Nota: Que no se me note que amo demasiado a Shouko, eh.


I.

Estaba asustada, pese a que su expresión fuese de una aparente indiferencia, Shouko tenía miedo.

No miedo de que Suguru la pudiera lastimar (matar), sino en lo que su amigo se había convertido.

En un traidor, en un asesino, en un peligro para el mundo.

Pero no sólo estaba asustada. También, estaba triste, estaba dolida.

Este no era el reencuentro que quería... Esto es triste, Getō.

II.

Había recaído en su adicción al tabaco. Ese que había dejado hace 5 años; ese que, le tranquilizaba y la dejaba en vilo tras noches atestadas de papeleo tras papeleo o de curar a los heridos.

En fin, su trabajo como la curandera de su mundo. Tan agotador.

Y cuando iba por el sexto, este le fue arrebatado sin más.

Sabía de quién se trataba, y también sabía por qué lo hacía; ni siquiera tenía ganas de pelear verbalmente por su cigarro o hacer amago de quitárselo.

Estaba... Muy cansada (y perdida) como siempre.

— Shouko...

— Lo sé, lo sé... — respondió ecuánime, recargando su espalda en su pecho mientras cerraba los ojos.

III.

— ¿Otra vez volviste a fumar, Shouko?

Ieiri sonrió ladina ante el regaño de su antigua senpai-mejor amiga. Apagando el cigarrillo en su cenicero.

— Me tranquiliza.

Utahime la miró fijamente, preocupada —... ¿Has estado durmiendo y comiendo bien? ¿Cómo se debe?

(¿Estás bien, Shouko?)

Shouko volvió a sonreír.

— Por supuesto.

Utahime bufó. Su mejor amiga era una mentirosa.

IV.

Todo pasó demasiado rápido como para ser procesado.

Su mejor amigo, Satoru Gojō, estaba sellado. Y los altos mandos habían dado la orden de no rescatarlo.

Esos imbéciles, malditos peces gordos.

Ya había perdido a Suguru, no quería perder a Satoru también.

Incluso Kento, quién fue su kohai... Él había muerto en batalla. Así como Yu Haibara en su adolescencia.

Lo poco que tenía, lo poco que le quedaba, se estaba desmoronando. Se estaba esfumando y ella...

Ella no podía hacer nada.

Apretó con fuerza entre sus dientes el cigarrillo. ¿Hace cuánto no sentía esta impotencia?

V.

— ¿Por qué fumas?

— Porque me recuerda a mi adolescencia.

(Cuando las cosas eran relativamente buenas —entre Satoru y Suguru—.

Cuando nosotros, éramos un poco más felices e ignorantes.

Cuando las cosas, eran un poco más tranquilas).

VI.

Su antiguo maestro... Estaba muerto ahora. Los buenos tiempos, ahora parecían más lejanos que nunca.

Los cigarros y el alcohol, ya no bastan o eran suficientes.

(—Y Shouko se rompía un poco más, de lo que ya estaba—).

VII.

— ¡Ieiri-san! — lo llamó Ijichi, sacándola del trance en el que la había metido la bebida y los cigarrillos.

A este paso, no se sorprendería de tener cirrosis hepática o cáncer de pulmón, boca o garganta.

(... O más bien, no se sorprendería de morir joven, en realidad).

— Ieiri-san... ¿Está bien? — preguntó con cautela Kiyotaka, preocupado.

Shouko solamente suspiró, apoyando su frente en la palma de su mano. Se había excedido está vez.

— Sólo necesito descansar un rato, Ijichi.

VIII.

Para, detente, deja de llevarte todo lo que me importa.

(— Basta, por favor... Basta).

IX.

Y, sin embargo, el sufrimiento no cesará. Ieiri lo sabe.

(Y por ello, siempre, está agotada).

Y no habrá un descanso.

(¿...Aunque eso realmente existió en verdad?)