Captain Tsubasa pertenece a Yoichi Takahashi, así como todos sus personajes.

Los demás personajes me pertenecen.

-Idioma japonés, italiano, inglés, alemán...

-Idioma castellano.

(Pensamiento)


Alba, Piamonte.

Un nuevo día comenzaba en la ciudad de la niebla...

Shingo, irritado por los rayos del sol que comenzaron a colarse por las cortinas, empezó a removerse entre las sábanas y a enredar estas con su pie derecho, aquel que tantas alegrías le había dado a su club en estos últimos meses.

Aún no sentía su alarma, por lo que descubrió que aún no sería su hora de levantarse y sonrió con gusto, con sus ojos aún cerrados y adormilados. Sin embargo, unos cuántos momentos después, esta comenzó a sonar.

-¡Ah, maldita sea!- Bufó, pero, ¿quién lo había mandado a desvelarse charlando?

Refunfuñando como el caprichoso y berrinchudo niño que vivía en su interior, se levantó y caminó hasta el baño. El cansancio causaba que sintiera pesado su cuerpo. Aprovechando el clima cálido que ya se presentaba en Alba, intentó despabilarse con una ducha de agua fría, cosa que parecía funcionar pues la mueca soñolienta con la que había ingresado a la ducha se había transformado al salir de ella, convirtiéndola en una sonrisa, listo para iniciar otro día totalmente dedicado al fútbol. Entonces, luego de secar su cuerpo, cubrió su parte baja con una toalla y buscó su ropa.

Al sentarse a desayunar, tomó su celular y marcó un número.

-Buenos días.- Saludó, alegre como siempre.

-Shingo... ¡son la una de la mañana!- Se quejó la muchacha, con voz algo ronca. Aoi hizo una mueca divertida. ¿Otra vez no contempló el cambio de horario? -¿Cuánto tiempo llevamos hablando? Y cada santo día me llamás a esta hora.- Su voz se suavizó, oyendo el japonés una suave risita.

-Exactamente cinco meses, tres semanas y tres días.- Sonrió con sorna, para luego reír. -¡Lo siento! No logro acostumbrarme al cambio de horario.

-Ya me di cuenta, Shin.- Le dijo, seguido de un suspiro. -Vas a tener que acostumbrarte, yo también trabajo y tengo que fichar a las seis de la mañana.

-Lo sé, solo... ya han pasado casi seis meses.- Musitó, como un pequeño regañado, jugueteando con su tostada. -Me gusta hablar contigo antes de empezar mi día.

-Ya lo sé, y a mi me gusta escucharte entre sueño y sueño. Me hace creer que estás acá, conmigo.- Dijo, con voz suave. Aoi abrió enorme sus ojos castaños, ruborizado. -N-No es lo que quise decir. Me refiero a que así no siento que haya tanta distancia entre nosotros.

-Por supuesto.- Él soltó la carcajada.

-¿Acaso llamaste para molestarme?- Bufó. -¡Metete esa tostada en la boca y andate a tu entrenamiento!

-¿Cómo sabes que estoy comiendo tostadas?

-Porque estoy parada detrás tuyo.- Respondió.

-¿Eh?- Aoi inmediatamente volteó y ella soltó una risa.

-¿Acaso te diste vuelta?

-No juegues así conmigo.- Shingo hizo un puchero.

-¿Cómo creíste que podría haber llegado a Italia en segundos? Todavía no sé hacer la teletransportación, que yo sepa. O, esperá... no, nada.

-¿Acaso lo intentaste?- Se rió. -Anda, ¡es fácil!

-Eso es porque sos japonés.- Dijo, haciéndolo reír. -Respecto a tus tostadas... te conozco lo suficiente como para saber que tu desayuno de todos los días son naranjas exprimidas, una infusión y tostadas con queso y mermelada.

Aoi observó la mesa delante suyo. Precisamente todo aquello mencionado se encontraba allí. Ante eso, él sonrió.

-Vaya que me conoces.

-¿Cómo seguis de tu molestia?

-Oh, ya estoy mejor.- Sonrió. -Por suerte solo fué eso: una pequeña molestia. Se curó con solo unos masajes.

-Corrección: se curó porque Bobang y Vecchio te rajaron del partido al notarte tomándote el muslo.

-Eso no es cierto.- Hizo un mohín, aunque sí, fué exactamente como ocurrió.

"No diré una sola palabra más, Aoi. Si continúas, tu molestia se transformará en una lesión. Hazme caso y ve a la banca."

(Marco siempre tiene razón, aunque me haya fastidiado con su desición de sacarme.)

Pese a saber que había hecho lo correcto obedeciendo al líder de su equipo, otra de las cosas que Shingo adoraba hacer era hacer renegar a esa chica. Antes de continuar, sonrió con mofa.

-A decir verdad, no entiendo porqué me sacaron. ¡Solo fué una pequeña molestia! Eso no me impedía hacer absolutamente nada.- Dijo, cambiando su voz berrinchuda por su voz altanera. -Además, seguro hubiese logrado uno o dos goles más en los veinticinco minutos que quedaban. ¡La próxima vez no me iré!

-Y yo voy a tomarme un vuelo hasta Milán; de Milán voy a tomarme un colectivo o un tren hasta Alba, lo que aparezca primero; voy a ir a tu entrenamiento, a tu departamento o a donde te encuentres y te voy a abofetear tan fuerte que vas a tener la marca de mi mano durante las próximas tres temporadas.

Shingo soltó una carcajada.

-Te estoy molestando, no te enojes.- Sonrió.

-Estoy enojada desde que interrumpiste mi sueño de belleza.

Aoi hizo una mueca.

(¿Sueño de belleza? Dudo que puedas ponerte más bonita.)

-Deberías sumar un par de horas a tu repertorio.- Bromeó, oyéndola reír. -Ya terminé mi desayuno. Me iré.

-Gracias, Ra.- Suspiró. Shingo rió, pues esa frase era tan comúnmente usada por ella que, pese a no captar nada del castellano, ya sabía perfectamente su significado. -Trabajá duro, cuidate y te quiero.- Ella le dijo exactamente lo que él siempre solía decirle al despedirse, cosa que lo hizo sonreír, conmovido.

-Trabaja duro, cuídate y te quiero...- Repitió, aunque él optó por continuarla. -...solo que un poco más que tú.

-No vas a lograr que empiece con esa ridiculez de "yo te quiero más", "no, yo más", "no, yo más"...

Aoi volvió a carcajearse.

-Ya, vuelve a dormir.- Le dijo, mientras limpiaba el desorden que su desayuno había dejado. -Te llamaré luego, ya sabes, en el descanso del entrenamiento.

-¿Sí? ¿Querés hablar con tu amiga o con tu amante?- Preguntó, con voz seductora.

-Con mi amante, por favor.- Respondió él, con el mismo tono. Luego sonrió. -Trabaja duro, cuídate y te quiero, Azula.

-Trabaja duro, cuidate y te quiero, Shin.- Repitió, dulce.

Él cortó, miró su celular y suspiró.


El entrenamiento, como todos los días, había resultado agotador. Al menos para la mayoría de los futbolistas que se encontraban allí, pues en el medio del campo se podía ver a tres jóvenes que, aún en tiempo de receso, continuaban con aquel "jueguito" que trataba de no dejar caer el balón mientras lo sostenían en el aire mediante rápidos pases entre sí.

-¡Ajá! ¡Yo gané! ¡Fuí el único al que no se le cayó!- Celebró un animado Aoi.

-Es obvio, has ganado decenas de competencias de dominadas, tanto de niño como aquí, entre los del plantel.- Se quejó Luca Belucci, el joven italiano se veintiseis años, actual capitán del equipo. -Es injusto.

-Es verdad.- Concordó Bobang.

-No sean llorones. Ahora... ¿otra ronda?

-¿Acaso no piensan descansar un poco?- Marco se les acercó, sonriéndoles apenado aunque a gusto con que los tres más jóvenes del equipo mostrasen semejantes energías.

-No lo necesitamos.- Respondió el más pequeño, sonriente, mientras iniciaba una serie de dominadas.

-Por cierto, me pediste que te recordara que llamaras a tu novia.- Le dijo el líbero de Albese. Aoi soltó una risita.

-Ella no es mi novia.- Dijo, sin dejar quieto el balón y sin dejar de sonreír. Bobang y Belucci se miraron. -Es mi amiga, y había quedado en llamarla en el receso. ¿Hay algo malo en eso?

-No dije que así fuera.- Marco negó, mirándolo con atención. -Parece ser que tú eres muy confianzudo y atento con las chicas con las que te topas. Es decir... a esta chica la llamas todos los días e incluso te he oído hablar sobre ella en repetidas ocasiones.

-Claro, es mi amiga.

-Pero también eres muy atento con Amelia. Con ella sueles salir seguido, e incluso algunas veces te ha venido a buscar al entrenamiento.

-Amelia también es mi amiga.- Dijo Aoi, frenando el balón en el suelo, mirándolo con duda. -¿Por qué me estás diciendo todo esto, Marco?

Vecchio, luego de mirarlo un segundo, suspiró.

-El punto es que... eres el más joven del grupo, no quiero que te distraigas.

-Pero... Marco... yo nunca he incumplido con el equipo.- Dijo el apenado japonés, sintiéndose injustamente acusado.

-No, pero eres un muchacho joven y sé cuánto pueden corromperles las neuronas las chicas.- Le dijo, en tono burlón y un tanto paternal. -Sé lo que te digo, Aoi, yo también tuve tu edad. Sé lo que se siente que... hmm... los pecesitos comiencen a picar.

Shingo mantuvo su cara de desentendido total, mientras que Bobang intentaba contener una risa de pura vergüenza ajena y Luca, directamente, la liberaba.

-¿Pecesitos?- El japonés enarcó una ceja, tomando el balón con sus manos e iniciando unas dominadas con la cabeza. -Yo no tengo pecesitos, no tengo ninguna mascota, solo tengo unos búhos inquilinos, pero ellos no me han dejado opción.- Sonrió al recordar a la familia Di Búho, como él los había nombrado.

-¿De verdad crees que Shingo podría perderse entre las faldas de una chica?- Cuestionó Luca a su líbero, conteniendo la risa.

-Yo nunca me equivoco, Luca. Solo una vez me equivoqué.

-¿Cuándo?- Quiso saber Bobang.

-Cuando creí que estaba equivocado.- Respondió, causando que los tres se miraran y rieran. -Ve a llamarla, no queda mucho tiempo de receso.- Se dió la media vuelta y regresó a la banca, junto con el entrenador Pinato.

-¿Quién lo diría? Tenemos un comediante cuidando la retaguardia de Albese.- Se rió Luca. -Seguro que estas cosas no las tenías en el Inter, ¿eh?

-Gino siempre intentaba contar chistes, pero nunca los entendíamos.- Recordó Shingo, entregándole el balón. -O eramos una bola de tontos o simplemente eran tan malos que no tenían ni pies ni cabeza.

-O quizás ambos.- Dijo Bobang, ganándose una mala mirada de su amigo, aunque luego pasaron a las risas.

-Iré a llamar a mi Amore.

-Salúdala por mi.- Sonrió Luca, con mofa. -Quizás podrías traerla a Alba algún día, así la conocemos. Tal vez le guste más yo y acabe por dejarte.

-Tal vez ocurra, solo espero que no te acobardes.- Aoi soltó la risa, encaminándose al vestuario.


Luego de tres intentos, Shingo hizo una mueca. Probablemente ella estaría ocupada, pero realmente quería hablar con ella, como ayer, como mañana, como siempre. Esa era su forma de sentirla cerca.

Se sentó en la banca y comenzó a trazar círculos en la madera a la vez que oía el celular sonar. Entonces, al sentir que la llamada había sido atendida, una enorme sonrisa se plantó en su rostro.

-¡Buenas tardes!- Saludó, alegre.

-¿Príncipe del Sol?

Aoi inmediatamente notó un ligero cambio en la voz, causándole una mirada curiosa, aunque luego volvió a sonreír.

-El mismo, hermosa Amore.- Se rió por lo bajo. -Dime, ¿cómo te ha tratado el día? ¿No te has portado berrinchuda como me han contado?

-No soy berrinchuda, estos tontos no saben lo que quiero y cómo lo quiero. ¡Quieren hacerme tragar cosas espantosas! A mi solo me gustan esas cosas disueltas en una infusión de manzanilla, ya se los dije. ¡Allá ellos si no siguen mis indicaciones!

Shingo rió.

-¡Sacrilegios! ¿Cómo pueden hacerte eso?

-Ya lo dije: son unos tontos. ¡Ah, si no fuera por mi hermosa niña! Ella sí sabe tratarme.

-A propósito, ¿cómo está ella? ¿está por ahí?

-Antes de darme mi infusión la llamaron, así que tuvo que irse un momento. Seguro que en cualquier momento vuelve. Pobre niña, demasiado trabajo. Hoy faltaron dos compañeros y todo su trabajo se lo encajaron a ella. ¡Tres pisos todos para ella sola!

-¡¿Tres pisos?!- Abrió enorme sus ojos, indignado. Ya uno solo le parecía demasiado.

Entonces, una vociferada se oyó, seguida de unas cuantas risas y al percatarse de lo que ocurría, Shingo sonrió de oreja a oreja.

-¡Hola!

-Azula Amelie, ¿otra vez interrumpiendo mi charla romántica con mi Amore?- Jugueteó el futbolista, logrando sacarle una risa.

-¿Será posible que no pueda dejarlos solos sin que se estén coqueteando?- Dijo, aunque más que enojada, sonaba divertida. -Además, Stella, ¿cuántas veces tengo que decirte que no atiendas mis llamadas?

-El celular es tuyo pero ese Príncipe no.- Fué la respuesta de la italiana Stella Colombo, una de las tantas ancianas que estaban al cuidado de la argentina en aquel geriátrico.

-Le llevás como setenta años, asaltacunas.

La nonagenaria se encogió de hombros, fingiendo inocencia. Azula sonrió, negó con la cabeza y regresó con su llamada.

-Estoy haciendo una lista enorme para cuando nos volvamos a encontrar, ¿eh?

-No es mi culpa que no entiendas que el amor no tiene edad.- Bromeó el japonés, sacándole, una vez más, una risa a la muchacha. -Además...- Susurró, como quien cuenta un secreto. -...tú eres mi chica favorita. ¡Pero no se lo digas!

-Eso ya lo sé.- Sonrió, sonrojada.