¡Hola!
Desde hace tiempo tenía ganas de escribir sobre Kakashi y Obito. KakaObi/ObiKaka, el orden de los factores no altera el producto. Pero resulta que este one-shot salió ObiKaka xD
Se suponía que saldría algo alegre al estilo de "Why´d you only call me when you´re high?" de Artic Monkeys, pero salió esto. En mi defensa, no conozco mucho la dinámica de esta pareja, pero la idea de ellos dos me encantan y bueno...
Advertencias. Angst, yaoi y un terrible OoC :V
Condena
~ ObiKaka ~
Wenn alles brennt für dich / Ja, vielleicht auch ich / Wenn alles brennt für dich / Ja, vielleicht auch ich
Si todo arde por ti / Entonces yo también / Si todo arde para ti / Entonces yo también
[ Edwin Rosen, Die Sonne in deinem Zimmer ]
El dulce veneno le cala, todo da vueltas como un maldito carrusel. Obito siente pequeñas punzadas de placer naciendo en su nariz y expandiéndose por el resto de su cuerpo, dopándolo. El cálido y asqueroso olor que emana del gentío en la pista ya no le molesta tanto, pero aun necesita otro trago.
Mueve el vaso con fastidio, observa el líquido fluyendo de la mano del barman. El sonido chorreante le parece más fuerte que la música electrónica. Obito engulle el vodka, dejando sobre la barra el resto de los yenes que Shisui le prestó para pagar la renta. Luego camina hacia la masa humana y se nace parte de ella.
Obito se mueve, ensimismado en su alegría artificial. Una linda chica de cabello morado le sonríe mientras menea las caderas, tentando a las manos del Uchiha para que guíen sus movimientos. Otra, rubia de ojos azules, le baila por la espalda, haciéndolo soltar una exclamación de júbilo para dar rienda suelta a la efímera sensación de libertad.
Por un momento.
"Por un momento", hará un esfuerzo e ignorará su celular. "Solo por un momento", aun sabiendo que, de todas formas, no podrá decirle que no a ese cuerpo.
Nunca funciona por separado, pero al mezclar la cocaína y el alcohol, siempre lo invade una falsa tranquilidad. Cuando está drogado, Obito puede soltar y descansar. Sus uñas ya no se hunden en sus palmas; las púas de su alma se suavizan, y el recuerdo de Rin por fin se vuelve difuso.
(O quizá solo es efecto analgésico, hedónico de las sustancias).
—Bésame—pide una de las chicas y el Uchiha, cómo no, obedece. Hace ese tipo de cosas a menudo, sabiendo muy bien que solo encuentra lo que busca con una persona.
Los mechones de pelo que están entre sus manos no son plateados, mucho menos castaños. Y ser consciente de ello lo enfurece. "¡Maldición!". Su celular vibra, su corazón se comprime. Sus dientes se entierran en los labios de la extraña.
—¿Qué rayos te sucede, imbécil? —brama ella—. ¡Me has sacado sangre!
—Es a lo que te arriesgas cuando vas por ahí besando al primer hombre que encuentras.
La droga hace que Obito sea inmune a la cachetada de la rubia, aunque sí siente su mejilla arder. Ella lo mira con ojos furiosos, dispuesta a golpearlo de nueva cuenta. Sin embargo, su amiga la sujeta y se la lleva consigo.
—¡No vale la pena! —grita, pero a Obito no le importa. Ni siquiera logra escucharla entre el bullicio.
Se percata de que su celular sigue temblando en sus pantalones. Ojalá pudiera disfrutar un poco más del efecto de las líneas, pero aquella bofetada fue todo lo que necesitó para volver a la realidad. El olor a sudor y los toqueteos involuntarios se vuelven intensos, provocándole una mueca mientras él saca su teléfono y lo desbloquea torpemente con su huella digital.
«¿Dónde estás?»
«Obito, ¿dónde estás? ¿Shisui va contigo?»
«Por favor, Obito. Responde, iré por ti rápido.»
Veinticinco llamadas, diecisiete mensajes más, y solo los tres últimos son de Shisui.
«De menos respóndeme las llamadas a mí.»
«Tienes que parar con esto».
«Se están destruyendo».
"Estamos destruidos".
Un vacío poderoso lo invade al recibir una nueva llamada. Obito quisiera tomar más líneas y verterse alcohol en la boca hasta desfallecer. Pero… sabe que esa persona está preocupada por él. Se imagina su cara triste, ojos caídos, mordiéndose los labios mientras conduce sin cuidado. Y ¿a quién engaña? Obito prefiere cuando esa cara se contrae en el placer del orgasmo, bajo él; ese cuerpo que le permite descargar toda su frustración y le hace disfrutar más que la coca, el vodka y las chicas de clubes baratos.
Cuando sale de ahí, la brisa helada seca el sudor de su frente. Observa un auto rojo estacionado; frunce el ceño.
—¿Cómo me encontraste? —pregunta—. Te dije que no vinieras.
—Estás temblando.
Obito nunca fue de los que aguantan el frío fácilmente, y tampoco acostumbra a cargar con chamarras. Le resulta tedioso; si quisiera cubrirse del frío, definitivamente habría nacido con más vello corporal.
Una bufanda envuelve su cuello. De ahí nace un calorcito, al igual que en su pene. A Obito le gustan esos ojos cuando están acuosos (durante el sexo es mejor, "aunque si llora también está bien", piensa, "pues lo merece y lo merezco").
—Vamos a casa, por favor.
—No voy a ir a tu casa—espeta Obito, soltándose del agarre—. Vete. Me quedaré con Shisui, o ya veré qué.
Sin embargo, al dar la media vuelta, una mano tira de su muñeca, aferrándose a ella como si estuviera a punto de caer por un precipicio. Rin solía hacer eso en el pasado, cuando Obito la dejaba en la puerta de su casa y ella lo llamaba para darle un beso de despedida. Aquellos recuerdos tienen un matiz agridulce.
—Suéltame. ¿No escuchaste lo que dije?
—Tu nariz está…
—¡No me toques! —Obito se echa para atrás, limpiándose los residuos de polvo blanco que quedaron en sus hoyuelos. Sabe que es un imbécil, siempre lo supo. "Pero a veces la misma actitud puede anular el problema", se convence—. Vete. Tienes trabajo mañana, deberías estar durmiendo.
"Vete. No permitas que siga con esto". Y al mismo tiempo, Obito desea que se quede, "por favor". Los cuidados que recibe de esa persona lo hacen vulnerable y le ofrecen una vía de escape. Se aprovecha gustosamente de ello, y se odia por eso.
—No importa—la calidez de sus labios envuelve a Obito en un toque tierno. La bufanda ya no le parece tan necesaria—. Yo voy a cuidar de ti.
Y sin más remedio, el Uchiha entra al auto.
—Déjame quedar en el cuarto de huéspedes—pide el moreno, sabiendo que ese último intento por marcar distancia está condenado al fracaso. Quizá fue algo simbólico; una forma de convencerse de que él sigue siendo una buena persona, a pesar de comportarse como un imbécil.
Irremediablemente, ambos terminan en el cuarto principal.
Si no fuera por el bulto que le lastima el pantalón, Obito se habría sentido una mierda. "¡Eres una mierda!", habría gritado también. Las paredes están desnudas; la mesita de noche sostiene solamente una vieja alarma. "¿Dónde están las fotos?", se pregunta Obito, fundiéndose en el beso y apretando aquellas caderas contra sí.
¿Dónde está las fotos de cuando Rin, Kakashi y él se graduaron de la secundaria; de su primera borrachera; de los viajes en camioneta y la vez que los tres se perdieron en el bosque?
"Esconder los recuerdos no es suficiente para borrar la memoria de una persona. No es justo".
Cuando ellos caen a la cama, la memoria de Obito (como en todos estos encuentros) evoca sus travesuras con Rin en la casa de sus padres. La hizo su novia a los dieciocho años, después de meses y meses de flirteo mal disimulado. Todos decían que eran una excelente pareja y él la adoraba; le parecía una de esas personas que deben tratarse como un tesoro y hacerlas sonreír.
No obstante, en algún punto, Obito temió que su noviazgo con la castaña fuera a arruinar la amistad que ambos mantenían con Kakashi, porque el Uchiha no podía imaginar un mundo donde no estuviera atado a esos dos. Por suerte, eso no sucedió. Kakashi no se alejó; incluso, aceptó ser su padrino de bodas. Y Obito quedó encantado.
¿Qué más daban los besos furtivos cuando Rin se daba la espalda o su primera erección al ver a Kakashi lanzarse al río completamente desnudo? Oh, la mirada del de cabello plateado cuando lo observaba desde abajo; su cuerpo meciéndose al ritmo de las embestidas.
¿Y qué si Rin se enteraba de eso?
Obito nunca podía (puede) resistirse.
Gruñe. Esas piernas se cierran sobre su cintura. Los testículos de él, de Kakashi, chocan con su pelvis, y Obito entierra los dedos en las nalgas del otro. Kakashi tiene los ojos llorosos, pequeñas muecas de dolor combinadas con la excitación. A Obito le parece correcto tratarlo con rudeza, claro que sí. Es la manera perfecta de castigar al Hatake sin renunciar al sexo.
"¡No es justo! No deberíamos estar haciendo esto".
No cuando Rin no está para maldecirlos. Ella se esfumó como el papel consumido por el fuego. Ni las líneas de coca ni el alcohol permiten que Obito olvide el rostro aterrorizado de la muchacha cuando entró al cuarto de bodas, ataviada en su vestido blanco mientras gritaba que había un incendio en la fiesta. Tenía el rostro y la seda del vestido manchados de humo.
Ella estaba desesperada. Quería encontrar a su esposo lo más rápido posible, pero nadie le dijo que él estaría empotrando al padrino contra la cabecera de la cama que ellos debieron compartir momentos después. Obito jamás querrá recordar lo que sucedió a continuación: Los gritos, el llanto, los golpes; el humo que cubrió el cuarto y nubló sus sentidos; la sensación de que se estaban calcinando mientras trataban de bajar las escaleras con Rin a cuestas, histérica y rogando que la dejaran en paz.
¿Alguna vez escaparon de esa pesadilla?
Rin se ha ido.
Ellos están ahí, pero quedaron rotos. Y se lo merecen.
Sin embargo…
—Te amo.
Tras el clímax, esas palabras son suficientes para derrumbar a Obito. Su miembro flácido abandona el trasero de Kakashi y traza un camino líquido sobre las sábanas. Se tambalea; el de cabellos plateados lo recibe entre sus brazos trabajosamente. Obito se oculta en el hueco que hay entre su cuello.
Lo que más le conforta desde que Rin no está, no es la droga, el alcohol, ni las chicas del bar. Su vida se hundiría en la miseria si no tuviera a Kakashi. A veces desea castigarlo (y castigarse él), pero lo cierto es que todo es mejor cuando busca refugio en los brazos del peliplata.
—¿Por qué? —susurra, con la voz entrecortada—. No tienes derecho. No tenemos derecho a hacer esto. Yo solo…
"Te estoy lastimando, sí, y te lo mereces. Ambos lo hacemos. ¿Quiénes somos para disfrutarlo?"
—Jamás dije que estuviera bien o mal—dice Kakashi, sus manos alisando el cabello ébano del moreno—. Solo dije que te amo.
Hatake se hace a un lado para acariciar el rostro de Obito. Sus dedos viajan por la cicatriz que se extiende hasta el costado del Uchiha. Es un tacto suave.
—Yo no te amo—Dios sabe que miente. ¿Pero a quién se le ocurre construir la felicidad sobre un montón de cenizas? —. Sabes que mañana te trataré como una basura. Yo mismo seré una basura, Kakashi—el aludido tiene ojos tristes—. No te gusta, ¿verdad? Te duele que te trate de esta manera. Pues no merecemos menos que eso. Y si no lo quieres, deja de buscarme de una buena vez.
No obstante, Kakashi sacude la cabeza lentamente. En su semblante hay más determinación de la que el Uchiha pudo haber mostrado.
—No quiero que te destruyas, Obito—declara—. Yo quiero cuidar de ti.
Finalmente, los ojos de Obito se cubren en lágrimas. Se vuelve a hundir en los brazos de Kakashi, en el recuerdo de Rin y en lo miserable que se siente por herirlos.
—No es tu culpa—susurra Kakashi—. Hiciste todo lo que pudiste. No es tu culpa.
Pero eso no es verdad. Si Obito hubiera estado en la fiesta, con su esposa, todos habrían evacuado el salón sin mayores complicaciones. Ella estaría viva. Los tres serían felices a su manera.
Y quizá Kakashi ni siquiera carga tanta culpa como él. Después de todo, Obito fue quien dio el primer paso; Obito cometió la infidelidad. Él es el único culpable.
Tal vez simplemente….
—Esta es la última vez que sucede, Kakashi—murmura en oído del otro, pero Kakashi no lo escucha. Ha estado dormido desde hace dos horas.
Obito se levanta, se pone los pantalones y toma dinero de la billetera que el peliplata guarda en el cajón de su mesita de noche. Antes de abandonar el cuarto, se detiene para echarle un último vistazo a su amante: Desnudo, hermoso, su cuerpo parcialmente cubierto por las sábanas blancas como una escultura inmaculada.
—Yo también te amo.
Tres mil yenes no le alcanzan para la cocaína, el alcohol ni el boleto de autobús. Sin embargo, no quiere rebuscar entre las cosas de Kakashi ni mucho menos volver a pedirle dinero prestado a Shisui. Así que tendrá que conformarse así.
¿O será más conveniente comprarse la coca y pedir un aventón en la carretera?
¡Muchas gracias por leer!
Lamento cualquier error ortográfico~
