ajustada playera negra de cuello redondo y sosteniendo una pesada carga Azusa lo imaginó como alguna de esas estatuas griegas de un atleta o héroe. La lluvia no parecía afectarlo o importarle. Y ahí, en ese desastroso escenario que Azusa vio a Daisuke más atractivo que nunca y un rubor la recorrió entera. No era un héroe, era su héroe, su amor, su compañero y su hombre. Ella lo deseó con ferocidad.

Pero claro, primero tenía que atender asuntos pequeñitos como una molesta tormenta antes de su deseada unión.

Sin dudar Azusa corrió a ayudar a las personas.

«««0»»»

Dentro de su casa la pesada lluvia se volvió solo un molesto ruido de fondo.

Daisuke traía las toallas más grandes de su armario para su novia y hacia esfuerzos desesperados para no mirar la interesante forma en que la tela mojada se adhería a la figura de ella. No quería mirar la forma en que el agua volvía transparente algunas zonas mostrándole más del sostén y pechos de Azusa de lo que hubiera podido ver nunca. Con un esfuerzo de voluntad le dio espacio a la chica para que se secara el agua.

Tan sorprendido como estaba por su visita no pudo dejar de agradecer su llegada. En un momento Azusa sacó a relucir sus dotes de líder y organizó el traslado de objetos de un caos asustado a un organizado trabajo.

El mirar a su amada brillar incluso bajo una tormenta le hizo amarla más. Aún con la lluvia azotando su larga cabellera Azusa se veía decidida y la fiera sonrisita que le daba lo ponía nervioso de un modo muy extraño.

Y esa maravillosa chica lo había elegido a él de entre todas las personas que pudo amar. Un molestó gritito lo sacó de sus pensamientos:

—¡Todo arruinado!

Cuando regresó a ver lo que ocurría encontró a Azusa tan mojada como la había dejado haciendo pucheros junto a una enorme mochila que había traído.

—¿Qué ocurre?

Azusa lo miró con ojos molestos y tristes.

—Tenía una sorpresa preparada, pero se arruinó.

Daisuke pudo ver algunos pedazos de tela indefinidos, pétalos de flores y pedazos de algún tipo de cilindro verde.

—¿Y acaso mi linda Azusa no tiene un plan o dos para emergencias?

—No para esto—murmuró haciendo un puchero y dijo—: además hoy debería ser nuestro día especial y hasta el clima está en mi contra.

Con esta revelación las piezas dispersas de la mochila cobraron sentido para Daisuke. La tela tenía encaje, las flores eran pétalos de sakura y los cilindros seguramente eran velas.

—Siempre existe un camino alterno—dijo el chico con una voz tierna al descubrir el esfuerzo de su novia.

—¡Pero estoy mojada, llena de barro y la lluvia arruinó mi peinado!—gritó Azusa.

—Pero estamos juntos, amor. No existe otra persona con quién quisiera estar en mi casa.

Azusa se sonrojó y dijo:

—Estoy hecha un desastre.

—Estás sucia porque me ayudaste con esa pobre gente. No tenía ni idea de cómo organizar el traslado hasta que mi linda líder apareció. Pero con todo y el lodo a mis ojos siempre eres bella.

—¿En verdad?

—Sí—ahora ve a bañarte antes de que te resfríes.

La respuesta de ella no llegó en palabras sino como un beso breve pero muy intenso. Luego la chica lo tomó de la mano y fue abañarse… con su novio.

«««0»»»

«Bonita»

Mientras se peinaba el cabello fue la única palabra para describir como se sentía Azusa en ese momento. Al estar frente a su novio no pudo dejar de notar la mirada embobada en sus ojos. No dejó de mirarla mientras ambos entraban en la cálida lluvia artificial. Y mientras los restos de tierra se disolvían recordó con una sonrisa el salto inicial de Daisuke cuando declaró que ella lo bañaría y esperaba lo mismo de su parte.

Algo tan rutinario como una ducha tomó un giro muy excitante. Daisuke no solo la limpió sino que fue una prolongada caricia de cuerpo completo. Sus propias manos temblaban cuando distribuían el jabón por el cuerpo de su novio, pero lo disfrutó mucho. La completa confianza de él disipó sus propias inseguridades.

Bella, hermosa, valiente, intrépida y muchas palabras dulces de su novio acompañaron su sesión de baño.

Azusa pudo dejar ir sus temores finales con ese chico.

Ahora recién bañada y bajo las sábanas limpias ella se sintió de nuevo en control, solo un poco más y…

«««0»»»

Daisuke miró la forma dormida de Azusa y sonrió con amor. Con el día tan extraño que vivieron era normal que estuviese agotada. No había prisa. Mientras se acomodaba de su lado de la cama Daisuke pensó en que su novia era linda incluso al dormir.

«««0»»»

Daisuke despertó con un suave beso justo sobre el tabique de su nariz. La sonrisa feliz de Azusa fue lo primero que vio al abrir los ojos.

—Mmm... Me gustó eso—: murmuró él refiriéndose al beso y a su amada.

Con una vaga sonrisa de diversión, Azusa le dio un rápido beso en la punta de la nariz. Daisuke pudo sentir el amplio cabello de ella haciéndole cosquillas en el cuello.

—¿Quieres descubrir como se siente?—: ronroneó Daisuke besando de la misma forma a la chica.

—Sí, pero también me gustan de este tipo— replicó Azusa plantando un duradero beso en la mejilla de su novio.

Alzando una mano, Daisuke sujetó la barbilla de su amor.

—No juegues conmigo— dijo él, guiando los labios de Azusa hasta los suyos. Su beso pasó de juguetón a serio y duró un poco más que el primero y contuvo un calor que el otro no tenía. Las manos de ambos vagaron por donde la dicha las llevó y esta vez no hubo restricciones ni sobresaltos para ninguno.

Enderezándose, Azusa se acomodó al lado de Daisuke, y se quedaron sentados en la cama un rato en grato silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro.

Luego de un rato, Azusa se levantó y dijo:

—Espérame. Vuelvo enseguida.

Daisuke esbozó una floja reverencia con una mano y respondió:

—Como ordene, mi señora.

Con una sonrisa que le iluminó el rostro mejor que un reflector de escenario, Azusa desapareció del dormitorio.

Daisuke se hundió de nuevo en los cojines, reclinando la cabeza y descansando los ojos, tratando de no pensar en lo que vendría y disfrutando lo que ya había sucedido. Tenía grabado en la memoria la sesión de baño y la figura de Azusa en toda su hermosa gloria; además del hecho de que había dormido junto a su amor. Tenerla a su lado no fue incómodo de ninguna forma. Al lado de esa maravillosa mujer no tenía que pensar ni temer, podía dejarse llevar.

Habiendo caído en un leve sopor, fue despertado por un par de labios sumamente tibios y húmedos, y por el sabor a chocolate en su lengua. Abriendo los ojos, encontró el rostro de Azusa a centímetros del suyo, con picardía bailando en sus ojos y chocolate caliente en los labios. Daisuke la gratificó con otro breve beso.

—Delicioso.

—¿Verdad que sí?

—Esos dulces labios tienen el condimento correcto, realza su sabor.

Azusa sonrió para cubrir su rubor y retrocedió un paso. Ya no estaban el pantalón ni camiseta deportivos que había lucido a manera de ropa de dormir. Ahora ella usaba la bata gris de su novio atada holgadamente en la cintura de Azusa. El ceño de Daisuke se arrugó ante la vista.

—¿Y esa sonrisa por qué?

—Pensaba en lo que mencionaste ayer sobre tener más de un plan.

La expresión en la cara de Daisuke se transmutó de curiosidad a orgullo.

—Mi linda líder siempre tiene…

—Uno o dos planes en mente—terminó Azusa, ahora con una sonrisita.

Con una penetrante mirada, Daisuke preguntó:

—¿Qué nueva sorpresa me tiene ahora mi intrépida líder?

Azusa sonrió y se ruborizó, atrapada entre la vergüenza y algo más primigenio. Retrocedió, abriendo los brazos, con una sonrisa tímida en los labios.

Con un deliberado ademán, Daisuke se tocó el mentón con un dedo y apretó los labios, pareciendo sostener algún debate consigo mismo.

Por último, se preguntó en voz alta:

—¿Es una invitación, supongo?

Los ojos de Azusa chispearon y su labio inferior se proyectó hacia afuera en una levísima insinuación de puchero por lo obvio. Con una sonrisa, Daisuke se levantó de la cama y tomó el cinturón de la bata de Azusa, acercándose a la mujer más pequeña.

—¿Debo revelar este plan?

No confiando en su habla, Azusa asintió su permiso. Su rubor se intensificó, tiñendo sus mejillas casi carmesí. Avanzó con sus pies descalzos, presentándose, haciendo el ofrecimiento.

Daisuke tomó el extremo del cinturón con una mano, reverente como si fuese algo vivo. Sonrió, viendo los ojos de Azusa cerrarse en expectativa. La sonrisa se crispó, volviéndose juguetona o quizá... traviesa. Y esperó.

Y esperó.

Al final, Azusa abrió los ojos, con duda e inquietud atrapadas en sus facciones por un instante. Entonces captó la sonrisa de su amado, y sintió un delicado tirón en su bata. El mullido cinturón fue soltado y la prenda entera pareció escurrir, cayendo al piso en un pequeño charco de tela.

Lo que siguió fue más silencio. Daisuke quedó aturdido. Total, completa y absolutamente anonadado. Se suponía que Azusa era linda, traviesa y amante del color rosa o los tonos pastel. Ella no debía llevar puesto algo tan... tan... devastadoramente sensual.

En algún momento, mientras Daisuke dormitaba, la improvisada ropa de dormir había sido remplazada. En su lugar había algo digno de un catálogo de lencería. Encajes, seda en negro y púrpura con aberturas en un excesivo número de lugares. Una gargantilla, y delgadísimos tirantes conduciendo a un muy exiguo negligé. Un portaligas. Tanto cubierto, pero tan poco oculto.

Daisuke quedó reducido a poco más que expresiones. No tenía la seguridad ni de estar respirando.

La mirada incierta de Azusa se había ido hacía mucho. Con la certeza de un plan exitoso y la sonrisa de una famosa mercenaria de Nerima ella adoptó una pose, invitando a la inspección.

—¿Te gusta?

La respuesta fue suave, poco más que un murmullo inarticulado:

—Sí.

—Y tú que creíste que el plan ya estaba revelado— la voz de Azusa era ahora confiada, casi desafiante.

El tono bastó para devolver a Daisuke a la coherencia y el uso de palabras. Exhibió a su vez una débil sonrisa, sus ojos entrecerrándose, contemplativos.

—Voy a tener que ponerle más empeño, parece.

—Pero debemos guardar los planos.

—Oh, sí. No hay que desechar un diseño tan bonito.

—No es de colores muy «lindos» pero después de ver tu reacción creo que me gusta este tono.

—Muy cierto, el púrpura se ha vuelto uno de mis colores favoritos.

—¿En verdad? ¿Qué otro color te gusta?

—Mmm no lo sé, me gustan muchos colores, mientras seas tú quien los use.

En medio del juguetón diálogo, Daisuke se había levantado de la cama persiguiendo a su amada. Ambos trazaron un lento baile por la estancia. Fiel a su personalidad juguetona y desafiante Azusa se mantenía justo fuera del alcance de Daisuke, retrocediendo del falso pelirrojo en diminutos pasos. La sonrisa de ella crecía a cada retirada, y comenzó a hacer sugerentes movimientos. Como flameando una bandera roja delante de un toro.

La sonrisa de Daisuke crecía en sostenida fiereza, el lobo cazando a su presa. Al final, con una complicada coreografía de pies arrastrados en cámara lenta, acorraló a la mujer más pequeña en un rincón.

Una voz con un ligero acento extranjero murmuró ronca por el deseo.

—No hay adónde escaparse ahora, mi señora.

—Auxilio, que alguien me salve de este duende enojado—: La mirada de Azusa centelleó, mas no de miedo.

Con intensidad animal, Daisuke dio el zarpazo.

—¿Y ahora qué?

Con las muñecas apresadas contra la pared a cada lado, Azusa no hizo más que batir las pestañas.

—¿No hay un chico guapo que me salve?

—¿Sirve uno enamorado?

Una sonrisa coqueta y una respuesta:

—Un chico guapo y enamorado llegó a salvarme.

La proximidad de tanta piel desnuda y la promesa oculta detrás de tan exigua tela hacía a Daisuke sentir la cabeza abombada. Era diferente de la noche anterior. Sentía el estómago extraño, una sensación de regocijo aturdidor. Se acercó, hasta que sus narices casi se tocaron. El aroma en ella era embriagador, sutiles toques de talco y jabón y, tras ellos, algo más... Algo indescriptible. Azusa lo miró detenidamente, los ojos llenos de emoción. Sus cuerpos siguieron apartados, de no ser por la firme presa de las manos de Daisuke en las muñecas de Azusa.

En un precipitado movimiento, Daisuke traspuso la distancia final, una boca tocando otra boca.

El prolongado tacto suave y tibio con sabor a chocolate. Ambos se hacían cosquillas al mezclar suaves exhalaciones.

Se separaron, Daisuke retrayéndose. Soltó a Azusa, retrocediendo un inestable paso. Maravilla y miedo batallaban en los ojos del chico. Una baja blasfemia se coló por entre sus labios.

—¿Qué demonios me estás haciendo, Azusa?

—¿Eh?

—Siento como si hubiese corrido un maratón antes de tener «la marca».

Una sonrisa presumida llegó a ella y replicó:

—Ya te dejé agotado en la isla y lo volveré a hacer.

—Tal vez sea más difícil de lograr esta vez. Te recuerdo que ya no soy ese debilucho.

Un delicado abrazo, piel tocándose, cuerpos amoldándose. Los brazos de Azusa rodearon la cintura de Daisuke; los de él envolvieron los hombros de la mujer más pequeña, una mano entrelazada en el largo cabello rizado.

—Tienes demasiada ropa, Dai.

—¿Si?

—¿Hago algo al respecto?

—Confío en su buen juicio, mi señora. Haga lo que deba.

Pequeñas manos tiraron de la camisa de algodón en Daisuke hasta tocar los botones, con lentitud comenzaron a abrir la prenda separando botones de ojales. Con calma retiraron la camisa dejando un juvenil torso desnudo, las puntas de los dedos de Azusa recorrieron «la marca» en el abdomen de Daisuke.

—No hay profesor que te salve esta vez, Dai-kun—arrulló ella.

—Oh cielos.

Un suave beso le tocó el cuello a la chica.

Daisuke sintió las manos de Azusa invadir la tela del pantalón que usaba. Ahora ella tenía el elástico sujetado por ambos extremos y comenzó a tirar hacia abajo.

Azusa quería tomarse su tiempo con esa penúltima prenda de su amado, pero Daisuke se tensó casi imperceptiblemente.

—No pude preparar mi regalo adecuadamente—murmuró él.

—Mi tontito Dai—sonrío ella con ternura y agregó—: tu Azusa siempre tiene un plan o dos para cada ocasión, cierra los ojos.

El sonido de algunos pasos rápidos le hizo imaginar a Daisuke un disfraz de conejo o algo parecido. Con Azusa cualquier cosa podría pasar. Un momento después sintió en la cabeza un peso familiar… muy familiar.

—¿Ese es mi…?

—Shh— susurró ella—. Deja todo en manos de Azusa y ella te dejará lindo.

La espera no fue tan larga ni tan extraña como él hubiera pensado. Además de quitarle los pantalones del pijama y un nudo en el cuello no sintió nada extraño.

—Listo.

El alivio inundó el rostro del chico y abrió los ojos. Solo tenía puesto un sombrero de copa y una corbata de moño. Ambos de color escarlata.

Era una parte de su disfraz de duende, el rojo.

—Por eso te pedí que no usaras ese traje de nuevo, imaginarte con este atuendo me pone… caliente—explicó Azusa.

Imaginar a su amada fantaseando con él le trajo un escalofrío de placer a su cuerpo.

—Bésame.

Un momento de pasmo y silencio. Y luego, otra vez, más exigente y suplicante.

—Bésame.

Labios se volvieron a juntar, luego separándose llegó la frase final.

—Ámame.

—Ven aquí—murmuró él.

La lencería púrpura fue retirada de ella y él se quedó usando solo el moño en el cuello. Dai descubrió que una prenda de su amada estaba completamente húmeda, mientras que la reacción de él fue innegable a los ojos de ella.

El confirmar la excitación del otro fue una sensación eléctrica para ambos.

—Ven aquí—repitió Daisuke.

Alzando la vista, la luminosa mirada de Azusa encontró a los hambrientos ojos de Daisuke. Tenía un intenso brillo en los ojos, uno que dijo muchísimo. Afirmando con la cabeza Azusa caminó hacia la cama.

«««0»»»

Daisuke restregaba la espalda de Azusa, tomándose mucho más tiempo del necesario. Eso sí, nadie ponía reparos. Acercó el cuerpo de Azusa al suyo, abrazándola desde atrás, satisfecho de estar de pie en el agua caliente sin nada entre los dos más que agua y jabón.

Azusa hizo un suave sonido arrullante, luego murmuró:

—Si demoramos mucho, se nos va a terminar el agua caliente.

Daisuke no hizo más que acariciar el abdomen de Azusa con sus manos mojadas, meciéndose despacio al son de alguna música interior. Puso la boca en la unión del cuello y el hombro, saboreando la piel y tenues trazas de jabón. Su lengua trazó el curso de los tendones, levemente tensados al igual que el resto del cuerpo de la mujer más pequeña.

—Si no te apuras, me va a hacer falta la ducha fría.

Con una risita suave y gutural, Daisuke posó las manos en los senos de Azusa, desde atrás, su pecho apretado firmemente contra la espalda de Azusa. Con una sujeción rápida y vehemente, dio vuelta a Azusa, empujándola contra la pared de la ducha. La boca de él pareció estar en todas partes al mismo tiempo, y allí donde no estaba, estaban sus manos.

—En serio me va a hacer falta... —empezó Azusa, antes de dejar la frase en el aire, ante la acometida.

No hubo muchas palabras entre ambos las siguientes horas.

«««0»»»

Azusa Shiratori tenía en el rostro una expresión satisfecha en el rostro. Aunque en su caso no solo era la gata que se comió al ratón, era la gata que expulsó al perro, inculpó al bebé por la falta de leche, consiguió un masaje y un cepillado de tres horas y manipuló al humano en turno para comprarle atún fresco de por vida.

La patinadora era una mujer muy satisfecha con el mundo en ese momento.

Pero al mirar a su intenso y creativo amante dormido solo pudo pensar en lo lindo que era su Dai-kun durmiendo. Completamente relajada se acomodó de nuevo en la cama para seguir durmiendo. La vida era buena.

«««0»»»

La tormenta interrumpió los planes de Moemi, pero solo por un tiempo. Mientras duró su tiempo de «servicio comunitario» en la escuela Furinkan ella aprendió muchas cosas. Si la pareja del chico duende y la chica muñeca eran como Saotome y Tendo habría oportunidades para muchas fotografías y algo de dinero extra. Nadie volvía su escuela una locura delirante sin pagar el precio.

Su tiempo como ayudante de Nabiki Tendo se pondría a buen uso.

Con una calma casi depredadora Moemi esperó en la puerta de la entrada el siguiente día de clases.

Solo para llevarse una nueva sorpresa.

La pareja dorada sin duda apareció, pero no estaban usando sus excéntricos trajes, sino un par de uniformes de trabajo en color verde opaco. Lo único fuera de lugar en esa ropa fue la gorra en color rosa de la chica Azusa y la gorra verde con diseños de tréboles negros en Daisuke.

Y que ambos llegaron tomados de la mano.

Los dos se daban directas y constantes miradas de amor.

La pública muestra de afecto no pasó desapercibida para un grupo de chicos y chicas que parecían estar contemplando una tragedia. Los famosos grupos de admiradores que ambos actores tenían si las palabras de Sanae eran ciertas.

«Todavía puede rescatarse»—pensó Moemi con una ligera molestia, mientras ambos se mantengan discretos en sus demostraciones de…

—Los deberes me llaman, amor mío. Nos veremos en la pausa para el almuerzo—dijo el chico haciendo una reverencia a la joven e inclinándose para besar su mano de un modo galante.

—Vaya pues, señor O'Neal—replicó la joven con una sonrisa y un ligero rubor en el rostro.

El chico se colocó en mitad de la entrada principal y gritó:

—¡Tréboles de Kamagarichi, a mí!

Moemi observó con aturdida fascinación como aquel ladrido casi militar convocó a un amplio grupo de estudiantes varones que corrieron hasta formar varias filas frente al chico de la gorra.

—¡Escuchen! La tormenta causó varios destrozos en la escuela y en varias casas de la comunidad, con el permiso de los profesores iremos a…

Una voz distrajo de nuevo a Moemi.

—Y allá va de nuevo, Daisuke—dijo Sanae con voz divertida.

—¿Qué quieres decir con: de nuevo?

Ese chico tiene sus rarezas, pero nadie en toda la escuela pone en duda su amor por la comunidad. Organizó a un grupo de voluntarios que mantiene a Kamagarichi en forma y resuelve algunos problemas.

Y como para dar más peso a las palabras de su amiga los chicos reunidos fueron a buscar materiales de limpieza para atender algunas partes de la escuela aún cubiertas de barro. Mientras tanto el extraño líder caminó hasta un árbol parcialmente arrancado y como si fuese una ramita lo desenterró para ajustarlo de nuevo en la tierra de forma correcta.

Moemi estaba sin palabras. En sus días en Nerima la tropa de locos que destruían el distrito NUNCA se molestó con los daños que causaban. Simplemente le dejaban todas las reparaciones y limpieza a alguien más. Pero ese chico tenía un genuino interés en su comunidad. Con eso sus deseos de chantajearlo se evaporaron.

—Vamos, Moemi-chan. Apuesto a que Azusa ya tiene un plan loco para reunir fondos para la escuela.

—¿Ella también?—preguntó incrédula.

—Oh sí. La capitana del equipo de voleibol es todo un estuche de sorpresas. Apuesto a que ya tiene en marcha algo. No tienes que participar, pero sus planes siempre resultan en algo divertido.

Moemi suspiró en derrota. Esos dos no se parecían a Saotome y Tendo no podía chantajear a este par si ayudaban de esa forma.

—¡Vamos!—dijo Sanae tomando la mano a su amiga—: me muero por saber cómo Azusa logró transformar al gruñón de Dai en ese manso gatito. Apuesto a que ya se besaron.

Y caminando de la mano de su amiga, Moemi pensó que su último año de escuela sería muy interesante.

FIN

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Notas:

Tenemos la costumbre de esperar el momento perfecto para algunos eventos importantes de nuestra vida, pero pocas veces se acomodan los elementos necesarios. Creo que al estar con la persona adecuada incluso un feo día de tormenta puede convertirse en algo mágico. ¿Y por que siempre se busca una noche de pasión? Las mañanas y tardes también tienen su propio encanto si se está con la persona adecuada. Naturalmente estos dos no podían dar «el siguiente paso» en su relación sin algunas dificultades, pero siguen avanzando en su nueva vida.

Ya lo mencioné al inicio, pero muchos de los cambios que tienen ambos se cuentan en los capítulos anteriores: desde la falta de artículos robados de Azusa, hasta el disfraz de Daisuke y su fuerza mejorada.

Dime, qué piensas.