Reminiscencia.
Por: Vampisan86.
Capítulo I.
Un deseo incomprendido.
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todo es obra de Rumiko Takahashi y compañía. La trama es exclusiva de mi autoría, no permito que lo suban a otras plataformas.
Reminiscencia: Recuerdo impreciso de un hecho o una imagen del pasado que viene a la memoria.
Pd: Es mi primer fic BanKag por lo que pido que no me tiren tomates ¡Por favor! ¡Sean comprensivas! ¡Gracias!
Ambos contrincantes se miraron intensamente con una amarga expresión que decía más que las palabras. Aquella última batalla era la decisiva. Solo uno podía ostentar la victoria y, por ende, seguir con vida. Azul y dorado se enfrentaron con una expresión que clamaba la sangre del adversario, bañarse en ella con regocijo como si se tratara de un ritual o sacrificio.
Los ojos rojos de InuYasha se estrecharon profundamente mientras su espada yacía olvidada a metros de él; su aspecto dejaba muy en claro que era la bestia que lo dominaba en ese culminante momento. Su conciencia quedó perdida y, lo único que lo mantenía aún de pie eran sus ganas de luchar por sobrevivir aunque no estuviera con todos sus sentidos; estaba dispuesto a llegar a morir en plena batalla sin saberlo. El hanyou poseía varios cortes profundos, y su poder demoníaco comenzaba a estar al borde del agotamiento lo cual le añadía más probabilidades de claudicar cediendo a sus instintos bestiales. Los gruñidos inundaban esa pequeña cueva que era testigo del duelo decisivo para ver cual de los dos guerreros sería el vencedor y, por el aspecto del chico bestia, no era muy difícil adivinar el resultado. La dentadura que InuYasha mostraba parecía filosa y peligrosa, daba el aspecto de cortar cualquier objeto como si se tratase de simple mantequilla, su enemigo era consciente que debía mantenerse alejado de sus, literalmente, colmillos.
Bankotsu sostenía fuertemente entre sus manos su fiel alabarda con destellos de energía demoníaca color carmín que se asemejaba a la sangre; aquella arma había finalmente alcanzado la perfección en un punto que prácticamente ningún ser había rozado antes. Ni siquiera la espada Tokijin de Sesshomaru o incluso el propio Tessaiga de InuYasha. Aquel mortífero objeto era una amenaza latente para cualquier criatura y todos eran conscientes de ello. Sin embargo, aún con su ventaja superior por sobre su retador, Bankotsu no estaba totalmente ileso ya que la batalla contra el medio demonio también le había producido varias heridas y, aunque poseía fragmentos de la perla de Shikon, comenzaba a estar ligeramente agotado. Se trataba de mucho poder para sostener en su cuerpo revivido. No obstante, su resolución de destruir al grupo de InuYasha y Sesshomaru seguía más firme que nunca. Tenía que vengar la muerte de sus compañeros y, a su vez, eliminar a Naraku para seguir con vida. Esa era su propia meta que se impuso para cumplir, tanto que llegó a prometerlo frente al cadáver de sus hermanos, y él era un hombre de palabra pues su honor estaba involucrado. En el momento en que efectuó la promisión fue justamente el instante de la sentencia de muerte de todos y él se encargaría de darle cumplimiento.
Nada, ninguna cosa, haría cambiar de decisión a Bankotsu. Era una opinión que mantendría firme hasta el día de su muerte, y tal parecía que hoy no sería ese día. El orgullo del guerrero sanguinario se encontraba sumamente herido ya que como líder no pudo evitar la masacre de sus camaradas a manos de los compañeros del híbrido frente a él. Había fracasado enormemente al permitir que los asesinaran como simples insectos. Por lo que ahora era su deber cobrar con la misma moneda a los causantes. No desaprovecharía la oportunidad de verlos agonizar bajo él pues tenía en mente provocarles tanto sufrimiento que implorarían una muerte rápida pero Bankotsu sin misericordia solo lo aplazaría por el simple y mero placer morboso. Verlos retorcerse de dolor era una imagen que se quedaría grabada en su retina; por primera vez permitiría que su sadismo saliera a relucir.
No obstante, como si de una señal simbólica se tratara comenzaba a sentir que los fragmentos que habían pertenecido a sus hermanos, y que estaban incrustados en su cuerpo y alabarda, empezaban a otorgarle una fuerza sobrenatural por lo que él lo atribuía como un signo de que los espíritus de ellos pedían venganza contra los enemigos proclamados de Naraku, sus asesinos. Era la única explicación lógica que encontraba, tampoco es que tuviera ganas de indagar justo en ese momento. Bankotsu apretó con más fuerza a su Banryu con su vista sedienta de vindicta y enfocada en aquel lamentable híbrido sin control pleno de sus actos. En la mente del líder sólo importaba una cosa: vengar la muerte de sus hermanos.
Y para lograr su cometido, para finalmente vengar a sus compañeros, cumplir su juramento, y quedarse con el don de la vida el grupo de InuYasha, Sesshomaru y el mismísimo Naraku debían morir ese día por su propia mano utilizando aquella poderosa arma demoníaca. Nadie que hubiera interactuado con los siete guerreros debía seguir en el mundo mortal y él se encargaría de eso. Debían pagar con sangre y con su vida. Haber sufrido de ignominia mantenía soliviantado a Bankotsu.
Con esos pensamientos asesinos en mente, Bankotsu escupió en dirección a InuYasha siendo plenamente consciente de los montones de monstruos que los rodeaban, ansiosos por devorar al triunfador, y del pequeño público que tenían. Aquella mujer con vestimenta indecorosamente extraña junto al kitsune los observaban con notoria perplejidad y con lágrimas en los ojos. El líder sonrió ya que era evidente que ellos tenían total conocimiento de que InuYasha moriría en pocos momentos. El híbrido se encontraba en un estado disperso lo cual le resultaba desventajoso en el campo de batalla. No se podía ocultar el sol con un dedo. Ni siquiera un milagro podía eludir la cruel realidad de la inminente derrota del hanyo en esa pelea. El primero en morir sería InuYasha, luego se ocuparía de sus acompañantes. O tal vez lo dejaría agonizando para que observara cómo asesinaba a sus amigos sin que pudiera hacer algo al respecto. La perversión inhumana y desalmada iluminó los ojos de Bankotsu causándole un brillo en su mirada.
La amenaza de muerte en la mirada de Bankotsu no pasó desapercibida para Kagome que no pudo hacer algo más que abrazarse a sí misma sin lograr pensar en una estrategia que ayudara a InuYasha ¿Dónde se había metido Koga? ¿No se suponía que Sesshomaru se hallaba en el mismo Monte? ¿No podía percibir el peligro de la bestia de InuYasha? ¡Necesitaban su intervención! ¿Por qué no aparecían Sango y Miroku? ¿Qué podía hacer ella sin sus flechas? ¡Por favor que alguien viniera en su auxilio! En esos instantes de suplicio deseaba con todas sus fuerzas la presencia de Kikyo en aquel funesto lugar porque sin duda alguna sabría qué hacer ya que poseía más conocimientos de sus poderes espirituales, y contaba con más experiencias en batallas contra espíritus y monstruos que ella misma ¿Qué podía hacer una estudiante de secundaria al respecto? Llorar no era una opción.
—Este es el fin, híbrido —predijo Bankotsu muy ufano sintiendo la inminente victoria en sus manos—. No tengo otra opción. Para que mis camaradas tengan paz en el otro mundo tú debes perecer ante mí; aquí y ahora —declaró con una sonrisa que fue vacía, cruel y carente de estética, mirando a InuYasha como quien ve a un gusano con desagrado.
—Palabras interesantes, cadáver andante —gruñó el hanyou mostrando su dentadura mientras intentaba recuperar sin mucho éxito el control en sí mismo—. Pienso lo mismo. Puesto que para que Naraku finalmente dé la cara ante mí, tú debes morir —siseó con todo el propósito de acidificar cada oración.
Kagome se cubrió la boca horrorizada por el tono gutural que empleó InuYasha como signo de que pronto no sería él mismo. Si no intervenía de alguna forma InuYasha podría morir pues el poder sobrenatural comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Podía sentirlo. Debía desvanecer su transformación con Tessaiga, no obstante, y de forma desafortunada se hallaba al otro extremo de aquel lugar, no lograría acercarse sin exponerse en la mitad de la batalla ¡Debía pensar en algo! ¡El tiempo se acababa!
Se mordió el labio inferior con total nerviosismo, sus latidos comenzaron a ir más a prisa como si de un momento a otro sufriera una taquicardia, y observó a detalle cómo los dos hombres se miraron desafiantes por última vez, y al mismo tiempo se lanzaron sobre el otro dispuestos a acabar, a la más mínima oportunidad, con todo el asunto. La realidad la golpeó abruptamente como una cruel epifanía teñida de sangre: Uno de ellos iba a morir y, por lo que su corazón le trataba de decir, no sería Bankotsu.
Kagome y Shippo gritaron con espanto y terror siendo testigos de la revelación ante sus ojos. Las heridas que Bankotsu había causado sobre el maltrecho cuerpo de InuYasha eran mortales por lo que no iba a sobrevivir a ese enfrentamiento. No podían ser ciegos como para no entender ni para forjar esperanzas vacías. Justo en ese momento de agonizante desesperación a Kagome de pronto no le importó nada más que ver a InuYasha a salvo, sin importar los medios a emplear, por lo que sin saber la razón de su comportamiento, actuó siguiendo los deseos de proteger al hanyo para mantenerlo con vida; corrió precisamente al punto donde ambos se cernían el uno sobre el otro dispuestos a matarse hasta el último aliento.
Los gritos de los cuatro individuos en ese lúgubre lugar resonaron en un eco devastador. Kagome permitió que su vista se nublara con sus lágrimas al instante de pretender saltar en dirección de un enfurecido Bankotsu antes de que produjera su feroz y mortífero ataque. Con la adrenalina recorriendo cada centímetro de su cuerpo Kagome no se percató de la sensación punzante que le provocaba los fragmentos de la perla en el guerrero, tampoco se enteró de que su poder espiritual se activó en un modo de defensa para protegerse del titánico enfrentamiento aún cuando eso significaba su muerte. No fue consciente del momento en que expulsó un destello blanquecino, su poder espiritual, porque simplemente se abalanzó a Bankotsu con la genuina esperanza de impedir que asesinara a InuYasha. No quería ver a nadie morir frente a ella. La luz sorprendió al guerrero, dejó inconsciente al híbrido y provocó que el kitsune cubriera sus ojos.
Y fue en ese instante de gritos de miedo, de tristeza y de odio, en el que dos pares de ojos se encontraron; el guerrero y la sacerdotisa se miraron sin verse realmente, sin saber que el destino decidió confabularse contra ellos; una vez más como si fuera cómico colocarlos en situaciones irreales.
La luz pura de los fragmentos del guerrero y la energía espiritual de la sacerdotisa colisionaron. Bankotsu y Kagome parecieron fundirse en una intensa esfera de energía purificadora que emanaba de sus propios cuerpos, el hombre muy incrédulo sostuvo en todo momento a Banryu sin saber cómo proceder, Kagome a su vez cerró los ojos gritando ante el sentimiento de ser destrozada, de ser reducida a nada ante la magnitud del poder puro que había nacido. Ella gritó por un InuYasha inconsciente en el suelo, gritó por ella que estaba muy estupefacta cayendo sobre el guerrero, y gritó quizá también por Bankotsu con su dolor de perder a sus hermanos y de vivir con sangre en sus manos.
El esplendor de su pecho y de sus manos se mezclaron con la iluminación de los fragmentos de Bankotsu calmandolos a ambos mientras se desvanecían poco a poco. La tranquilidad los cubrió como una manta. Y fue así que por ese instante confuso y abrumador, en medio de aquel escenario de monstruosidad que Kagome deseó alejarse de allí con todas sus fuerzas. Deseó demostrar a Bankotsu que la destrucción no iba a hacerle feliz, que matar al resto no iba a revivir a los que ya habían muerto, que el único propósito de Naraku era utilizarlo como marioneta en sus sádicos planes para finalmente asesinarlo. Deseó que todo fuese diferente, que no estuviesen en aquella guerra muriendo sin esperanza por las ambiciones del monstruo de Naraku. Deseó que Bankotsu pudiera decidir por una vez lo que él quería realmente sin manipulaciones y mentiras de por medio. Que tuviera un libre albedrío.
A veces cuando se quería pedir un deseo se tenía que realizar de todo corazón, con las palabras exactas que no den lugar a connotaciones para que el significado no pudiera confundirse. Y, por cada deseo cumplido se debe pagar un precio, que en muchas ocasiones, resultaba alto.
Kaede se lo había advertido en una de sus lecciones para introducirla en las artes espirituales; cuando le enseñó aquella habilidad que solo despertaba en pocas sacerdotisas ¿Qué otra cosa podía hacer o esperar? Ni en sus más locos sueños se imaginó que ella podía llegar a obtener un deseo. En todo caso, si realmente se pudiese, si realmente estuviera en el momento de desear una cosa, quería una oportunidad, solo una de cambiar la historia que había desembocado en esa tragedia. Kagome ni siquiera fue consciente de tal anhelo.
Deseó, creyendo estar en sus últimos momentos de vida, un lugar donde Bankotsu se diera cuenta que la venganza no lo era todo, un lugar donde InuYasha y sus amigos pudieran ser felices sin Naraku de por medio. Un mundo donde no hubiese guerra por los fragmentos de la perla, donde no hubiese odio y destrucción por adquirir el poder de semejante joya, donde hubiese una alternativa más que el matarse los unos a los otros por simples vendettas.
Y, entonces, todo se detuvo abruptamente. La sensación le provocó a Kagome algo parecido a un malestar al frenar un automóvil sin previo aviso. Cuando abrió sus ojos tuvo la impresión de que todo se estaba produciendo en cámara lenta como si estuvieran retrocediendo una cinta buscando un momento culminante para detenerse. Kagome fue víctima de unos terribles mareos.
Escuchó a lo lejos el grito de Shippo pidiendo que se pusiera a salvo mientras terminaba de chocar con el pecho de un asustado y paralizado Bankotsu que creía que ella estaba haciendo algo con sus fragmentos pues sabía que era capaz de purificarlo. La inmensa luminosidad pronto se extinguió, en el instante preciso en que Bankotsu sostuvo inconscientemente a Kagome con su brazo libre para evitar que cayera al suelo, y fueron transportados con una sensación de tranquilidad y de una paz abrumadora que provocó que ambos se internaran en un estado onírico. Al cerrar los ojos ya no fueron conscientes de nada más que el negro profundo de la inconsciencia del desmayo.
Fue así como desaparecieron ante los ojos incrédulos del pequeño kitsune que no entendía la razón por la que Kagome actuó de una forma impulsiva poniéndose en un peligro. Los pelos de la cola se le erizaron al percatarse que se habían desvanecido.
— ¡KAGOME! ¡NOOOOOOO! —gritó Shippo con sorpresa y horror comenzando a correr hacía el lugar donde momentos antes se encontraban Bankotsu y Kagome con aquella extraña aura celeste— ¡¿DÓNDE ESTÁS?! ¡KAGOME!
Particularmente a Shippo no le interesaba lo que le hubiera sucedido a Bankotsu, sinceramente, porque después de todo él era la causa de que estuviesen envueltos en esa situación. Su personalidad vengativa junto a su obstinación por no comprender las explicaciones dadas y el negarse a ver las cosas como son eran los motivos que los había colocado en aquel dilema. Bankotsu podía ir a hacerle compañía a sus hermanos, para lo que le importaba, Sin embargo, Kagome era diferente. Ella no tenía culpa de nada. Ni siquiera era su época correspondiente.
Shippo examinó con intensidad el pequeño cráter que quedó como única prueba del poder desatado por parte de Kagome y Bankotsu sintiéndose cobarde e impotente por no haber evitado que la muchacha desapareciera frente a sus ojos; así como tampoco pudo salvar del incendio y del veneno que casi logra matar a Kagome y a su amigos. Shippo se negó a llorar, concentrándose en aquel pequeño agujero que no mostraba algo fuera de lo normal, el kitsune no sabía cómo explicar lo ocurrido sin sonar estúpido en el proceso.
Kagome había utilizado su poder para detener a Bankotsu y ambos habían desaparecido al instante sin dejar rastro alguno. El paradero de la pareja era totalmente desconocido.
El kitsune comenzó a sollozar pensando en los diferentes escenarios donde Kagome pudo haber caído y creyendo que donde fuera que estuviera probablemente sufriría a manos de Bankotsu puesto que sin sus flechas Kagome era tan o más indefensa como una hormiga. Un ruido detrás hizo que volteara su vista nublada observando como unos acelerados Sango y Miroku llegaban montados en Kirara. Los monstruos y demonios que anteriormente observaban la batalla comenzaron a retirarse en hordas al percatarse que no existían fragmentos que reclamar.
Shippo supo que era la hora de narrarles lo ocurrido por muy inverosímil que sonara. Dio un último vistazo a un inconsciente InuYasha postrado a metros de él mientras se acercaba a la exterminadora junto al monje. Sango y Miroku lucían muy preocupados y por su forma de observar alrededor supuso que estaban buscando a Kagome, Shippo entonces los miró con decisión en sus ojos.
Naraku podía esperar. Buscar la forma de reunirse y rescatar a Kagome era lo más importante.
N/A: Holaaaaaaaa. Es mi primera vez incursionando en el fandom BanKag ¡Espero ser bien recibida! ¡Por favor!
Este capítulo es una introducción de cómo se llevó a cabo todo para iniciar la historia de amor Kagome y Bankotsu. Sin embargo, no todo sucederá rápido, tiempo al tiempo. Teniendo en cuenta que Kagome cree amar a InuYasha y que Bankotsu solo tiene en mente vengar a sus hermanos, el amor no surgirá pronto.
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