Idioma alemán, inglés, japonés.

Idioma castellano.

(Pensamiento)


Dubai, Emiratos Árabes Unidos.

Solo una vez había podido visitar esta ciudad, tan acorde a un estilo de vida excéntrico como la que él llevaba. Schneider, desde que el Bayern Munich había comenzado su "época de oro", había dado de qué hablar. Y no solo por su indiscutible talento futbolístico, si no por los descarriles de su vida privada, viéndose en medio de una que otra fiesta en Múnich y decenas de historias con diferentes mujeres, entre otras cosas.

Sin embargo, nadie se ha atrevido a discutirle algo al gran Kaiser, pues pese a todo él continuaba cumpliendo con su equipo y asistía con normalidad a sus entrenamientos, además de mantener la línea con respecto a su salud y alimentación. Un chico listo disfrutando de su juventud, por así decirlo.

Aunque... esta noche el asunto sería un tanto distinto a lo habitual...

(¿Cómo demonios llegué aquí?)

Ese era el pensamiento de Karl Heinz Schneider, quien sufría de un severo dolor de cabeza, al abrir sus azules ojos y encontrarse en una cama extraña, en una aún más extraña habitación. Miró a su lado: no vió a ninguna chica. Un poco de alivio para él, con la borrachera de ayer hubiese sido peligroso hacer algo indebido.

Entonces notó su chaqueta marrón, aquella que se había convertido en su favorita, reposada en el respaldo de una silla cercana, llena de barro. Miró debajo de las sábanas: sus pantalones brillaban por su ausencia, estando solo en boxers negros. ¿Será que sí había conocido a alguna mujer anoche?

-Buenos días, Schlammjunge.- Saludó una chica al ingresar a la habitación, con dos cafés en mano y una bolsa de papel. Schneider la miró con sorpresa. -Me alegra que hayas recuperado la conciencia. ¡Pensé que estabas muerto!

-¿Quién eres tú?- Él se oyó prepotente, pues sentía un ligero tono de burla en las palabras de esa joven de cabello castaño atado en una coleta alta. -¿Cómo llegué aquí? ¿En dónde estoy? ¿Qué hora es? ¿QUÉ FUÉ LO QUE LE HICISTE A MI CHAQUETA FAVORITA?

-Calma, calma, yo no hice nada más que salvarla del desastre. Oh, y de paso a vos.- Le sonrió, dejando las cosas en la mesa de luz y sentándose junto a él. -Son apenas las nueve y todavía no empezaron a llamarte por celular.

-Oh.- Schneider seguía desorientado. -Eso no explica muchas cosas, de todos modos.

-Bueno, tengo algo que quizás te ayude a rememorar. O te explique el porqué estás acá ahora.- Le dijo entonces, sacando su celular para mostrarle un video, el cual ella misma había grabado.

-Estamos acá, afuera del club Hysteria, yendo en busca de un taxi, cuando Kaiser salvaje aparece.- Habló una voz femenina, grabando el camino de aquel pasillo. Su cámara captó aquel desolado camino hasta llegar en donde un muchacho de encontraba reposando, en un muy lodoso suelo, como si aquel lugar fuera el más cómodo del mundo. Ella soltó una risita. -¿Kaiser? ¿Está vivo, Kaiser?- Le habló, obteniendo una mueca de disgusto del chico, notoriamente ebrio. Entonces su propia cámara la enfocó por un momento. -¿Cómo es que esto es la estrella del Bayern Munich? Anda, vamos, no puedo dejarte acá, tenés un partido qué jugar en dos días.

El video se cortó, y en la cara de Karl Heinz Schneider se reflejaba la vergüenza de saber lo que sus amigos y compañeros le habían advertido: finalmente había tocado fondo.

-¿Todo bien en tu vida? No es normal que seas tan...

-Eso no te importa.- Bufó Karl, levantándose para irse, con la poca dignidad que le quedaba. -Solo dime una cosa: no hemos hecho nada sexual, ¿cierto?

-No, por Dios.- Se rió ella, haciendo que soltase una leve risa a la vez que intentaba ponerse de nuevo sus sucios pantalones. -¿No vas a tomarte tu café? También traje medialunas.

-No. ¿Acaso te costaba mucho enviar esto a la tintorería?

-¿Acaso te costaba mucho beber con moderación? Hay niños que siguen tu ejemplo, Schneider.- Lo regañó, logrando que el rubio se sintiese mal. -En fin. No encontré tintorería y la del hotel estaba muy ocupada. Pero...- Tomó un par de bolsas que estaban escondidas a un lado de la cama. -Te compré esto. No sé si te gustará, pero supongo que es mejor que andar lleno de barro, Schlammjunge.

-¡Deja de llamarme así!- Exclamó, fastidiado con el exceso de confianza que mostraba la chica frente a él. Miró la ropa y efectivamente no era su estilo, pero era a lo que llamarían "ropa casual" hoy en día. Una camiseta manga larga color blanca y unos jeans ajustados. -¿No había ropa de hombre?

-Es la ropa que usan los hombres hoy.- Rió. -Creeme que busqué. Odio que los hombres usen cosas tan ajustadas, pero no conseguí y bueno, esto es lo mejor que pude encontrar.

-Qué habrá sido lo peor...- Murmuró, observando el pantalón y colocándoselo.

-No seas quejoso y comete tu desayuno.- Gruñó la chica. Karl la miró al acabar de vestirse. -El desayuno te va a hacer bien después de semejante noche.

-Lo siento. Te agradezco. Dime, ¿cuál es tu nombre?

-Azula.

-Muy bien, Azula. ¿Necesitas alguna compensación por tu buena labor?- Le dijo el alemán, dejándose caer sobre la cama y extendiéndole los brazos. La joven soltó la carcajada.

-No, gracias. Preferiría agarrarme los dedos con la puerta.- Sonrió.

-Oye... ¿cómo así?- Karl se incorporó, fingiendo ofensa.

-Perdón. "No me gustan los rubios de ojos claros".

-Bueno, eso es algo mejor.- Se rió, ya más relajado con la chica. -Tu alemán es curioso. ¿De qué parte de este mundo provienes?

-De Latinoamérica.- Fué su respuesta, la cual no bastó para el Kaiser. -De Argentina.

-¿Eres de Boca?

-Sí, y todavía estoy pensando en si hice lo correcto o no.

-Sabrás que no, ya que mañana sufrirás de una derrota humillante.

-Bueno...- Azula se sentó junto a él y suspiró con desánimo. -Tengo profunda fe en mi equipo, pero entiendo la paternidad que los alemanes tienen sobre nosotros.

Karl sonrió complacido.

-Por eso voy a encerrarte en esta habitación hasta que el partido termine.- Sonrió, mostrándole una llave.

-Puedo salir por la ventana.

-Aunque todos te tilden de gatero, Katzenmann, no podés caer desde un octavo piso de pie.

-¿Octavo piso?- El futbolista abrió enorme sus ojos. -¿Me subiste ocho pisos?

-Me ayudó un sujeto. Te puse la capucha, dije que eras el ebrio incompetente de mi novio y rogué porque no te reconozca.- Le dijo, entregándole su celular, justo en donde ella tenía guardado aquel video. El rubio volvió a verlo. Le causaba gracia, vergüenza y desagrado en partes iguales. -¿Tenés idea de lo mal que lo hubiese pasado si llegaban a descubrirme llevándome al Kaiser de Alemania en ese estado? ¡Ni iban a creer que lo salvé de las garras de un monstruo de barro!

-Hubiese sido horrible que alguien, que no seas tú, me encuentre así.- Murmuró, indignado consigo mismo. -Y antes de la final. Qué idiota.

-Será mejor que lo borres. Yo no lo subiría a las redes, aunque me muero de ganas. Pero si llegaran a hackearme o si llegaran a robarme el celular...

Schneider miró el video una vez más, como si eso fuera una especie de auto-castigo, y la miró a ella. Entonces, eliminó ese detestable archivo.

-Solo lo grabé para que me creas el porqué te traje acá.- Se explicó la muchacha, de la nada, por lo que Karl la calló levantando su mano.

-De lo diré de nuevo: te lo agradezco mucho.- Sonrió, agradecido. -Entiendo que he abusado del alcohol, que he puesto en riesgo mi reputación como capitán del Bayern Munich y mi dignidad como hombre. ¿Cómo podré agradecerte?

-No hay drama. No quisiera que ganemos solo porque la estrella del equipo contrario no está en condiciones.- Respondió la argentina, seria. -Sea lo que sea que te acompleje, no debe de ser tan grave. Enfocate en el partido, que en un momento así debe ser lo más importante para un futbolista. Además, que yo sepa, todavía no sabés lo que es ser campeón mundial, ¿no?

-No.- Frunció el seño, recordando cómo aquel grupo de japoneses curiosamente buenos en el fútbol le había arrebatado la tan ansiada gloria del Mundial Sub-17.

-Es tu oportunidad.- Sonrió, radiante. -¿La vas a desaprovechar solo porque algo te tiene triste? Mi equipo salió campeón mundial el año pasado y juro que todas las cosas malas de mi vida quedaron atrás, al menos en ese lapso. Te va a pasar lo mismo. Claro, si podés ganarle a nuestro tedioso capitán Díaz.- Concluyó, con una mueca creída. Schneider aún permanecía inexpresivo. -O sea, ¿alguien cercano murió?

Negó.

-¿Tu familia tiene problemas?

Volvió a negar.

-¿Amigos?

-No.

-¿Entonces?

-Mi novia... Tatudna...- Aclaró.

-¿Qué?

-Es la primera vez que intento sentar cabeza... ¡y me paga así!- Gruñó.

-¿Eh?

-Resulta que mi adorada novia, a quien le molestaba mi "pasado fiestero", me estaba engañando.

-¿Cómo llegaste a esa conclusión?

-Simple: la encontré con otro en mi propia cama, cuando volví temprano de un entrenamiento.

-Uy.

-Sí. Uy.

-Bueno, ¿acaso la tiene de oro? No es la única chica del mundo.

-Pero...- Karl dejó salir una mueca un tanto triste, lo cual hizo que ella se molestara y tomara una revista de la mesa de luz, enroscándola y dándole un duro golpe en la cabeza.

-¿Qué estás diciendo? ¡Sos el Kaiser de Alemania!- Exclamó, dándole unos cuántos golpes más. -¡Hay cientos de miles de chicas esperando por una oportunidad con vos! ¿Y vas a perder el tiempo lamentándote por una que no lo merece?

-¡Oye! ¡Compréndeme!- Exclamó Schneider, cubriéndose la cabeza. -Es la... primera vez que intento algo serio con alguien.

-¡Bienvenido al mundo de los adultos!- Le dió una última. -Vas a elegir para el culo, hasta que elijas a la indicada.

-Hermosas palabras.- Ironizó. -Aunque... con sentido.

-Encima de traidora, tiene un nombre horrendo.- Soltó, haciéndolo reír. -Levantate de mi cama, comete tu desayuno, enfrentá al mundo y dejá de llorar como una niña chiquita y borracha. Yo tengo cosas que hacer también.

-Lo haré. Gracias de nuevo.- Sonrió divertido, viéndola hurgar entre las ropas de su equipaje.

-Siendo el Kaiser de Alemania y haciendo tal escena por desamor. ¿Qué nos queda a nosotros, los mortales?

Karl sonrió.


Schlammjunge: "Niño de barro" en alemán, una burla al estado en el que encontró a Schneider.

Katzenmann: "Hombre gato" en alemán, en alusión a la reputación de Karl de acceder a acostarse con cualquier mujer que se le ofrezca.