Antítesis.

Por: Vampisan86.


Capítulo I.

Imposición.


Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todo es obra de Rumiko Takahashi. La trama es exclusiva de mi autoría.

Aclaración: Los títulos, lugares y demás situaciones serán ya sean reales o inventadas por mí.

PD: Es mi primer fic Sesshome, por lo que imploro que no me tiren tomates ¡Por favor!


—No creo que esto vaya a funcionar Kikyo —predijo una nerviosa Kagome mirándose frente al gran espejo de cuerpo completo—. Algo saldrá terriblemente mal. Lo sé. Siempre sucede.

La pragmática Kikyo, erguida en el umbral de aquella humilde casita, caminó para situarse al lado de Kagome. Ambas observaron el reflejo que les devolvía el espejo sin sorprenderse de la imagen que les mostraba. Toda persona que las conociera sabía que podían pasar por gemelas. Lo único que las diferenciaba era el evidente aspecto del par de mujeres. Mientras Kikyo era una dama de alcurnia, Kagome resaltaba por su aspecto de plebeya. Una era inequívocamente perteneciente a la nobleza mientras que la otra se hallaba en el más bajo escalafón social.

—Debes tranquilizarte Kagome —pidió Kikyo posando ambas manos en los hombros de su amiga—. Si piensas en atrocidades, éstas no tardarán en alcanzarte. Es la ley de atracción.

Kagome seguía mirando, con intensidad, el espejo frente a ella con la intranquilidad recorriendo su columna.

—Sé que siempre fue muy divertido que nos confundieran de niñas, así como intercambiar atuendos e identidad para nuestras travesuras —dijo Kagome comenzando a fruncir su ceño—. Sin embargo, esto está fuera de los límites Kikyo. No existe forma alguna de que salgamos indemnes —objetó realizando ademanes con sus manos.

Kikyo siguió con su expresión impertérrita. No se podía saber si no le importaba las consecuencias de su proposición o, si por el contrario, simplemente se rehusaba a pensar en ello.

—No sucederá nada de lo que debamos arrepentirnos Kagome —sentenció mientras la tomaba del mentón para que la observara a los ojos—. Nadie me conoce. Los nobles que frecuentan a mi padre no han tenido el placer de intercambiar palabras conmigo. Tú y yo somos como dos gotas de agua por fuera. Es imposible que incluso mi padre se percate. Además, será mi primera temporada por lo que hasta el día de hoy nadie sabe cómo soy en realidad.

En el interior de Kagome algo le decía que aquella propuesta en lugar de ser un maravilloso sueño en el que toda plebeya quisiera verse envuelta, terminaría convirtiéndose en una terrible pesadilla teñida de la más cruel tragedia.

—Si me descubren podría terminar en la horca —verbalizó Kagome con una mirada que suplicaba comprensión a sus preocupaciones—. No tengo la mínima idea de cómo comportarme correctamente entre los nobles. Me van a descubrir al minuto en que ponga un pie en una velada ¡Solo mírame! —exclamó señalándose a sí misma—. La clase social se me nota a kilómetros de distancia.

Kikyo la soltó, enfundada en su vestido celeste, comenzó a dar vueltas en el reducido espacio siendo seguida por los ojos de una perturbada Kagome que la instaban a debatir lo dicho con anterioridad pues sabía que no se trataba una mera mentira. Lo cierto era que el tiempo se le estaba agotando poco a poco. Necesitaba convencer a Kagome de que se atreviera a suplantarla durante una temporada hasta que ella efectuara lo que tenía en mente, y asistir a la temporada social de Londres no estaba entre sus planes. Kikyo se sentía entre la espalda y la pared, hundiéndose con los días en su desesperación por huir de la sociedad.

Dejó de caminar cuando una idea se le pasó por la mente a una velocidad abrumadora. Admitía que era un tanto estúpido pero conociendo lo idealista e ilusa que era su doble, suponía que cedería una vez la escuchara. Bien decían que tiempos desesperados requieren medidas desesperadas y, por su situación, ella lo necesitaba. Así que, haciendo gala de sus dotes actorales se llevó una mano al corazón fingiendo tristeza esperando fervientemente que Kagome le creyera pues era su último as bajo la manga.

—Está bien Kagome, te comprendo perfectamente —suspiró Kikyo mirando al suelo con fingido malestar—. Créeme que si pudiera haber elegido habría decidido ser plebeya porque ustedes gozan de una libertad que nosotras, las hijas de nobles, no poseemos.

Kagome la escuchó sin entender pues durante toda su vida había sido testigo de la cómoda posición en la que su amiga se hallaba. Kikyo nunca pasó hambre como ella y su familia, y lo cierto es que la palabra carencia no debía figurar en su vocabulario. Probablemente ella creía que el dinero caía de los árboles y, jamás, ninguna gota de sudor caería de su frente como símbolo de su esfuerzo por conseguir el alimento del día.

—Mi padre rechazó la propuesta de matrimonio de un pretendiente mío —comenzó a relatar sentándose en una silla del rincón viéndose genuinamente afectada emocionalmente, y ajena a los pensamientos de la otra muchacha—. Él, aunque es un caballero, no posee título ni fortuna, por ello mi padre ha decidido enviarme a la temporada con la esperanza de que contraiga matrimonio con algún noble. Sin embargo, nosotros nos amamos y hemos decidido casarnos a escondidas pero no podremos hacerlo si voy a Londres porque estaré vigilada constantemente…

Kagome se llevó una mano a sus labios realmente conmovida por el dolor de su amiga. Lejos quedaron sus cavilaciones anteriores. Jamás llegó a creer que Kikyo pudiera sufrir algo parecido a un amor imposible siendo que su padre siempre le concedía lo que quería. La sorpresa en su expresión era totalmente comprensible. Kagome era una muchacha ordinaria que creía en el verdadero amor y esperaba casarse algún día ostentando el sentimiento. Saber que su amiga sufría por ello le angustiaba terriblemente.

—Así que, en caso de que usurpes mi identidad, me hospedaré en una propiedad de su familia en el campo mientras termina de cerrar unos negocios, y cuando vaya a buscarme nos iremos directamente a Gretna Green para casarnos. Una vez siendo marido y mujer ni mi padre o alguna otra persona podrá separarnos —prosiguió Kikyo comenzando a llorar metida en su papel. Incluso se sorprendía por tal melodrama—. Por eso querida Kagome, es que requiero tu ayuda. Mi padre no podrá entregarte a nadie porque sería un total escándalo. Una plebeya pasando inadvertida en la sociedad ¡Qué gran hazaña! Te prometo que todo se resolverá después de la boda. No existirá alguna clase de represalia contra ti.

Kagome estaba totalmente petrificada, primero, por lo relatado, segundo, porque ya no estaba tan segura de poder negarse a ser partícipe de tan descabellada idea. Bien lo decían sus amigas plebeyas ¡El amor lo puede todo! Nunca se imaginó que la nobleza no pudiera casarse por amor ¡Que ingenua de su parte!

—No debes temer. Mi padre entenderá la situación y mi esposo se convertirá en tu protector. Además te pagaré muy bien —se apresuró a añadir Kikyo pensando que la expresión de indecisión de Kagome se debía a sus dudas con respecto a las atrocidades que se desataría si alguien llegaba a pillarla.

—Yo no sé qué decir Kikyo…

Kikyo se levantó del asiento comenzando a limpiar de su rostro cualquier rastro de lágrimas que indicara que estuvo llorando momentos antes. Por la posición del sol, fuera de la ventana, dedujo que debía terminar el asunto cuanto antes. Después de todo no quería que su padre preguntara por su ubicación ya que quería mantener aquella visita en secreto, por precaución.

—Kagome, no te lo pediría si creyera que terminará mal —Kikyo tomó las manos de Kagome para entrelazarla con la de ella—. Jamás permitiría que algo cruel te sucediera. No si pudiera evitarlo.

Kagome negó con la cabeza. Se preguntó cómo siempre terminaba por ceder a los planes irreales de la muchacha frente a ella. Era cierto que por fuera eran idénticas pero por dentro resultaba ser lo contrario ya que eran dos personas completamente diferentes. De no ser porque no compartían lazos sanguíneos creería que eran parientes pérdidas. La similitud física era aterradora.

—No sé de etiqueta social. No poseo educación. Es imposible que pase desapercibida entre las demás Ladies —intentó una última vez utilizar un buen argumento, sin embargo, sabía que era inútil. Kikyo ya la había convencido.

—Tú has convivido conmigo durante mucho tiempo, sabes comportarte acorde a la situación. Es tu miedo infundado lo que te da la desconfianza —rebatió Kikyo. Aunque sabía que antes de emprender su huída debía adiestrar a Kagome en unas lecciones de buenas costumbres para que su mentira pudiera sostenerse el mayor tiempo posible—. Además, sabes bailar, de niña lo hacías bien conmigo.

— ¡Pero solo si yo era el hombre! ¡Por Kami Kikyo! —Kagome se soltó del agarre de su amiga para comenzar a caminar como león enjaulado—. Un solo error me llevará a que me cuelguen en la horca. Sabes muy bien que las mujeres tenemos menos probabilidades de salir ilesas ante la ley.

—Tonterias Kagome —dijo Kikyo agitando su mano enguantada para restar importancia—. Nada malo sucederá.

La confianza de Kikyo resultaba fuera de lugar para Kagome. Se preguntó si el hombre del que su amiga se enamoró valía la pena para que ella quisiera montar todo ese peligroso teatro.

— ¿Cómo se llama él?

Ante la pregunta Kikyo pareció confundida.

—Tu enamorado Kikyo ¿Quién es? —reformuló Kagome sin sospechar nada.

—Por seguridad quisiera mantenerlo en el anonimato —sin otra salida Kikyo no tuvo más opción que encubrir su engaño con otra mentira—. Más adelante todos lo sabrán. El amor no se puede ocultar.

Antes de que alguna pudiera añadir algo más, la voz infantil de un niño interrumpió la conversación.

— ¡Hermana hemos llegado! ¡El abuelo hoy me enseñó más deberes del templo!

Souta se quedó paralizado en el umbral de la puerta. Conocía a Kikyo y el parecido con su hermana le resultaba perturbador. Conociendo un poco de etiqueta para cuando estuviera en compañía de una Lady, no tuvo más opción que brindar una reverencia. Se sintió tonto mientras se retiraba a toda prisa porque el carruaje fuera del templo debió haberle indicado que aquella señorita estaba en su casa.

Kikyo miró a Kagome alzando una ceja.

—El abuelo piensa que al ser mujer no podré seguir cuidando el templo una vez me case —explicó la duda no verbalizada de su amiga—. Cree que me iré con mi esposo y atarme a las responsabilidades del templo me convertiría en una solterona. Por eso ha decidido entrenar a Souta para que él y su familia sean los encargados una vez que fallezca.

Kikyo negó con la cabeza. Recordó que de niña, Kagome siempre le decía que cuidaría de aquel templo antiguo por ser la primogénita, sin embargo, la realidad distaba de aquellas fantasías infantiles. Una mujer no podía poseer semejante responsabilidad, sólo por su género, y que su familia le hubiera hecho creer lo contrario era demasiado cruel. Se imaginó lo destrozada que debió estar cuando le confesaron la verdad.

—Kagome, Lady Kikyo —la señora Higurashi saludó cuando ingresó a la casita. Si pensaba que era una visita inusual por parte de Kikyo no dijo absolutamente nada—. Veo que sigue siendo el vivo retrato de Kagome, Lady Kikyo.

—Por favor señora, solo dígame Kikyo. Los años que llevo conociendo a su familia le dan el derecho de tutearme.

La señora Higurashi negó fervientemente—. Usted es una Lady y así debo tratarla. No diga cosas absurdas, por favor.

Kikyo la ilustró con una sonrisa impávida.

—Seguramente se preguntará la razón de mi visita señora Higurashi —dijo la única noble en el lugar tomando la mano de Kagome entre las suyas.

La señora Higurashi las miró con curiosidad pero no comentó nada. No era algo extraño las visitas de Lady Kikyo en su modesta morada, sin embargo, la muchacha llevaba años sin aparecer por esos lugares debido a que había asistido a un internado de señoritas. Por lo que suponía que al estar la temporada social a tan solo unas semanas era entendible que finalmente volviera para asistir a ella. Además, que visitar a su amiga de la infancia era un suceso inevitable.

Kagome se puso visiblemente nerviosa. Se imaginó a Kikyo contándole a su madre su trágica historia de amor, y conociendo a su progenitora, probablemente sería víctima de un infarto por tal disparatada idea. De ninguna manera su madre le permitiría ejecutar semejante acto suicida. Apretó con fuerza la mano enguantada de Kikyo tratando de hacerle entender que no era un buen plan compartir con su madre su sufrimiento.

—He venido porque necesito la ayuda de Kagome —comenzó Kikyo para el suplicio de la muchacha que parecía querer desaparecer de la atención de la señora Higurashi.

—No veo cómo mi hija puede serle de utilidad Lady Kikyo —contestó la señora Higurashi con incredulidad en la voz.

Kikyo no quitó su sonrisa—. Oh, créame que será de mucha ayuda señora Higurashi —respondió con lentitud—. La temporada está a un par de semanas y debo asistir. Ahora que he vuelto con mi padre no poseo una doncella que se encargue de mis necesidades y, por la confianza que le tengo a Kagome, he decidido que ella es la adecuada para tal labor. Claramente tendrá seguridad y buena paga por prestar sus servicios al Conde de Essex.

Madre e hija abrieron los ojos en sorpresa. La primera por semejante oportunidad para su hija que podría vivir tranquilamente con un trabajo estable en la casona del Conde, y la segunda por la enorme mentira que utilizaba su amiga para aparentar frente a su familia. Kagome comenzaba a sentirse sumamente cínica. Esperaba que las mentiras que comenzaban a hilar no se les acumularan al final del día.

—Pero mi hija no tiene alguna preparación para atender a una Lady ni mucho menos sus necesidades, Lady Kikyo —comentó desilusionada la señora Higurashi al tener un momento de lucidez para comprender su desventaja.

—No se preocupe. Haré que la capaciten en los siguientes días para que pueda acompañarme a la temporada en Londres. Es mi deseo que Kagome pueda tener una vida lo más cómoda posible a su condición —dijo con genuina preocupación que incluso Kagome se lo terminó creyendo—. Una vez que sea la señora de mi propia casa, Kagome se convertirá en mi doncella particular.

La señora Higurashi sonrió con sinceridad, las lágrimas comenzaron a acudir a su rostro. Con Kagome en un trabajo de esa índole tenía una preocupación menos. Cada noche se iba a dormir angustiada por el porvenir de su única hija, y que Lady Kikyo amablemente le propusiera la solución a sus males la hacía gratamente feliz.

— ¡Oh Lady Kikyo es una dicha que usted sea tan amable con mi Kagome! —la señora Higurashi se apresuró a tomar las manos de Kikyo para agradecerle de todo corazón—. Créame que mi Kagome es muy inteligente, no tardará en aprender todo lo que le enseñen. Incluso sabe leer y escribir. No será un estorbo.

Kikyo tuvo problemas para sostener la sonrisa en sus labios. Particularmente los arranques de felicidad no eran de su total agrado pero viendo que era la única solución para llevar a cabo su plan no tuvo otra opción que soportarlo.

—Iré inmediatamente a empacar sus cosas. Me temo que sus vestidos no son los más adecuados pero me encargaré de conseguir dinero para comprarle lo que requiera para ser una doncella.

—No se preocupe señora Higurashi, los gastos de Kagome corren por la cuenta del Conde. Después de todo, mi felicidad no tiene precio —señaló Kikyo a una mujer muy alegre.

—¡Muchas gracias! ¡No tardaré en hacer sus maletas!

La señora Higurashi desapareció de la presencia del par de muchachas para dirigirse a lo que sería el lugar donde todos dormían. Al ser pobres no contaban con habitaciones separadas. Una vez que Kagome estaba segura de que su madre no se hallaba dentro del radio donde podía escucharlas, miró a Kikyo con el ceño fruncido.

—No debiste ilusionar de esa forma a mi madre —regañó muy molesta.

—Nada de lo que dije es mentira Kagome. Te pienso dar lecciones para comportarte como una legítima Lady —contestó Kikyo totalmente serena—. Te ofrecí protección y te la daré. Simplemente esta temporada me suplantaras pero una vez que vuelva te convertirás en mi doncella. No me retractaré.

Kagome suspiró pensando que se estaba metiendo, voluntariamente, al peor problema de su vida sin punto de retorno.


El Duque del Oeste, Sesshomaru Taisho, observó con creciente irritabilidad al hombrecillo frente a él. Definitivamente ese no era su día y el hecho de que su madre, la Duquesa viuda, Irasue, estuviera presenciando tan lamentable situación con notoria diversión lo enfureció aún más.

—No encuentro gracia a tales noticias Totosai —la amenaza de Sesshomaru estaba implícita en sus palabras.

El anciano, abogado de su difunto padre Inu No Taisho, negó con la cabeza. Ciertamente a Totosai no le encantaba estar en presencia de aquellas personas porque le infundía pavor, sobre todo el primogénito Taisho. Totosai estaba completamente seguro que Sesshomaru sería capaz de asesinarlo.

—Así se estipula en el testamento del difunto Duque del Oeste —empezó Totosai señalando los papeles que le entregó hace unos momentos al actual Duque—. Si para el trigésimo cumpleaños, su primogénito, Sesshomaru Taisho, no ha contraído nupcias la fortuna, propiedades y todo lo ligado al título pasarán a manos de su segundo hijo, InuYasha…

— ¡Cállate! —rugió Sesshomaru cuando la risa de su madre empezó a inundar el despacho—. Madre si no te callas te echaré a la casa del campo.

Irasue no se inmutó porque siguió riendo como si la situación fuera de lo más cómica.

—En el testamento que se leyó hace un año solamente se pedía que se reconociera a ese bastardo y se le educara para que se convirtiera en un miembro de la sociedad como parte de esta familia —comunicó Sesshomaru rechinando los dientes por la furia—. Ahora me dices que ese testamento no era el oficial porque mi padre hizo otro justamente en su lecho de muerte.

Totosai se encogió de hombros de puro miedo—. Creí que era de su conocimiento. No comprendo cómo se pudo cometer tal error. Pensé que lo sabían y por eso mismo he venido a recordarlo porque su trigésimo cumpleaños es dentro de diez meses...

— ¿Quieres terminar viviendo en la basura? Tu incompetencia es absolutamente inadmisible para servir a mi noble familia.

—Calma por favor. Léalo con detalle su excelencia —pidió Totosai totalmente asustado.

Sesshomaru se llevó un par de dedos al puente de su nariz para tranquilizarse pero la risa de su madre no lo ayudaba en absoluto.

— ¿Reconocer al bastardo fue un error que no figuraba en el segundo testamento? —cuestionó sin ánimo de leer los dichosos papeles. Realmente su padre lo odiaba al burlarse de esa forma de él y de su madre. Era un insulto querer que convivan con tal bastardo.

—No, claro que no su excelencia —negó Totosai rápidamente—. Lo único que cambia en el nuevo testamento es el de contraer matrimonio. Su padre quería que se casara antes de que cumpliera los treinta años o si no todo pasaría a manos de InuYasha…

Sesshomaru apretó sus puños con molestia. De no ser porque mantenía sus uñas cortas probablemente se hubiera herido al clavarlas con tal fuerza en sus palmas.

—Si no tienes nada más por decir, quiero que te retires Totosai.

El anciano asintió levantándose rápidamente—. Cuando decida contraer nupcias me hace llegar una notificación para ratificar los trámites, su excelencia.

Como respuesta únicamente recibió la mirada fulminante del Duque del Oeste. Totosai no comentó nada más, decidió que lo más sabio era retirarse antes de que la fina alfombra árabe en el suelo se tiñera de carmesí por su sangre derramada en el asesinato que efectuaría Sesshomaru Taisho si permanecía un segundo más en su presencia.

La Duquesa viuda, sentada elegantemente en el sofá de la esquina de aquel inmaculado despacho, miró a su único hijo con evidente diversión.

—No entiendo qué te causa tanta gracia, madre —dijo Sesshomaru con fastidio.

Irasue le sonrió—. Tu padre hizo exactamente lo que su padre le obligó. Nuestro matrimonio fue pura conveniencia económica y política. No obstante, me prometió que contigo no sería tan cruel.

Sesshomaru le miró totalmente aburrido. No es que no conociera las razones tras el matrimonio de sus padres pero no le veía el motivo para que se lo repitiera.

—Supongo que en su lecho de muerte se acordó de Izayoi, su amante muerta, y del bastardo que dejaría desamparado en la ignorancia de su linaje noble. Fue una suerte que InuYasha tuviera una madre noble, hija de un Barón, el más bajo nivel social pero noble al final del día. De otra forma no hubiera podido heredar el título de Duque si tú no pudieras llevar a cabo un simple matrimonio.

Sesshomaru seguía sin comprender las palabras de su madre.

—Me refiero a que, tu padre te ha dejado a cargo de tu medio hermano para que seas lo más parecido a una figura paterna. Y, si InuYasha se convierte en Duque, al final tú deberás trabajar para él porque no existe forma de que InuYasha sepa cómo manejar los asuntos vinculados al título sin previa preparación. Teniendo en cuenta que apenas está aprendiendo a leer y a escribir así como de etiqueta social, dudo que puedas retirar tu ayuda hasta dentro de una década, si tienes suerte —aclaró Irasue tratando de mantenerse seria aunque la diversión se reflejaba en sus ojos—. Fue astuto. Cambió su testamento un segundo antes de morir para que se reconociera a InuYasha, sin embargo, si sabías lo que contenía el nuevo testamento no habrías reconocido a tu medio hermano y por ende, el título quedaría sin usarse hasta que tuvieras un varón y así figurarías como albacea. Inu No era inteligente después de todo.

— ¿Y qué me humille de esa forma no te molesta, madre? ¿No sientes compasión de tu único hijo? —cuestionó seriamente Sesshomaru, sopesando las palabras dichas por Irasue.

Irasue rió—. Por favor Sesshomaru, ambos sabemos que si pudieras me habrías recluido en el campo desde que tu padre falleció. No lo has hecho porque me necesitas para que InuYasha no te estorbe.

— ¿Quiere decir que no te humilla convivir con el bastardo de tu esposo? ¿No es un castigo para ti?

—No, en absoluto —Irasue se encogió de hombros—. Tu padre y yo no nos amábamos. Él tenía sus amantes y yo también. No eres estúpido como para que no lo supieras con antelación Sesshomaru. El único error es que tu padre se enamoró, hizo caer en desgracia a esa pobre muchacha y se desentendió de InuYasha totalmente. El remordimiento tuvo que ser demasiado grande para decidir que tú velaras por él.

Sesshomaru frunció el ceño. Su madre tenía razón, no era idiota. Sabía de sobra la clase de relación que llevaban sus padres y aunque era inmoral, no le veía lo malo. Irasue jamás se doblegó ante el Duque, y dado que no existía forma para que se separaran, tuvieron que vivir de esa manera. Lo único que le molestaba era la esclarecedora conclusión a la que su madre había llegado antes que él. No había mentira en sus palabras. Su padre quería que fuera una especial de protector con InuYasha y dado que era un estúpido campesino sin educación le resultaba sumamente vergonzoso decir que eran hermanos.

InuYasha podía pasar como hijo de Irasue por el terrible parecido físico que tenían. No había manera de que alguien dijera lo contrario. Sin embargo, él sabía la verdad y por ello la vergüenza era la misma como si todos lo supieran.

La coartada de la repentina aparición de un segundo hijo de Irasue Taisho consistía en que InuYasha sufría enfermedades que lo dejaban postrado en cama, por ende tuvieron que internarlo en un hospital para su exclusivo cuidado. No fue difícil, unas cuantas libras a pocas personas y tenía los papeles, los testigos y lo necesario para sostener la versión. A InuYasha le había ordenado, a puñetazo limpio, que dijera la misma historia cuando alguien le preguntara. Por el momento, el bastardo parecía entender qué era lo mejor.

Sin embargo, Sesshomaru Taisho no aceptó su presencia. Quería a ese bastardo alejado de él, por lo que le prohibió estar cerca de su persona dentro de la enorme mansión. No era una tarea difícil. Él se la pasaba dentro de su despacho la mayor parte del tiempo e InuYasha asistía a sus clases con el tutor que le contrató. Esperaba que el cerebro ignorante de ese campesino pudiera absorber lo mínimo como lo era leer.

—Creo que empezaré a frecuentar a Lady Kagura para…

—Ni se te ocurra, madre —sentenció Sesshomaru levantándose de su lugar—. La temporada está por iniciar y a menos que no encuentre a una Lady decente, Lady Kagura es mi última opción.

Irasue sonrió de lado.

—Lady Kagura está más que dispuesta en convertirse en la Duquesa del Oeste…

Sesshomaru la miró impávido.

—Lady Kagura es mi última opción, madre. Dejaré el trabajo de investigar posibles damas ideales para convertirlas en Duquesa a Jaken.

Con eso último dicho Sesshomaru se retiró del despacho dejando a una Irasue totalmente divertida por la situación. Sería una temporada divertida, pues presentía que su hijo apenas empezaría a conocer los problemas de cortejar a una Lady.


N/A: Holaaaaaaaa. Es mi primera vez incursionando en este fandom. Espero ser bien recibida. Realmente desconozco si existe una trama parecida o no, pero en caso de que sí ¡Ni modos! Una más no hace daño. Además, no es plagio.

Al principio pensé en un BanKag pero la idea que tengo para este fic quedaba mejor con la personalidad de Sesshomaru. Así que, aquí se las traigo.

Ahora bien ¿Cuál será el motivo de Kikyo para no asistir a su primera temporada? Obviamente el amor no tiene nada que ver. Además, la trama ya se la imaginan, sin embargo, Kagome no es una Lady, es una plebeya por lo que el Sesshome no podrá ser por nada del mundo. A ver cómo se desencadena todo.

Por favor, un comentario es bien recibido. No duden en dejarlo.

Un gusto.