Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta recopilación es fruto del insomnio y el aburrimiento.

Advertencia: Estudié Publicidad, no derecho. Por lo tanto, todo el asunto legal que se trata en este OS es absolutamente inventado y basado en rigurosas investigaciones en internet, que incluyen la Wikipedia. Por favor, por favor, por favor, no me hagáis mucho caso. :D


◤Arena en los bolsillos◢

«Algunas ideas son como la arena en los bolsillos. No sabes de dónde vienen, ni por qué están ahí. Solo puedes hacerte una idea de su origen y resignarte a que te acompañen una temporada, porque deshacerte de ellas es más difícil de lo que pensabas.

O dicho de otra forma: recopilación de plot bunnies que se niegan a abandonarme.»


◉○ En otro universo ○◉

«¿Y si Nodoka no hubiera estado de acuerdo con el viaje de entrenamiento?»


UNO


Esta historia comienza como cualquier otra: con dos personas conociéndose en circunstancias, por lo demás, insustanciales. Él es mayor que ella, capaz de encandilar a las piedras, y su larga cabellera provoca en ella sentimientos jamás experimentados con anterioridad; ella, en cambio, es una belleza clásica, está en su último año de instituto y le interesa más bien poco la universidad.

Lo que sucede a continuación transcurre según las leyes de la naturaleza: se enamoran, ella deja el instituto justo antes de graduarse y deciden casarse, urgidos por el padre de la novia, para hacer las cosas un poco más oficiales, legales y ligeramente menos inmorales. Para sorpresa de absolutamente nadie, siete meses después dan la bienvenida a su primer hijo.

Si a alguien le resulta curiosa su fecha de nacimiento, tiene la decencia de no comentarlo en voz alta delante de sus padres.

El niño tiene un penacho de pelo oscuro en la cabeza, pero todo lo demás lo ha heredado de su madre, desde el rostro redondo (aunque esto lo puede explicar su condición de infante) hasta sus enormes ojos azules, un rasgo tan occidental que a Nodoka a veces le gustaría preguntarle a su madre, que en paz descanse, de dónde viene exactamente.

El niño crece feliz pese a que el joven matrimonio deja de serlo poco a poco. Genma encuentra varios trabajos para mantener a su familia y Nodoka, joven, inexperta y demasiado orgullosa para pedirle ayuda a su padre, lo único que puede hacer para contribuir algo en la economía familiar es aprender a ahorrar. Su marido intenta ser buen padre, de verdad que lo intenta, y reserva los fines de semana para enseñarle a su hijo el ancestral estilo de arte marcial de su familia.

Ranma, al principio de estas lecciones, ni siquiera sabe girarse él solito, pero poco a poco, acuciado por los ánimos de su padre y, más adelante, los gritos, adelanta a todos sus coetáneos en cuanto a desarrollo psicomotriz se refiere. A los nueve meses ya es capaz de andar sin titubeos, el día de su primer cumpleaños aprende a correr y con dos años ya sabe escalar.

A veces Nodoka observa con preocupación a su hijo mientras juega en el parque, en solitario, porque los demás niños no pueden seguirle el ritmo. Cuando se lo comenta a su esposo, este se ríe a carcajadas y celebra la excelencia de Ranma. Desde el primer momento lo ha criado para que sea excepcional y ver, al fin, los resultados de tanto esfuerzo no hacen sino llenarlo de orgullo.

—Pero no tiene amigos —apostilla Nodoka en voz baja.

—¿Y para qué los necesita? Ya tiene una prometida —comenta Gemma con la tranquilidad de alguien que da por sentado que algo sucederá, como que el sol se pone cada día y cada mañana vuelve a salir— y solo los rivales lo harán más fuerte. Hum…

Mientras Genma rumia la posibilidad de conseguirle un rival a su hijo, Nodoka lucha por asimilar lo que acaba de escuchar. ¿Que no necesita amigos? ¿Entonces ese tal Soun Tendo del que tanto ha oído hablar qué fue para su marido? ¿Y eso de la prometida qué es? ¿Acaso Genma ha empezado a delirar? Tal vez la calvicie incipiente que empieza a hacerse cada vez más evidente es solo un síntoma de algo más grave que una mala genética…

De repente, Genma asiente con solemnidad y, en su interior, una alarma se dispara. El instinto le dice que su marido acaba de tomar una decisión que cambiará su vida para siempre y que ella, como en muchos aspectos de su vida, no ha tenido nada que decir al respecto.

—Me lo llevaré de viaje —dice Genma, ajeno a su consternación—, cuando sea un poco más mayor. Hay algunos templos en China que sin duda…

En otro universo, en ese mismo momento, Nodoka se ríe y le dice que solo se lo permitirá si es para convertir a Ranma en un gran artista marcial, en un verdadero hombre entre hombros, y así sellaría su destino para siempre.

Pero, en este, Nodoka se limita a suspirar aliviada y continúa doblando la colada, mientras Ranma se echa la siesta a pocos metros de distancia. Genma siempre ha hablado de irse de viaje con su hijo, como hiciera él antes de conocerla, en un futuro. Como no es nada que vaya a suceder pronto, Nodoka aparta el asunto al fondo de sus pensamientos y se centra en la lista de tareas pendientes que tiene por hacer.

Pero sucede. Y pronto.

Aunque no tan pronto como para que sea su primera sospecha cuando, al despertarse, descubre que ni su hijo ni su marido están junto a ella, en la habitación que los tres comparten. Sus futones están doblados de mala manera en una esquina y lo único que Nodoka es capaz de pensar en esos momentos es que solo le dejan más faena haciendo las cosas mal.

Prepara el desayuno para tres, como siempre, y cuando se termina el suyo y su familia sigue sin aparecer empieza a enfadarse. Si han salido al parque o al dojo o a donde sea que se hayan ido e iban a tardar, lo mínimo que podrían haber hecho es dejar una nota. Genma siempre ha sido poco considerado en ese sentido, pero Ranma, con tres años ya, sabe perfectamente que no puede irse a ninguna parte sin avisar primero a su madre.

Las horas pasan… y un peso frío se extiende por su estómago. Nodoka se obliga a seguir con su rutina diaria y a media mañana decide que necesita ir al supermercado porque lo que tiene en la despensa no es suficiente para hacer la comida. Si por el camino de ida revisa todos y cada uno de los parques del distrito, es pura casualidad. De regreso, se asegura de pasar por todos los dojos que conoce y preguntar si han visto a un niño pequeño con una trenza, por si acaso.

Pero vuelve a casa con las manos vacías y el corazón encogido de la angustia. Se encuentra con su vecina, la señora Tanaka, al principio de la calle, y algo de su desasosiego debe de verse en su rostro, porque le pregunta:

—¿Te encuentras bien?

Nodoka hace una mueca y asiente, pero es incapaz de contestar con palabras. Está segura de que si abre la boca, será para vomitar, y no hay nada más ignominioso que ponerse enferma delante de su vecina.

Para comer prepara katsudon, el plato favorito de Ranma, y rompe en lágrimas cuando, varias horas después, se hace evidente que nadie se lo va a comer. Cegada por un dolor que antes habría considerado imposible, se calza los zapatos sin mirar y sale a la calle, llamándolo a gritos. Quizás se ha perdido. Quizás Genma no se lo ha llevado y está buscándola porque no sabe cómo volver a casa y quizás...

—¡Ranma! ¡Ranma! —lo llama entre sollozos.

En otro universo, cuando su búsqueda resulta infructífera, regresa a casa y llora hasta quedarse dormida. Al día siguiente aceptará que Genma se ha llevado a Ranma tal y como prometiera en algún momento, para convertirlo en un artista marcial formidable, en un hombre entre los hombres, y decidirá que lo único que puede hacer ella es mantener en pie un hogar al que quieran regresar.

En otro universo, pasan más de trece años antes de que pueda ver a su hijo de nuevo.

Pero, en este, cuando Nodoka grita y grita y no deja de gritar, llama la atención de sus vecinos, que enseguida notan que algo va mal. Es la señora Tanaka la que decide acercarse a la trastornada mujer para hacerle la misma pregunta que le hiciera horas antes:

—¿Te encuentras bien?

Y algo dentro de Nodoka acaba de romperse de manera definitiva, porque cae al suelo como un títere al que le han cortado los hilos y responde:

—Se lo ha llevado. Se lo ha llevado.

Es lo único que es capaz de decir durante un tiempo.

— — —

En otro universo, Nodoka regresa a casa y llora hasta quedarse dormida y acepta que su marido se ha llevado a su hijo para entrenarlo y convertirlo en un extraño y su única esperanza es mantener su hogar en pie para que ambos tengan un sitio al que volver.

Pero, en este, Nodoka llora hasta quedarse sin aliento en medio de una calle oscura mientras la señora Tanaka se arrodilla junto a ella para abrazarla.

Y así, las cosas cambian.

— — —

Es casi medianoche cuando Nodoka vuelve en sí y se descubre sentada en una silla que no conoce, en una cocina que no recuerda, con una humeante taza de té entre las manos.

—¿Querida? —le pregunta la señora Tanaka, percibiendo sus parpadeos confundidos y su respiración acelerada—. ¿Crees que puedes contarme ahora lo que ha pasado? El señor Tanaka y yo te ayudaremos todo lo que podamos…

—Se lo ha llevado —murmura. Sus palabras salen roncas y cargadas de dolor—. Mi marido… se ha llevado a mi hijo.

La señora Tanaka, una mujer que ya ha pasado los cincuenta años, pero que todavía conserva cierta frescura jovial, intercambia una mirada de espanto con su marido. Se inclina sobre la mesa para tocarle con cuidado el dorso de una mano y Nodoka se obliga a levantar la mirada de las virutas de vapor que salen de su bebida.

—Cuando dices que se lo ha llevado… ¿te refieres de vacaciones a alguna parte?

—No, Genma… —Nodoka hace una pausa para respirar y ahuyentar el llanto—. Genma siempre ha hablado de llevarse a Ranma para entrenar en China, en Israel… Nunca pensé que de verdad… que de verdad…

Se le rompe la voz y, de nuevo, está llorando. La señora Tanaka se levanta para pasarle un brazo por los hombros en un gesto tan maternal que su alma empieza a llorar también, pero por su madre.

—S-se lo ha lle-vado y yo n-no sé qué v-voy a ha-cer a-ahora —gimotea, agarrándose a ese brazo como si de un salvavidas se tratara.

La señora Tanaka le pasa la mano que tiene libre por la espalda, como intentando calmar a un animal herido, y susurra palabras tranquilizadoras hasta que se queda sin lágrimas.

—Oh, cielo —dice la señora Tanaka cuando, al fin, termina de contar su historia. Los planes de futuro de Ranma, su actitud con el niño, esos comentarios que había hecho hacía ya varios meses a los que ella no había dado mayor importancia…—Para que quede claro: tu marido se ha llevado a tu hijo, probablemente, al extranjero, sin decirte nada… y sin ningún permiso oficial.

Oírlo en boca de otra persona, además de ansiedad, también le produce cierta vergüenza, descubre Nodoka mientras hace uso del pañuelo que el señor Tanaka le ha pasado con disimulo.

—Así es —se ve obligada a decir, porque ¿no ha resumido la señora Tanaka su dilema a la perfección?

Entonces sucede algo realmente excepcional: el dulce rostro de la señora Tanaka se transforma en una mueca voraz cuando sonríe.

—Entonces tenemos que ir a la comisaría más cercana tan pronto como amanezca, señora Saotome —le dice la mujer de mediana edad con un brío inusitado—. Resulta que soy abogada de familia —añade con esa sonrisa que parece hacerse más amplia con cada segundo que pasa —. Y todo apunta a que su marido acaba de cometer un delito.


A/N: Puede que escriba una continuación y todo lo que cambia a raíz de este suceso. O puede que no. Todo depende de las ganas que tenga de hacerlo :D. Si tenéis ideas de UAs o plot bunnies que no os podéis sacar de la cabeza, ¡no dudéis en hacérmelo saber! Estaré encantada de echarles un vistazo y tal vez me inspiren a escribir más. ¡Nos leemos!

Recordad que mi cuenta de IG es ma_gonaz97.