Pequeña nota: Hola, gracias por leer mi historia. Sobre el tono, es mas o menos más gráfica en cuanto a la violencia y la maldad que los juegos, pero nada extremo. Aun así solo quería agregar una pequeña advertencia de contenido, mas que nada violencia física.


Han pasado diez años desde que me convertí en mujer, y tengo que admitir, preferiría volver a ser hombre.

No me malinterpreten, en sí, ser mujer no tiene nada de malo. Incluso puede llegar a ser igual de práctico que ser hombre, puedes comportarte casi exactamente de la misma manera, donde quiera que estés, pero solo si no te importa como te ven los demás. Y es que ahí está el problema. El problema de ser una persona (no importa si vives en el mundo triste, inmoral y sin vida de mi pasado yo, o en el Mundo Pokemon de mi presente) es que además de ti, hay muchas otras personas a tu alrededor. Personas que te pueden querer, personas que te pueden odiar. Personas que se pueden reír a carcajadas si te caes y te golpeas la rodilla. Personas que se pueden acercar y comenzar a hablarte sin siquiera conocerte. Personas que, cuando obtienes algo, inmediatamente buscan quitártelo. Personas que pretenden quitarte la vida solo porque un día se dieron cuenta de que existes. Sabiendo todo esto, créanme cuando les digo que ser una persona no es tan genial como dicen, no se crean el hype.

Es obvio que los pokemon son mucho mejores que los humanos, creo que yo soy el único, digo, la única, que puede garantizarlo. He sido hombre, he sido mujer, y he visto a muchos pokemon a los ojos. Son muy diferentes a los de los humanos. En sus ojos llenos de ese inocente brillo que caracteriza a los pokemon no hay lugar para falsedad. Hubiera sido mucho mejor que, cuando tenia quince años, siendo transportado al Mundo Pokemon, y transformado en una niña de cinco años, en vez de eso me hubiera transformado en un pokemon. Pero pues ya que.

El haberme convertido repentinamente en una niña de cinco años fue muy angustiante para mí. Dejémoslo así. Digamos que durante mucho tiempo viví con mis ojos mirando al cielo preguntándome por qué, específicamente por que pensé que mi cuerpo no era mio. Pero sí lo es, fue un proceso, pero ya lo acepte. Ya puedo verme a la cara sin reírme por la vergüenza.

Han pasado diez años, he olvidado mucho sobre mi vida pasada. No se como reaccionaron mis seres queridos ante mi desaparición. Ya acepte que no puedo hacer nada al respecto, y he conseguido mas o menos una vida donde estoy.

Aunque a veces quisiera que unas cuantas cosas fueran diferentes.

Yo no pedí que me pasara esto, ni siquiera pedí nacer. Pero estoy viva. Y no tiene caso ir en contra de lo que soy…

Un nuevo día, otra mañana gastada pensando en cosas que solo me causan ansiedad desde la comodidad de mi cama. Pero es que pensar es mucho más fácil que actuar, además mi cama es mi lugar favorito incluso en este nuevo mundo. Es mi capullo que me protege de las personas a mi alrededor. Si pudiera, me quedaría aquí el resto de mi vida.

Esto pensaba, y mis labios formaron una sonrisa, justo cuando los rayos del sol entraron por la ventana y me dieron directo en la cara. El brillo era tan fuerte que fruncí el ceño, y hasta gemí del repentino malestar. Me levanté a duras penas y fui a verme al espejo. Incluso a los quince años sigo siendo una enana, pero al menos estoy bonita, aunque hago como que no me doy cuenta siempre que me lo dicen.

Mi cabello era un revoltijo, y como me acababa de levantar mi cara estaba hecha un puchero color rosa.

–¡Ginny! –gritó mi mamá—. ¡Ven a mi cuarto!

Me dí otra mirada en el espejo por unos segundos y luego lancé un suspiro bastante placentero. Solo después obedecí y salí al pasillo. Cuando entré al cuarto de mi mamá ella estaba sacudiendo su cabeza de lado a lado con el cabello mojado, así que gotas de agua helada me salpicaron justo en la cara.

–¿Vas a salir? –dije mientras me limpiaba los cachetes.

–Acabo de llegar –respondió ella animadamente–. Ya desayune, limpié la casa, salí a correr y me bañe. Incluso hasta le di un baño a Bastien.

Como si lo hubieran llamado, la bola de pelo morada entró al cuarto de mi mamá, caminando en dos patas, con una expresión muy pretenciosa en su cara, mas que nada en sus felinos ojos verdes, como queriéndome decir que era mejor que yo. Aun así me puse en cuclillas y le acaricié su suave mentón cubierto de pelo morado. Muy claramente el purrloin disfrutaba mis caricias, pero continuó mirándome con sus ojos de engreído.

–Seguramente Bastien creé que es el rey de esta casa –dije yo. Aunque no vivimos en una casa, sino en un apartamento en un sexto piso.

–Pues se puede decir que si es el rey, dado que es el único hombre aquí. Ven, siéntate.

Obedecí a mi mamá otra vez y fui a sentarme en la orilla de su cama, quedando frente al espejo de su tocador. Ella comenzó a cepillarme el cabello diligentemente, como lo hacía todas las mañanas. Pues sabía muy bien que yo nunca lo haría por mi misma. Pero ella siempre lo hacía sin reproches, claramente le encantaba cepillarme el cabello y se tardaba mucho haciéndolo. Todo lo que podía hacer yo era quedarme sentada escuchándola tararear alegremente, y esperar.

–Te has convertido en una muchacha muy hermosa.

–Si yo soy hermosa entonces tu también lo eres.

–Vas a hacer que me sonroje.

–Pues que bueno que lo tomes así. Aunque no lo decía como alago, sino mas bien como una afirmación irrefutable.

Las dos volteamos al espejo al mismo tiempo. Parecemos gemelas—misma palidez como de desnutrición, pero en realidad por falta de sol, mismos ojos grandes, misma nariz pequeña y vivaz, mismo color de cabello—pero ella tiene un pequeñísimo lunar debajo de su ojo izquierdo, y su cabello castaño es muchísimo más corto que el mio. Sus mechones muy apenas sobrepasan los lóbulos de sus orejas, y su nuca queda completamente descubierta, pero aún así mantiene un aire muy femenino.

–Necesito que vayas a la granja.

Me estremecí repentinamente al oír sus palabras. Mis parpados se contrajeron por instinto y ella se dio cuenta, pues nos seguíamos mirando la una a la otra en el espejo. Me acarició atrás de la cabeza y acerco su frente a la mía.

–¿No puedes ir tú?

–No. Ya no puedo aplazar mi fecha limite y mi editora viene mañana. Si no tengo nada para mostrarle esta vez si me va a matar.

Mi mamá escribe cuentos infantiles, usando las muchas experiencias que vivió en su juventud como entrenadora como inspiración.

–Te va hacer bien salir un poco. Además necesitas que te dé el sol de vez en cuando.

–No te preocupes por eso, te aseguro que ya tuve suficiente sol por el día de hoy.

–Por favor Ginny, no puedes quedarte encerrada por el resto de tu vida –dijo. Luego tomó mi mano y frotó mi palma con sus dedos suaves.

–Creo que si puedo –le respondí.

–El abuelo necesita su medicina. Ayer se le olvidó llevársela.

Mi mamá se levanto de la cama y fue a recoger una pequeña bolsa blanca que estaba en el tocador. Claramente ya tenía todo planeado.

Como si nada, puso la bolsa en mis manos.

–No te preocupes querida, tú eres la indicada para llevar a cabo esta misión –dijo con una sonrisa. Después extendió su puño frente a mí y levantó el pulgar, todo de manera muy enérgica y exuberante.

La mire seriamente, como si fuera alérgica a su buen humor. Pero sabía perfectamente que después de todo eso no me podía negar. Lancé un suspiro bastante lánguido y me levanté de la cama.

Mientras caminaba hacia mi cuarto para prepararme, mi mamá se puso a aplaudir y a animarme con mucho vigor detrás de mí.

Hay varias razones por las cuales me convertí en una ermitaña casi clínicamente agorafóbica. No importa de que manera exista, es obvio que la timidez y la vergüenza deben atormentarme. Siempre he estado al tanto de cuan tímida soy. En mi vida pasada varias veces llegué a pensar que si fuera mujer nunca saldría de la casa. Mas que nada porque me gustaba andar solo, y salir a caminar cuando me diera la gana sin tener que avisarle a nadie, cosa que percibía que no podría hacer si fuera mujer. Eso lo recordé solo hace poco, pero estoy segura que ya lo percibía de manera subjetiva, dado que siempre me ha aterrado salir sola durante la noche, y estar en lugares donde hay mucha gente, y estar en espacios cerrados por más de dos minutos.

La otra razón por la cual no me gusta interactuar con el mundo exterior, tiene que ver con el lugar en donde estoy. En mi vida pasada solía soñar con entrar al Mundo Pokemon, viajar y explorar todas las regiones. Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh, e incluso Unova, de la que solo sabía el nombre, pues Pokemon Blanco y Negro apenas estaban por salir. Estaba muy bien familiarizado con todos los mapas, al igual que con los cientos de pokemon que se encontraban dentro de cada región. Pues, mi sueño terminó siendo realidad, pero fue una realidad muy diferente. La primera vez que vi un pokemon en carne y hueso es también mi primer recuerdo en esta vida.

Tenía cinco años, mis ojos estaban llorosos y no podía distinguir nada. Apenas podía mover mi cuerpo, pero sabía que alguien me tenía cargada en sus brazos. Yo estaba aterrada y tenía mis manos bien apretadas alrededor de sus hombros. Escuchaba una voz cálida y amorosa que trataba de consolarme, pero yo seguía aterrada. No se cuanto tiempo paso, no se por cuantos lugares fui llevada en brazos. Recuerdo luces muy brillantes y sonidos extraños que retumbaban en el interior de mi cráneo. Primero la gente a mi alrededor hablaba un lenguaje desconocido, luego comencé a entender lo que decían, y eso me causo aún mas terror, pues hablaban de nombres, de lugares y cosas, que jamas había escuchado. Mi mamá batalló mucho para calmarme, y cuando me alentó lo suficiente para finalmente levantar mi cara mojada y abrir los ojos, lo primero que vi fue una horrible bestia metálica flotando en el aire, justo en frente de mí. En ese momento experimenté terror puro. Estoy segura de que no paré de llorar toda esa noche.

Este es el Mundo Pokemon, no solamente un puñado de regiones. No soy muy inteligente, pero estoy casi segura que este planeta es mucho más grande que donde vivió mi yo pasado. Aquí, aún ahí muchos lugares (puede que incluso sea la mitad del planeta) que nunca han sido explorados. Pero a la gente no le importa, o al menos no les da nada de miedo pensar en que tipo de cosas se podrían esconder en todos esos lugares, incluso hasta parece que los llena de emoción. Y yo ya me acostumbre a vivir con ese tipo de duda. Aquí así es la cultura. Al menos así es aquí, en Kalos. Me costo mucho tiempo aceptar que las todas las bestias alienígenas que mis ojos no podían evadir eran también pokemon. Una amiga de mi mamá me ayudo a acostumbrarme trayendo a su furfrou para que jugara conmigo. Fue un buen ejemplo para empezar, ya que tenía un aire canino, familiar, que mitigaba mi miedo. Pero había algo en su físico, en su largo e inusual cuello, gris y demasiado afelpado, como cubierto en ceniza, en sus piernas muy delgadas que terminaban patas demasiado anchas y gordas, y mas que nada, en sus ojos, que me causaba mucha ansiedad. Cuando lo miraba a los ojos parecían casi humanos, pero no lo eran. Faltaba algo, pero muy poquito, de eso que no se que es. Aunque no se puede decir que por eso están menos vivos, incluso yo creo que los pokemon tienen mas vida que nosotros.

Al final me di cuenta que los pokemon eran realmente los que valían la pena. Creo que el cambio se dio cuando vi a un fennekin evolucionar a braixen. Fue como presenciar un milagro en frente de mí. Aunque aún le tengo miedo a los klefki, muy probablemente porque no los puedo disociar de ese momento de terror puro, en el que vi por primera vez a ese llavero con cara flotante; veinte centímetros llenos de maldad pura. Quizás por eso no me agradan mucho los pokemon tipo hada. Quizás sea por otra razón, pero lo que sí se es que nunca en los diez años que llevo sabiendo de su existencia me han agradado los pokemon tipo hada.

Media hora después de aceptar la misión de mi mamá las puertas del elevador se abrieron en el lobby, dando inicio a mi pequeña y estrictamente necesaria misión, la cual me propuse a terminar lo mas rápido posible y limitando la interacción humana a lo absolutamente inevitable.

Comencé a caminar por las anchas calles de Pueblo Aquacorde, las cuales estaban hechas todas del mismo tipo de ladrillo de color arena muy brillante. El sonido que hacían mis zapatos al chocar con el suelo era bastante satisfactorio, tanto que me hizo recordar cuanto me gustaba salir a caminar. Debía ir desde nuestro apartamento, localizado al norte del pintoresco pueblo, hasta la salida sur que daba hacía la ruta 1, la cual llegaba directamente a la granja de mi abuelo. Para eso tenía que cruzar el pequeño centro de la ciudad, el cual siempre estaba concurrido por ciudadanos felices y amigables. Lo bueno es que llevaba puesto mi abrigo favorito, uno rojo de botones que me llegaba hasta abajo de las rodillas, el cual tenía una capucha que me cubría muy bien la cara si me la ponía. El verano todavía no terminaba, pero en las mañanas se ponía lo suficientemente fresco como para justificar ponerme el abrigo y la capucha. Conmigo también llevaba mi confiable bolso de viaje, el cual preparaba siempre que tenía que ir a la granja.

Técnicamente no era entrenadora, y no llevaba ningún pokemon conmigo, pero, gracias a mi abuelo, había conseguido muchas herramientas para defenderme de cualquier bestia salvaje que decidiera atacarme. Además, ya conocía muy bien el camino y los pokemon que podían aparecer por allí. Así que cuando salí de la ciudad, me baje la capucha, dejando mi cara al descubierto, y empecé a cruzar la ruta sin preocupaciones.

Debo admitir que Kalos es muy hermoso, llevo viviendo aquí toda mi vida, y aún así, cualquier lugar donde reposo mis ojos me deleita como si lo viera por primera vez. Especialmente me encanta caminar por la ruta uno, porque siento como si entrará en una pintura muy detallada de un paisaje hermoso, el cual siempre es mucho mas hermoso, y seguro, por la mañana.

A mi derecha estaba el todavía pequeño sol, que parecía como que acabara de nacer pues los rayos muy apenas me afectaban. El cielo cambiaba de un blanco brillante a un azul fuerte cuando se seguía desde arriba hacia abajo, donde desembocaba en el verde brillante y lleno de vida de la vegetación Kalosiana. Prácticamente todo el suelo era verde, tanto el pasto corto por el que caminaba, como los arbustos a mis lados, y los cientos de arboles que creaban una barrera muy espesa todavía mas lejos. Por encima de ellos, también a mi derecha, se podían divisar las torres frontales de un antiguo castillo (o mas bien las ruinas de este) el cual había sido abandonado hacía ya mucho tiempo. Cerca del castillo, mas adelante, entre los arboles se podía distinguir la cueva de la bestia, la cual me podría matar en segundos solo por acercarme de más. Nunca en mi vida me acercaría ni al límite seguro, pensé. Todo estaba muy tranquilo, no veía ningún pokemon salvaje ni tampoco los podía escuchar. Pero estaba completamente segura de que estaban ahí, todos ellos tranquilos y felices, en la misma hermosa pintura que yo.

Caminaba profundamente absorbida en mi armonía interior, pensando que ese precioso momento llegaría a formar parte de mi colección de recuerdos favoritos, cuando un forastero humano se atrevió a invadir mi pintura perfecta. Fue como si un perro sin cerebro me ladrara en el oído mientras caminaba pacíficamente metida en mi mundo interior, un asalto como ese, solo que en forma visual.

Era una chica que venía corriendo directo hacia mi desde muy lejos. Era rubia y tenía el pelo corto, aunque no tanto como mi mamá. El cabello de la chica casi le llegaba hasta los hombros. E Incluso desde lejos pude notar que era mucho mas alta que yo. Nunca puedo evitar fijarme en eso inmediatamente; pues soy una enana. Y pude notar que era mujer muy fácilmente por su figura, ya que llevaba puesta una blusa rosa sin mangas muy ajustada, y shorts de mezclilla también muy ajustados. Mientras corría hacia mi, agitaba su mano levantada de un lado a otro como diciendo hola, pero lo hacía de manera muy agresiva. La manera en que se movía dejaba en claro que era una chica, pues era muy voluptuosa, e iba corriendo de manera muy animada. Al principio parecía que estaba corriendo sin moverse de lugar, pues mis ojos no identificaban su acercamiento. Por un buen momento me quede mirando confundida mientras su cuerpecillo se quedaba lejos de mí en el mismo lugar. De la nada se acerco instantáneamente y en menos de un segundo después me embistió con su pecho justo en la cara. Y luego yo estaba en el suelo.

–¡Oh no, esto es lo contrario de lo que quería. Perdóname por favor! –dijo ella. Luego se hincó a mi lado y levantó mi cabeza con sus manos.

–¿Por qué hiciste eso? –dije con mis ojos entreabiertos.

–¡Perdóname, perdóname por favor. Necesito ayuda, me están persiguiendo!

Después de decir eso me vio a los ojos, y pude verla bien. Era casi tan pálida como yo, pero podía notar que su piel era mas suave que la mía. Tenía pecas en el puente de la nariz. Llevaba lentes, por lo que sus ojos cafés se veían mas grandes de lo que eran, y se veían enormes.

–No te preocupes –dije–, aunque no tengo pokemon puedo ahuyentar a cualquier pokemon salvaje. Incluso si te acercaste a la cueva de la bestia tal vez pueda hacer algo.

–No, no es un pokemon, es un humano.

–¿Qué? –exclamé yo. Después me levante rápidamente.

–Está muy enojado conmigo. No se que me va hacer. Mejor corramos ya.

La chica jaló de mi muñeca pero me quedé plantada. Estaba muy confundida. Ella claramente tenía miedo. Pero es que, en todos los viajes que había hecho a la granja de mi abuelo, ninguna persona se había atrevido a asustarme a mi de esa manera.

–¿Quien de aquí te haría sentir así?

–No hay tiempo para preguntas, hay que escapar.

La mitad de mi ser me imploraba salir corriendo en ese instante. Mientras tanto, la otra mitad ya había sido consumida por una furia justificada. Puede que los humanos no valgan la pena, pero la gente de Aquacorde, incluida yo, sabemos que nadie debe meterse con la juventud entusiasmada de Kalos. No importa que los entrenadores novatos cometan errores, debemos apoyarlos siempre y ayudarlos en todo lo que necesiten. La chica no parecía tener once años, en absoluto, pero ese no es el punto. Y al final, no importa cuantos años tengas, al menos aquí, sabemos cuan importante es ser bueno con los demás. Además, quien quiera que fuera este tipo, estaba molestando a la gente en mi preciada ruta 1. Mi paraíso había sido profanado, y peor, justo cuando estaba tratando de vencer mis propios miedos. Era imperdonable.

–¿Creés que puedes huir de mí, niña estúpida? –escuché. Y supe inmediatamente que habría problemas–. ¡No sabes la que te espera!

Era un tipo alto con cabello negro, el cual llevaba peinado hacia un lado con mucho gel. Tenía un aire elegante y refinado, pero sus ojos estaban claramente llenos de rabia.

–¿Para esto saliste corriendo? –El tipo lanzó una carcajada burlona–. Pero por supuesto que piensas que alguien mas enana y débil que tú te va a salvar.

–¡Hey! –Grite yo de repente–. Solo yo me puedo decir enana a mí misma, ¿entendido?

La furia habló por mí. Sin darme cuenta, levanté mi puño derecho y lo puse frente a mi pecho.

El tipo refinado se froto la frente, como si mi voz lo hubiera cansado de forma instantánea.

–Tontas. Sí, ahora hay dos de ustedes, y puede que sean el doble de molestas, pero eso también significa que son el doble de inútiles y estúpidas.

–Mejor déjanos tranquilas y vete de aquí –dije yo.

–¿O qué, vas a gritar y llorar? Bastante predecible. Después de todo no tienen otra opción, y es lo que mejor saben hacer. Es enserio, háganle un favor a todos y quédense en su casa, especialmente si solo van a molestar a la gente y luego empezar a llorar cuando alguien finalmente les reclame por sus tonterías, como debe de ser.

El tipo dio un paso al frente enseñando sus dientes. La chica tomó mi mano y se puso detrás de mí.

–Debes portarte mejor con los entrenadores –le dije a él con un tono mas tímido. Después volteé a verla a ella–. ¿Eres entrenadora verdad?

–Sí –respondió ella con una voz aguda llena de ansiedad.

–Ahí lo tienes viejo, no hay nada que puedas hacer. Aquí así son las cosas. Ya mejor vete y déjanos en paz.

–Con que así son las cosas –dijo el tipo, arqueando la ceja–. En ese caso, discúlpenme las dos. No tenía idea de que así eran las cosas. Ya no las molestaré.

–¿De verdad? Muchas gracias –dijo la chica.

Le apreté un poco la mano y volteé a verla otra vez.

–Oye, ¿Cómo te llamas?

–Lucrèce, pero mis amigos me dicen Lu –dijo la chica despreocupadamente, con una sonrisa radiante.

–Bien, Lucrèce-

–Dime Lu.

–Es… Está bien. Como quieras. Lu, este tipo está siendo sarcástico.

–Oh no, ¿Es eso cierto?

–Así es –respondió el–. Me llamo Arnaud.

–Nadie te preguntó –le dije yo.

–Entiende de una vez chiquilla estúpida, tus problemas no van a desaparecer solo porque empieces a llorar. No puedes obligar a la gente a dejarte en paz solo porque quieres.

–Tu eres el que nos está molestando.

–Me sacan de quicio. Ni siquiera sabes por que las estoy molestando ¿o sí?.

Por un momento me quede sin palabras.

–Tu nueva amiga, quien trata inútilmente de esconderse detrás de ti, entró a mi casa a robar.

Volteé a ver a Lu, pero ella evitó mis ojos mirando hacia el cielo.

–Desacomodó todos los libros de mi estantería, se comió mi almuerzo, uso mi tele y mi celular, incluso usó mi baño, y se robó unas pokebolas y pociones que tenía por ahí; todo eso mientras yo aún dormía. Afortunadamente desperté justo a tiempo para verla escapar con mis cosas en las manos.

Seguí mirando a Lu, quien seguía evitando mi vista.

–Me las vas a pagar, literalmente ¡y figurativamente también! Ustedes creen que siempre se pueden salir con la suya. Me llenan de coraje.

El tipo comenzó a acercarse más.

–Oye, tranquilizate –dije yo–. Tienes que darle una oportunidad, al menos ten una batalla con ella primero.

–Con gusto. Haré pedazos a su pokemon, y luego yo las haré pedazos a las dos.

–¡A mí porqué!

–Um, disculpen –dijo Lu–. Antes de continuar, creo que debería decirles que aun no consigo mi primer pokemon.

–¿No dijiste que eras entrenadora?

–Sí, pero es que acabo de empezar mi viaje hoy.

–¡Oh por favor!

–El tipo se dio un manotazo desesperado en la cara.

–¿Cuantos años tienes? –le pregunté a Lu.

–Diecisiete.

–¿Es enserio?

–Sí –dijo ella felizmente.

–¡Ya ven. Es justo como dije, son unas estúpidas!

–¿Y porque entraste a la casa de este tipo?

–Pensé que no habría ningún problema –dijo Lu, enseñando las palmas de sus manos–. Soy de Vaniville. Entrar a las casas de mis vecinos y tomar sus cosas siempre ha sido normal para mí.

–¿En ese caso qué hacías en Santalune? –le preguntó el tipo a Lu.

–Ya se los dije, ahora soy entrenadora y quiero iniciar mi viaje.

–¿Vienes corriendo desde Santalune? –pregunté yo.

–Sí, –respondieron los dos al mismo tiempo.

–No te pregunté a ti Arnaud.

–Ha, ya sabes mi nombre –dijo él con una sonrisa odiosa.

–Ugh, en serio te detesto.

–En otras circunstancias, valdría la pena cambiar tu opinión –dijo el–, y sé que sería demasiado fácil. Las dos tienen cara de ingenuas. Y no se miran mal, que lástima. Desafortunadamente ya perdí demasiado tiempo y energía en esta estupidez, y encima de eso ni siquiera he almorzado. Alguien tiene que pagar. Y tú, Lu, la culpable de toda mi miseria, estás frente a mí ahora mismo.

–Lo siento Arnaud, pero no tengo dinero –dijo Lu.

–¡Qué! –dije yo–. ¿Acaso no pensaste en cargar con lo necesario cuando decidiste convertirte en entrenadora? ¿Cómo pensabas sobrevivir sin comida ni dinero?

–Pensé que conseguiría lo que necesitaba de alguna manera mientras viajaba.

–¡Sinvergüenza! ¡Inútil! ¡Estúpida! Por eso les decía que se quedaran en sus casas. No saben hacer nada, todo lo que intentan les sale mal. Y luego solo les queda llorar y quejarse.

–Tranquilo viejo. Puede que Lu sea un poco despistada, pero ¿que tal si le damos el beneficio de la duda? Obviamente podemos arreglar esto sin ningún problema.

–Sí, prometo que te recompensaré de alguna forma –dijo Lu.

–Oh, no se preocupen, yo me encargaré de arreglar esta situación como se debe –El tipo comenzó a caminar hacia nosotras, mientras que Lu y yo comenzamos a dar pasos hacia atrás–. Es más, ustedes no tienen que hacer nada más que quedarse quietas y aprender la lección. Yo mismo me voy a asegurar de que no vuelvan a molestar a nadie con sus tonterías, las dos van a entender porqué es mejor que no salgan de su casa.

–Espera –dijo Lu–, ninguna de las dos tiene pokemon.

–Pues yo sí, pero no se preocupen, voy a ser justo, y no lo usaré. Les aseguro que cuando termine con ustedes ya no tendrán ganas de salir a molestar a la gente. No tendrán ganas ni de abrir su boca.

El tipo siguió caminando hacia nosotras, pero yo me quedé plantada en el pasto y lo miré directo a los ojos. Quería mostrarle cuan enojada estaba con él, pero de seguro que el miedo que sentía se mezclo en mi mirada, y me hizo ver como si estuviera a punto de llorar. Aun así me arrodillé y abrí el largo zipper de mi bolso.

–Ji ji ji, te metiste con la agorafóbica equivocada –dije.

Del bolso saqué mi silbato plateado especial, tres veces más grande que un silbato común. Extendí mi brazo hacia el cielo, dejando que el metal brillara cegadoramente con los rayos del sol. Después lo descendí hacia mis labios, soplé fuertemente, y nos ensordecí a los tres con el resultante grito perforador hasta que me dolieron los cachetes.

–¡Con un demonio! –dijo el tipo, mientras se tapaba los oídos–. Si que son una molestia. Pero no importa pues somos los únicos aquí. No hay ninguna persona cerca que las pueda salvar.

–Ha –sonreí con orgullo–. Quien necesita simples humanos, cuando hay pokemon.

En las plantas de mis pies pude sentir como el pasto se estremeció, prácticamente cobró vida. Levantándome con una sonrisa jocosa, me preparé para presenciar como la tierra pasaba juicio sobre el humano insolente. De un arbusto se alzaron primero un par de orejas largas color tierra. Después apareció el pequeño cuerpo tembloroso de un tono mas grisáceo. Era un bunnelby, y cuando se reveló por completo, el enorme diente protuberante en medio de su boca brilló como pidiendo una victima para morder. Más bunnebly salieron de los arbustos después del primero, todos ellos con los mismos ojos furiosos, y detrás de ellos, aparecieron dos tipos de criaturas que encendieron mi corazón. Caterpie, varios de ellos, y además unos cuantos pidgey, los cuales inmediatamente comenzaron a volar con energía hacia nosotros. Del lado opuesto, un par de mareep con ojos risueños salieron a ver que estaba pasando, y de pronto un miltank gordito y alerta llegó a su lado, claramente con intención de protegerlos. Otros pokemon aparecieron y rodearon al tipo, entre ellos un mudbray, color café con leche. Los mudbray andan en cuatro patas, anchas y gordas por cierto, tienen una narizota que sobresale al frente de su cara que parece que siempre está aburrida, y tienen pelo negro, largo y liso, en su cola y a lo largo de su cuello, donde llega hasta su cabeza y hasta su frente, donde cae como flequillo. Por ultimo, varios skiddo completaron el círculo alrededor del tipo. Los skiddo son tipo planta, también andan en cuatro patas que terminan en pezuñas color naranja. Alrededor de su cuello tienen una melena que es indistinguible de la hierba común, la cual también recorre por su espalda. Tienen una adorable nariz negra, ojos vivaces, y unos cuernos que mas parecen un moño negro de niña bien portada sobre su cabeza.

Todos ellos salieron a nuestro rescate valerosamente, y acorralaron al tipo insolente.

–Debiste haber actuado de manera decente viejo –dije–. Puede que salgas vivo si te disculpas y te vas sin causar mas problemas.

–Por favor –dijo el tipo sonriendo, sin una pizca de miedo–. ¿Esto es lo mejor que tiene este lugar? Patético. Observa el verdadero poder.

Sacó una pokebola y siguió sonriendo, ahora de manera más despiadada. Frente a el apareció lo que solo podría describir como una enorme piedra redonda, con un imán igual de grande ensartado en su parte superior. Al observarlo mejor, me pareció muy similar a un golem. Su cuerpo era una piedra esférica color café grisáceo, con extremidades cortas con características de reptil, y una cabeza como de víbora pegada en el centro centro. Solo que, este nuevo monstruo parecía como si tuviera un bigote negro y espeso, con algo de cabello del mismo color, además de la cosa metálica encima de el.

–¿Acaso es un golem de Kalos? –pregunté seriamente.

–Claro que no –respondió el tipo–. No existe tal cosa como un golem de Kalos, niña imbécil. Este es un golem de Alola, déjenme mostrárselos bien. Golem, deshazte de todos estos debiluchos de una vez.

La piedra con bigotes lanzo un rugido, provocando con este una fuerte onda de aire que me empujo hacia atrás. El suelo comenzó a temblar, los pokemon salvajes gritaron y trataron de mantenerse en pie, y ahí fue cuando uno de los mareep se abalanzó hacia el golem con un grito salvaje, pero antes de que pudiera conectar su placaje, el suelo se partió, una roca salió disparada hacia arriba violentamente y mando al mareep a volar con un golpe lleno de dolor. El suelo siguió temblando y partiéndose. Más rocas salieron disparadas y pronto hicieron a los pokemon salvajes gritar de dolor. La miltank, enfurecida, comenzó a rodar rápidamente, evadiendo las rocas que el golem dirigía hacia ella. Al acelerar lo suficiente, llevo su ataque rodante al golem y lo embistió, pero este no se movió de lugar mientras la miltank siguió rodando. Sin rendirse, ella continuó tratando de hacerle daño, o al menos tratando de moverlo un centímetro hacia atrás, pero el golem no cedió, sino que levantó los brazos y con un movimiento preciso tomó a la miltank de los cuernos, instantáneamente deteniendo su ataque. Luego comenzó a electrocutarla, haciéndola gritar. Se tomó su tiempo con su ataque eléctrico, y cuando termino, simplemente le dio una patada en el estómago y la mandó al suelo.

–¡Debería darte vergüenza! –grité. A mi lado, Lu cayó de rodillas–. ¿Por qué eres tan horrible? Todos se van a dar cuenta de lo que estás haciendo, todos te van a odiar, y no te irás de vuelta a Santalune sin ser severamente castigado. Deberías pensar mas en las consecuencias de tus actos.

–Ahí es donde te equivocas –dijo el–. Nadie sabrá ni un solo detalle sobre lo que paso aquí. Cuando termine con ustedes lo que menos van a querer es recordar este momento, y por supuesto que no le dirán a nadie. No les quedará deseo alguno de hacerlo.

Rápidamente me arrodillé de nuevo y traté de sacar algo mas de mi bolso, pero el tipo ordenó al golem que me atacara antes de que pudiera reaccionar. El suelo debajo de mi comenzó a temblar y ni un segundo después mi bolso se rompió en mil pedazos justo frente a mis ojos. Repelentes, pokebolas, y muchas otras cosas valiosas, al menos para mi, fueron dispersadas en el aire, y luego cayeron al suelo, la gran mayoría ahora inservibles.

–Debiste haber dejado mi sandwich en mi refrigerador –dijo el.

Parte de mi vida estaba en ese bolso, y la situación se había convertido en algo increíblemente horrible, que ni siquiera podía comprender en que tipo de shock me encontraba. Aún así, e incluso antes de que el tipo refinado hubiera sacado su pokemon, ya tenía una idea de como vencerlo. No era una buena idea, mas que nada por que había mucha probabilidad de que fracasara de una forma tan contundente que fácilmente podría terminar con una muerte violenta y dolorosa para mi. Pero después vi la pokebola que necesitaba, intacta, y brillante, en el pasto a un lado de mi. Podía quedarme quieta y dejar que lo que iba pasar pasara. O podía tomar la pokebola y correr hacía lo que muy bien podía significar mi muerte.

Una descarga de adrenalina que instantáneamente asaltó mi pecho facilitó mi decisión. El impacto causado por la roca que brotó del suelo me había tumbado hacía atrás. Me arrastré un poco para alcanzar la pokebola, me levanté con un brinco, tomé a Lu de la mano, y corrí hacía la cueva de la bestia. Pude ver como algunos pidgey y el mudbray detuvieron al golem lo suficiente para que pudiéramos escapar, y solo eso. Después solo pude escuchar sus gritos de agonía. El tipo refinado no dudo en perseguirnos.

Lu y yo nos adentramos en el bosque con los gritos del tipo acelerando nuestro paso, al igual que nuestros corazones agobiados.

–El castigo no es proporcional al crimen –dije yo mientras corría–. Este tipo está loco.

–¿Qué vamos a hacer? –me preguntó Lu.

–Pues. Mira, si todo sale bien, nosotras no tendremos que hacer nada.

Me detuve al ver la cueva un poco más adelante. Viéndola sin saber lo que había adentro, la cueva no sería nada especial. Pero como yo si sabía, lo que veía, era una boca abierta saliente de la tierra misma, sin el resto de una cara arriba de ella, sin lengua ni dientes, pero si con un bigote hecho de la vegetación verde del bosque, mas un poco de azul de unas cuantas flores encima de ella, dándole un toque agorero. Solté la mano de Lu y corrí hasta hasta la orilla de la cueva. El color de la pokebola en mi mano me llenaba de una confianza inquebrantable, así que no tuve miedo cuando le dí una patada a la pared del lado izquierdo, la cual hizo eco hasta lo profundo de la cueva.

–¿Y si algo sale mal? –dijo Lu.

–¿Qué fue eso? –dije–. Ah, pues, en ese caso, me disculpo mucho de antemano. Fue un gusto haberte conocido Lu. Aunque pensándolo bien, no, sí, fue un gusto; no es que importe demasiado. Si llego a sobrevivir, ¿hay algo que te gustaría que le dijera a tus padres?

–¡QUÉ, no nos mates, por favor, ya sé que todo esto está pasando por culpa mía pero aún hay muchas cosas que quiero hacer con mi vida, y yo que pensé que eras muy inteligente, no tenía idea de que estabas tan loca como Arnaud!

–Shh, no hay tiempo para eso. La bestia se acerca y solo tengo una oportunidad para hacer esto. Necesito concentrarme.

Pude ver una diminuta luz roja en medio de la oscuridad de la cueva, que luego de que la luz se extinguiera, solo un segundo después, volvió a ser un negro absoluto. Al mismo tiempo que el suelo tembló, pude escuchar un suspiro lejano, el cual notablemente tenía un tono tan grave, que solo podía haber salido de una garganta grande y gruesa. Después sentí un vacío creándose, lentamente, detrás de mi, e incluso pude sentir un cambio de presión en mis oídos. El tipo seguía gritando, estaba muy cerca, pero aún así la atmósfera de silencio que se había producido instantáneamente en el bosque era penetrante. Obviamente los pokemon salvajes, probablemente la vegetación también, se dieron cuenta de lo que me había atrevido a hacer.

El suelo volvió a temblar, la atmósfera fuera de la cueva se volvió aún mas sombría. Después se escucho otro suspiro grave y pasos pesados, caminando muy despacio pero cada vez mas fuerte. Mantuve mis ojos pegados en la oscuridad, sin importar que gotas de sudor cayeran de mi frente, hasta que divisé la enorme silueta saliendo en tono de grises y lancé la Master Ball que tenía en mi mano directamente al centro, ni arriba ni abajo ni a los lados, y di en el blanco.

Cerré los ojos, y esperé.

Esa Master Ball era uno de los objetos más preciados que mi mamá había obtenido durante sus viajes de Entrenadora Pokemon, aunque al parecer no le importaba en lo absoluto. Nunca me quiso decir como fue que la obtuvo, ni siquiera le gustaba verla. Lo que sí se es que ella abandonó su carrera como entrenadora antes de poder darle buen uso. Me la dio la primera vez que fui a la granja de mi abuelo por mi misma, instruyéndome que no dudara en usarla cuando intuyera que era mi último recurso.

Los gritos agresivos del tipo me hicieron abrir los ojos. El ya estaba frente a la cueva con su golem listo para atacar. Sin pensarlo, me adentré en la oscuridad y tomé la pokebola. Estaba más cerca de lo que pensé. Lu entró conmigo, se aferró a mi brazo y se plantó sin moverse. Batallé un poco para hacerla salir de la cueva, y al obtener suficiente luz me di cuenta que tenía los ojos cerrados.

El tipo soltó una carcajada estridente.

–Pobrecitas niñas –dijo–, le tienen más miedo a la oscuridad que a mi. Ah, si supieran lo que les va a pasar.

–¿Haces todo esto por un sandwich y unas cuantas pokebolas? –dije yo.

–No hace falta un motivo para callarles la boca. El porqué no tiene importancia aquí.

–¿Porqué no?

–Porque tú no importas –me dijo mientras me miraba directo a la cara–. Ni tú ni tu estúpida amiga. Ninguna de las dos importa.

–Ni siquiera sabes quien soy.

–¿Qué podría haber dentro de ti que valga la pena? Yo te lo diré: Absolutamente nada. Nada. Como ustedes hay miles y miles, todas igual de inútiles y estúpidas. Nadie que importe las va a extrañar. Empezaré con Lucrèce. ¡Espera! –dijo el tipo–. ¿Qué tienes en la mano? –señaló la Master Ball con su dedo–. Dámela.

–Como tu digas.

Lancé la pokebola al frente descaradamente y sin energía. Luego una descarga de adrenalina comprimió mis pulmones, e instintivamente moví a Lu detrás de mi. Al abrirse la pokebola, la luz roja que salió disparada se condensó en una figura gigante, alta y ancha; podría decir que tenía al menos dos metros de alto, hablando de manera realista, pero no soy buena calculando alturas. Gradualmente el rojo se convirtió en un negro tan denso que tenía un efecto casi hipnotizador. La figura estaba cubierta predominantemente en pelo negro, excepto en la cabeza donde el pelo también abundante era blanco. Tenía enormes y claramente pesadas patas, necesarias para cargar ese enorme cuerpo. Estoy segura que una sola de sus piernas fácilmente pesaba más que toda yo. La mayoría de su espalda estaba cubierta por una cortina de pelo negro muy afelpado, que caía desde sus hombros, y parecía una capa, la cual era muy grande. Aún así podía ver sus grandes y musculosos brazos, y sus incluso más grandes puños negros. En su cuello, un poco de pelo negro ascendía como de una explosión, haciéndolo ver como si estuviera usando una camiseta tipo polo o una camisa formal con el cuello levantado. En su cabeza, el pelo blanco caía hacía atrás de una forma muy genial, como si se hubiera peinado de esa manera, y más encima, a los lados, sus orejas eran negras y redondas.

Antes de que pudiera hacer algo, la bestia lentamente volteó su cabeza hacía atrás, y me vio con un par de ojos pequeños todavía más negros que su pelo. No podía distinguir sus pupilas pero aún así su mirada penetró hasta mi alma. No lo veía, pero sabía, de alguna forma, que había un blanco en sus ojos, y en medio de ese blanco, un pequeñísimo brillo rojo.

Luego de asaltarme con su mirada, la bestia expulso aire de su feroz nariz negra, termino de voltear su cuerpo hacía mi, y comenzó a acercarse.

Me eché al suelo y puse mis manos sobre mi cabeza. Después sentí un poco de calor, y los brazos de alguien envolviendo mi torso. Abrí mis ojos y vi a Lu encima de mi, tratando de protegerme. Avergonzada, incluso en mi estado de temor, me puse de rodillas y acerqué su cabeza a la mía.

El tipo refinado lanzó otra carcajada estridente.

–Esto es demasiado. Es increíble. Ya está claro que son estúpidas, pero, usar una Master Ball en un pangoro ¡que ni siquiera pueden controlar! Pequeñas, ese es otro nivel de idiotez. Enserio, gastan oxígeno que nos podría servir a las personas con cerebro. No merecen vivir.

Mientras estaba en el suelo con los ojos cerrados, la bestia lanzó un gruñido que estremeció al bosque entero. Ni siquiera rugió, claramente pude escucharlo utilizar solamente su garganta. Levanté la vista. El pangoro puso su atención en el tipo y su golem, y fue hacía ellos.

–Golem, conviértelo en una pulpa, ya.

Con un grito, no tan intimidante, el golem liberó un ataque eléctrico que abarcó todo el cuerpo del pangoro, pero este no se movió ni un centímetro ni hizo ruido alguno. Después el golem hizo temblar la tierra. Justo debajo del pangoro se produjeron unas grietas, las cuales vomitaron piedras gigantes, pero el pangoro no se inmutó. Aunque las piedras lo dejaron atrapado en medio de ellas. El pangoro simplemente caminó hacía delante como si no estuvieran ahí, quebrando las piedras al instante.

El tipo lanzó un gruñido, enseñando los dientes.

–Golem, termina esto con un testarazo.

Ahora dudoso, el golem corrió lentamente hacía su adversario, nada más y nada menos que la temible bestia de la cueva en la ruta 1. El golem se detuvo cuando tenía a la bestia justo frente a el, amagó con su cabeza hacía atrás y preparó su golpe. Después, tratando de reunir más fuerzas, o de vencer su miedo, o ambos, el golem lanzó un rugido respetable y luego fue con todo hacía el pangoro, quien fácilmente detuvo el viaje violento de su cabeza con la palma de su gigante mano. El pangoro no solto su cabeza, sino que la apretó mas, y luego levantó al pokemon tipo roca entero sujetándolo solamente de su frente, como si fuera un pedazo de algodón que pudiera ser suavemente empujado por la más leve brisa.

Antes de eso, las cosas no estaban tan mal como pensaba. Lo se, porque luego la situación aumentó a un nivel más siniestro, cuando nítidamente el pangoro comenzó a reírse mientras sujetaba al golem solo de la cabeza. Eran graznidos graves y guturales cada uno de un segundo de duración, pero el tono. Pero la maldad, la burla y el infortunio en esa voz no se podían ignorar. Al dejar de reír, la bestia tomo al golem con las dos manos, fácilmente lo levantó por encima de su propia cabeza, y con un rugido fugaz lo azotó en el suelo. Luego comenzó a darle puñetazos despiadados en la cara. Antes de que empezara la paliza el golem ya no podía gritar.

El tipo corrió hacía su pokemon. Lu y yo también nos acercamos cautelosamente, el pobre golem merecía nuestra atención. El pangoro dejaba caer su pesado brazo sobre su vulnerabilidad sin restricción y con toda la intención.

–¡Dejalo en paz monstruo! –dijo Arnaud, al mismo tiempo que intentó empujar al pangoro de encima de su pokemon. No funciono, así que Arnaud recurrió a intentar golpear al pangoro en el estómago. Antes de que su pequeño puño pudiera conectar, el pangoro lo tomó de la muñeca, luego bajó dolorosamente su brazo para que perpetrador y victima pudieran verse a los ojos.

–Por favor, no nos hagas daño, haré lo que quieras. No lastimaré a nadie nunca mas, te lo prometo. Aprendí mi lección. Niña, chica, no sé, mujer, dile a tu pokemon que no me lastime, por favor.

Escuché claramente como quebró su brazo.

Luego el pangoro tomo el otro brazo de Arnaud.

–Espera, Pangoro, es suficiente –dije yo.

–Por favor suéltalo –dijo Lu.

El pangoro ni siquiera volteó a vernos.

–Ya no tienes por que lastimar a nadie. Ahora eres mi pokemon.

Con un gruñido brusco, el pangoro nos hizo saber que no le gusto lo que dije. Lentamente volteó su mirada hacía mi, llenándome de pavor en el proceso, el cual se llevó su tiempo, pero terminó de una manera extraordinaria, con una mirada, que se que nunca en mi vida voy a poder olvidar, no importa cuanto lo intente.

Las miradas de las personas me llenan de ansiedad, aceleran mi corazón, y no de una buena manera. Rayos, puedo decir que en toda mi vida, o mas bien en mis dos vidas enteras, ninguna mirada me ha acelerado el corazón de una buena manera. Y miradas de las personas, dirigidas hacia mi, han llegado a penetrarme el alma de manera que no puedo olvidarlas, y tampoco puedo olvidar el miedo que me causaron. Pero no hay comparación.

En ese momento, no tenía idea de que estaba pensando el pangoro cuando se me quedo mirando a los ojos. Parecía que estaba confundido, o estaba furioso, o quería matarme con un ataque psíquico, o no podía creer que yo estuviera en frente de el, por alguna razón. O todo eso al mismo tiempo.

Al darme cuenta de que podía reaccionar, lo que hice fue tomar la mano de Lu y salir corriendo. Corrimos juntas por el bosque, y aceleramos cuando escuchamos los graznidos del pangoro detrás de nosotras. Nos estaba persiguiendo, no había duda de ello.

Solté la mano de Lu y corrí lo más rápido que pude con mis ojos cerrados.

Al abrirlos de nuevo, pude sentir los latidos de mi corazón detrás de mis retinas mientras buscaba un lugar para escondernos. Lu estaba sudando y respirando agitadamente con los ojos bien abiertos a mi lado. Tan pronto como identifique las paredes de las ruinas del castillo corrí hacia ellas con Lu siguiendo a mi lado, mientras los graznidos continuaban con el mismo volumen. Justo después de entrar al castillo por una pared caída, Lu se tropezó con una roca y cayó al suelo. Sin preocuparme por su integridad, la tomé de los hombros y la arrastré hasta un rincón. Luego me senté, la puse a mi lado y la abracé.

–Debí quedarme en mi casa.

–No digas eso –dijo Lu–. No hay razón para que le hagas caso a Arnaud. El está loco, y tu eres muy valiente e inteligente. En serio fue un gusto conocerte amiga. ¿Como te llamas?

–Ginny. Y no me refiero a eso. Solamente prefiero quedarme en casa siempre que puedo, osea, siempre. Y creo que puedes deducir el porqué si tan solo meditas un poco sobre nuestra situación actual.

–Si no hubieras salido de tu casa hoy, no se que habría sido de mi.

–Yo tampoco se que te hubiera pasado. Pero si se que por mi culpa es muy probable que sufras una muerte lenta y violenta. Pero, creo que la bestia me quiere a mi, así que me sacrificaré y te daré tiempo para escapar. Al fin y al cabo alguien como tú tiene mas probabilidad de vivir una vida feliz que alguien como yo. La granja de mi abuelo no esta lejos, solo corre hacia el sur y da vuelta en la primer entrada que veas a la derecha.

–¿De qué estas hablando? No pienso dejarte aquí.

–Que bonita declaración. Solo hazme caso Lu. Tú quieres vivir tu vida. Conviértete en Entrenadora, conoce a mucha gente, consigue muchos amigos, captura muchos pokemon y hazte muy fuerte. Yo se que tu puedes.

–No digas eso Ginny. Eres la primera amiga que he hecho en mi viaje, nunca podría abandonarte. Además, estoy segura de que podremos encontrar una manera de detener a Pangoro.

–¿Tienes alguna sugerencia?

–Pues, ¿que tal si usamos esto?

Casualmente, Lu mostró la Master Ball que tenía en su mano.

Inmediatamente se la arrebaté con violencia y me levanté.

–¿Qué rayos tienes en la cabeza mujer? ¿Porqué no me dijiste que la tenías? Pensé que la había perdido ¿Tienes alguna idea de cuantos problemas nos hubiéramos ahorrado con esta cosa? ¡No lo creo!

Lu se hizo bolita en el suelo y se cubrió la cara con las manos.

–Perdóname Ginny, perdóname, no quería causarte problemas, yo solo quería ayudar. Pensé que podría servir de algo por eso la tomé. Ya se que soy una tonta, eso lo sé bien.

–Es tu culpa que estoy tan asustada, casi me hago del uno aquí.

–Ya se que es mi culpa, soy una tonta sin remedio pero solo quiero ayudar. Perdóname.

Continué gritándole a Lu mientras le apuntaba con el dedo. Había un espacio abierto para una ventana en la pared frente a mi. De repente la cara del pangoro enojado apareció con un rugido espeluznante. Grité del terror que me causó y al mismo tiempo tiré la pokebola hacia el. Fue capturado de nuevo. Luego me puse a llorar por unos segundos.

Lu se levantó y fue a consolarme. Puso sus brazos alrededor de mi y yo me deje acariciar solo un poco.

–Parece que finalmente estamos a salvo –me dijo tiernamente.

Luego la empuje con un poco de fuerza. Me molestó que de la nada ya se encontraba bastante calmada. Segundos después de pasar un terrible momento ya estaba completamente enfocada en tratar de hacerme sentir mejor. Yo simplemente supe en ese momento, por instinto, que así era ella.

–Eres una tonta –dije. Luego lloré un poco mas.

Lu volvió a abrazarme. Y esta vez descansé mi cabeza en su pecho y apreté su abdomen con mis brazos, mientras lloré un poquito mas.

Separándonos, me limpié la cara y respiré profundo varias veces para poder calmarme. Después nos miramos a los ojos, yo hacia arriba, ella hacia abajo, por unos segundos, y mientras respirábamos con calma, sonreímos.

–¿Al menos sabía bien el sandwich? –pregunté.

–La verdad, ya ni me acuerdo.

Reímos un poco más.

–¿Ahora qué, alguna otra cosa que hayas tomado sin permiso durante tu viaje? Ha ha –pregunté con una sonrisa.

Y Lu continuó sonriendo, pero solo por un momento. Sus ojos grandes se hicieron enormes. Gradualmente su cara cambió a una de preocupación.

Al mismo tiempo, mientras seguíamos en las ruinas del castillo, una nube completamente negra apareció por encima de las ruinas, y pronto se convirtió en un tornado de oscuridad, justo sobre nosotros.

–Ups –dijo Lu.

–Lu.

–¿Qué?

–Eres una tonta.