Era bien tarde en la noche cuando terminó de organizar la mansión y dejarlo todo impecable como solo a ella le gustaba, como su hijo Henry pasaría la noche en la casa de Emma se preparó una cena muy ligera y luego se dirigió a su estudio para degustar de un delicioso vino y relajarse un poco, cuando estaba sirviéndose el vino en su copa, sintió que tocaban la puerta de la mansión muy fuertemente, ¿quién se atrevía a tocar de esa manera y a esas horas?, pensaba mientras se debatía entre abrir o dejar que se cansaran, pero sintió que volvieron a tocar y ahora con mucha más intensidad, entonces decidió abrir la puerta, antes de llegar sintió una voz que la llamaba, su corazón se paralizó por un segundo, sus piernas temblaban, no la dejaban avanzar por más que quería, su voz no le respondía y su respiración era acelerada, control Regina, tomó fuerzas, respiró profundo y continuó hasta llegar a la entrada, todo ocurrió muy rápido, no había terminado de abrir y ya estaba en sus brazos dentro de la casa, con la puerta cerrada y besándola con mucho fervor, en un momento no pudo reaccionar, además era evidente la diferencia de fuerza, no pudo más que esperar a que el beso terminara, que la euforia cesara, que la intensidad bajara, solo que ninguna de las tres ocurrió, parecían acelerarse aún más, pero con tan buena suerte, el aire lo hizo liberarla, aunque ella sentía que fue muy en contra de su voluntad, porque tenía toda la clara intención de no parar, de no detenerse, ahora sus frentes estaban pegadas, sus miradas conectadas, respiraban el mismo aire, seguía muy confundida así que decidió hablar antes de que volviera a besarla.
"¿David?", fue lo único que pudo articular, su asombro era mucho, jamás se imaginó esta reacción, además su respiración era muy pesada después de semejante beso como para formular un discurso coherente.
"No pude Regina, no puedo más", tampoco podía hablar, tomó un respiro y prosiguió, "entiendo si quieres echarme por mi atrevimiento yo…", ella colocó una de sus suaves manos en sus labios e hizo que callara.
"no digas nada y bésame otra vez", no esperó más y atrajo el cuerpo femenino hacia él con mucha fuerza, que casi lo fundió al suyo, encajaban tan bien, se podría decir que estaban hechos el uno para el otro, sus brazos se sentían tan bien, nada comparado con ninguna experiencia anterior, sus besos apasionados y fervientes, pero lentos y tiernos a la misma vez, sus manos vagaban por todo su cuerpo como explorando un terreno ya vivido muchas veces en sueños, el latir de su corazón era tan acelerado que retumbaba en cada rincón de su ser, era un momento mágico, incomparable, indescriptible, lindo, único, que ella se decidió a no pensar, solo a dejarse llevar por las emociones que a cada instante que pasaba la abrumaban cada vez más hasta dejarla sin consciencia, sin voluntad, nunca un simple beso le había provocado tanto, cuando el beso se pasó de los límites, fue David quien lo detuvo, todavía sin despegar sus labios de los de Regina habló.
"¿estás segura?", todavía no lo podía creer, estaba besándola por fin, después de haber soñado tantas veces con este momento y tenía que admitir que la realidad estaba superando todos sus sueños, todos sus pensamientos, toda su imaginación.
Regina no dijo nada solo asintió con la cabeza, no quería hablar, además que ese beso le había robado la voz y el aliento, pero la verdad era que no quería que parara, ni que pensara, ni que analizara, hoy se acabaría el mundo, ya mañana se encargaría de recomponerlo, así fue, pasaron toda la noche amándose con tanta intensidad como si lo hubiesen hecho innumerables ocasiones en el pasado, aunque era su primera vez juntos, sus cuerpos se reconocieron, sus almas se reencontraron, llegaron a tal consenso que el tiempo se les pasó y terminaron abrazados en el sofá de la sala completamente desnudos, ella encima de su cuerpo, con su cabeza recostada en su corazón y él, la abrazaba tan protectoramente como para que no se escapara, estaban tan exhaustos que ni cuenta se dieron de que ya amanecía, ninguno de los dos quería despertar de su fantasía, pero una voz muy conocida por ambos los hizo despertar de golpe de su sueño de amor.
"REGINA!", exclamó Robin, el gran asombro se reflejó en el tono de su voz, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, la escena frente a él era increíble, Regina en brazos de David, se imaginaba de todo menos esto.
No sabían qué hacer, al escuchar la voz de Robin ambos se miraron a los ojos, sus cuerpos no les respondían, la mansión quedó en un silencio sepulcral por unos segundos en los que la magia de Regina la hizo reaccionar y con un movimiento de su mano los dejó a ambos vestidos, David agradecía que su magia hubiese actuado con tal rapidez, de lo contrario no hubiera sabido cómo saldrían de ese momento tan vergonzoso, ambos se levantaron del sofá, Regina fue quien primero habló.
"¿Qué haces aquí Robin, no estabas en Nueva York con tu nueva familia?", la pregunta se imponía.
"No lo puedo creer, jamás me imaginé algo como esto", comenzó Robin ignorando por completo la pregunta de Regina.
"¿Cómo entraste?", le causaba mucha curiosidad, ¿cómo se atrevía después de todo lo que había ocurrido?, era una pregunta que retumbaba en su mente.
"Son unos desvergonzados, no tienen respeto por nadie", seguía evadiendo responder las preguntas de Regina, ya sus palabras no eran tan calmadas, la conversación se estaba sobrecalentando, Regina permanecía muy pausada, mientras que él se enfurecía mucho más, por lo que no dejó que Regina interviniera, "¿cómo pudiste traicionarme de esta forma eres una…", Regina no supo en qué momento David pasó por su lado, lo único que supo fue que estaba ahora frente a ella protegiéndola y Robin tenía la mano puesta en sus labios los cuales sangraban.
"No vuelvas, ni siquiera a insinuar una ofensa con respecto a Regina, ella ahora tiene quien la defienda de personas como tú", había soñado tanto con tenerla en sus brazos como para permitir que alguien viniera a hacerle daño.
"pero ustedes sí que son de lo peor, cuánto tiempo llevan traicionándonos, tú a tu esposa y ella a mí", con estas palabras Regina no pudo contener una carcajada que salió desde el fondo de su pecho con tanta fuerza por la ironía con que había hablado que posiblemente todo el pueblo debió haberla escuchado.
"miren quien habla de traición, por favor Robin, retírate por donde mismo viniste, que aquí no tienes nada que hacer", estaba aterrada de que fuera a contarle a medio Storybrooke lo que había pasado, pero ella ya no le debía explicaciones.
"no hemos terminado, cuando tu amante en turno te libere, entonces hablaremos", intentó irse, pero una vez más el puño de David intervino, dejándolo ahora casi sin equilibrio, pero en un momento que intentó devolverle el golpe y David se puso en posición para seguirle el juego, Regina con su magia abrió la puerta de la mansión, caminó hasta donde estaba David, le sostuvo la mano, lo miró intensamente a los ojos como dándole a entender que no valía la pena seguir con esta pelea y habló.
"la puerta está abierta Robin y la próxima vez que quieras venir a mi casa úsala", los tres se quedaron en silencio, las palabras de Regina sonaron con tanta autoridad que nadie pudo objetar nada, Robin acató las órdenes sin decir palabra, sabía que ella tenía razón, entró a su casa sin ser anunciado, como si fuera un fugitivo.
Cuando se quedaron solos el silencio volvió a inundar la mansión, las lágrimas de Regina la traicionaron, lloraba en silencio sin consuelo, David al darse cuenta solo la abrazó, sabía que no quería hablar por lo que le dio su espacio para que llorara, sus lágrimas mojaban su camisa, solo acariciaba su espalda con mucha ternura, como haciéndole saber que estaba, que no se iría, que en él podía confiar, que estaba bien llorar y desahogarse.
Cada una de las atenciones de David la hacían llorar mucho más, lo que había ocurrido entre ellos no podía ser posible y aunque se hubiese sentido en la gloria entre sus brazos la realidad era mucho más cruel, cuando se calmó un poco sintió que la voz de David vibró en su pecho.
"¿Por qué no vas a darte un baño, te refrescas en lo que preparo algo para desayunar?", después que la había defendido, que la había apoyado, que no se había ido, que todavía la sostenía entre sus brazos, también prepararía el desayuno, no podía dejar de ser tan caballeroso y tan encantador.
Regina solo asintió, se separó del abrazo de David, muy en contra de su voluntad y comenzó a caminar hacia las escaleras para llegar a su habitación, sabía que David se quedó observando cada uno de sus movimientos, sentía el peso de su mirada que casi la hacía retroceder para no desprenderse ya nunca más de sus brazos, pero siguió su camino hasta su habitación, al llegar se encerró en el baño, abrió la ducha y solo pudo comenzar a llorar, lo que estaba ocurriendo era inaudito, los recuerdos de los últimos meses la abrumaron.
Cuando la batalla contra la Reina de las Nieves había terminado, junto a sus sobrinas Anna y Elsa se regresaron a su reino, después de haber querido lanzar un hechizo en Storybrooke y Regina pudo impedirlo con ayuda de Emma, todo volvió a la normalidad, esa mañana por fin devolvería el corazón a Marian, la esposa de Robin quien estaba bajo un hechizo que Ingrid, la Reina de las Nieves puso en su corazón para mantenerlos distraídos en lo que ella lo preparaba todo para lanzar el hechizo, solo que no salió como lo planeó, pues Regina, para protegerla y cumplir con la promesa que le había hecho a su alma gemela, de que no permitiría que nada le ocurriría a la madre de su hijo, protegió su corazón en una de sus cajas mágicas y la mantuvo preservada en su bóveda mientras tanto todo terminaba. La sorpresa fue tal que Robin al verla por fin libre del hechizo la abrazó con mucha intensidad que el corazón de Regina dolía de solo pensar que el hombre que amaba elegiría a su esposa y nuevamente quedaría con el alma rota, pero inmediatamente el corazón volvió a latir en el pecho de Marian algo ocurrió, al parecer el hechizo no se desapareció del todo, volvieron a acomodarla en el mueble elegante donde antes había permanecido para que Regina la examinara con su magia, su expresión no le daba mucha esperanza a Robin.
"Robin, si Marian permanece un momento más aquí en el pueblo morirá", todavía había tiempo para salvarla, pero debían actuar con mucha rapidez.
"¿Qué sugieres, adónde la podemos llevar?", ante las palabras de Regina se estaba desesperando
"deben irse a la ciudad sin magia cuanto antes, arreglaré todo con Emma para que se queden en el departamento de Nueva York", esas palabras le partían el corazón, nuevamente perdería a la persona que amaba, pero era lo correcto.
"Regina…", iba a objetar, ella no se lo permitió.
"No digas nada, solo haz lo que te digo", se miraron muy intensamente a los ojos, esa mirada dijo más que mil palabras, Regina lo dejó un momento a solas con su esposa para preparar su viaje, cuando todo estuvo listo los llevó hasta el límite de la ciudad para verlos por última vez, no sabía qué le diría a su corazón después de todo esto.
Al otro lado del pueblo, David yacía en la cama con mucho sueño, los últimos días fueron agotadores, ya tenía que trabajar y volver a la normalidad, pero la pereza no lo dejaba, miró su reloj, tocó el otro lado de la cama y ya estaba frío, al parecer su esposa le dio la delantera, su esposa, de solo recordarla sus ojos se iluminaron, desde antes de la amenaza de la reina de las nieves estaba por tener un momento a solas con ella, tendría la conversación más importante de su matrimonio, pero no encontró un momento de privacidad durante la crisis y decidió dejarlo para cuando salieran de la tormenta.
Esa mañana era el momento, ya no lo dilataría más, no podía seguirle mintiendo ni a ella, ni a su familia, ni al pueblo, pero, por sobre todo, no podía seguirse mintiendo a él mismo, ni a su corazón que lo traicionó desde esa mañana en el patio del castillo del Rey Jorge cuando ese ángel del infierno se apareció para salvarle la vida, nunca la había visto tan cerca, no la conocía y aunque su amor por Blancanieves latía muy fuerte dentro de su pecho, su corazón no dudó un solo instante en quedar maravillado por la belleza de aquella mujer frente a sus ojos, su cabello tan negro como la noche, su vestido completamente entallado a su figura, sus labios rojos como la sangre y su pose digna de la reina que era, atemorizó a los presentes, quienes con solo verla salieron corriendo, pero había algo que le atraía, que le impedía moverse de su lugar, además, estaba ahí nada más y nada menos que para rescatarlo, para llevar a cabo su venganza en contra de su hijastra, sabía que podía vencerla si lo tenía como prisionero y así fue.
Desde ese día, aunque tuvo su final feliz con la princesa, nació la princesa Emma y fueron separados por la maldición que ella misma lanzó en todo el Bosque Encantado, su corazón no dejó de tener fuertes sentimientos hacia ella, aún sin memoria, lo pudo sentir, siempre algo dentro de él lo obligaba a buscarla, a estar cerca, aunque no entendía, no hallaba explicación a sus fuertes sensaciones, pero todo se complicó cuando la maldición oscura se rompió y todas sus emociones regresaron, de solo verla le dolía, porque aunque al principio había confundido su amor hacia ella por odio debido a todo lo que les había hecho a él y a su familia, pronto descubrió que no, que la amaba con todo su ser, tanto tiempo separado de la persona que amas no es un buen remedio para el corazón aunque tu esposa era la mujer más buena y amorosa de todas, pero sentía que no merecía ser decepcionada de esa manera, por lo que unos meses atrás había comenzado los procesos para su divorcio y hoy por fin tendrían la conversación que tanto había esperado, se levantó como un cohete de la cama, Blancanieves no estaba por toda la casa, la buscó sin tener éxito, pero una conversación proveniente del baño, lo paró en seco, su alma se enfrió, sus pies no se movían hasta que sintió que la conversación terminó y rápidamente corrió hasta la sala, se sentó y respiró profundo, la vida nos sorprende cuando menos lo esperamos.
Cuando Blancanieves salió del baño y se percató de que David estaba sentado en el sofá con una expresión indescifrable en su rostro se acercó.
"¿David, estás bien?", preguntó acercándose a su lado, él solo le hizo un gesto con sus manos para que se sentara a su lado.
"¿Cuándo pensabas contármelo?", con esta noticia sus sueños de ser libre se habían esfumado.
"escuchaste, ¿cierto?", David solo movió su cabeza, sin emitir sonido, por lo que continuó, "¿cuánto escuchaste?", estaba aterrada, era un secreto muy bien guardado, no era posible que por un descuido todo se hubiese arruinado, no de esa forma, era mejor enfrentarse a la verdad de una vez.
"escuché lo suficiente como para saber que estás embarazada y no me habías dicho nada", un bebé era una bendición, pero no así, no amando a otra mujer y a la mujer en la que sus ojos no pudieron posarse jamás y además, estaba muy enamorada de su alma gemela, definitivamente la vida no era justa en lo absoluto.
"así es David, estoy embarazada, pero…", no pudo terminar, la historia era más larga, pero la euforia con la que su esposo la abrazaba no le permitió terminar de formular su idea.
Estuvieron un momento en completo silencio, hasta que David se dio cuenta de que todavía tenía en sus manos los papeles del divorcio, los cuales no podían ser vistos por ella, por lo que bajo la justificación de que debía comenzar su jornada laboral se levantó del sofá, se preparó para el trabajo y partió.
Vagó sin rumbo por todas las calles, sus lágrimas brotaban libremente de sus ojos, tendría un hijo, pero Regina, con ella era con quien quería un hijo, qué egoísta era por pensar de esa manera, pero era lo que sentía, no se podía seguir mintiendo, las calles del pueblo estaban como siempre, ya todos trabajaban, el mismo ajetreo de siempre, lo trajo de vuelta a la realidad para percatarse de que ya estaba frente a la comisaría, sin saber de qué manera había llegado, estacionó su auto, era muy raro que Emma no estuviera allí a esa hora, por lo que entró y comenzó a distraerse con el trabajo, minutos más tarde, sintió que llegaba su hija.
"disculpa papá, por haber llegado tarde, estaba con Regina, tuvo que despedir a Robin y a su esposa, ya sabes cómo estaba", dijo Emma dejando a su padre muy confundido.
"¿Qué ocurrió con la esposa de Robin?", no entendía nada de lo que escuchaba.
"el hechizo de Ingrid no se eliminó del todo al desaparecer su magia, puede morir, Regina le sugirió a Robin que la única solución para salvarla era que cruzara la línea del pueblo y fueran a vivir a Nueva York", ahora sí creía que con esta explicación hubiese entendido, de lo contrario lo mandaría directamente a conversar con Regina, aunque en el estado que la había dejado no sabía cómo lo recibiría.
"debe estar devastada", dijo volviendo su atención a su trabajo, quería correr a consolarla, pero no podía levantar sospechas, su hija lo sabría de inmediato.
"devastada es poco papá", con estas palabras culminó la conversación y en seguida comenzó a trabajar, hasta que llegó la hora del almuerzo.
Regina estaba en su oficina, toda la mañana fue muy cargada de emociones por lo que quiso trabajar para despejar su mente, no sabía cuánto tiempo pasaría para ver nuevamente al hombre que amaba, su corazón dolía como si mil puñales la atravesaran una y otra vez sin cesar, su dolor y su tristeza la hicieron perder la noción del tiempo hasta que un ligero toque en la puerta de su oficina la hizo darse cuenta de la hora, ya era medio día, hora del almuerzo aunque la verdad era que su apetito se esfumó, solo que alimentarse era inevitable.
"adelante", con estas palabras hizo su entrada triunfal, el príncipe de su hijastra, traía dos bolsas en las manos y una sonrisa en sus labios, no pudo evitar admirar su bella sonrisa, sí que era dichosa Blancanieves, pensaba.
"traje almuerzo", su pretexto perfecto estaba en sus manos, quería verla, definitivamente su hija no había mentido, ni exagerado, aunque lucía tan bella como siempre, sus ojos no disimulaban la infelicidad.
"no debiste molestarte…", no la dejó terminar, se sentó justo en frente y la hizo callar con un movimiento de su mano.
"no acepto un no como respuesta", Regina sonrió ligeramente como aceptando su propuesta.
Almorzaron muy bien juntos, sostuvieron una amena conversación, sorpresivamente, pero lo cierto fue que a partir de ese día su relación cambió totalmente, ya no había un almuerzo que Regina no lo esperara y cuando no podía asistir a su cita por cuestiones de la comisaría ella se sorprendía extrañándolo, por lo que buscaba cualquier pretexto para verlo y pasar tiempo con él, quería darle apoyo por lo del embarazo de Blancanieves, todos al saber la noticia se alegraron tanto así que terminaron reuniéndose en la mansión como la gran familia que eran, Regina se sentía que por primera vez su vida estaba tomando un rumbo hacia la verdadera felicidad, ser aceptada por su familia era lo más importante para ella, aunque todavía extrañaba a Robin, su vida estaba cambiando para bien.
Un medio día que se encontraba almorzando muy armoniosamente con David en su oficina, como ya era una costumbre entre ellos, su celular anunciaba una llamada, sus ojos se iluminaron de repente, la llamada que tanto estaba esperando, los nervios se apoderaron de ella, no sabía qué hacer, pero bebía contestar.
"Sí…Zelina!", ese nombre provocó que David casi se atragantara, la bruja estaba muerta, o eso les había hecho creer, porque al parecer Regina hablaba con ella y a juzgar por su expresión de rostro, sus ojos en un punto fijo y sin poder mencionar palabra, estaba bien vivita, pero no supo nada pues de pronto Regina se paró como una loca del buró, el almuerzo no terminaba aún, definitivamente algo no estaba bien.
"Regina, ¿qué ocurre?", preguntó David levantándose también para alcanzarla, pudo notar que sus ojos comenzaban a mojarse por las lágrimas que amenazaban por salir.
"Zelina", no pudo continuar, le fue imposible contener el llanto, verla así era muy tortuoso para él, en este poco tiempo que había logrado acercarse a ella, una amistad bonita los unía, aunque fuese lo único que podía tener con ella se conformaría, por lo que la apoyaría en todo, no lo pensó más y la abrazó.
Era precisamente lo que estaba necesitando, unos brazos protectores en los que apoyarse en este momento, por lo que se rindió ante el abrazo y lloró en silencio, cuando se calmó se soltó de los fuertes brazos de David y se quedó mirándolo muy atentamente, quería agradecerle, sentía la necesidad de hacerlo, algo dentro de ella había cambiado con el reciente acercamiento entre ellos, su cuerpo reaccionaba a cada toque que sentía, se sorprendía sonriendo como una adolescente ante cada una de las boberías que salían de sus bellos labios, su sonrisa irradiaba luz y su compañía se había vuelto imprescindible para ella, pero no, todo eso que comenzaba a sentir por el esposo de su hijastra, lo tenía que aislar y mantenerlo bien cerradito en su corazón, además ella tenía una relación con Robin al que tenía que ir a rescatar de las garras de su hermana, que de alguna manera se las había ingeniado para cambiar su cuerpo por el de Marian y regresar al presente, por eso no podía ser amable con David, de ninguna manera se mostraría débil ante sus ojos, no dijo más, le dio la espalda y salió de su oficina en la alcaldía.
"Regina, yo sé que algo ocurre con tu hermana", salió detrás de ella, no entendía su reacción, un momento estaba entre sus brazos llorando y en el otro se había escapado como el agua entre los dedos, caminaba muy apresuradamente sin responderle, por lo que continuaba hablándole, "no importa que me evadas, hasta que no me respondas no dejaré de perseguirte", al parecer no quería hablar, pero estas palabras la hicieron detener su paso de inmediato.
"Zelina tiene a Robin, David, iré a buscarlo a Nueva York", dijo de una vez, sabía que si no le decía no pararía de perseguirla.
"voy contigo", muy seguro con esta decisión, a ella no le quedaría duda de que tendría que aceptar su compañía, lo quisiera o no.
"David, estás esperando un hijo, debes cuidar a tu esposa", tenía que hacerlo entrar en razón, no era menos cierto que su corazón le pedía a gritos que fuera con ella, otra vez con esa necesidad de tenerlo cerca, no era normal, pero la razón se imponía ante ese absurdo.
"Emma puede encargarse muy bien de su madre y de Henry en nuestra ausencia, lo quieras o no, iré contigo", fue como una orden o un mandato, lo cierto fue que Regina se quedó sin argumentos y ambos comenzaron a preparar el viaje, se despidieron de todos, Henry quiso ir para acompañarla, pero él le aseguró que la cuidaría con su vida, solo que le prometió no decir nada sobre su promesa, quedaría entre los hombres de la familia.
Emprendieron viaje, fueron en el auto de Regina, era el más moderno y el más rápido para este tipo de viajes, estuvieron un día entero manejando, ella le cedió las llaves a lo que él accedió muy gustoso, le gustaba manejar, además, manejar el auto de la alcaldesa era un privilegio, aunque ya con el solo hecho de que aceptara que la acompañara, para él era la gloria.
Anochecía y ya el cansancio los estaba venciendo, la urgencia por llegar a su destino no los privaría de descansar, alimentarse y refrescarse para continuar viaje muy temprano al otro día, por lo que en un hotelito de paso que estaba pegado a la carretera estacionaron el auto, comieron y luego se decidieron a rentar par de habitaciones para pernoctar.
"Buenas noches, buscamos dos habitaciones para pasar la noche", dijo Regina muy educadamente al llegar a la recepción del hotel.
"buenas noches y bienvenidos", dijo la recepcionista, sonriendo muy coqueta al ver a David, Regina lo percibió de inmediato, su rostro se tornó rojo por los celos que una simple sonrisita le había provocado, se castigaba por tener esas reacciones, iba en busca de su alma gemela, no había necesidad de molestarse por un simple gesto de amabilidad.
"gracias", respondió David, siguiéndole el juego a la muchacha, lo que terminó por hacer que Regina colapsara por completo, estaba que echaba humo, pero tenía que controlarse.
"me temo que no tenemos dos habitaciones disponibles, el hotel está casi lleno, solo contamos con una habitación matrimonial, pero supongo que no sea un problema, ¿cierto?", es que acaso era sorda, querían dos habitaciones, separadas, la furia de Regina se hizo perceptible, ya su paciencia se estaba agotando.
"está bien señorita, tomaremos esa habitación, ¿dónde tenemos que firmar?", intervino David, conocía muy bien a Regina, sabía que si hubiese tenido magia la chica no viviría para contarlo, había pasado muchos años amándola en silencio como para no saber leer sus reacciones.
Realizaron todos los trámites necesarios en la recepción y se dirigieron a su habitación.
"¿Supongo que no te hayas enojado con la recepcionista, cierto?", conocía muy bien esa respuesta, pero no había dicho nada desde la recepción, no quería que estuviera molesta por nada.
"¿molesta, yo?", eso ni ella misma lo creyó por lo que ni le dirigió la mirada y en seguida entró a la habitación cuando la puerta estuvo abierta.
"lo digo porque la chica solo quiso ser amable con nosotros", ahora sí que no sabía el problema que venía.
No pudo contener una carcajada, "¿acaso crees que estoy ciega, David?", preguntó, aún sonriendo.
"¿Por qué lo dices?", le siguió el juego, para ver hasta dónde era capaz de llegar, no sabía por qué pero le encantaba hacerla enojar, se veía tan hermosa.
"Por favor, ¿no me digas que no te diste cuenta de que la chica no te quitaba los ojos de encima?", ella estaba que ardía por los celos.
"su majestad, la Reina Malvada está celosa porque una chica no dejaba de mirar al Príncipe Encantador", bromeó, ya no podía ocultarlo, los celos la estaban traicionando.
"Claro, por algo tienes muy bien puesto el nombre", decidió cambiar de actitud de lo contrario quedaría descubierta y ni ella misma entendía lo que le estaba ocurriendo con él.
Al escuchar esas palabras David no hizo más que reír, no quiso seguir con el tema, por lo que decidió darse un baño para relajarse. Luego Regina también lo siguió una vez había terminado, cuando salió del baño lista para dormir se percató de que David estaba acomodando una sábana en el suelo, de ninguna manera lo permitiría.
"¿Qué haces, David?", la pregunta lo hizo detenerse de inmediato.
"mi cama o …", comenzó a explicar, pero Regina no se lo permitió, la tentación de dormir en la misma cama con ella era demasiada, tenerla a su lado, sentir su calor y poder acariciarla, eran un sueño inalcanzable, ella no le correspondía de la misma forma, por lo que era mejor dormir bien alejado.
"por favor, creo que somos bastante grandecitos como para dormir en una cama, así que olvídate de dormir en el suelo", ante tal mandato, recogió todas sus cosas del suelo y se acostó de un lado de la cama dándole la espalda, ella se acomodó en su lado también, pasados segundos, mencionó las últimas palabras del día.
"hasta mañana, David", se sorprendió a tal punto que se volteó para verla a los ojos, su sorpresa fue aún mayor cuando sus rostros quedaron frente a frente, podía sentir su aliento bien cerquita, tanto así que el aire que exhalaba movía sus cabellos, sus ojos quedaron conectados en una intensa mirada, era demasiado para él, no podía pensar con claridad, sus sentidos se estaban nublando, su cuerpo no le respondía, quiso levantarse de la cama, pero las delicadas manos femeninas se lo impidieron.
"quédate", su voz fue un susurro casi inaudible, pero fueron las palabras más hermosas que él hubiese escuchado en su vida, así que cumplió con su deseo.
"buenas noches su majestad", la miró por última vez, como para dejarla grabada en sus pensamientos durante toda la noche y ahora sí, le dio la espalda y sintió cómo ella apagaba la luz y toda la habitación quedaba en completa oscuridad, no cabía dudas que esa noche sería una verdadera tortura.
