Un fanfiction de Code Geass

Por Allora Gale

Traducción al español por WiltSharpe


Capítulo 1: Todo lo bueno se acaba

Lelouch detuvo su avance frente al banco cercano donde acababa de depositar sus últimas ganancias para observar un altercado que ocurría al otro lado de la calle. Allí había dos hombres armados, probablemente soldados, reduciendo violentamente a un once de mediana edad que parecía ser un vendedor ambulante.

Lógicamente, Lelouch sabía que debía continuar su camino. Este tipo de situaciones ocurrían cada día por toda el Área 11, y que él interviniese en este asunto en concreto poco cambiaría la situación general. Sus esfuerzos tampoco serían ampliamente reconocidos, ni evitaría que los soldados tomasen represalias contra el vendedor una vez que Lelouch se hubiera marchado.

Sin embargo, dejar que el vendedor, once o no, fuera brutalmente agredido mientras él continuaba su camino sin hacer nada era simplemente inmoral. Estaba en su poder al menos conceder al vendedor un breve respiro de las palizas, y la mayoría de los soldados se lo pensarían dos veces antes de agredir a un ciudadano británico, incluso si éste se burlaba de ellos.

Así que cruzó la calle, con las manos inocentemente en sus bolsillos, y se unió al pequeño grupo de espectadores británicos que disfrutaban de la violenta escena.

—Una lástima, ¿no le parece? —reflexionó Lelouch en voz alta dirigiéndose al hombre a su lado, un tipo en traje de unos veintitantos —Que la única forma en que estos soldados puedan demostrar su valía sea golpeando a un once desarmado. Que demostración más triste de su destreza —se burló.

Los soldados se detuvieron y se volvieron para mirarlo, escudriñándolo de arriba abajo. Solo era un adolescente flacucho, no era una amenaza. Sin embargo, uno de ellos apuntó su bastón directamente al pecho de Lelouch mientras fruncía el ceño.

—¿Acaso eres una especie de simpatizante de los once? ¿Te sientes mal por él? —preguntó el hombre.

—Para nada, me siento peor por ti —respondió Lelouch sin perder un instante —. Que el único propósito de tu existencia sea abusar de un civil desarmado es un poco triste.

—Éste once —dijo el soldado, usando su bastón para señalar al hombre encogido en la acera —es culpable haberse interpuesto deliberadamente en el camino del príncipe Clovis. Probablemente sea un terrorista que intentaba atentar contra el príncipe.

—Y yo que pensaba que teníamos un sistema judicial —Lelouch arrastró las palabras tras un momento de vacilación.

¿Clovis estaba cerca? ¿Cómo de cerca? Recorrió la calle rápidamente con la mirada y sintió que se le secaba la boca cuando encontró al séquito real en mitad de la avenida observando el incidente. Por un instante, durante el más breve de los segundos, sus ojos se encontraron con los de Clovis… y vio reconocimiento.

—¿Lelouch? —preguntó asombrado el príncipe mientras el estudiante comenzaba a alejarse.

—Mierda —gruñó entre dientes y echó a correr lo más rápido que pudo, lo que, desafortunadamente, no era muy rápido. Giró por un callejón, derribando todo lo que se ponía a su alcance para frenar la inevitable persecución mientras no dejaba de correr.

—¡Seguidlo! —escuchó gritar a Clovis tras él —¡Coged a ese estudiante y traédmelo! ¡El príncipe Clovis la Britannia lo ordena! ¡Tras él!

—Mierda. Mierda. Mierda. —Lelouch jadeó mientras salía corriendo del callejón y giraba hacia la estación de tren más cercana. Tuvo suerte; había uno parado en la estación preparándose para partir. Atravesó el control de acceso mientras dejaba un puñado de billetes pequeños en la ranura del oficial de seguridad encargado de la supervisión de los billetes antes de lanzarse al interior del tren. La puerta se cerró un segundo tras él y el tren se tambaleó hacia delante.

Lelouch se quedó jadeando, con las manos en las rodillas mientras trataba de recuperar el aliento y pensar. Clovis le había visto. Necesitaba un plan. ¿Qué haría Clovis ahora? ¿Utilizaría a los medios de comunicación para buscarlo?

No, eso solo le haría parecer un tonto. Lo habían declarado muerto hacía siete años. Si Clovis empezaba a proclamar en las noticias que estaba vivo, eso solo le haría perder apoyos. Lelouch era consciente de que su familia nunca había sido particularmente popular en el "quién es quién" imperial.

Eso significaba que Clovis estaba limitado a tener que enviar a sus propios hombres a buscarlo, lo que era tanto una bendición como una maldición. Por un lado, no tendría que preocuparse de que ningún civil al azar revelara su identidad y ubicación. Por otro, significaba que las personas que irían tras él serían combatientes armados, dejándole sin ninguna posibilidad de dominarlos para escapar.

Entonces, ¿qué opción le dejaba eso? La difícil.

Su tapadera ya había sido descubierta (esos soldados habían visto bien su uniforme escolar), pero la de Nunnally aún no. No podía comprometerla. No podía arriesgarse a que Clovis la encontrara también. Haría cualquier cosa por Nunnally, cualquier cosa para evitar que la usaran como herramienta política; incluso si eso significaba inclinar la cabeza ante el Emperador. Sacó su teléfono, presionando el primer número en su marcación rápida antes de llevárselo a la oreja.

—¿Sayoko?

—Señor Lelouch —respondió con calma la mujer —. ¿Está bien? Suena sin aliento.

—Sayoko, necesito que prepares a mi hermana para irse. Inmediatamente. Mete todo lo que puedas en un coche y sácala de la Academia Ashford. Llévala a la casa de vacaciones de Reuben por ahora hasta que pueda pensar en otra cosa. Intentaré llegar antes de que salgáis, pero por si no lo hago, ¿podrías pasarle el teléfono a Nunnally ahora?

—¿No vendrá con nosotras entonces? —preguntó Sayoko.

—En este momento eso no es posible.

—Ya veo. Voy a buscar a Nunnally.

Escuchó el suave roce de la ropa de Sayoko moviéndose buscando a su señorita antes de que le entregara el teléfono y la suave voz de Nunnally sonara por el altavoz.

—¿Ocurre algo, hermano? Sayoko sonaba tensa —preguntó Nunnally, percatándose de inmediato de lo urgente de la situación.

—Lo siento —dijo Lelouch con voz ronca, las palabras atascadas en su garganta —. Lo siento, Nunnally. Ellos me han visto. Clovis me ha visto. No voy a arriesgarme a que te vea también a ti. Así que… te voy a enviar lejos por un tiempo con Sayoko.

—Lelouch —dijo Nunnally en voz baja —, no lo hagas. Iré contigo. No me importa donde, siempre que sea contigo.

—No —dijo Lelouch con firmeza —. No dejaré que hagas eso. Por favor Nunnally, no me contradigas en esto. Déjame protegerte.

Hubo silencio al otro lado de la línea durante un momento interminable mientras su hermana analizaba la situación.

—Vas a dejar que te atrapen, ¿no? —le acusó.

—Ojalá no tenga que hacerlo, pero se que no tengo ninguna posibilidad contra soldados armados —murmuró Lelouch.

—¿Qué les dirás sobre mí si te atrapan? —preguntó Nunnally en voz baja.

Lelouch vaciló. Lo único que la mantendría absolutamente a salvo, mientras no la descubrieran, era…

—Les diré que moriste durante la guerra. Que no pude salvarte —dijo con firmeza, a pesar de que solo pensar en tal resultado hizo que su corazón se encogiese.

—Oh —dijo Nunnally, algo decepcionada —. Ya lo has planeado todo, ¿no?

—Sí. Voy a ir a verte ahora, pero no me esperes. Si no estoy allí para cuando Sayoko este lista para salir, marchaos. Me aseguraré de que estés bien atendida, Nunnally.

—Se que lo harás, Lelouch. Siempre has cuidado de mí.

—Te quiero, Nunnally —Lelouch sintió que se atragantaba mientras se preparaba mentalmente para la posibilidad de que esta pudiera ser la última vez que hablaba con ella en mucho tiempo.

—Yo también te quiero, Lelouch.

Colgó el teléfono con las manos temblando levemente. Se dijo a si mismo que el temblor era consecuencia del esfuerzo de la carrera, pero sabía que eso no era completamente cierto. Con una mueca, se guardó el teléfono en el bolsillo antes de bajar en la siguiente parada.

Observó furtivamente a la multitud y se sintió aliviado de no ver ningún soldado. Rápidamente, fue al expendedor de billetes y compró uno. Lo último que necesitaba en ese momento era que le pillasen en el tren sin pagar. Luego se subió a otro tren que se alejaba de Ashford y viajó en él durante media hora antes de volver a coger otro tren que le llevase a la estación más cercana a la escuela.

Le llevó casi una hora llegar a la Academia Ashford y lo hizo justo a tiempo de ver a Sayoko subiendo a Nunnally en un discreto sedán negro. Corrió hacia el coche, maldiciendo su deficiente condición física mientras empezaba a jadear por el esfuerzo. Afortunadamente, Sayoko estaba alerta y le vio atravesando el campus.

—Nunnally —jadeó cuando rodeó el coche y se hundió de rodillas junto a su hermana, que ya estaba colocada en el asiento trasero. Extendió los brazos y la abrazó con fuerza, tratando desesperadamente de memorizar cada cosa de ella, desde las pecas en sus mejillas hasta la forma en la que olía su pelo.

—Lelouch —ella susurró, sus manos recorriendo su rostro buscando alguna pista de su expresión.

—Lo siento.

—No es culpa tuya —murmuró Nunnally con dulzura —. Pero deberías venir conmigo.

—No puedo. Ya me ha visto y me ha reconocido. Sabe que todavía estoy vivo. Si no nos encuentra a ninguno, sospechará que tú también lo estás —explicó Lelouch —. Lo siento. Lo siento mucho, Nunnally. quiero estar contigo. Quiero estar allí para cuidarte, pero puedo protegerte mejor desde lejos ahora mismo.

Nunnally frunció el ceño y Lelouch vio el inicio de las lágrimas formándose en sus ojos. Era hora de que se fueran. Si ella comenzaba a llorar, su resolución podría romperse y, a pesar de sus mejores intenciones, podría huir con ella, sabiendo bien que eso la pondría en peligro.

—Tienes que irte ahora, Nunnally. No olvides nunca que te quiero —dijo Lelouch, manteniéndose firme en su resolución.

—No lo haré, Lelouch. Y ten cuidado —dijo Nunnally en voz baja—. Sigo sin querer creer todo lo que dijiste sobre lo que pasó después de la muerte de mamá, pero confío en ti. Y si es cierto, necesitarás más protección que yo. Así que preocúpate de cuidarte tú, en lugar de preocuparte por mí. Sayoko estará conmigo para que no tengas que hacerlo. Pero tú no tendrás a nadie.

Lelouch sonrió suavemente. —Tendré cuidado —prometió mientras soltaba lentamente a su hermana y se ponía temblorosamente en pie, Sayoko a su lado haciendo una reverencia respetuosa.

—No se preocupe por nada, señor Lelouch. Estará bien cuidada. —le prometió la ninja antes de subirse al asiento delantero del coche y arrancar el motor. Lelouch observó abatido como su razón de vivir se alejaba de él, esperando hasta que dobló la esquina del campus y desapareció en el ajetreado tráfico de Tokio antes de entrar en la casa del club.

Había cosas que tenía que hacer ahora. Preparativos que necesitaban hacerse.

Sin pasar por la oficina del Consejo Estudiantil, fue directamente a su habitación para acceder a su ordenador. Ordenó la contabilidad detallada de sus finanzas antes de transferir la mayoría de sus ahorros a la cuenta personal de Sayoko. Aun así, no era suficiente. No era suficiente para proporcionarle a Nunnally todo lo que necesitaba, el tipo de vida que merecía. No se lo perdonaría si la dejaba para vivir en la pobreza.

Frunciendo el ceño ante el dinero que le quedaba, rápidamente organizó una partida antes de abandonar su habitación.

—Ven conmigo, Rivalz —ordenó mientras entraba a la oficina del Consejo Estudiantil.

—¡Lelouch! —exclamó Milly —¡Se suponía que debías estar aquí hace dos horas! ¿Cómo se supone que vamos a tenerlo todo listo para el próximo festival si nuestro vicepresidente elude sus deberes? —le reclamó ella antes de golpearlo con un montón de papeles enrollados.

—Lo siento —dijo distraídamente mientras sus ojos buscaban a su amigo, que se encontraba oculto tras una enorme pila de papeles —. Rivalz, necesito que me lleves a un sitio ahora. Por favor —suplicó. Coger el transporte público a esas alturas sería demasiado arriesgado. Estaba casi seguro de que algunos de los hombres de Clovis lo habían visto entrar en la estación de tren. Ya había tenido suerte de que no le hubieran atrapado mientras intentaba regresar a Ashford.

—¿Vas a jugar otra vez? —reclamó Shirley con desaprobación —Sabes Lulu, si te esforzases en cosas más útiles podrías lograr mucho.

Lelouch ignoró la regañina, haciendo en su lugar un gesto de impaciencia entre su amigo y la puerta. Rivalz vaciló, mirando nerviosamente a Milly, como pidiendo permiso. Milly, por su parte, había perdido por completo su fachada bromista y trataba de captar su atención. Él la miró y asintió casi imperceptiblemente antes de que la brillante y falsa sonrisa de Milly volviera.

—¡Ah, bien! —exclamó —Adelante entonces. Un poco de diversión masculina nunca ha hecho daño a nadie.

—¿En serio? —exclamó Rivalz, desconcertado —¡Gracias, señora presidenta! —gritó mientras se lanzaba lejos de la mesa y salía rápidamente de la habitación antes de que ella pudiera cambiar de opinión.

Lelouch dirigió a Milly una sonrisa forzada antes de seguir a su amigo en dirección a su moto. Ayudó a Rivalz a sacarla del almacén, una tarea que usualmente dejaba hacer a su amigo, antes de saltar dentro del sidecar y ponerse el casco. Otro beneficio de que Rivalz lo llevara era que su rostro estaría al menos parcialmente cubierto, por lo que había menos posibilidades de que lo reconociesen.

—Entonces, ¿cuál es la urgencia, Lelouch? —preguntó Rivalz mientras arrancaba la moto y salía con cuidado del aparcamiento.

—Tengo una partida —respondió Lelouch vagamente antes de darle a su amigo la dirección del noble que iba a ser su oponente.

—Ah —dijo Rivalz sin opinar, achacando el comportamiento inusual de Lelouch a los nervios por el juego.

Se les permitió el acceso a la finca del noble y les llevaron a un gran salón de decorado extravagante, en el centro del cual un británico de unos cincuenta años se encontraba sentado sobre un lujoso sillón junto a un tablero de ajedrez. Había elegido las blancas.

—Ah, así que éste es el famoso LL —el noble se rió entre dientes —. Debo decir que esperaba que fueras un poco mayor.

Lelouch asintió con la cabeza cortésmente. —Duque Granstein —saludó —. Ya sabe lo que dicen sobre juzgar un libro por su portada. Aunque, si está dispuesto a probarme, le propongo hacer un cambio en las probabilidades.

—¿Oh? —inquirió el noble, arqueando una ceja con interés.

—Probabilidades de diez a uno, señor. Conservará el minuto completo asignado para su turno. Yo, sin embargo, estaré restringido a solo veinte segundos por turno. Estoy dispuesto a apostar dos mil libras.

El noble frunció el ceño mientras estudiaba a su oponente por un momento.

—¿Qué estás haciendo, Lelouch? —siseó Rivalz.

Podía entender los nervios de su amigo. Lelouch nunca había intentado jugar con un hándicap así antes. Pero el tiempo apremiaba y necesitaba el dinero.

—Sólo mira —murmuró Lelouch.

—Acepto —dijo finalmente el Duque Granstein, haciendo un gesto a Lelouch para indicarle que se sentara frente a él.

La partida fue más difícil de lo que había previsto. Resultó que el Duque era en realidad un jugador bastante decente, y el hándicap autoimpuesto limitaba la capacidad de Lelouch para pensar con demasiados turnos por adelantado. Honestamente, no perdió por poco. Habría significado perderlo todo, pero en el último momento lo golpeó una repentina oleada de inspiración y logró atrapar al Rey del Duque en jaque mate entre el único Caballo que le quedaba y su Reina.

—Mate —dijo en voz baja, sus ojos todavía escaneando el tablero en busca de alguna forma posible en que el noble pudiera escapar. No había ninguna.

—Bien, ciertamente eres bueno —dijo el Duque, riéndose entre dientes, antes de agitar la mano hacia uno de los miembros de su personal —. Lucy, querida, ve a buscarle el dinero al chico.

Lelouch se inclinó cortésmente unos minutos más tarde, cuando la mujer contó su dinero y se lo entregó. Le pasó la mitad del montón a Rivalz, que miró por un momento con asombro la inusualmente gran cantidad de dinero antes de meterla en el interior de su chaqueta y seguir a Lelouch.

Su siguiente parada fue un banco donde Lelouch depositó en la cuenta de Sayoko las veinte mil libras recién adquiridas.

Estaba colocándose en el sidecar en el exterior del banco cuando una exclamación tras él llamó su atención.

—¡Ahí está!

Un soldado lo apuntaba directamente.

—¡Arranca Rivalz! —siseó cuando su amigo apartó la moto del bordillo de la acera.

—¿Qué diablos está pasando, Lelouch? —demandó Rivalz mientras dividía su atención entre mirar a la carretera y tratar de averiguar en qué pensaba Lelouch basándose en sus expresiones faciales —¿Esos tipos iban detrás de ti? ¿Crees que el Duque Granstein nos ha delatado? ¡Oh Dios, mis padres me van a matar si me detienen por jugar siendo menor de edad!

Lelouch frunció el ceño, mirando fijamente sus manos. Había esperado poder jugar un par de partidas más antes de que los hombres de Clovis lo encontraran. Idealmente, había esperado conseguirle a Nunnally por lo menos cien mil libras antes de que la vida que se había creado para si mismo le fuera arrebatada de entre sus manos y reemplazada por la jaula dorada de la familia imperial.

Eso, sin embargo, no parecía que fuera a suceder.

—Métete por ahí —dijo Lelouch, señalando hacia una callejuela que los dejaría en una calle de un solo sentido. Al menos limitaría la dirección desde la que los soldados podían llegar hasta él.

—¿Qué está pasando? —exigió Rivalz alzando la voz —Deberíamos parar. ¡Podemos meternos en problemas serios por huid de esos tipos!

—Vienen detrás de mí. Nada de lo que hagas en este momento supondrá ninguna diferencia —dijo cansado.

—¿Por qué te persiguen? ¿Qué has hecho, Lelouch? No se trata solo de las apuestas, ¿verdad? No, los militares no se preocuparían por eso.

—Rivalz, quiero que me prometas que cuidarás de los demás por mí —dijo Lelouch finalmente. Involucrar a alguien más en su lío era egoísta —. Intenta mantener a Milly a raya. Y evita que Shirley se agobie demasiado. Y asegúrate de que Nina no se pase todo el tiempo enganchada a ese ordenador.

—¿De qué estás hablando, Lelouch? —exigió Rivalz —¡Tú eres el que hace todo eso!

Lelouch suspiró.

—Para —Rivalz obedeció a regañadientes, dividido entre cumplir la ley y la lealtad a su amigo —. Y no le hables a nadie sobre Nunnally. No vuelvas a mencionarla nunca más, ¿entiendes? —ordenó Lelouch, con el fuego de la decisión en su mirada.

—¿Qué? Sí, está bien, Lelouch. ¿Pero qué vas a hacer? —preguntó Rivalz mientras frenaba la moto y miraba a su amigo, que se desabrochó lentamente el casco y se bajó del sidecar.

—Vete de aquí, Rivalz —dijo abatido, mientras subía a la acera y esperaba —. Puedo encargarme de esto por mi cuenta.

Rivalz vaciló, pero obedeció, poniendo el motor de la moto en marcha antes de volver a incorporarse al tráfico. Condujo hasta el final de la manzana antes de volver a detenerse, observando la forma inmóvil de Lelouch en el espejo retrovisor.

Lelouch esperó, un oasis de quietud en medio de un mar de peatones en movimiento, hasta que los soldados que los habían estado persiguiendo emergieron de la multitud y rápidamente cayeron sobre él. Para su suerte, eran los mismos soldados de los que se había burlado antes.

—¡Ahí está! —gritó uno de ellos, sacando su porra y golpeando a Lelouch en la cara —El príncipe quiere verte, muchacho.

El impacto del golpe hizo tambalearse a Lelouch y por poco no lo envió al suelo. Sin embargo, el segundo guardia le agarró y un par de esposas se fijaron firmemente alrededor de sus muñecas. No se resistió. Era inevitable. Un hombre no podía resistir al poder de Britannia. Un hombre no podía resistir ni siquiera a una fracción de Britannia.

Rivalz esperó hasta que vio a Lelouch esposado antes de poner su moto en marcha y acelerar de vuelta hacia la escuela. Corrió a través del campus y entró en la casa del club, abriendo la puerta de la oficina del Consejo Estudiantil con tanta fuerza que dejó un desconchón en la pared.

—¡Acaban de arrestar a Lelouch!