Es primavera, hay flores, lo pájaros cantan, y me apetece escribir algo ligero. ¿Será una revelación con final feliz? Tendréis que leerla para descubrirlo. Animaos, es un solo capítulo.
No tengo los derechos sobre la serie y los personajes de NWZ. No recibo ningún dinero por publicar esta historia.
El atraco.
Victoria entró en la cocina, llevando unas jarras en la mano, las dejó en el fregadero, donde Alicia estaba acabando de fregar las anteriores.
"La sala está bastante tranquila, podemos ir pelando las verduras para el relleno de los tamales." dijo Victoria. Se volvió hacia Alicia. "Sal en cuanto acabes con eso para atender en la barra."
Victoria cogió varias cebollas y las llevó a la mesa del centro, mientras que Pilar cogió un cuchillo para ir picando calabacines.
"Pues yo creo que don Pablo no está tan mal." dijo Alicia dirigiéndose a Pilar.
"¿Hablabais de hombres?" dijo Victoria, deduciendo el tema de la conversación que se había perdido. Tampoco es que fuera muy difícil.
"Pues sí. Aunque las dos seguimos pensando que el más atractivo es don Diego, aunque tenga la cabeza en las nubes."
"No estoy de acuerdo. Dijo Victoria. El Zorro es el hombre más atractivo que conozco."
"¿Y cómo lo sabes?" dijo Pilar con una sonrisa pícara. "¿Lo has visto sin la máscara?"
"¿Y sin alguna otra cosa?" dijo Alicia riendo.
"No. Nunca le he visto la cara, pero estoy segura de que es muy guapo."
"No puedes estar segura." dijo Alicia. "Debajo de esa máscara y el sombrero podría ser calvo como un huevo."
"O tener una sola ceja enorme. ¿Te imaginas?" dijo Pilar entre risas.
"Lo que os pasa es que tenéis envidia." contestó Victoria sonriendo con malicia.
"Vaya, me has pillado." dijo Pilar.
"Y a mí." añadió Alicia.
De repente la puerta de la cocina se abrió con fuerza, golpeando la pared, y un hombre armado con una pistola entró.
"A ver, señoritas, dejad esos cuchillos ahí. Despacito." dijo apuntando a Victoria que había adoptado una postura defensiva de inmediato.
Victoria soltó el cuchillo con cara de pocos amigos y el hombre hizo un gesto hacia la cortina.
"Ahora nos vamos a reunir con los patrones en la sala. Despacito y sin rechistar."
Las tres mujeres salieron de la cocina y se encontraron en la sala con otros dos rufianes que amenazaban a los clientes con sendas pistolas, mientras un tercero registraba a don Alejandro y le sacaba la bolsa y el reloj de los bolsillos.
El que acababa de salir de la cocina cogió una bolsa que llevaba atada a la cintura y empezó a meter dentro el dinero y los objetos de valor. Luego se metió detrás de la barra para buscar dinero por los cajones del mostrador.
El que parecía el jefe se dirigió a uno de los hombres. "Sube y registra las habitaciones. A ver qué es lo que encuentras."
Varios minutos después el hombre que había hablado antes se dirigió a la puerta principal y la cerró. Cogió una de las sillas y la golpeó contra el suelo hasta hacerla pedazos. Separó los travesaños planos que formaban el respaldo y se dirigió a uno de los clientes de la taberna.
"Coge esto." le dijo. El hombre obedeció.
Luego el bandido sacó una bolsa con clavos y un martillo. Los dejó encima de una mesa y apuntando al otro hombre le indicó, "Coge esas tablas y clava la puerta. Hazlo bien, porque si intento arrancar la tabla y lo consigo a la primera te meteré una bala en la barriga."
El hombre clavó los dos tablones a ambos lados de la puerta. Cuando el asaltante quedó satisfecho recogió los clavos sobrantes y el martillo, luego él y sus compinches se dirigieron a la cocina.
Antes de cruzar la cortina el hombre añadió. "El primero que se asome a la puerta trasera se llevará un balazo."
Los cuatro cruzaron la cortina, y nadie se atrevió a seguirlos. Varios clientes se dirigieron a la puerta principal, y trataron de desclavar los tablones para poder abrir la puerta e ir a pedir ayuda. Antes de que pudieran lograrlo se oyeron cascos de caballos alejándose de la taberna.
"Bueno, parece que nos han desplumado" dijo don Alejandro. "¿Hay algún herido?" preguntó mirando a su alrededor. Se acercó a Victoria. "¿Vosotras estáis bien?"
"Sí, gracias don Alejandro, algo asustadas, pero bien."
Dos hombres acabaron de desclavar las puertas y salieron a informar a los soldados, pero ya había pocas esperanzas de que los pudieran alcanzar.
Minutos después entró uno de los hombres en la taberna.
"Son los bandidos, vienen atados sobre sus caballos, con Zs marcadas en la ropa."
La mayoría de los asistentes salieron a mirar, y mientras los soldados registraban a los ladrones, Diego se acercó desde el otro lado de la plaza.
"No tienen nada de valor encima." dijo el sargento Mendoza.
"Yo sé por qué." dijo Diego agitando una bolsa en el aire. "Estaba en el periódico y oí ruidos sospechosos, así que me subí a la azotea y me agaché para evitar que me vieran. Desde ahí los vi huir hacia el Este, pero el Zorro se les acercó desde un lado y luchó contra ellos. Durante la pelea, uno de ellos arrojó esta bolsa entre unos arbustos, supongo que con la idea de recogerla más tarde."
El alcalde, que también había salido de la oficina al oír el revuelo, cogió la bolsa y miró en su interior.
"Todas las personas que han sufrido el robo que vuelvan a la taberna. Devolveremos sus posesiones a quienes sean capaces de identificarlas para probar que son los propietarios."
Todos volvieron al interior. Diego acompañó a su padre.
Una señora de mediana edad fue la primera en hablar. "Tienen que estar mis pendientes. Son de oro, con perlas en forma de lágrima."
De Soto buscó el la bolsa y los encontró. "¿Alguien más los reclama?"
"Son suyos." dijo otra mujer. "Me he fijado en que los llevaba puestos."
"Muy bien, señora, aquí tiene." accedió de Soto.
Don Alejandro se acercó al alcalde. "Mi monedero lleva mis iniciales bordadas, y mi reloj tiene una inscripción que dice El tiempo se hace corto a tu lado.
De Soto localizó los objetos y se los dio.
Poco a poco la bolsa se fue vaciando, hasta que de Soto sacó un anillo del interior. Era de oro, con una esmeralda rodeada de pequeños diamantes.
"Vaya, esta sí que es una buena pieza de joyería." dijo de Soto mirándolo.
Diego estaba junto a su padre, y oyó a Victoria inhalar súbitamente, pero ella no habló. Don Alejandro miró el anillo con curiosidad.
"Es el anillo de mi esposa. Lleva en mi familia varias generaciones. ¿Qué hace aquí?"
"¿Puede probar que es suyo?"
"Desde luego que sí, aparece en el retrato de mi abuela que hay en el estudio, y además tengo los pendientes que hacen juego y que le regalé a mi esposa cuando Diego nació."
Esta vez Diego oyó a Victoria tratando de ahogar una exclamación. Se giró para poder mirarla de reojo y vio que ella lo estaba fulminando con la mirada.
Diego trató de controlar su respiración y finalmente dijo.
"Yo lo traje hace unos días para… dárselo a Victoria."
"Diego, es un anillo de boda. ¿Victoria y tú…?"
"No." interrumpió Diego. "No exactamente."
Finalmente Diego reunió el valor para enfrentarse a Victoria cara a cara.
"El otro día por fin decidí hablar con ella, y confesarle que hace años que la amo, y que, a pesar de que sé que ella ama a otro hombre no soy capaz de pensar en formar una familia con otra mujer sin antes saber con certeza que no tengo ninguna oportunidad."
Victoria lo miraba tan asombrada como el resto de los asistentes. Diego carraspeó un poco y siguió hablando.
"Estaba tan nervioso que no pude explicarme bien. Ahora que tengo la ocasión me gustaría añadir algo."
Se acercó un paso hacia ella.
"Sé que estás esperando a que el Zorro se quite la máscara, pero es muy difícil que eso suceda. Siempre hay malas personas que acechan a los inocentes, y además el Zorro tiene tantos enemigos que podría en peligro a su familia si se supiera quién es."
Victoria asintió levemente, y sus ojos brillaban por las lágrimas que se resistía a derramar.
"Sé que no puedo compararme con él, mi padre y tú me lo habéis recordado en más de una ocasión, pero. ¿Qué hombre de carne y hueso podría competir con una leyenda?"
"También sé que eres una buena amiga. Quizá ese sentimiento que tienes hacia mí pueda florecer y hacer que algún día me quieras como a un esposo si me permites compartir mi vida contigo y tratar de merecerlo."
Diego se volvió hacia su padre.
"Le di el anillo como prueba de que mis intenciones son honradas, y le dije que pensara acerca de mi proposición durante unos días. También dije que si se lo ponía sabría lo que significaba, y si me lo devolvía, seguiría teniendo mi amistad y mi admiración."
Diego se acercó al alcalde y cogió el anillo. "Supongo que los ladrones lo encontraron al registrar su habitación, porque ella aún no ha decidido acerca de lo que dije."
Don Alejandro carraspeó para aclararse la voz, que estaba algo agarrotada por la emoción.
"Victoria, hija. ¿Es eso cierto?"
Ella asintió, "Sí que lo es, excepto la última parte."
Se acercó a Diego, cogió el anillo de su mano y lo sostuvo unos instantes.
"Sí que he tomado una decisión." dijo poniéndoselo en el dedo anular de la mano izquierda.
La taberna estaba absolutamente silenciosa, hasta que se oyeron unos sollozos ahogados. Pilar le pasó un paño limpio a Alicia, que estaba llorando emocionada, y cogió otro para ella. Don Alejandro miró a Diego y Victoria durante unos momentos antes de exclamar.
"¡Esto hay que celebrarlo! ¡Invito a todos a una ronda!"
Diego y Victoria se miraban algo tensos, hasta que ella decidió acercarse a él y abrazarlo. Él rodeó la cintura de su prometida y cerró los ojos para disfrutar del momento.
Victoria se separó de él unos minutos después. "Creo que tengo que ponerme a servir bebidas." dijo
"Tendremos tiempo después. Espero que toda una vida."
"Yo también lo espero." dijo ella.
Más de una hora después los ánimos parecían haberse calmado un poco, y Victoria y Pilar estaban en la cocina preparando la cena. Alicia entró con unos platos de la sala.
"¿No decías que el Zorro es más atractivo que don Diego?" preguntó a Victoria.
"He cambiado de idea. No hay NADIE más atractivo que Diego."
Alicia cogió varios vasos limpios y salió otra vez a la barra sin dejar de sonreír.
Al poco rato Pilar salió con unas bebidas y al pasar junto a la mesa de Diego le susurró.
"Victoria te espera en la cocina."
Diego comprobó que su padre estaba distraído hablando con uno de los soldados y se dirigió a la cortina.
"Vaya, si es mi prometido." dijo Victoria sonriendo. Se acercó a él y se detuvo a mirarlo fijamente. Diego también sonrió.
Victoria le pasó una mano por detrás de la oreja, acariciando su pelo.
"Me alegro de que no estés calvo." dijo. Diego parpadeó, confuso por el comentario.
Luego Victoria pasó un dedo sobre una de las cejas de Diego. "Nunca me había fijado. Tienes unas cejas muy bonitas." añadió, haciendo que Diego se sintiera aún más perdido.
Después se puso de puntillas y lo besó.
Al menos esto lo entiendo. Pensó Diego.
Estaban distraídos hasta que oyeron un carraspeo. Se volvieron a mirar y vieron a don Alejandro con una expresión que trataba de ser seria, pero no podía ocultar su alegría.
"Dado que os conocéis desde niños, propongo un noviazgo corto." dijo.
"Estoy de acuerdo." dijo Victoria.
"Si el padre Benítez lee las amonestaciones por primera vez este domingo, os podréis casar en un mes." añadió don Alejandro.
Diego asintió.
"Diego, tú te vienes conmigo."
Diego soltó la cintura de Victoria y salió detrás de su padre, aunque se volvió un momento para mirarla antes de cruzar la cortina.
"Bien hecho, hijo." dijo don Alejandro dándole una palmada en el hombro.
FIN
Pues sí era una revelación con final feliz. ¡Sorpresa!
Gracias por leer mi historia, y un millón de gracias si además dejas algún comentario.
