Thánatos es un mal bebedor

Thánatos observó el lugar, sus ojos grises destellando de puro hastío, prefiriendo estar en cualquier parte, menos ahí.

No era posible que tuviera que lidiar con... esto, después de que Hades decidiera castigarlo e imposibilitarlo de su cosmos, por el hecho de intentar embalsamar al Dios An Punch. La peste del maldito y los gusanos retorciéndose en su carne lo habían desquiciado hasta el punto de querer apuñalarlo con sus propias costillas, que estaban al descubierto. No por nada le llamaban Kitzin "el apestoso".

¿Su esposa sería necrofílica o algo?

Malditos Mayas.

Hades lo había enviado a Xibalbá para disculparse personalmente, y así no tener que anular los tratados de paz entre ambos dioses. En otras circunstancias no habría sido un problema, si no fuera porque debía tomar un vuelo desde Alemania hasta Centroamérica, viajando como un inútil humano, sin posibilidad de usar su cosmos.

Ni siquiera son asientos de primera clase, pensó con resentimiento.

Reprimiendo sus ansias de blasfemar contra Hades, se acomodó junto a la ventanilla del avión y se dispuso a dormir unas horas. Se dio cuenta de que todo era relativamente tranquilo y sosegado cuando los hijos de su gemelo, cada uno más raro que el anterior, no estaban presentes. A veces se preguntaba cómo es que Hypnos, conocido por su templanza e inteligencia, había engendrado semejante bola de fenómenos.

Debía admitir que los más soportables eran Morfeo y Oneiros.

Entonces, una azafata se acercó a él.

—Disculpe, Señor, ¿quiere tomar algo antes de despegar? —preguntó ella, embelesada por la belleza de aquel hombre.

Thánatos abrió los ojos con pesadez y miró a su lado, notando el carrito lleno de refrescos y aperitivos que llevaba la mujer. Era lo primero que captaba remotamente su atención en meses, demasiado acostumbrado a la monotonía del té de Hypnos y las fanfarrias de Hades. Tsk.

¿Por qué mi hermano estaría tan obsesionado con el té, de todos modos ? No es como que fuéramos británicos.

Asintió.

—Tomaré los twinkies y la botella, por favor —pidió con su habitual voz seca, carente de emoción.

La mujer asintió y le pasó los pedidos. Thánatos abrió la botella y le dio un trago, descubriendo el exquisito sabor del whisky.

—¿Ésto es Jack Daniel's, lo que toma Radamanthys? No está mal —murmuró, atacando el whisky como si no hubiera un mañana, los twinkies completamente olvidados.

Minutos más tarde.

Thánatos miró a los pasajeros, el rubor tiñendo sus mejillas y una ladina sonrisa formándose en sus labios. Al estar desacostumbrado a los efectos del alcohol en su sangre, había caído rendido bajo la bruma del whisky, sin oportunidad de mantenerse cuerdo.

Ahora se dedicaba a acosar a los viajeros, con verdades perturbadoras.

—Así que ¡hic!... como les iba diciendo ¡hic!, ¿sabían que el idiota de mi gemelo ¡hic!... Hypnos ¡hic!... tiene un hijo travesti... muy libidinoso ¡hic!? Se llama Phantasos ¡hic!; ustedes deberían tener cuidado con sus sueños ¡hic!... porque sus fantasías ¡hic!... no están a salvo ¡hic! Vaya si lo sabré yo... ¡hic! —su voz se oía arrastrada.

Tiempo después se desmayó, desplomándose en el asiento y deslizándose a los pies de la azafata, que lo miró con temor.

—Llamaré a seguridad —declaró.