Bueno, primero avisar de que esto es un AU y que se lo dedico a ackercofee en twitter ya que fué petición suya. Es un poco: WHAT IS PLOT pero quería un gothkasa con manbun Eren y qué mejor ocasión que en el cumpleaños de este hombre.
Pues eso, menudo regalazo Eren. Ni más ni menos que a Mikasa.
En fin, contiene smut o lemon o como se diga, que yo ya soy muy vieja para estas cosas nuevas.
Espero que os guste.
Tal vez era una locura. De hecho, se preguntaba cada segundo en qué momento había caído en aquella red que eran sus ojos oscuros, la gargantilla de cuerina negra decorada con encaje, aquella ropa que dejaba poco a la imaginación con encaje y se le pegaba al cuerpo... el labial perfectamente negro decorando sus labios, Ideales para encajar en los suyos de alguna manera.
Mikasa estudiaba Derecho... Le pegaba mucho, sinceramente. Era compañera de su amigo de la infancia, Armin. Y sí, la había visto varias veces de adolescentes... Incluso juraría que antes de que sus padres perdieran la vida en un accidente de tráfico, Carla había invitado a los Ackerman a cenar a casa.
—¿Esa es la chica? —preguntó Zeke con su teléfono en la mano. En la pantalla, una publicación de Instagram de la susodicha-. Es guapa.
—¿No te acuerdas de ella? Es la hija de los Ackerman -Explicó Eren.
—Pues no, no la recordaba tan... Tan... Gótica. Ni tan crecidita... ¿Es modelo?
Eren se masajeó las sienes.
—Si, y estudia derecho con Armin... Y quiera o no, ahora es mi vecina de al lado y en fin, es raro que se haya mudado aquí... Más estando en el último año.
—En todo caso, si me has llamado es por algo. ¿Qué querías?
—Ya sabes que no soy muy bueno soliacizando, pero Armin me ha pedido que la trate bien y que cuide de Ella.
—Entiendo —dijo Zeke con una sonrisa torcida—. Nada de ligar, supongo.
Eren se sonrojó.
¿Flirtear? Jamás había pensado en ello, pero era cierto que Mikasa era guapa.
La verdad es que se había dedicado a ignorar sus hormonas (no deliberadamente) durante los años de Instituto y mirar desde lejos como sus amigos se enrollaban con otras personas. Nunca había sido de ligar, no. Ni en el Instituto y mucho menos en la universidad. No había pensado en ligar con ella jamás.
—Te has puesto colorado —apuntó su medio hermano.
—No soy bueno socializando —repitió—. Apenas he compartido palabras con ella en los últimos tres o cuatro años. Además, ya la has visto... Es preciosa.
—Ya... ¿Sabes? Me parece increíble que con veintidós años y ese cuerpazo todavía seas Virgen.
—Solo espero algo especial.
Zeke rió.
—Sigue soñando, hermanito.
Se le quedó Mirando. Eran ridículamente diferentes para ser medio hermanos.
Zeke era fruto del primer matrimonio de su padre. Su madre se había marchado con otro hombre y sinceramente, no sabía mucho de ella. Hacia años que no la veía. Por su parte, Zeke había decidido quedarse con Grisha y Carla cuando ambos se casaron y tuvieron a Eren... Zeke apenas tenía 10 años pero el juez estimó que si así lo quería, así sería. Dina estaba de acuerdo, de hecho.
A pesar de que ambos habían sido criados por Carla y Grisha prácticamente, Zeke era un desgraciado y un creído de tres pares de narices: demasiado atrevido, demasiado bocazas y demasiado inoportuno para el gusto de Eren. Fumaba como un carretero y bebía mínimo tres cervezas al día. Aún así, se comprendían bien.
—Cambiando de tema. ¿Qué crees que debería hacer? ¿Le llevo un bizcocho como solía hacer mamá con los nuevos vecinos?
Zeke soltó otra carcajada y dio unos golpes en la mesa. Al parecer su idea era hilarante.
—¡Por supuesto que no! —dijo—. Un bizcocho, claro. ¿Y por qué no el tupper de comida que te acabo de traer de casa de Carla y papá?
Tenía razón, era una idea ridícula.
—¿Entonces? Quiero decir, quiero entablar amistad con ella. Pero tampoco quiero pasarme.
—Pues es obvio, Eren. Trátala como la tratabas de pequeño, invítala a un café... No sé.
Eren Miró el apartamento. No tenía mala pinta, de hecho, gracias a su padre había conseguido un trabajo en prácticas en el hospital y tampoco es que el sueldo diera para mucho, pero sí para pagar la carrera de Medicina y aquel pequeño piso en el centro. Hasta de pronto le pareció buena idea invitar a Mikasa allí.
-¿No se sentirá asaltada?
—Pfffftjajajajaja —Zeke se dobló sobre sí mismo—. Si se siente asaltada te rechazará, punto. Tampoco es para tanto hermanito. Invítala a un café, de verdad, los haces bien. Y puedes hacer un bizcocho... Pero no se lo lleves a casa, por favor. Es demasiado americano.
A la Semana siguiente, estaba ayudando en la mudanza de la chica, como había prometido a Armin. También estaba allí el tío de la chica: un hombre que mediría 1'60 y le miraba de arriba abajo con cara de malas pulgas.
Mikasa había sido correcta y cordial: un saludo con dos besos en las mejillas y una sonrisa. Vestía un chándal de un anime reconocido y no llevaba sus pintas de gótica eternas... Incluso diría que no parecía una modelo, no Intimidaba tanto como en las fotos de su Instagram.
Parecía ser la misma chica que vagamente recordaba pero algo más desdibujada: se alegraba por las cosas más simples y parecía genuinamente agradecida. Así ni siquiera le daba tanto miedo hablar con ella como había pensado.
Cuando terminaron de subir todas las cajas, el tío de la joven y Armin se marcharon de allí con la misma rapidez que habían llegado. Antes de salir por la puerta, el hombre bajito volvió a lanzarle una de aquellas miradas asesinas que hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral.
Se habían quedado solos en el desangelado apartamento de la chica, abriendo cajas y colocando la vajilla en las baldas de la cocina.
—Oye —dijo Eren de pronto, cortando el extraño silencio—. Tu tío da un poco de miedo.
Mikasa se echó a reír.
—Puede que parezca un borde, pero en realidad es muy afable.
—¿En serio? Si te soy sincero, no he abierto la Caja de la cubertería antes es para evitar que de alguna manera un tenedor acabase clavado en mi espalda.
—Compréndele. Su sobrina se muda sola a un apartamento justo al lado de un conocido de la infancia que tiene la misma edad y además es atractivo.
Eren se sonrojó... ¿Estaba Mikasa bromeando con él? ¿Realmente acababa de decir que era atractivo?
Soltó una risita entre dientes llena de vergüenza.
—Tampoco es para tanto. Además, seguro que tú ya tienes pareja... ¿Por qué habría de preocuparse por mi?
Aquello era cierto. Eren no tenía las pintas normales de un estudiante de Medicina modelo: llevaba el pelo largo recogido en un moño descuidado siempre y realmente vestía con cosas que su madre consideraba ridículas como chaquetas largas, pantalones holgados... Más que un estudiante de Medicina, parecía un indigente. Aunque sí se cuidaba: salía a correr, hacía deporte todos los días... Cosas de ser médico y estar cagado con morir joven.
—No tengo pareja —sentenció ella de pronto—.Y sí es para tanto... Quiero decir, he de confesar que de pequeña tenía un ligero cuelgue de tí.
Aquella respuesta le tomó por sorpresa. ¿Mikasa tuvo un crush con él cuando eran niños? Era una confesión de lo más tierna.
—¿Y tu tío lo sabe?
—Todos en casa lo sabían.
—Ahora entiendo todo, entonces.
Mikasa se echó a reír y Eren la siguió. A pesar de las risas, el ambiente se tornó pesado y extraño... Como lleno de vergüenza.
—Me alegra que vayas a ser mi vecino —dijo entonces—, me recuerda a los viejos tiempos... Es una pena que Armin viva al otro lado del barrio.
—Bueno, por las mañanas suelo quedar con él para correr en el parque central. Si quieres, puedes apuntarte.
La chica le miró desde el otro lado de la sala, con los ojos brillando de emoción.
—¿No interrumpiré nada?
—Por supuesto que no, será como cuando éramos pequeños.
El tiempo transcurría despacio conversando de cosas de su infancia entre ambos, desempaquetado objetos entre bromas estúpidas y silencios que no eran incómodos.
Hacia mínimo diez años que Eren no se sentía tan cómodo. ¿Por qué se habían distanciado tanto? Cierto. Cuando los padres de ella murieron se mudó a la otra punta de la ciudad y Grisha había dejado de atenderla como doctor en la clínica privada que Eren y Zeke solían frecuentar por las tardes al carecer de niñera. Armin fue quien mantuvo el contacto y el simplemente se volvió asocial.
Poco a poco el hecho de hablar con gente se le había empezado a hacer cuesta arriba, como si sus sentimientos no fueran válidos, y atesoraba sus conversaciones a su círculo más cercano: su padre, su madre, su hermano, Armin, Jean... Incluso Reiner (aunque fueran cosas cotidianas y poco profundas) alguna que otra vez.
Pero aquel día con Mikasa había sido como un poco de agua fresca en medio de un desierto.
Al final, por la noche, Mikasa pidió unas pizzas, invitándole a cenar. Eren quiso negarse, pero el gorgojeo del hambre en su estómago al escuchar la palabra "pizza" Le delató.
El sofá era amplio y cómodo y Mikasa parecía pequeña en él. Se había arrebujado en una manta que ya había doblado aquella tarde en una cestilla que tenía al lado.
Apretaba los botones del mando de la televisión, navegando por una de esas plataformas de subscripción, buscando algo que ver.
—¡Aaaaah! —soltó entonces, deteniéndose en algo en específico y mirándole fijamente—. Dime que has visto la saga Crepúsculo.
Eren se echó a reír.
—¿Una gótica a la que le gusta Crepúsculo? ¿Puede haber algo más cliché?
Le arreó con un cojín del sofá.
—¿La has visto o no?
—Nunca me han interesado los vampiros.
Mikasa era preciosa: tenía el pelo corto y llevaba la mitad del mismo recogido en la nuca en una coleta pequeña, los ojos grises y una nariz cincelada con un cuidado divino.
—Te voy a abrir un mundo de magia y color.
Eren se echó a reír.
—¿Hablas en serio? ¿Ver una película romántica de vampiros con tu atractivo vecino? ¿Qué va a pensar tu tío?
—Él no está aquí —dijo restándole importancia al comentario con un gesto de su mano.
El telefonillo sonó de pronto, eran las pizzas.
Mikasa se levantó del sofá con la manta colgando de los hombros y fue a abrir al repartidor. A regañadientes de Eren (quien se había ofrecido a pagar por las pizzas) pagó y dejó las pizzas en la mesita de café.
La película transcurrió tranquila. Mikasa la miraba con los ojos abiertos y no se perdía ni un detalle... Eren tampoco perdía detalle, pero del rostro de ella.
—Empiezo a pensar que esta película solo te gusta porque los actores y actrices son guapísimos y desprende tensión sexual por todas partes.
Mikasa le echó una mirada, sonrojada.
—Eres todo un incel*.
Eren, sorprendido, se señaló.
—¿Disculpa? Yo no estoy viendo una película que literalmente describe una relación súper tóxica.
—Yo comprendo que entender a Edward es complicado pero... Es ficción.
—Vamos, Mikasa... La trata como un trapo para "protegerla" y luego se la liga. No tiene sentido.
—Es una película que me da confort porque normalmente pienso en muchas cosas.
Mikasa se enfurruñó... Eren recordaba aquella expresión de cuando eran niños y le pareció adorable.
—Tienes que admitirlo -inquirió él-. ¿O es que te gusta que te muerdan el cuello?
La chica se sonrojó violentamente y Eren supo que se la había devuelto.
—Yo... No lo sé.
En la pantalla Edward y Bella se daban su primer beso.
Eren se quedó en silencio, pensando qué responder a eso. Creyó que con lo guapa y sexy que era y las fotos que subía a Instagram (y los comentarios que había en ellas) estaba más que acostumbrada a estar con chicos. Ella podría tener a quien quisiera.
—Si te sirve de consejo, yo tampoco lo sé.
—Bromeas.
—Solo espero a la adecuada... ¿Y tú? Y no vengas a decirme que es porque no has tenido oportunidad... Es decir, te sigo en Instagram.
Mikasa se puso tensa.
—A mí... Me gusta alguien desde hace tiempo pero...
—¿No es correspondido?
La chica estaba colorada y desviaba sus ojos grises de los color aguamarina de Eren, mirándole de hito en hito.
—No lo sé. Apenas he hablado con él desde que era una cría... Aunque ahora puede que retome el contacto con él.
...
Silencio. Mikasa pausó la película, claramente incómoda pero esperando una respuesta por su parte.
—¿Soy yo? —No es que Eren se creyera el centro del mundo. Pero todo era demasiado obvio, incluso podía leer aquella verdad en los ojos de Mikasa—. Perdón, no sé por qué he preguntado eso.
—Es natural que lo preguntes, Eren. He sido demasiado obvia, discúlpame.
—¿Quieres que me marche?
Mikasa negó con la cabeza.
—Tampoco quiero presionarte para que te quedes... No quería que esto fuera así... Mierda, Eren. Perdón. Hace años que no hablamos y ahora te suelto que estoy colgada de tí desde que tenía diez años y que no he podido superarlo.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, estaba tan frustrada.
—¿Armin lo sabe? Por eso te mudaste aquí.
—... No del todo, supongo que lo intuye.
—¿Te mudaste aquí por mí?
Mikasa volvió a negar con la cabeza.
—Solo ha sido casualidad.
—Una alegre casualidad -dijo él, acercándose a ella, arrastrándose por el sofá y pasando un brazo por sus hombros, como si fuera algo que solía hacer con frecuencia—. Siento haber pasado de tí durante cuatro años.
—No es tu culpa —dijo ella acomodándose en el abrazo—. Yo también pasé de tí.
—Si no hubiera pasado de tí, ahora mismo estaría tan colgado como tú, supongo. El problema es que seguramente de crío me habrías hecho tilín... Dios. ¿Por qué te dejé de hablar?
—Siento haberme declarado así.
Eren se echó a reír.
—No te disculpes, Mikasa... Podemos ver cómo van las cosas, ¿de acuerdo?
Ella asintió.
—Soy un desastre.
—¿Perdón? Mikasa, ¿Es que no has visto la de chicos que babean por ti? Tu ves las fotos que subes, ¿no? Es decir, eres modelo y esas cosas. No entiendo como puedo gustarte yo. Yo soy el desastre. Además prácticamente me he quedado en blanco cuando te me has confesado.
La chica levantó la vista y bucueó en aquellos ojos aguamarina.
—Desastre o no, desde niña he visto algo bueno en tí. Además, tampoco es que me hayas rechazado... Es más, ahora mismo me estás abrazando.
Cierto. Era raro... Al final, eran prácticamente desconocidos.
—Habría que ser tonto para no abrazarte.
Mikasa sonrió, sonrojada... Era maravillosa, exquisita. Incluso sin toda aquella cantidad de Eyeliner o rímel con el que salía en las fotos.
—He de confesar que sí, que me gusta Crepúsculo porque todos son gente muy guapa.
—Lo sabía.
—Pero mirarte a tí es mejor.
Eren sonrió.
—Ha dicho una mujer preciosa a un hombre que parece un vagabundo.
Ella se atrevió a soltarle el pelo del moño, con dedos finos y mucho cuidado, comenzó a pasarlos por aquella maravillosa y suave cascada color castaño.
—¿Quieres que le preguntemos a mi agencia de modelaje qué opinan de ti?
—Eres de lo que no hay... ¿Me estás llamando guapo?
Mikasa se atrevió a acariciar aquellos pómulos altos con delicadeza, la linea de su mandíbula, pasear sus dedos por los tendones de su garganta y luego volver a sus pómulos para apretar aquellos mofletes.
—Si. Te estoy llamando guapo -dijo tironeando de ellos-. ¿Acaso no tienes espejos en casa?
—Ackerman, ¿estás tonteando conmigo? Porque está funcionando.
—Eso es obvio.
Mikasa, a pesar de ser pequeña entre sus brazos, desprendía una fuerza brutal... Diría que superior a la suya. No sabía en qué momento ella había terminado sentada a horcajadas sobre su regazo y él la abrazaba por la cintura. Seguían mirándose con intensidad y ella le acariciaba el pelo con cuidado.
—Tu tío me va a cortar los huevos si se entera de que te estoy siguiendo la corriente.
—Que se fastidie... Además, me gusta tu pelo.
—Siento decirte que no soy experto en como tratar a una chica.
—Podemos aprender juntos...
Mikasa se inclinó hacia su cuello y depositó un beso en él. Hizo que un escalofrío recorriera su columna vertebral al completo y la electricidad de aquel contacto encendiera una chispa extraña en su interior...
El calor se apoderó de su pecho, era como unas llamas que arrasaban todo a su paso, pero se mantuvo quieto bajo el peso de la chica, quien siguió coronando su cuello de besos húmedos.
—Mikasa —suspiró—, ¿estás segura de esto? Apenas nos conocemos y...
La chica le había metido sus pequeñas y heladas manos bajo la camiseta, provocando una excitación desconocida para él... Las palabras se le perdieron en la garganta y profirió un gemido tosco.
Se dejó quitar la camiseta, no sabía cómo, ebrio en las caricias y besos de Mikasa quien ahora se dedicaba a mordisquear su oreja, dejando un rastro ardiente allá donde su piel tocaba la suya.
—Eren... —susurró—. Si de algo estoy segura es de esto.
Si hubiera sido otra mujer, la habría rechazado sin dudarlo. Es más, ni siquiera estaba seguro de qué sentía por ella y ella se le había lanzado así de repente. Pero Mikasa era diferente, con ella sentía un confort extraño que no sabía describir, como si sus almas siempre hubieran Estado conectadas de alguna manera.
—¿Puedo corresponderte? —preguntó él, tímidamente.
"Vaya pregunta", le había dicho Zeke de estar ahí, pero él no era como su hermano. Jamás se atrevería a besar a una chica sin su permiso, eso le había enseñado su madre desde bien niño.
—Claro que sí.
Eren le besó el cuello, detrás de las orejas... Olía a perfume y a champú. Aquella piel bajo sus labios era exquisita, y la chica gimoteó de manera sensual bajo aquel contacto.
—Te he hablado de besos en el cuello y he sido consecuente.
Un suspiro, como una flor, nació en la garganta de Mikasa.
—Técnicamente, me has hablado de mordiscos.
Eren entonces se atrevió a tirar de la piel del cuello de la chica con los dientes muy cuidadosamente, despacio... No quería hacerle daño alguno ni dejar marcas en aquella piel angelical y aterciopelada.
Ella gimió.
—¿Qué tal así? ¿Has decidido si te gusta o no?
Mikasa asintió en respuesta y enderezó la cabeza para mirarle a los ojos. Brillaban, hermosos y oscuros con una magia ancestral e impresionante en ellos.
—Me gustas, Eren... ¿Es eso lo que se dice? No hay nada más que pueda decir. Eres inteligente, amable, cordial, guapo... Tienes una tendencia muy rara a meterte en problemas, igual que de niño, pero lo sueles hacer por la gente a la que quieres, supongo.
—Oh. Vaya, me siento halagado. Tú también me gustas... Puede que no al punto de estar enamorado de tí porque es demasiado pronto, pero... En fin, ¿a qué hombre no le gustaría semejante diosa? Inteligente, alegre, correcta... E increíblemente sexy.
Ya estaba sonrojada, pero había jurado que el color le había subido mucho más al rostro.
—¿Y ahora qué?
—Ahora supongo que tengo que darte un beso, ¿no?
—¿Quieres?
Eren asintió... Llevaba días desesperado mirando como le quedaban los labiales a aquella mujer, esa boca le había perseguido en sueños desde que Armin le comentó que se mudaría al apartamento de al lado.
—Te advierto que no sé besar.
Mikasa sonrió.
—Yo tampoco.
Entonces abrazó su boca con la suya, al principio despacio... En un beso lleno de cautela y mimo, ajeno a aquel calor que le llenaba el pecho, la electricidad que pasaba por su cuerpo.
Mikasa rompió el contacto para tomar aire.
Entonces volvió a besarle, esta vez con más hambre, Eren se dejó llevar con los suaves labios de ella, con la cálida saliva que envolvía su boca, tal vez se atrevió a lamer y morder sus labios despacio, en respuesta a lo que ella hacía.
Y otra vez, se les agotó el aire.
—Como primer beso —dijo ella entre jadeos—, no ha estado mal.
Eren se echó a reír.
—¿Como puedes saber eso si nunca has besado a nadie?
—Porque eres tú quien me ha besado.
Eren sonrió y ella se lo comió con la mirada... Aquel cuerpo impresionante de un maravilloso color canela pálido, el pelo largo castaño y suelto... Sus magníficos ojos turquesa... Y lo mejor: los músculos marcados bajo la piel de una manera maravillosa.
Eren se dejó perder en aquella retahíla de ósculos sobre su rostro, sus labios, su cuello y siguió a Mikasa, devolviéndole con vehemencia todos y cada uno de ellos.
—Ni siquiera te he pedido una cita y ya nos estamos besando —apuntó Eren—. Mi madre pensará que soy un sinvergüenza.
Mikasa se echó a reír y le miró a los ojos, iluminados por el arrebol de su sonrojo.
—¿En qué has pensado?
—Definitivamente no creía que me sacarías la camiseta. Pensaba en un café en casa, hornear un bizcocho e invitarte cordialmente para darte la bienvenida. Aunque no sé... ¿Qué se hace en las primeras citas?
—Definitivamente yo tampoco lo sé. Mi experiencia romántica se limita a poesía, fanfics y ridículas novelas y películas románticas para adolescentes.
—Vaya por Dios... Tendré que aprender de Edward.
—O dejarte llevar.
Eren la miró con ojos brillantes... Dejarse llevar parecía una idea excelente, la mejor de hecho. Aquella mujer parecía leerle el alma con cada mirada y él leía en la suya con la misma precisión... ¿Como había ocurrido aquello? ¿Cómo era posible que hubieran llegado ahí?
—Dejarse llevar suena interesante —apuntó—. ¿Qué propones?
Mikasa dibujó sus labios con los suyos... Eran suaves, pero quemaban como el mismísimo fuego. Cuando dejó su boca, dejando su huella caliente en ella, respondió:
—Podríamos dormir juntos, abrazados, sin más... A mí me harías feliz con eso.
—¿Dormir con una desconocida?
—Técnicamente no soy una desconocida.
—Touché —Dijo, hundiendo una mano en la oscuridad de su cabello—. Tú ganas, Ackerman. Me quedo contigo.
Y así transcurrió una noche. No hubo más que besos y toques tímidos, caricias inocentes y mimos, pero para ambos era suficiente.
El amanecer los recibió, perezoso. Eren despertó primero y la observó mientras dormía, con la cabeza apoyada sobre su hombro y una mano sobre su pecho... Sería gótica, pero sin duda, parecía un Ángel...
«Un Ángel caído —pensó.»
Bostezó, removiendose tranquilamente y quedando con la cabeza sobre el pecho del chico.
—¿Has dormido bien? —preguntó Eren, con voz ronca.
—Nunca había dormido mejor... Tenemos que repetir esto.
—Pero antes, quiero tener una cita contigo.
Mikasa se echó a reír.
—¿Tantas ganas tienes de hornear ese bizcocho?
—Sí. ¿Te gusta el brownie con helado?
—Bromeas. ME ENCANTA EL HELADO.
Eren sonrió.
—¿Quieres desayunar en mi apartamento e ir a por los ingredientes conmigo?
Mikasa bostezó, asintiendo.
—Pero me voy a duchar y preparar primero... Si salgo a la calle debo ir decente y no en chándal.
Paseó su mano por la curva de su espalda y ella hizo lo propio por su abdomen bien trabajado.
—Estarías perfecta hasta con un saco puesto, es más, para ser modelo, tienes el cuerpo bien trabajado, quiero decir... Eres puro músculo.
—Me gusta ir al gimnasio... Y tú, para estudiar medicina parece que te tiras mucho tiempo allí... ¿Un 10 pack? Nunca había visto uno. Y créeme, trabajo con modelos.
—Genética.
Al menos media hora después de haber dejado el apartamento de al lado y haberse pegado una ducha, sonó el timbre. Era ella, enfundada en un mono negro sencillo pero impresionante, de cuello redondo y con un detalle que dejaba a la vista su abdomen bien trabajado de alguna manera. Eterna gargantilla y cantidad habitual de Eyeliner y máscara de pestañas, sin labial.
Eren aún con el pelo empapado la dejó entrar y ella se puso de puntillas para plantarle un besito en los labios.
—Estás preciosa.
Mikasa se sonrojó.
—Gracias.
—Voy a secarme el pelo... He hecho café, está en la cafetera. Las tazas en la alacena y junto a la campana extractora cualquier tipo de endulzante que te guste... También te he calentado un poco de leche con espuma, la tienes en la jarra metálica al lado de la cafetera.
Eren le dio un beso ahora, esta vez más íntimo y profundo... Como los de la noche anterior, envolviendo sus manos en la cintura de ella y pegando ambos cuerpos. Mikasa se dejó llevar hasta que le faltó el aire. Entonces apoyó las manos en el pecho de él y boqueó para respirar. Aquella sensación le llenaba el pecho, jamás se había imaginado estar con Eren así.
—¿Tienes hambre? —Pregunto él besuqueando su cuello—. Hay galletas en la despensa.
Mikasa soltó una risa.
—Las galletas están bien. Aunque tú estás mejor.
—Mikasa —dijo Eren en un gruñido—. Contigo es imposible ser una persona productiva.
La asió contra su cuerpo y volvió a besarla con sed. Atreviéndose a manosear su cintura y sus glúteos sin vergüenza alguna, pegándola a la suya. Ella no se quedaba quieta tampoco al fin y al cabo y también acariciaba donde le placía, hundiendo sus dedos sobre la ropa. Aun así, aquel tacto quemaba como si a Eren le lamieran el cuerpo las mismas llamas del infierno.
Cuando se separaron, el tiempo pareció recobrar su curso común.
Había terminado con su espalda pegada a la pared y con Mikasa acorralándole.
Sus manos aún estaban sobre el trasero de la chica, y no pensaba sacarlas de ahí a no ser que ella se lo pidiera.
—Debería ir a secarme el pelo si no quiero resfriarme.
—Deberías.
—Aunque no quiero.
—¿Y ponerte enfermo en la primera cita?
Eren entonces la soltó y ella le dejó ir al baño.
Cuando salió con el pelo suelto y largo, ella había recogido los cacharros y puesto en el lavavajillas.
Levantó la vista de su móvil y le sonrió.
—¿Puedo peinarte? —preguntó ella entusiasmada.
Eren asintió, volvió por sus pasos y regresó con un cepillo y una goma para el pelo.
Mikasa se levantó y con un gesto le indicó que se sentara donde ella estaba antes.
Obedeció, y ella con sumo cuidado comenzó a cepillar su pelo. Lo recogió en un moño simple pero definitivamente mil veces mejor de lo que él solía hacer, intentando imitar su estilo hasta dejó algunos mechones cortos sobre su frente. A Eren además le encantaba que le sobaran la cabeza, y las manos de Mikasa eran exquisitas.
—Voy a pedirte que hagas esto todos los días.
Aquella risa angelical llenó el aire.
—¿Y eso? ¿Tanto te ha gustado como te he peinado?
Eren se levantó y la acorraló en sus brazos.
—Me gustas tú.
Ir al supermercado era algo que solía encontrar aburrido, pero con Mikasa era como un soplo de aire fresco. Su risa, como tiraba del carro y se paraba a leer fechas de caducidad, ingredientes y niveles de calorías. Incluso mirar con diversión como la gente se la quedaba mirando... Era normal: aquel porte era el de una auténtica diosa. Incluso disfrutó del cajero babeando por ella e intentando flirtear, ella, inocente simplemente fue amable sin ser muy consciente de que intentaba ligar con ella. Le echó un par de Miradas a Eren también, tal vez pensando en si serían pareja o no... Ojalá pasar todos los días así con ella.
En el coche de vuelta se había incluso atrevido a tomar su mano y acariciar su dorso mientras conducía. Ella le miraba fijamente, tímida.
Sin duda, era afortunado en que alguien como ella se interesase por él.
Cuando cerró la puerta del apartamento tras de sí y se puso a guardar lo que había comprado, se encontró ansioso por el regreso de ella, que había ido a guardar su propia compra al apartamento de al lado.
Dios, no habían pasado ni cinco minutos y ya la extrañaba. ¿Cómo podía ser posible pillarse de alguien tan rápido?
En cuánto el timbre sonó, la ansiedad se disipó del pecho: era ella, ahora en su chándal y deportivas.
—Mikasa Ackerman presente para tener una cita con Eren Jaeger.
Eren se echó a reír.
—¿Una modelo en chándal en su primera cita?
Se inclinó hacia su oreja y susurró con voz seductora:
—Puede que las apariencias engañen, Jaeger.
El fuego se extendió por él y se sonrojó. ¿Qué carajos significaba aquello?
Los ojos de Mikasa parecían relucir por la luz de la mañana que se colaba por el gran ventanal que llevaba a la terraza balcón.
A Eren le tropezaron las palabras en la garganta y no supo qué decir.
—Bueno —dijo ella de pronto con su tono de voz habitual—. ¿Hacemos ese brownie?
Se quedó paralizado mientras ella directamente se iba hacia la cocina... Otra vez aquella mujer conseguía dejarle sin defensas. Entonces la siguió, ojalá Mikasa pudiera escuchar sus pensamientos, porque en aquel momento no podía hilar dos palabras juntas sin atragantarse o sonrojarse.
Eren quería que Mikasa le pisara, que se sentara en su cara, que le pateara y le dominase de la manera en la que nadie le había dominado nunca, el fuego recorría su mente como jamás lo había hecho, ni siquiera se había sentido así de adolescente. Aquel aroma suyo, aquella risa, era como un soplo de aire fresco. Era como si en su vida hubiera estado buscando algo que lo librase de aquellas cadenas que sentía al ser un desgraciado y por fin lo hubiera encontrado al reencontrarse con ella.
Mikasa acababa de meter la bandeja en el horno y cerrarlo cuando eren la agarró de las muñecas con delicadeza, luego entrelazó sus dedos con los suyos.
Ella, lentamente, le miró curiosa.
—Eren... —susurró—. ¿Qué pasa?
Se aclaró la garganta y suspiró antes de hablar.
—Mikasa...
—¿Si?
—Me gustas.
—Y tu a mí.
Eren profirió un sonido de frustración. Y hundió su nariz en el cuello de ella.
—Pero me gustas mucho, muchísimo. Es como si estuviera buscando algo desde de que era niño y como si por fin lo hubiera encontrado al reencontrarnos. Quiero hacer todo contigo: quiero conocerte más, quiero besarte hasta ahogarme, quiero hacerte el amor, quiero acariciarte, quiero discutir contigo, que me peines todos los días, hacer la compra contigo todas las semanas, ver una película contigo todas las noches, despertarme a tu lado, pasar todo el fin de semana contigo, entrenar juntos, estudiar juntos, hacer esas estúpidas y ñoñas publicaciones en Instagram contigo, quiero besarte en público, presentarte a mi familia formalmente, quiero tener todo eso... Quiero todo eso contigo y sólo contigo.
Mikasa sintió como su corazón se hacía líquido dentro de su pecho. Y empezó a sospechar que aquello era lo más sincero que Eren había dicho en años.
—Como declaración, ha estado mejor que la mía.
Entonces, Eren levantó la cabeza para mirarle a los ojos. Las cejas arqueadas hacia arriba y el sonrojo le pintaba la piel... Estaba adorable, parecía un niño.
—¿Quieres ser mi novia?
Mikasa se echó a reír delicadamente, aquello era lo más adorable que sus oídos habían escuchado nunca.
—Claro que sí.
Entonces le besó, poniéndose de puntillas y cerrando aquel pacto. Eren le agarró el rostro con delicadeza y profundizó el beso, jugando con su lengua en la boca de ella.
Pronto se separaron, sin embargo... Aquello de respirar mientras se besaban parecía no funcionar muy bien.
A los quince minutos, que transcurrieron entre besos y mimos, Eren fue a sacar el brownie del horno, lo partió y desmoldeó.
Mikasa le esperaba en el sofá, preparó un par de capuchinos y sirvió el brownie con helado de vainilla.
Cuando apareció con la bandeja, la encontró otra vez mirando la pantalla del teléfono. Era infinitamente adorable, podría acostumbrarse a aquella vista todos los días, aquella belleza era exquisita e impresionante, y él era el idiota afortunado que tenía semejante obra de arte a su disposición.
—¡Hala! —soltó ella cuando levantó la vista al ver que Eren dejaba la bandeja sobre la mesita de café—. Pero qué maravilla, qué lindo todo... ¿Te importa si le hago una foto y lo subo a mi página?
Eren soltó una risa, sonrojado.
—Por supuesto. Aunque sí lo publicas y me etiquetas, tendré más de un enemigo.
Mikasa carcajeó mientras tomaba un par de fotografías de la bandeja decorada con mimo y cariño.
—Es espectacular, Eren... Me cuidas demasiado.
—Pues claro —dijo él—. Ahora eres mi novia.
Mikasa le miró, sonrojada y contenta mientras escribía alguna cosa en su teléfono.
El reloj marcaba la una de la tarde del sábado cuando terminaba la película que ayer habían empezado por la noche y ya no quedaba ni café ni brownie ni helado. Solo besos de saliva caliente y Mikasa sobre su cuerpo en el sofá, sonriente y espléndida.
—¿Tienes hambre? —preguntó él entonces al escuchar su reloj digital en muñeca quejarse un par de veces—. Puedo cocinar algo y...
—Shhhh, Eren —chistó ella en su oído, susurrando—. La pregunta no es si tengo hambre... La pregunta es de qué tengo hambre.
Se quedó cortado, sin saber muy bien qué responder a aquello. La electicidad le recorrió cuando Mikasa tironeó de su sudadera y la pasó sobre su cabeza, dejando a la vista la parte de arriba de un impresionante body de encaje negro cosido en tul con flores Rojas y hojas verdes... Tapaba lo justo y necesario para que a Eren tuviera tal mareo que tuvo que agarrarse al sofá. Ella le dedicó una sonrisa torcida.
—Te dije que había venido arreglada.
Cuando se quitó el pantalón fue todavía peor: aquel body era tan alto que la hendidura de sus caderas quedaba expuesta al completo. Luego, su preciosa y angelical piel blanca quedaba otra vez interrumpida por unas medias que le llegaban a la mitad de los muslos, Unidas al body por unas largas cintas satinadas llenas de encaje.
Una diosa, eso era lo que Eren estaba viendo, una auténtica diosa que se le estaba ofreciendo en bandeja.
Y él con unos calzones de algodón bajo los pantalones... Terrible.
Entonces ella le tomó las manos y las puso sobre su cintura, alentándolo a tocar donde él quisiera.
Eren no pudo parar, las nalgas de Mikasa estaban completamente al descubierto, y sus piernas llamaban a sus manos como nunca nada le había llamado antes.
Luego subió por el encaje y el tul negro hasta llegar a sus pechos, que se dedicó a acariciar con cuidado. Mikasa se dejaba hacer y tocar mirándole con aquellos ojos oscurecidos, sintiendo el calor y la suavidad de las manos de Eren sobre ella, que también dejaban un rastro ardiente y un hormigueo allí donde el había tocado. Luego su mano subió por su cuello y se hundió en el manto nocturno de su cabello, y la besó de nuevo. Los dientes chocaron y las lenguas se acariciaron... No había más ruido que el de las respiraciones fuertes y los gemidos bajitos.
El ambiente estaba cargado de una tensión extraña y Mikasa era la causante de aquello.
En algún momento, Eren ya no llevaba su camiseta puesta... Es más, poco tardó en perder sus pantalones también.
Su erección era obvia desde incluso ayer. Y no se había molestado en ocultarse de ella al respecto.
—¿Quieres tocarme? —preguntó ella en un hilo de voz.
Eren asintió, mareado extasiado, buscando algo que no le llevara a perder el poco control que tenía.
—Entonces hazlo, Eren —dijo entonces tomándole la mano que aún estaba en su pierna y llevándola a su intimidad—. Quiero que me toques.
Mikasa abrió los automáticos que cerraban el body por su entrepierna y guió la mano de Eren con lentitud, jadeando.
Él estaba casi perdido, no sabía muy bien que hacer pero decidió dejarse llevar por ella, quien le guiaba con lentitud en el centro de su placer. Decidió entonces hundir los dedos en ella poco después, primero uno, con lentitud, luego dos.
El orgasmo sobrevino a Mikasa al rato como una tormenta de verano y arqueó su cuerpo sobre el de Eren.
El deseo de satisfacerle se le pasó por la cabeza. Entonces, con manos nerviosas empezó a desnudar al chico, cuyas manos y boca viajaban por cada tramo de piel que encontraban en ella, quitándole poco a poco el complejo body y las medias.
—¿Quieres ir a la habitación? —preguntó él.
Ella asintió, perdida en el cuerpo de Eren, levantándose junto a él del sofá. La guió de la mano hacia el dormitorio y ambos se sentaron en la cama.
—Tienes... ¿Preservativos? —preguntó ella, tímida, acariciándole la espalda.
Eren asintió. El corazón les bailaba en el pecho de una manera extraña... ¿En serio estaba planteándose aquello?
Todo era tan raro y tan repentino que no sabía qué pensar.
—¿Estás segura?
—Si. ¿Y tú?
Eren abrazó a la chica y pegó su piel caliente y suave a la suya.
—Jamás había Estado tan seguro de nada —La miró a los ojos—. Quiero todo contigo.
—Tendrás que conformarte con una novata.
—Lo mismo digo.
Aquella chispa era lo que necesitaba para encender el incendio.
Era la primera vez que ambos se veían en aquella situación, sin embargo, Mikasa trató como pudo de devolverle las caricias que él le había hecho, despertando un sentimiento extraño y electrizante en él.
Entonces él se inclinó y le tocó la cara y le tomó una mano, dibujandole los labios y la mandíbula con los dedos.
—Eres hermosa.
Ella sonrió y el pecho y el estómago se le retorcieron de una manera desconocida... ¿Qué había hecho con él? Ni siquiera hacia veinticuatro horas que se habían reencontrado y ya había puesto su vida patas arriba.
Entonces abrió un cajón de la Mesilla de noche y comprobó la fecha de caducidad de unos preservativos que allí guardaba desde hacía a saber cuándo que su hermano le había regalado a modo de broma.
Bien, estaban en perfecto Estado.
Hacer el amor... ¿Qué significaba aquello exactamente?
Desde el momento en el que Eren se hundió en ella supo que aquello no era sólo sexo. Las lágrimas se le agolparon detrás de los ojos y Mikasa le miraba con ojos brillantes. Muy despacio dejó que ella se acostumbrara a aquella invasión y poco a poco aquella lentitud se convirtió en un baile ávido.
Los males desconocidos se iban diluyendo y aliviando en aquel acto tan humano y tan simple, en cada lento y duro choque, en cada exhalación y gemido. Era como si ambos estuvieran hecho el uno para el otro, como si sus cuerpos hubieran encajado de alguna manera a la perfección. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Eran dos almas reclamantes o algo más?
Mikasa le besaba y él le devolvía cada uno de sus besos, le hundía los dedos en las escápulas, enredaba sus pálidas piernas al rededor de su cuerpo, empujaba sus caderas hacia las de él, quien perdido en aquel baile aguantaba el hormigueo ardiente del placer, esperando a que ella volviera a tener otro orgasmo.
Solo cuando ella volvió a arquearse y a tensarse como un hilo a punto de romper, se dejó ir y se vació.
Al final se tumbó a su lado y le plantó un beso en la frente.
—¿Qué tal ha estado?
—Supongo que bien. No lo sé. ¿No se supone que las primeras veces es un desastre?
Mikasa se echó a reír ante tal comentario.
—No lo sé, Eren. A mí me ha gustado.
—Lo mismo digo —dijo anudando el preservativo y metiendolo en su sobrecito—. No sé, podría hacerlo contigo todos los días y a todas horas.
—Nos moriríamos de Sed y hambre.
—¿Y no te parece que sería la mejor muerte si estamos juntos?
—Eres un romántico empedernido.
Eren se encogió de hombros.
—Es la primera vez que tengo novia... Por cierto, ¿cuando voy a presentarte a mis padres?
—Ya les conozco.
—Pero no saben que somos pareja.
—Te veo muy ilusionado, Jaeger.
—Ya sabes lo que dicen, Ackerman. O todo o nada... Por cierto, ¿Cuanto tardaron en acostarse tus queridos vampiros romántico trágicos?
—Hasta que se casaron no hubo sexo —Mikasa se echó a reír, era la risa de una diosa.
—Perdónanos señor, porque hemos pecado.
Se estiró para darle un beso en los labios y abrazarse a él.
—Da igual, preveo que nuestra historia de amor será mucho más normal y menos trágica.
—Eso de "historia de amor" Suena bien.
Mikasa suspiró.
Y así, fue. Una vida normal, una pareja normal... Y la felicidad sobrevino sobre ellos.
