Fue un lunes, cuando llegaste a mi vida con los primeros rayos de ese cálido sol, tu sola existencia cambio por completo mi forma de apreciar el mundo, ante mis ojos eras lo más bello que había visto y nada sería suficiente para ti.
Una flor cálida y brillante como el mismo sol fue el nombre que te acompañaría desde ese día, y ningún otro nombre encajaría mejor contigo, ya eso eras para mi, algo tan indispensable como el sol mismo.
Un martes y acompañado de cálidos rayos de la mañana, fue cuando entre risas y juegos infantiles de ese parque, conociste a ese niño rubio y ojos verdes pocos años mayor que se convertiría en tu mejor amigo.
Aunque la imagen causaba que un frío sentimiento agridulce naciera en mi, era dulce el verlos jugar juntos, el te cuidaba y era atento nada malo bajo ninguna perspectivas, pero en la imagen había algo que simplemente no me gustaba.
El miércoles más difícil en mi vida, fue cuando entre nervios tuve que dejarte para que inicie tus estudios primarios, pero era un paso importante en tu vida, y llevarte de la mano hasta ese salón de clase tan tierna y emocionada, era un honor que no me lo perderia, aunque no me fue fácil soltar tu mano.
Pero cada fin de año era un bálsamo ver como recibías los mejores honores por tu gran desempeño, y ese orgullo por otro logro en tus ojos valía cada angustioso primer día, noches en vela estudiando y cada fin de semana de trabajos y proyectos.
Ese jueves después de recibir los últimos honores por finalizar tus estudios secundarios, el primer gran golpe de mi vida llego, cuando con una sonrisa tímida pero desbordada de alegría, llegabas de la mano de ese rubio quien hasta entonces era tu mejor amigo y ahora pasaba a ser tu pareja.
No quería aceptarlo, no podía hacerlo, pero por tu felicidad tuve que intentarlo, aún así no me quedé con las ganas de una muy sería charla con el muchacho ese, era mi derecho y nadie me lo quitaría.
El viernes con la calidez del ocaso y entre lágrimas bien ocultada y una hermosa sonrisa en tu bello rostro, te lleve del brazo por ese pasillo que en mi interior sólo pedía que nunca terminará, pues al otro lado vestido de negro estaba aquel hombre a quien debía entregar al ángel de blanco que llevaba conmigo.
El pecho me dolía cuando soltaba mi brazo para enlazar tu mano con la suya, pero antes de sentir el crujir de mi corazon dolido, volteaste con una pizca de duda en tus ojos, pero contrario a lo que sentía, sólo pude sonreí feliz y besar tu frente deseandote la más grande de las alegrias. Pues pese a todo sabía que sólo a su lado podías ser completamente feliz, y sólo eso importaba.
Un sábado tormentoso y medio de la noche una llamada congeló cada parte de mi ser y transportandome a un profundo abismo que sólo empeorar la con el paso del tiempo. Cuando entre sollozos y una angustiosa voz escuchaba que te encontrabas en el hospital en sala de urgencias, a causa de cáncer que sólo hasta ese entonces se había manifestado. A los pocos minutos ya estába a tu lado escuchando las devastadoras noticias del personal de blanco.
Horas, días, semanas y meses pasaron, con subidas y bajadas, momentos de alegrias y de tristezas, entre sesiones de quimioterapia y pocas esperanzas de un milagro.
Un domingo gris y de tenue lluvia bese por última vez tu palida mejilla, mientras entre lágrimas me sonrreias cansadamente y desviadas tus ojos hacia ese rubio del otro lado de la cama, quien fuertemente sostenía tu mano donde tenuemente brillaba el anillo que los había unido tiempo atrás. Sus ojos estaban rojos y con gran angustia delataban lo que esa fingida sonrisa no escondía. Deje correr una lágrima mientras giraba y salía de la habitación hasta una ventana cercana mirando la lluvia caer, no quería hacerlo, pero eran tus deseos y debía respetarlo aunque me dolerá hacerlo.
Un grito ahogado y llanto angustiado rezono desde la habitación pocos minutos después. Y mi corazon se partía en tantos pedazos que me sería imposible si quiera encontrar sus pedazos, pues sabía su significado tu vida había terminado y tal vez debía seguirte a donde sea que te hayas marchado para seguir estando a tu lado, el dolor era demasiado para soportarlo nada podría superarlo.
Pero como si me estuvieras regañando un rayo se escuchó y seguido de este un claro se habría en el cielo iluminando los jardines solitarios del hospital donde entre las malesas un retoño de girasol brillaba frágil ante las pocas gotas de agua que caían.
Lloré, grite y tiré de mis cabellos sin aguantar el dolor de tu pérdida, pero no sería cobarde y continuaría aún con el corazón en trozos, pues sabía que eso era lo que tu esperaría de mi. Aún si el dolor fuera tan grande que desgarrara por dentro, pues nada te prepara para despedirte de tu propia hija.
Un fuerte llanto me hizo sacudirme del mullido sillón que ocupaba, una habitación en penumbra con un zumbido en los oídos que me mantuvo petrificado unos segundos, mientras miraba los techos y paredes blancas con girasoles pintados en ellos, decoradas con peluches y juguetes varios y retratos familiares.
Con el corazón aún dolido y pesado golpeando mi pecho y los brazos tembloroso baje la vista hasta mi regazo donde entre una manta rosa pálido una inquieta criatura lloraba en busca de consuelo, estabas tan pequeña y frágil con las mejillas húmedas y sonrrojadas, mechones azulados apenas visibles y ojos ociosos tan azules como una tarde de verano.
No podía creer lo feliz que estaba de que sólo haya sido un terrible sueño, la peor pesadilla que haya tenido en mi vida a causa de tanto trabajo y la angustia de no ser el padre que merecias. Pero como lo agradecia, pero al dolor y la angustia sólo fue eso un mal sueño y nada más.
Mis lágrimas corrieron sin vergüenza alguna mientras te abrazaba y arrullava nuevamente para que vuelvas a dormirte y entonaba una suave melodía mientras veía asombrado y conmovido como una pequeña manito tuya apretaba mi mano como si fuera tu mejor consuelo el sentirme a tu lado.
No aparte mis ojos esa noche de ti, sólo había pasado una semana desde que naciste y sabía que no sería todo felicidad en tu vida, pero si estaba en mis manos me aseguraría que sea solo sonrisas lo que estuvieran en tus labios y si las lágrimas llegaban sería quien las limpiara y te brundara las fuerzas que necesites cuando tus pasos sean pesados.
Ese es el padre que quedó ser para ti. Uno en quien confíes en quien te apoyes con quien rías y llores. Sabía que alguna día llegará el hombre que quiera ocupar ese lugar tan preciado a tu lado y aunque no sea fácil lo dejaré estarlo si se lo merece. Y aunque aún falte muchos años para eso tal vez desde ahora debo prepararme, no soy exagerado sólo precavido, tu te mereces lo mejor y soy el encargado de que sólo lo mejor llegue a tus manos.
Te amo mi princesa, mi sol, mi flor... mi Hima.
En fin... que les puedo decir hace poco me enteré que estoy por segunda vez embarazada y una pesadilla no tan trágica como esta me inspiró y no me dejó dormir hasta escribirla. Espero que les haya gustado. Bey bey
