Percusión

El sonido constante de tus zapatos

a la par de mi corazón agitado

[...]

Su chaqueta desgastada, su vieja corbata, su camisa percudida y sus pantalones rotos. La habitación estaba a oscuras pero ella podía definir con precisión el lugar que ocupaba cada prenda en el suelo frío de su habitación.

Salvo su cama, el resto del espacio se encontraba helado. Él descansaba a su lado, con las sábanas negras cubriendo su espalda ancha. Faye se preguntó si lamentaría lo que hicieron en cuanto despertara. Espero que no lo hiciera.

Encendió un cigarrillo, los nervios emergían desde su estómago, sus manos sudaban y se estremecían al pensar en el después. Porque si él se hacía el desentendido, en consecuencia, ella lo haría también, y eso solo significaba que no habría nada más en un futuro. Ni miradas discretas ni toques leves en su piel, ni sonrisas cómplices, ni los insultos usuales, ni siquiera la indiferencia típica luego de cada discusión acalorada y estúpida.

No había nada peor que el vacío, ella lo sabía por experiencia. La ausencia de algo que debería estar allí era insoportable. Dios sabe cuánto ella deseaba recuperar sus recuerdos, llenar esos espacios huecos en su corazón, darle nombre a esas emociones que estaban ocultas, en recovecos de su memoria que no era capaz de hallar.

Spike se removió entre las sábanas, enredando su cabello entre la almohada. Abrió apenas los ojos y el corazón de Faye se endureció por un segundo, incapaz de asumir la responsabilidad de sufrir lo que fuera a sobrevenir a aquello.

Él la miró detenidamente, ella sintió que allí terminaría todo.

Y así fue.

[...]

Su habitación estaba más fría de lo usual, es lo que pensó, apoyada en el suelo, buscando sus zapatos especiales. Hoy tenía que acercarse a cierto delincuente de alto nivel para sonsacarle algo útil sobre un pez aún más gordo que estaban siguiendo.

Los encontró, justo al lado de un cinturón que lucía demasiado grande y gastado como para ser de ella. Un nudo se formó en su garganta pero lo ignoró, tomando sus zapatos y saliendo del cuarto, en cuanto estuvo completamente lista.

En el pasillo se encontró a Spike, silencioso como siempre, y Faye no sabía si él fingía así de bien o si, en realidad, ella le había causado tan poco. Se sintió frustrada y caminó lejos de él y ese sentimiento, que se había vuelto tan cotidiano después de aquel día.

[...]

El sonido de sus tacones resonó en el estrecho pasillo y él se sintió más atrapado, si era posible.

Ella se detuvo, demasiado lejos para su gusto, llevando consigo el aroma floral de su perfume. Spike sintió que ya no podría alcanzarla.

Ni siquiera se volteó a verlo y dijo:

—Me he encontrado tu cinturón bajo mi cama.

Caminó hasta donde ella estaba y aspiró el aroma de flores que no se había despegado de él desde ese día. Ya no fue capaz de huir.

—Ayúdame a buscarlo —susurró.