AVISO DE SENSIBILIDAD
Esta obra contiene algunas escenas oscuras e inquietantes de abuso y castigo, a si como secuestro, violación, palabras altisonantes y escenas escalofriantes y crueles.
POR FAVOR SI ERES SENCIBLE A ESTE TIPO DE LECTURA NO LO LEAS.
Esta historia contiene un alto contenido de lenguaje sexual explicito para mayores de 18.
Esta es una adaptación sin fines de lucro, los créditos correspondientes de esta historia pertenecen a Penelope S. Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.
Recuerden no pretendo obtener ningún crédito de esta historia es una adaptación simplemente para disfrute de las personas que les gusta el Sasusaku igual que a mí, por favor no reporten esta adaptación y permitan que otras personas tengan la oportunidad de leerla. Promovámoos el hábito de la lectura no lo saboteemos. ¡Gracias!
Agradecimientos a: LA GRAN MAESTRA Y MI BELLA GENIO.
1
OBITO
Me senté en el sofá junto a Temari, pasándole el brazo por encima de los hombros. Estábamos viendo la televisión, pero yo sabía que ninguno de los dos estaba prestando realmente atención a lo que sucedía en la pantalla. Había arriesgado el cuello para salvarle la vida y cuando le había expresado lo que sentía por ella, no me había correspondido.
Dolía una barbaridad.
Había estado seguro de que ella sentía lo mismo; me había parecido notarlo en cada uno de los besos que me daba. El que acabara de volver de un espantoso cautiverio no le había impedido desear tocarme. Me quería encima de su cuerpo, con los labios pegados a los suyos.
Pero aquello no había significado nada.
Y ahora aquí estábamos... en doloroso silencio.
Sonó mi teléfono y el nombre de Sakura apareció en la pantalla. No había hablado con ella desde el asalto, por lo que di por hecho que sería importante. Cogí la llamada y me llevé el teléfono a la oreja.
―Hola, yo...
―Han capturado a Sasuke ―hablaba a mil por hora―. Tristan se lo llevó de casa y ahora se dirigen hacia el este. Ve a por él, Obito. ¡Ahora!
Mis reflejos se despertaron rápidamente y en un instante estuve de pie. Me lancé a por la pistola que había sobre la encimera y me la metí bruscamente en la parte trasera de los vaqueros. Cogí el chaleco antibalas que todavía andaba por en medio.
―Ya estoy en marcha.
―¡Date prisa!
Colgué y me fui abrochando el chaleco de camino hacia la puerta. El pulso me retumbaba en los oídos y apenas era consciente de lo que me rodeaba. Dejó de oírse la televisión y Temari dijo algo, pero no conseguí entenderlo. Agarré la ametralladora del armario y salí por la puerta delantera como una flecha.
―¡Obito! ―Temari me siguió corriendo―. ¿Qué está pasando?
―Quédate dentro. ―No me giré mientras me dirigía hacia el coche―. Tengo que irme. Ahora no puedo hablar. ―Arranqué el motor y aceleré de camino a casa de Sasuke, al otro lado de los campos. Llamé a Shisui por el camino para ordenarle reunir a todos los hombres que pudiera y dirigirse hacia el punto de localización de mi dispositivo de rastreo. Una vez hecho aquello, coloqué la ubicación de Sasuke en la pantalla central.
Continuaba activo.
Gracias a Dios, joder.
Pisé con más fuerza el acelerador hasta avanzar a más de ciento cincuenta kilómetros por hora por las carreteras vacías. Era casi medianoche, así que afortunadamente no había nadie en las calles. Ahora sabía que Tristan estaba vivo, y esta vez no pensaba permitir que se me escurriera. Cuando lo matara a golpes con la culata de mi escopeta, lamentaría haberse llevado a mi hermano.
Iba siguiendo el rastreador e intentando ganarles terreno, pero conducían a una velocidad de locos, al igual que hacía yo. Se dirigían hacia el este, lo cual me indicaba que tenían intención de permanecer en Italia. No cabía la posibilidad de que metieran a Sasuke en un avión, a menos que tuvieran uno privado. Y aunque así fuera, parecía algo improbable.
La voz de Shisui surgió por el manos libres telefónico del coche.
―Estamos a diez minutos detrás de ti. ¿Cuál es el plan?
―Correr a toda hostia. Tristan está vivo y tiene a Sasuke. Deben de estar volviendo a su base y no tienen ni idea de que estamos rastreand... ―El punto que señalaba la ubicación de Sasuke desapareció de repente. El mapa se quedó completamente en negro. La zona desde la que había estado emitiéndose la señal ahora estaba vacía.
―¿Obito? ―dijo Shisui―. No te oigo.
Actualicé la página y volví a abrir el mapa en la pantalla.
Sus coordenadas habían desaparecido.
―Mierda...
―¿Qué pasa?
Estampé la mano con tanta violencia sobre el volante que casi me partí los huesos.
―Han encontrado el puto rastreador. Virgen santa. –Tristan debía de haberle pasado un escáner por el cuerpo en cuanto salieron a la carretera. Era evidente que habían encontrado el transmisor y se lo habían quitado.
Sakura tenía que haber visto exactamente lo mismo.
―Mierda ―dijo Shisui―. ¿Qué hacemos?
Yo no tenía una respuesta. Nunca me dejaba llevar por el pánico en situaciones estresantes, ni siquiera si eran una cuestión de vida o muerte. Pero ahora se trataba de mi hermano, y perderlo a él me asustaba muchísimo más que perder mi propia vida. Yo era el único culpable de que lo hubieran capturado. Debería ser yo el que estuviese atado en la parte de atrás de ese coche... no él.
No podría soportar la culpa.
No podría mirar a Sakura a la cara.
No podría mirarme a mí mismo.
–¿Obito? ―repitió Shisui.
Seguí conduciendo, aunque ya no tuviera un destino.
―Se dirigían hacia el este. Si su plan era huir en avión, habrían ido hacia Florencia. Seguramente vayan a Roma o a algún lugar en las proximidades.
―¿Qué aspecto tienen? ¿Qué tipo de coches estamos buscando?
―Yo... no lo sé. ―No tenía ni idea de lo que había pasado en la finca. Por lo que me había contado Sakura, al parecer habían capturado a Sasuke y habían salido de allí. No había ningún testigo que pudiera ayudarme.
―Obito, necesito algo más que eso.
―Lo sé ―contesté irritado―. No tengo nada, Shisui. Lo único que sé es que tenemos que encontrar a Sasuke lo antes posibl... ―Mi teléfono empezó a pitar al recibir una llamada por la otra línea. Era un número desconocido; dada la situación en la que nos encontrábamos, me pareció una estupidez ignorar la llamada―. Espera un momento, Shisui. ―Pulsé el botón y pasé a la otra llamada―. Obito. ―Mi tono cambió de inmediato, volviéndose defensivo en preparación para lo que fuera a suceder a continuación.
―Espero que estés disfrutando de mi ramera tanto como lo hice yo.
La voz era inconfundible; no tardé más de una milésima de segundo en ponerle cara.
―Yo por mi parte estoy disfrutando de tu hermano. No de la misma manera, claro. ―Añadió una risita sarcástica, deleitándose al máximo en su venganza. Yo no había pronunciado palabra, pero él sabía que había pánico en mi silencio―. Ahora que le hemos quitado el rastreador, te va a resultar muy difícil encontrarnos. Si yo fuera tú, me ahorraría la gasolina.
Mierda. Mierda. Mierda.
No pensaba dejar morir a mi hermano. No tenía intención de permitir que sufriera, cuando todo aquello era por mi culpa. No iba a consentir que Sakura se convirtiera en viuda y criara sola a su bebé. Aquello no iba a suceder.
―Así que permíteme ahorrarte algo de tiempo. Dame lo que quiero y te lo devolveré.
Sabía que iba a pedirme a Temari. No quería renunciar a ella, ni aunque no me amase. Era una mujer inocente que merecía ser libre. Pero Sasuke era mi hermano, sangre de mi sangre. Me portaba como un capullo con él, pero aquello no cambiaba lo importante que era para mí. Lo quería con toda el alma. Pensarlo me daba náuseas, pero no tendría más remedio que entregarle a Temari para recuperarlo. Era mi familia. No podía darles así la espalda a él y a Sakura. Temari lo entendería.
―Dame a Sakura.
Mi mano se cerró con más fuerza sobre el volante y di un pequeño bandazo con el coche mientras bajaba la calle. Los campos estaban oscuros y ante mí podía ver las luces de Florencia en la distancia. Sakura era la última persona que hubiera esperado que me pidiera.
―Te daré veinticuatro horas para pensarlo. Pero más te vale darme la respuesta que quiero oír... o él muere.
―¿Para qué la quieres a ella? ―exigí saber―. Soy yo el que mató a tus hombres. Soy yo el que te robó a tu mujer. Déjame ocupar su lugar y podrás cobrarte la venganza que te mereces; podrás darme una paliza, torturarme y matarme.
Él soltó otra risita.
―Por tentador que suene eso, mi idea es mucho mejor. Sé cómo funcionáis vosotros los Uchiha. Te dolerá mucho más saber todas las cosas horribles que le estoy haciendo que cualquier cosa que pueda hacerte a ti físicamente.
Mierda.
―Pero quiero a Sakura para poder haceros daño a los dos. Desde que le puse los ojos encima, no he parado de pensar en todo lo que me gustaría hacerle. Esa piel perfecta, esos ojos brillantes... Estoy deseando arrancarle la vida del cuerpo igual que hice con Temari.
Me agarré con tal fuerza al volante que los nudillos se me pusieron blancos.
―Dámela y Sasuke queda libre. Soy un hombre compasivo. Te permitiré salvar a tu hermano... por un precio.
