Ojos de dragón
Y, entonces, yo les comento
Que vos derrochas dulzura
Y ese rasgo en tu hermosura
Produce una envidia sana
[...]
Su perfecta silueta se dibuja en la oscuridad, llena de curvas y atrocidades guardadas en piel morena. Con el marco de la ventana detrás, ella luce como una pintura, salpicada por la luz de la luna llena.
Él nunca sabe realmente cómo ni dónde tocarla. En cambio, aprendió a saber cuándo puede hacerlo.
Aquellas noches en las que ella se acerca, aliándose con el silencio, con pasos ligeros como de plumas. Y sabe qué busca, al ver el brillo de sus ojos en las tinieblas de la noche, no son ojos de hambre ni de rechazo, son... distintos.
Ella se acerca, sigilosa, a pesar de saberse descubierta. Una vorágine de sentimientos le acechan, porque sabe qué viene luego.
Él, al principio, es torpe. Nadie nunca le ha enseñado a hacer algo más que matar, pero su piel desnuda y suave, aun llena de heridas, le ha hecho lugar en sus recovecos más íntimos. Incluso a alguien como él.
Alex se acomoda en su pecho, respirando tranquila al fin. Se encuentra lejos de las pesadillas que la atormentan cada día, en manos ásperas y descuidadas sí, pero tan cálidas.
Nicolas lo sabe ahora, sus ojos brillan de necesidad.
