— ¡Señorita Rin! —llamo una pequeña niña de un bello kimono verde, Kin'u a una bella joven que colgaba alegre y pensativa varias prendas— ¡Escóndame por favor!

Aquella pequeña sin darle tiempo de reaccionar a la joven se escondió detrás de la joven la cual estaba a punto de decirle algo cuando los gritos de otra pequeña comenzaron a escucharse.

— ¡Kin´u regresa aquí! —exclamó la niña de un bello kimono el cual estaba manchado de barro al igual que su rostro.

Aquella joven solo pudo reír ante la situación en la cual la estaba haciendo participar, en verdad las hijas del monje Miroku junto con la señorita Sango eran unas traviesas y juguetonas.

—Señorita Rin —saludo la niña que enseguida bajo su expresión de enojo a una más tierna—, perdone ¿mi hermana vino por aquí? Me pareció oírla.

—Lo siento pequeña Gyokuto no la vi —dijo en voz alta.

—Esa niña…

—Posiblemente se fue a esconder cerca de la aldea, ve a buscarla, si la encuentras rápido podrá ayudarte a limpiarte.

—Mamá dijo que nos ensuciáramos y Kin´u me lanzo al charco de lodo —comentó a aquella pequeña haciendo un puchero tierno.

Aquella joven que respondía al nombre de Rin solo pudo reír ante ello, esas niñas en verdad eran un encanto y cuando jugaban pesado podían hacer reír a toda la aldea de ser posible claro que eso tenía un precio alto cuando la señorita Sango, aquella exterminadora leal las atrapaba.

—De acuerdo —comentó está corriendo hacia la aldea—, nos veremos después señorita Rin —dijo aquella palabras corriendo mientras se despedía con su mano.

Rin rio más fuerte ante ello y giro para toparse con aquella niña que juntaba sus deditos esperando un regaño.

—Su madre las va a castigar si la así —dijo Rin mientras tomaba otra prenda y la colgaba.

— ¡Es que ella comenzó!

—También tú al momento de seguirla pequeña Kin´u.

—Lo siento —comentó despacio.

Rin rio ante la actitud de la pequeña, aceptaba que se le había ido la mano con su hermana.

—Lo mejor sería ayudarla a limpiarse —dijo Rin mientras acariciaba a la pequeña.

— ¡Si! —Dijo esta mientras salía corriendo en dirección hacia donde su pequeña hermana gemela estaba caminando—, adiós señorita Rin, no se demore.

Rin solo pudo alzar su mano y despedirse, fue divertido estar entre las peleas de las gemelas, así lograba distraer su mente que trabaja a todo lo que daba, en verdad cualquiera que la viera se daría cuenta que la cabeza de aquella dulce niña estaba en otro lugar.

Ella más que nunca sabia el motivo por el cual se encontraba así, pues habían pasado casi tres meces desde que el señor Sesshomaru no había vuelto a la aldea.

La última vez que su señor había llegado a verla; junto con el señor Jaken y con aquel demonio dragón de dos cabezas al cual le había puesto por nombre Ah-Un, estuvieron hablando sobre cómo estaba en la aldea, si se sentía segura, si no había novedad alguna y como esta se acostumbraba a vivir nuevamente rodeada de humanos.

Habían pasado seis años desde que Rin estaba en aquella aldea a lado del grupo de InuYasha y al cuidado especial de la anciana Kaede, aquella sacerdotisa respetada de aquella aldea.

Un recordaba claramente ese día, había sido una tristeza pasar por ello, se sentía espantada de estar ahí, y como estarlo cuando la vez que estuvo en una la trataron como si fuera la peor escoria luego de la muerte de sus padres a manos de bandidos, sin mencionar que esta fue asesinada por lobos cuando por destinos de la vida un fragmento de la perla de Shikon fue a para ahí, siendo ella una de las víctimas que había cobrado aquella perla.

Sin embargo tuvo un rayo de esperanza cuando conoció a aquel demonio a quien ya le tenía aprecio, a quien sin miedo y por su bondad ayudo limpiando sus heridas además de intentar alimentarlo con comida humana, ganándose la curiosidad el acobijo del mismo.

Por lo cual fe más que doloroso despedirse de él y quedarse en aquel lugar, sin embargo un consuelo que tuvo su señor l visitaría y como un gran Youkai que era cumplió su palabra.

Era la intención de volver a verlos.

He ahí la parte de aquel gran demonio el cual había quedado prendado de la curiosidad pro aquella humana que sin tapujos ni maldad se acercó hacia él, siendo así que cuando la vio inerte en aquella vez por aquellos lobos su primera intención; muy en el fondo fue salvarla; la cual fue cubierta por la idea de probar aquella arma que le había dado su padre.

Eso le había contado él señor Jaken en tantos de sus viajes, claro que lo hacía sin detallar hechos, pues bien sabia el regaño que le tocaría si delataba una pequeña parte de debilidad de su amo.

Aun así, ella recordaba perfectamente las palabras de su señor cuando este la dejo en aquel lugar.

Debes quedarte aquí —mencionó aquel demonio de gran estola blanca.

Para el Gran Sesshomaru no era fácil decir eso a pesar de no demostrarlo, su cara era neutra pero se podía notar que también le dolía dejarla ahí.

¿Por qué amo Sesshomaru? —Dijo aquella pequeña con una mirada nublada por las lágrimas—. No quiero volver a la aldea de los humanos.

Él verla así le causaba dolor, ambos podían sentirlo, alejarse de un ser querido causaba miedo y sufrimiento, como alguna vez lo había dicho su madre. Además de que no eran el único que se sentía así, tanto Jaken como a Ah-Un.

Pequeña Rin —llamo aquella anciana—, te prometo y doy mi vida de que mientras estés aquí yo cuidare de ti —dijo mientras tomaba las mano de aquella pequeña que estaba asustada—, confía en que mi intención será buena Rin.

Aquello dejo a la pequeña asustada pero a pesar de ello podía ver que en sus ojos no había problema, por primera vez, alguien a parte de su amo, Jaken y el grupo del señor InuYasha le mostraba intenciones sinceras, sin nada de malicia.

Rin —anunció su amo—, mi intención es dejarte aquí para tenerte más segura, pero siempre estare a tu llamado.

A Rin le quedaron esas palabras grabadas y con algo de miedo pero tranquila se quedó ahí, ella jamás pensó que esas palabras las llegaría a interpretar de una manera en la que hacía que sus redondas mejillas se sonrojaran.

Está bien —susurró—, si esa es la intención de usted amo Sesshomaru… la cumpliré.

Con el pasar de las cosas poco a poco su amo había cumplido su promesa, incluso hasta el mismo Sesshomaru se sorprendía de que lo hiciera, era un hombre de palabra claro estaba, pero darle su palabra a unos humanos jamás lo haría pero así fue.

Su finalidad era eso, cumplir aquella promesa que le hizo a Rin, su intención era verla y cuidar de ella.

—Si alguien te viera pequeña Rin estaría asombrado como una joven puede perderse en sus pensamientos —dijo la voz una joven de cabello negro cual noche y bellos ojos cafés.

—Señorita Aome —dijo está sonrojándose.

Había estado tan absorta en aquel recuerdo que no se dio cuenta cuando la señorita Aome había recogido las prendas que estaban secas, gracias al buen sol; que la señorita Aome le había dado recogiendo preparando todo para volver a la aldea.

La señorita Aome era una de las personas a las que estaba más apegada luego de la anciana Kaede, después de la batalla contra aquel demonio Naraku era había desaparecido y el señor InuYasha también regresando en tres días; lamentablemente ella no estaba con él.

Al principio no sabía por el señor InuYasha estaba cada tres días en el pozo, las primeras veces le parecía raro, hasta intento preguntarle a el mismo, sin embargo fue una mala idea cuando el señor InuYasha repelía hablar sobre ello, siendo así que de manera calmada le pregunto a su amo el cual a pesar de ser hermético le expreso lo que pasaba con aquel mitad bestia.

Es complicado —dijo en tono serio aquel demonio blanco evitando mirar a la pequeña—, su intención era mantener a salvo a esa humana pero su intención no involucraba alejarla de él.

Al principio aquellas palabras no las entendía, sin embargo el que la señorita Sango le explicara ayudo mucho aquella vez.

Pequeña Rin, una intención es algo que deseas hacer con todo tu corazón hacia una persona o hacia ti mismo —explicó la exterminadora—, InuYasha tenía la intención de proteger a Aome a toda costa, pero en ella venia que estuviera a su lado, y como ves… no pudo cumplir con esa intención

¿Las intenciones vienen de una persona a otra verdad?

Exacto, una de ella fue cuando Sesshomaru te trajo a aquí —aquello confundió a la joven, había escuchado esa palabra pero en ocasiones su significado se le hacía confuso—, la intención de Sesshomaru es protegerte y la acción parar hacerlo fue dejarte aquí, su intención es que aprendieras por ti misma, así podrás elegir después —las últimas palabras las susurro para que la pequeña no oyera, eso era algo que tenía como corazonada la exterminadora, no era momento para que Rin supiera de ello.

Sin embargo con el paso de los meses que se transformaron en años llegaron a pasar tres, y una de tantas tardes vio como aquel grupo del Señor InuYasha estaba completo al ver a la pelinegra siendo abrazado por este de camino a la aldea. Ahí fue cuando Rin pudo entender un poco sobre las intenciones tanto de la de la señorita Aome como la del señor InuYasha, estar al lado de la persona que aman.

—Pensado en mí cuñado ¿verdad? —dijo Aome con un tono risueño haciendo sonrojar a la pequeña Rin, haciendo reír a la ahora esposa del hermano de su amo.

— ¡Ay pequeña Rin! —Comentó riéndose—, te prometo que cuando menos lo esperes Sesshomaru estará aquí para ti, eso sí, con su buena gama de regalos para ti.

—Señorita Aome por favor —dijo apenada—, solo deseo que este bien y regrese a salvo mi Amo.

—Tranquila pequeña Rin, Sesshomaru es una gran demonio y cualquiera que aprecie su vida no se atrevería a meterse con él.

—Tiene razón señorita Aome.

—Ves, créeme que Sesshomaru tiene mucho porqué vivir tiene una sola intención para ello —susurró aquella sacerdotisa sonriendo ante lo que ocurría con aquella pareja que comenzaba a emocionarse al saber de esta.

Cuando sucedió aquel desastre con perla de Shikon y tanto ella como InuYasha quedaron atrapados Sesshomaru había decidido dejar a Rin en la aldea por recomendación de la anciana Kaede por lo que fue sorprendente verla cuando llego a la aldea.

El saber que la intención de Sesshomaru era dejar a Rin crecer y acercarse a sus raíces humanas y así poder elegir después, mas eso se afianzo cuando en aquella ocasión que terminaron en la tumba del padre de su amado se dio aquel duelo de trabalenguas en donde su cuñado sorprendió a todos al decir una exageradamente rápido, junto con la pequeña declaración de Rin al acabar este.

¡Oh Sesshomaru-sama, Rin se siente tan tímida!

El poder de la confianza, esa era la intención de Sesshomaru, que la pequeña Rin lo eligiera de acuerdo a lo que sintiera, estando juntos o no, ellos tenían algo que nadie podría destruir.

Las dos jovencitas de cabellera castaña regresaron a aquella aldea en donde varios niños las saludaron y otros aldeanos las miraban con agradecimiento, tanto a Aome por ser una gran sacerdotisa para todos como a Rin por ser una gran partera a lado de la anciana Kaede.

—Señorita Aome —llamo Rin.

— ¿Qué sucede Rin?

—Usted jama suele hablar de su familia… yo sé que no debo meterme pero tengo curiosidad ¿Cómo decidió regresar a nuestro tiempo?

Aome no se sorprendió ante ello, la pequeña Rin se había enterado gracias a Sango de donde provenía y entendía por que la pregunta, Rin era una señorita y en la era en la que ahora vivía ella ya estaba en edad de ser desposada por algún caballero.

—No fue fácil Rin —menciono la sacerdotisa—, yo amo a mi familia y además nací de la época de dónde vengo, tengo a mis seres querido allá. Pero mi intención fue siempre estar con InuYasha, él era lo más preciado para mí y cuando no pude volver… fue un tormento sin fin no tenerlo, deseaba verlo, estar con él.

Rin meditaba mientras escuchaba, se sentía más calmada con las palabras de la señorita Aome, no hace mucho su cabeza pensaba todo el tiempo en su amo, más aun con la pequeña muestra de afecto que tuvieron cuando este por primera vez le entregaba un hermoso regalo, un bello kimono de tonalidades doradas.

Y Rin por agradecimiento; y por parte cariño dentro de su ser; su intención fue darle un beso en la mejilla el cual jamás paso en ese lugar siendo recibido por los labios del demonio que noto el intento de está siendo él quien dio el primer paso sorprendiendo a la humana.

Sesshomaru-sama, en verdad es muy lindo que este aquí —recito suave la pequeña castaña—, sé que los humanos no le agradan y es muy gentil de usted soportarlos por estar aquí.

Te di mi palabra Rin, un Youkai con honor jamás rompe su palabra.

El viento soplaba fuerte en aquel lugar de naturaleza maravillosa, las luciérnagas ya comenzaban a escucharse y la luna comenzaba a asomarse por el horizonte. Aquel ser peliblanco que desprendía poder sobrenatural se encontraba tranquilo al ver que Rin se encontraba feliz y calmaba con él, su sonrisa se volvía más grande con él y ello era lo que por alguna extraña razón Sesshomaru adoraba de ella, su bondad y su inocencia que no se perdía conforme pasaban los años.

Rin… vamos a volar.

Sesshomaru-sama —dijo feliz Rin.

No era la primera vez que ella era llevada por su amo en aquella estola blanca; que por Jaken-sama; sabía que tenía una suavidad similar a la de un oso.

Rin se sujetó de la misma y Sesshomaru comenzó su trayecto hacia más allá de las fronteras de la aldea. Donde a lo lejos se veía un árbol frondoso que sobrepasaba a los demás, Sesshomaru descendió despacio viendo como Rin sujetaba su estola con fuerza y poco a poco se soltaba de esta mientras el veía que llegara a salvo.

A lado de este árbol se encontraba un paquete de hermoso de tela dorada que Sesshomaru recogió mientras Rin acomodaba un poco sus ropajes y contemplaba el horizonte con esa mirada que aquel demonio extrañaba a pesar de que no lo mostrara.

Extrañaba a Rin pero jamás lo diría abiertamente y si no lo notaba la pequeña Rin se sentía de igual manera, no había día en el que ese demonio no ocupara sus pensamientos.

Rin —llamo suavemente el Youkai.

Si.

Rin vio lo que tenía en sus manos su señor, era un paquete hermoso, podía adivinar que se trataba de un bello kimono que siempre le traía… aunque Jaken-sama era quien solía entregárselos y después se quejaba porque ella lo abrazaba efusivamente.

Sesshomaru solo pudo dárselo sin hablar, no necesitaba palabras con ella, además de que por primera vez el Youkai no sabía que decir.

¡Ooh Sesshomaru-sama, Rin se siente muy feliz de que usted se lo entregue!

Rin tomo el paquete en sus manos y lo abrazo con fuerza, era un hermoso presente para ella todo lo que viniera de su amo. Rin tuvo una pequeña idea de cómo darle las gracias a Sesshomaru-sama, la señorita Aome siempre le daba un beso en la mejilla o en la frente al señor InuYasha cuando este le daba un ramo de flores de vez en cuando.

La pequeña Rin se sentía nerviosa de lo que iba a hacer, su intención de agradecer esperaba que fuera bien recibida por su amo, su corazón comenzó a latir rápidamente poco a poco, lo que no paso desapercibido por el Youkai que noto un poco las intención de está esperando a que las hiciera.

Rin acerco su rostro al de su amo para darle un pequeño beso en la mejilla, pero en un rápido movimiento Sesshomaru tomo el brazo de la joven y acerco los rostros de los dos tocando con suavidad sus labios en un tierno e inocente beso mientras la luna comenzaba a coronarse en el cielo estrellado.

Los labios de Rin era como lo había pensado, suaves y frágiles, un mal movimiento y podría lastimarla, mientras que para la joven Rin fue sorpresivo eso pero aun así no intento apartarlo, una pequeña parte en sus interior estaba feliz ante aquel beso, los labios de su amo eran suaves y fríos pero trasmitían lo que las palabras no podían.

Cuando sus labios se separaron los ojos de cada uno se conectaron el dorado irradiaba algo que el propio dueño no podía distinguir pero algo era seguro… quería seguir sintiendo eso.

Por parte de la dueña de ojos castaños estos irradiaban un brillo especial, su corazón latía con fuerza y poder, era un estímulo certero para un sentimiento oculto en su ser que se mostraba con la sonrisa en sus rostro y el brillo en esos dos par de ojos de aquellos seres tan distintos.

Las cosas que podían traer una intención verdad, por ello existen intenciones que cambian la vida a través de los actos que estas ocupen para darse a conocer.

—El sonrojo es por que sientes calor o por un recuerdo Rin —preguntó la sacerdotisa con picardía.

— ¡Aome-sama!

Las carcajadas de la joven resonaron mientras llegaban hacia la entrada de la cabaña de la joven Rin.

—Rin —explicó Aome—, sé que no debo meterme en lo que trate tus sentimientos, ten presente que el amor es infinito, no tiene dimensión ni nada que lo separe, hay amor para compartir a todos, sigue a tu corazón y lo esté pida.

Aome coloco su mano en el pecho de Rin y de manera cálida le regalo una sonrisa.

—Rin, elige lo que tú desees, la intención en tu corazón te guiara en tus acciones. No estés triste por lo que vayas a dejar en cualquier decisión que tomes.

—Señorita Aome ¿Por qué me dice esto?

—Rin, tu sabes por qué lo hago, una proposición en la tumba de un padre es cosa seria pequeña.

Rin abrió sus ojos castaños sorprendido ¿cómo era posible que era supiera?

—Descuida, solo te aliento nada más, la intención es lo que cuenta ¿verdad? Además de que tienes varios kimonos que demuestran un poco las intenciones de mi cuñado y recuerdos que solo tú puedes comprender.

La joven Rin quedo callada ante la revelación, ya no era una niña y lo sabía, tenía que decidir, la intención de decidir es lo más exigente que hay en la vida, y ella deseaba vivir, vivir y aprovechar eso. Después de todo, no había nada de lo que pudiera arrepentirse, ella había comenzado a amar y ese acto de valentía era por el cual valía la pena vivir.

La noche estaba llegando a su apogeo y la pequeña Rin se había acostumbrado a dormir sola muchas veces pero lastimosamente es anoche no podía dormir, su mente trabajaba tanto y sin parar, pensando y analizando lo que deseaba hacer, tenía dos opciones que cambiarían su vida.

Vivir en la aldea a lado de seres que consideraba su familia y les tenía un gran aprecio, casarse en algún momento y vivir por ello, pero olvidarse de su amo, olvidarse de Jaken y de Ah-Un y tener solo los recuerdos de lo que llamaba su momento eterno de felicidad a lado de su amo y su familia de demonios.

O por otra parte, dar su vida a un ser que viviría más allá de lo posible, amar a un ser que sabía que le correspondía y dar todo por él, elegirlo a él y no dudar jamás. Sentir la emoción cuando alguien la intentara atacar por los demonios que osaban retar a su amo, pero olvidarse de su nueva familia que la acogió y le demostró que algunos humanos no pueden ser despiadados.

¿Cuál era por la que se podría ir y jamás lamentarse?

¿Cuál era la que llevaba a cumplir la intención de su corazón?

—Mi intención… mi intención es… estar con Sesshomaru-sama, por siempre.

[…]

Estaba en los árboles que rodeaban aquella casa que tenía su olor esparciendo por todas partes ¿El gran Sesshomaru estaba nervioso? ¿Cómo era eso posible?

Pues sí, aquel gran demonio perro estaba nervioso por enfrentar los ojos castaños de una humana por la cual daría su vida de ser necesario, no había nada más valioso para él que la vida que Rin, siempre lo repetiría, ella era su razón para muchas cosas, fuerza para ganar y gamas perder a parte de su orgullo.

—Rin esta despierta aun —sugirió una voz que reconocía, era la de odioso hermano.

Por laguna razón el pelear con él se volvía tradición cuando volvía pero el intento de asesinarlo no estaba ya presente.

Este solo se quedó callado mientras pensaba en como entrar sin espantarla y no mortificarla con las respuestas del porqué de su desaparición por los meses que pasaron.

—Ella se la pasado preguntando y pensado en ti.

— ¿Qué quieres InuYasha? Tu humana debe estar esperándote.

—Mira no quiero pelear contigo —dijo el Hanyo mientras lo miraba después de poner sus ojos en blanco—, aunque no lo creas le tengo cariño a Rin.

Los ojos de Sesshomaru se abrieron pero luego se calmó, él tenía a su humana y solo le tenía cariño como lo tenía hacia el resto de los humanos con los que se relacionaba.

—Sesshomaru Rin es humana y merece vivir su vida, es lo más justo —alegó el peliblanco—, ella es hermoso y habrán buenos partidos para ella y sera una grandiosa madre.

— ¿Qué insinúas InuYasha? —cuestiono el Youkai mientras ponía su mano en el mago de colmillo explosivo.

— ¡Khe! … hablo de una verdad, tú no has intentando nada con Rin y ya son varias noches que su esencia es rodeaba por la tuya —continuo este viendo como aquel que era su "hermano" alejaba su mando de la espada—, Rin merece ser feliz Sesshomaru, muestra que tu intención es que ella lo sea y que está dispuesto a darle eso.

— ¿Por qué me dices todo eso InuYasha?

—El destino puede quitar lo que amamos y protegemos, no quiero ver a Rin sufrir y que se arrepienta de la vida que vaya a tener, ayúdala en eso, solo dale un empujón en lo que hará feliz a la intención de su corazón.

InuYasha estaba punto de saltar cuando la voz de Sesshomaru lo retuvo.

—InuYasha… mi intención es que Rin sea feliz, que disfrute su vida, no debes preocuparte por ello, es más valiente de lo que pensamos.

—Tuvo la valentía de estar a tu lado, valora eso Sesshomaru.

Con aquellas palabras InuYasha salto hacia donde esa humana lo esperaba y lo abrazaba al tenerlo cerca.

Eso era lo que deseaba que Rin hiciera con él, abrazarlo y decirle que lo había extrañado y que no le preguntara porque tardo en volver.

No quería que pensar en Kirinmaru y todo lo que acarreaba este, no deseaba nada de poder ni de imperios, su intención había cambiado, quería dejar todo y tener toda la vida de Rin para él y cuidarla, no quería que nada malo le pasara, no volvería a arriesgar a Rin, si deseaban el imperio era suyo, no quería nada.

Él abandonaba ese camino, por ello su demora, había ido hasta donde su madre para hablar de ello siendo así que tuvo un pequeño enfrentamiento con aquel vejestorio.

No puedes hacer eso, es tu deber tomar posición sobre ello.

Para que intentes arrebatármelo y luchar eternamente. No.

¿Esa es tu decisión definitiva Sesshomaru? —pregunto aquella mujer de cabellera blanca, de elegancia imponente, digan de la diosa de los perros Inu Kimi.

Pagaras por aquella desfachatez Sesshomaru.

Sesshomaru no le contestó, Kirinmaru se jactaba de ser justo y querer todo limpiamente, sin embargo era un ser lleno de sed de poder, después de todo su hermana era quien le había metido esa idea de tener todo. Zero era una gran manipuladora, le sorprendía que su padre pudiera tenerle algo de cariño a ella a pesar de ser hermana de quien le intentaba quitar su poder.

Ellos eran algo con lo cual no deseaba involucrar a Rin, ellos no merecían conocer a la dama que lo acompañaba, sería una debilidad y sería capaz de acabar con ellos sin piedad si intentaban hacerle algún mal.

Ella era solo un instante, su vida era instante, pero sería su instante, su momento eterno, Rin.

[…]

Rin se encontraba terminando de ajustar su Juban para dormir, había terminado de darse un pequeño baño y alistarse un poco para descansar, su mente estaba despejada pero aun nerviosa, tenía una respuesta que le daría a su Amo cuando este regresara y se lo comentaría, estaba decidida a llevar a cabo su intención.

Rin apago la pequeña vela de luz y se acostó cerrando sus ojos suavemente mientras el recuerdo del primer beso que tuvo con su Amo se repetía, y su mente le jugaba una grata sorpresa al recordarle los besos siguientes que llegaron a tener esa misma noche luego del primero.

Rin estaba entre el limbo de los sueños cuando sintió un peso que se posicionaba a lado de ella, su mano fría hizo que se espantara más al sentir una suave estola rodearla supo que aquel ser amado que estaba esperando estaba ahí.

Se señor había regresado.

—Mi señor —nombró Rin mientras daba una vuelta en su cobertor mientras miraba aquellos ojos dorados mirarla con sentimiento puro en ellos.

—Perdona si te espante —alegó Sesshomaru—, estabas dormida y no quería despertarte.

—Si es a usted la primera persona que verán mis ojos al despertar estaría encantada de dormir siempre.

—Rin.

—Mi señor.

Ambos se dieron un beso cálido y exigente, habían sido meses para verla, el hacer lo que hizo tomo gran parte de su tiempo. Sus bocas encajaban perfectamente, eran maravillosamente piezas que encajaban por el amor que había.

—Señor Sesshomaru yo…

—Rin yo…

—Déjeme hablar a mi Sesshomaru-sama —pidió colocando sus manos en el rostro frio de aquel ser amado—, usted una vez me pidió que pensara las cosas, me hizo una propuesta mágica que más olvidare y guardo en mi corazón.

Sesshomaru oía atentamente lo que aquella mujer que lo tenía cautivado le decía.

—No negare el cariño que le tengo a este lugar, forme una nueva familia aquí y jamás podre estar feliz de encontrarlos, pero… quiero estar a lado de usted Sesshomaru-sama por el resto de mi corta vida.

Sesshomaru estaba extasiado ante lo que su pequeña le respondía, no negaría que tenía miedo de que hubiera elegido a la aldea pero aun así la habría a poyado, pero que lo eligiera a él era lo mejor que pudiera hacer en la vida.

—Lo quiero a usted mi señor —dijo está levantándose al igual que su amo en el furton—, permítame estar el resto de mi corta vida con usted mi señor, déjeme amarlo.

—Rin —dijo Sesshomaru mientras tomaba la cabeza de la joven y le daba un beso en su frente y bajaba hacia sus mejillas—, siempre estare donde tú te encuentres, nuestros corazones están unidos.

—Por el poder la confianza —contestaron los dos mientras Rin reía y Sesshomaru admiraba su risa.

—Rin, tienes mi vida en tus manos, tienes mi eternidad contigo. Tu vida sera para mí lo más valiosos que tengo, estare a tu lado hasta cuando des tu último suspiro, serás mi mujer hasta el otro mundo pero créeme que buscare la manera para que eso no pase Rin, desearía morir antes que tú para no soportar perderte.

—Mi señor —dijo cautivada Rin.

—Soy egoísta Rin y tú no le pertenecerás ni a la muerte misma.

—Mi intención es estar a su lado Sesshomaru-sama.

—Y mi intención es tenerte para siempre Rin.

No se necesitó más palabras, ellos dos no las necesitaban, eran el uno para el otro, cada uno se enseñó cosas que poco a poco les sirvió para la vida. Cada uno se pertenecía mutuamente.

Sesshomaru tumbo a Rin mientras besaba sus labios hasta bajar a su delicado cuello.

—Sé mi esposa Rin, sé mi mujer.

—Mi señor, ya soy su mujer.

Se siguieron besando con deseo y amor que cada uno guardo, Rin tenía la fortuna de ser la única que vería esa faceta de su amo y Sesshomaru sería el único que tendría a Rin por el resto de su vida.

Los besos fueron bajando a miradas y caricias puras y castas, ya habría tiempo para sacar la pasión que cada uno rebosaba en su interior, cada uno distinguiría sus placeres en otra noche, esa era solo para ellos, solo para sus sentimientos e intenciones.

Cada uno tenía una intención que cumplir, sus corazones estaban unidos en armonía perfecta que nadie podría interferir con un amor si, con un amor que espera paciente, la paciencia es virtud de sabios y eran raras la ocasiones donde el amor volvía sabios a cualquier criatura.

La intención de aquella humana como de aquel demonio era la misma, permanecer juntos y seguir teniendo ese lazo que nadie podría romper, ese instante eterno que poco tiempo después tomaría forma de carne y hueso, a pesar de las cosas que existieran y los desfortunios que hubieran había algo que ningún enemigo tendría ni destruiría jamás.

La intención era permanecer juntos para siempre y el poder de la confianza que jamás romperían.

Una intención sincera podía hacer la diferencia sin importar los medios para cumplirla hasta el final de los días.