Cuando de repente tuve ganas de escribir por primera vez en años, lo primero que vino a mi mente fue que Junpei merecía más. Por lo tanto, voy a darle un poco de felicidad y ver a donde me lleva eso. No se qué tanta conexión van a tener los capítulos entre si, perdón pero esto se está escribiendo totalmente sobre la marcha y a medida que me siento inspirada.
Si todavía parece interesante, disfrútenlo.
Itadori Yuuji podría ser un buen tipo después de todo
Itadori Yuuji recibe el impacto de los tentáculos del shikigami sin hacer ningún esfuerzo por huír. Uno en el hombro derecho, el otro en el lado izquierdo del abdomen. La mente de Junpei, ya cansada por el acoso, borrosa por la apatía, empujada más allá del límite desde la muerte de su madre, aún tiene espacio para repasar casi inconscientemente qué órganos podrían verse afectados.
Pulmón derecho, intestinos, bazo, páncreas, riñón izquierdo. ¿Porqué Itadori no esquivó los golpes? Si fueran sólo perforaciones ya sería malo, pero además está el veneno… aunque antes no le hizo daño. Parece que nada tiene sentido estos días. La sangre ya brota de las heridas, tanta sangre…
-¿Porqué no lo esquivaste?- El dolor es tan evidente en el rostro de Itadori, lo arruga en una mueca casi grotesca, y Junpei, cuyo corazón comienza a recuperar un poco la sensibilidad, desentumeciéndose lentamente... siente la culpa asentarse y roerlo por dentro. Porque golpeó a ciegas, no se suponía que ese ataque acertara, ni siquiera pensó en lo que estaba haciendo.
Se paraliza, y el shikigami a su espalda se evapora, desapareciendo en la nada. Las heridas de Itadori, ahora abiertas y expuestas, sin nada que ejerza presión sobre los vasos destrozados, sangran aún más. Líquido rojo se derrama por toda la pechera de su uniforme, cae hacia el suelo formando charcos mientras avanza con pasos temblorosos, dando traspiés hacia Junpei.
-Lo siento. - Aunque es apenas más que un susurro, suena rasposo y a un volumen más alto del que debería debido al eco que se forma en el pasillo. Los cristales crujen bajo las zapatillas rojas de Itadori mientras da algunos pasos más.- Te dije un montón de cosas sin tener idea de nada. -Itadori se detiene tambaleante y se hinca en el suelo delante de él, y una vez que están al mismo nivel, le busca la mirada. Sus ojos son amables pero firmes, reflejan seguridad y ofrecen paz y confort, y Junpei podría llorar con más fuerza, porque no cree que nadie lo haya mirado así jamás, ni siquiera su madre. -Dime qué sucedió. Juro que no voy a maldecirte ni a juzgarte. Así que…
No tiene que pensarlo demasiado. Por supuesto que se lo dice. Nadie que ofrezca una mirada como esa podría ser un monstruo capaz de maldecir y asesinar a sangre fría. La duda comienza a germinar, un brote frágil de esperanza abriéndose paso entre las malas hierbas que llenan sus pensamientos. Ya no está seguro de creer que Itadori pudo haberlo hecho.
Las manos le tiemblan sin control para cuando termina de hablar. Nunca se ha sentido tan abierto y expuesto como en este momento. Está tan cansado, quiere que todo termine, quiere estar en algún lugar oscuro donde no tenga que sentir nada nunca más.
Itadori sostiene sus manos temblorosas entre las suyas con un cuidado casi reverencial, como si fueran algo precioso. Se sienten muy cálidas en contraste con su propia piel fría, apenas más grandes, un poco callosas. Lo reconfortan más de lo que sería capaz de admitir.
-¿Cómo?- Itadori se ve pesaroso, aprieta la mandíbula y baja la mirada con tristeza.-¿Tu mamá…?
Su mirada se vuelve decidida y firme tras unos momentos. Se pone de pie trabajosamente y tira de las manos de Junpei para obligarlo a levantarse también. Una vez que están uno frente al otro de pie en el pasillo, sus manos todavía unidas, Itadori vuelve a hablar.
-Junpei, ven a la escuela de hechicería. Hay profesores absurdamente fuertes y compañeros en quienes se puede confiar. Si trabajamos juntos, te aseguro que encontraremos al que maldijo a tu mamá. ¡Juro que le daremos su merecido!- Itadori se ve tan serio, tan convencido de lo que dice. Junpei desea desesperadamente poder creerle y confiar en él. -¡Peleemos juntos!
Observa esos ojos suplicantes y los restos del entumecimiento que adormecieron sus sentidos desde la explicación de Mahito se ablandan, se funden y finalmente comienzan a desaparecer. No sentir fue casi fácil en comparación. Le tiemblan las manos más que nunca, está tan cansado. Pero si hay una posibilidad de obtener justicia por su madre…
Intenta imaginarse a sí mismo uniéndose a esta escuela. No tiene una buena experiencia con las escuelas en general, pero si los estudiantes son personas como Itadori, entonces Junpei cree que está bien. Incluso si son la mitad de agradables, estaría muy bien.
Si estas personas de las que Itadori le habla pueden ayudar , entonces tiene que intentarlo. Su madre merece que lo intente.
Está a punto de responder algo, cuando unos pasos se detienen en la escalera detrás de él.
En un movimiento rápido, instintivo, Itadori tira de Junpei hacia atrás, interponiendo su propio cuerpo entre Junpei y el recién llegado. Sus manos se sueltan en el proceso, pero Junpei se sostiene de la tela del uniforme de Itadori, estrujándola en sus puños cerrados. La chaqueta negra está destrozada en los sitios donde atravesó el shikigami, y Junpei evita siquiera rozar esas zonas para no causar aún más daño.
Itadori centra su atención en las escaleras, en Mahito.
-¿Quién eres? - Con todo el cuerpo en tensión, empuja a Junpei aún más lejos mientras Mahito avanza hacia ellos.
-Mucho gusto...- Dice Mahito, y la sonrisa que se pinta en su rostro eriza de repente todo la piel de los antebrazos y el cuello de Junpei. De pronto Mahito ya no se ve como la persona con la que pasó tantas horas en los últimos días, toda la amabilidad y desenfado se han ido, y en cambio parece un poco desquiciado, demasiado alegre cuando apenas unas horas antes se portaba tan comprensivo y triste por Junpei. Pero ahora ni siquiera mira en su dirección, toda su atención se centra en Itadori como si fuera su presa.- Recipiente de Sukuna.
Y es en ese momento cuando Junpei comienza a entender. No es una revelación realmente, más bien la misma verdad bajo otra luz. Mahito no es una persona, pero ha asesinado a muchos. Sin motivo, por simple diversión. A sangre fría.
A diferencia de Itadori, Mahito es capaz.
Reacciona apenas con el tiempo justo. Mahito termina de hablar y su brazo se estira y cambia de forma, preparado para golpear. Al mismo tiempo, Junpei toma a Itadori de la parte de atrás del uniforme y los arroja a ambos a través de la ventana rota.
La caída es corta, pero Itadori aterriza encima de él y lo deja momentáneamente sin aliento.
Antes de que Junpei pueda terminar de recuperarse, Itadori ya lo está tomando por el brazo para obligarlo a saltar desde el techo del estacionamiento de bicicletas en el que habían caído en un principio.
Junpei rueda al llegar al suelo y siente el dolor estallar desde su muñeca izquierda al apoyarla para frenar la caída. Se dispara como electricidad por todo su brazo, entumeciendo desde la punta de los dedos hasta el codo. Aún así Itadori lo mantiene corriendo, y Junpei vagamente se siente agradecido de que no haya sido su tobillo.
-Junpei, conoces a esa maldición con la cara como retazos, ¿verdad?- Itadori se detiene al otro lado del patio derrapando un poco, una pequeña nube de polvo se alza desde sus pies, y se gira para encarar a Mahito. Mantiene a Junpei detrás extendiendo un brazo, todo su porte tenso, atento al próximo ataque.
Mahito saltó por la misma ventana que ellos y ahora baja del techo del estacionamiento y camina hacia ellos casi con pereza, deteniendose a cierta distancia para observarlos.
Junpei desearía no tener que explicar cómo lo conoce, ni siquiera sabe cómo empezar a hacerlo, así que guarda silencio.
Itadori parece comprender, porque arriesga una mirada hacia él por sobre el hombro y le sonríe. Es una sonrisa genuina, que alcanza sus ojos y los ilumina de forma especial. Tranquiliza a Junpei simplemente con verla.
-Está bien. -Dice Itadori entonces, el momento pasa y vuelve a centrarse en Mahito.- Podrás contármelo todo después. Ahora, corre.
Itadori adopta una postura de lucha mucho más suelta, como si estuviera listo para saltar en cualquier momento. Quiere que Junpei corra. Debería hacerlo, no puede luchar contra Mahito.
Se debate por segundos, indeciso. Dejar a Itadori solo tampoco es buena idea, aunque parezca más capaz que él de defenderse.
-Itadori, no debes dejar que te toque con sus manos por nada del mundo.- Su voz sale pequeña y rota, algo trémula, pero al menos tiene que advertírselo. Entonces Mahito sonríe de forma aterradora hacia él, y Junpei sabe que hizo lo correcto. La maldición ríe en voz alta y parece de pronto mucho más motivado para pelear.
-¡Junpei!- grita hacia él, todavía riendo.- Me hieres, ¿no disfrutaste de nuestras charlas? Creo que eres más inteligente de lo que te daba crédito, a pesar de todas esas clases que te perdiste. Definitivamente te mataré.
-Corre.- repite Itadori en un susurro.- Y escóndete. No dejaré que me toque, y lo derrotaré aquí mismo. Confí en mi.
Itadori es la imagen de la confianza en uno mismo mientras habla, y no espera para ver si Junpei cumple con su pedido, simplemente se arroja hacia adelante y comienza a esquivar golpes de Mahito, uno tras de otro, acertando golpes propios al ver aperturas.
Mahito desvía su atención de Itadori un momento para sonreír hacia Junpei, y lo hace comprender que si se queda, Itadori tendrá que preocuparse también por protegerlo a él. Podría ponerlo aún más en peligro, sólo es una carga.
Junpei se da la vuelta y corre.
