Muy buenos días , tardes y noches queridos lectores!

Cómo se encuentran? Les sorprendió que hoy publicara también?

Bien, para que se hagan una idea, este fic nació luego de ver la última película animada de DC (Justice Society World War II). Desde que vi el tráiler, supe que cierto escenario se presentaría en relación a Wonder Woman. Fue solo cuando lo atestigüé, que decidí empezar a escribir algo que relacionaría en cierta manera lo visto en el filme y lo que conozco de los cómics.

Espero que lo lean y disfruten.

Sin más que decir, ningún personaje me corresponde, todo es de sus respetivos dueños.


IT HURTS SO MUCH…

Por qué?

Desconocido para ella, debido al frenético ritmo que la guerra había adoptado, alguien había desaparecido de su reconocimiento. Los estruendos conseguían aturdirla, apenas permitiéndole escuchar las palabras de sus aliados o leer con claridad los mapas que tenuemente eran iluminados por lámparas de aceite.

Hollín y barro reseco se adhería en cada centímetro expuesto de la tersa piel, demostrando lo compenetrada que estaba en la guerra, una batalla que solo le deseaba el fin. El poder acabar con tanta muerte y desesperación.

Una migraña crecía paulatinamente en los escasos silencios que se generaban, como si de una señal se tratase para evitar que descansara. Un aviso que le advertía la mala idea que era el buscar la calma en dicho momento, pues no sería una buena combinación para la creación de estrategias que les permitan ganar.

Las líneas del mapa que remarcaba los desniveles del terreno parecían borronearse ante la atenta visión azul, obligándola a parpadear repetidas veces, recuperando segundos posteriores el enfoque mientras sus labios retomaban el habla, notificándoles a quienes le rodeaban sobre los posibles puntos de ataque que podrían sufrir previo a que ellos tomaran la ofensiva nuevamente.

Algo en lo más profundo de su ser trataba de notificarle sobre un tema importante. Sin embargo, las necesidades del momento reclamaban mucho más atención, catalogando al resto como meras banalidades superfluas que luego solucionaría.

El conocimiento de cuánto tiempo estuvo hablando sin parar no era captado particularmente, siendo esta una tarea relegada al resto del equipo que conformaba.

-Diana- la pronunciación de aquel nombre detuvo el flujo de pensamientos frenéticos que la líder disponía.

Alzando la mirada cian para enfrentarse a cinco personas vestidas con llamativos uniformes y un soldado corresponsal, la fémina de oscuro cabello negro sujetado por una diadema áurea inclinó milimétricamente la cabeza hacia la izquierda en simultáneo que fruncía el entrecejo.

Bailaban las sombras en la tienda militar, entorpeciendo la claridad que mínimamente otorgaban las lenguas amarillas encendidas en determinados puntos. Una danza hipnótica y adormecedora, que la confundía más con cada instante que transcurría, esperando alguna respuesta exacta a su tácito dilema.

-Dónde está Steve? – inquirió la amazona que luchaba para los Aliados en la guerra que se desarrollaba en territorio europeo.

Cuando las respuestas no se expresaron, una opresión se ejerció en el pecho de la guerrera, junto a un escalofrío y el inesperado sabor a hiel en la boca. Más atenta que minutos anteriores, ella giró con gran velocidad la cabeza en distintos puntos cardinales, esperando verlo con su habitual sonrisa mientras cargaba un ramo de flores y una pequeña caja en la mano derecha.

A paso lento, retrocedió para alejarse de la tambaleante mesa que sostenía numerosos mapas y compases. Aun así, la tormenta de emociones que daba inicio a una desenfrenada locura en la psique hizo que trastabillara, producto de una súbita carencia de fuerza en las piernas para mantenerse de pie.

Dos veloces borrones escarlatas consiguieron evitar que se desplomara sobre el suelo, observándola con total preocupación, llevándolos a pensar que, tal vez, el haber guardado silencio no resultó tan buena idea como creyeron.

-Dónde está Steve? – repitió una vez más aquella interrogante en un susurró la mujer oriunda de Themyscira.

El temor le atacó como una daga traicionera al corazón cuando el mundo guardó silencio por un minuto. La fuerte mujer, irónicamente perdió la totalidad de su entereza, teniendo que ser nuevamente sujetada con ahínco por el dúo de velocistas para evitar que desfallecerá allí mismo.

Fue en ese mismo momento de debilidad, que ella supo lo que hacía mal.

Sobreponiéndose mínimamente al dolor que padecía física y emocional, Diana de Themyscira reformuló la interrogante que por poco repetía una tercera vez.

-Qué le ocurrió? – negándose a pronunciar el nombre del piloto blondo, la ojiazul inquirió con trémula voz.

-Su avión fue derribado- el hombre alado que estaba frente a ella eligió ser el portavoz.

-Ahora mismo está en una tienda médica- la mujer de antifaz negra y ensortijado cabello claro expresó.

Por qué tardé?

Aquel instinto nato que la guerrera griega disponía se demostró al soltarse del asimiento que los metahumanos corredores mantenían sobre ella. Los pies se percibían pesados con cada paso que daba, meciéndose de lado a lado por un mareo que desconocía su origen, estirando en consecuencia ambas extremidades superiores en paralelo al suelo para alejar a los que aún estaban en la tienda de campaña militar.

Los faldones del toldo verde oscuro se sacudían con las brisas nocturnas, dejando ingresar por intervalos de tiempo un gélido frío otoñal que trataba de simplificar lo que actualmente la heroína sentía. Nadie caminaba dentro de la tienda más que Diana, quien de manera paulatina transformó los lentos pasos en un trote agitado.

Para finalmente llevarlos a ser un desesperado esprinte.

Lejanas cacofonías de máquinas mortales se perdían entre los sonoros golpes secos que las pesadas botas de la mujer efectuaban cada vez que tocaban el polvoriento suelo, casi símil a los cascos de un caballo que trataba de alejarse lo más pronto posible de su prisión.

Solitarias gotas golpeaban los brazos de la dama, haciéndole creer por momentos que se trataba de la lluvia. Lamentablemente tales pensamientos de desvanecieron cuando un rastro cálido comenzó a delinear sus delicados pómulos, revelándole que se trataba de un inherente llanto mudo, carente de gritos o reclamos, resignado a tan solo el respirar agitado.

Nunca pensó que la distancia se hiciera tan extensa por el revoltijo de pensamientos críticos que estaban avasallándola sin parar, tergiversando su sentido espacial en medio de la noche, exponiéndose ante cualquier peligro. Abstraída, Diana dejó que su cuerpo avanzara ciegamente, tropezando por segundos a causa de las inclinaciones bruscas que el terreno poseía.

De rodillas y respirando en forma errática, la pelinegra hundió los dedos en el áspero suelo, rozando algunos casquillos y trozos de madera que había sido víctimas de explosiones. Quería pensar coherentemente, anhelaba recuperar la calma, añoraba creer que todo era una pesadilla por el estrés que la guerra influencia.

Con esfuerzo sobrehumano, la amazona se puso de pie para seguir avanzando, ignorando el dolor que le carcomía para ver a aquella persona que le provocaba tales emociones. Pasos firmes y decididos se hundían en el blando suelo, intentando retenerla para que evitara ingresar a la tienda médica que solo se localizaba a diez metros de distancia, pudiendo divisar bajo la luz lunar una cruz color sangre sobre un recuadro blanco.

Estirando el brazo derecho para rozar los faldones, la luchadora de raíces griegas finalmente alcanzó a ver el pobre fulgor de las lámparas, iluminando para sus ojos azules un único catre importante.

Por qué no estuve para él?

Rojas marcas decoraban la chaqueta de cuero que el aviador llevaba encima. Oscuras manchas que endurecieron el tejido del abrigo, contrastando de manera sublime con la pálida tez del hombre que descansaba.

Sintiéndose desfallecer, Diana redujo por completo el fatídico espacio que le separaba del hombre que había llegado a generarle sentimientos vivaces, poniéndose de cuclillas a la siniestra de él y tomándole la gélida mano en el vano intento de transmitirle calor.

Los dedos índice y medio de la extremidad superior derecha se aproximaron al costado izquierdo del cuello masculino, rogando entre susurros por el hallazgo de un mísero pulso. Pese a ello, solo vacío le contestó a la mujer, doblegándola una vez más al punto en que las lágrimas ya no podían ser contenidas.

Como una niña, cuando aún vivía junto a su madre y hermanas, la pelinegra meció el tieso cuerpo del soldado, esperando a que despertara de su eterno sueño para que bromeara con ella e intentara proponerle un compromiso que uniría ambas vidas hasta el fin del tiempo. Pronunció su nombre, esperanzada de que le escucharía, abriendo así los ojos y procediera a mirarla como un tono enamorado.

El llamado paulatinamente se volvió más desesperado, haciendo que la amazona se arrastrara un poco hasta llegar a donde la cabeza de Steve Trevor estaba, tomándole el rostro con ambas manos mientras un ahogado llanto se hacía eco. Delgadas hebras doradas se filtraban entre las falanges femeninas luego de que estas se sumergieran en el corto pelo rubio, queriendo memorizar hasta el último detalle posible.

-No…- se lamentó Wonder Woman.

Sin temor a que alguien le viese, ella asentó la frente en la opuesta, tocando apenas perceptiblemente su nariz contra contraparte helada. Imploraba por sentir un ligero respirar o que inclusive él hiciera el ademán de querer besarla para que ella pudiese reaccionar de manera distinta a las miles de veces que antes ocurrió.

-Despierta…- una vez más habló adolorida ella.

Pequeñas gotas caían sobre el rostro parsimonioso, ocasionando que se deslicen posteriormente por cada lateral, casi como si él estuviese llorando también. Como si tratara de acompañarla en el dolor. Como si supiese lo que ella estaba transcurriendo en el momento.

-Lo prometiste…- por tercera vez la guerrera habló en un tono afligido.

Por qué lo rechacé?

El labio inferior empezaba a sufrir de laceraciones por la fuerza con la que era mordido, dibujando una delgada línea rojiza que tan solo servía como un castigo más por la falta de respuesta que ella tuvo todo el tiempo. Un dolor que planeaba usar para despertar de la pesadilla en la que estaba, renegando la cruel realidad de que nunca más podría escuchar la voz del soldado o ver la confiada sonrisa que era capaz de ejercer.

Solo en sus memorias sería competente para reanimarlas un sinfín de veces, mas esto reavivaría la angustia arrolladora. Mucho había perdido ya la mujer en su vida, creyendo por un mísero momento que al fin obtendría una recompensa, un regalo que plasmaría felicidad en lo más hondo del alma.

-Dijiste que cuando la guerra finalizara…- quiso reclamarle la fémina.

Impotencia en su mayor esplendor le demostraba cuán inútil era para proteger a quienes quería. Que todos sus esfuerzos no valdrían la pena. Que las razones por las que luchaba carecían de sentido alguno ahora.

Interrogantes repletos de cizaña dieron rienda suelta en lo más recóndito de su psique, cuestionándola y juzgándola sin pausa. Desanimándola al punto en que solo codiciara desfallecer sobre la figura del piloto y dormir para la eternidad.

Ya no quería levantarse y seguir luchando. No quería olvidar lo que se sentía abrazar al hombre dormido. No quería creer que todo estaba perdido.

Nulo era el aprecio a su propia vida ya.

Por qué no acepté lo que sentía?

Él la había vuelto humana una vez más. Haciéndole olvidar la monotonía, la soledad, lo artificial que sentía el paso de los días a lo largo del tiempo. Con su presencia, el reloj de la vida se detuvo y recuperó su antiguo ritmo, permitiéndole apreciar el día y la noche, ver cómo el sol aparecía por el este para caer en el oeste y ser reemplazado por la luna.

Quiso en ese mismo momento, abrazándolo sobre el catre, echarle la culpa de ilusionarla. De prometerle sueños que ahora estaban hecho añicos. De recordarle lo que se sentía ser mujer nuevamente.

Planes erradicados. Sonrisas desvanecidas. Una felicidad volatilizada por la ambición de algunos y el egoísta deseo de ver un mejor mañana por parte de otro. Todas y cada una de las posibles consecuencias que el final de la guerra podría traer para ellos dos terminó en la nada misma, pues de la ecuación había sido eliminado un factor determinante.

El cálido beso metálico de varias armas enemigas demostraban aun lo que hicieron en él, sirviéndole de recordatorio infinito a la mortal guerrera que desconocía el qué hacer de ahora en adelante.

Le retorcía el corazón en todo intento singular de abrir los ojos y ver el calmo semblante de Steve Trevor. Tan pacífico y tranquilo. Descansando luego de varias horas de labor, bajo la atenta mirada de la amazona, soñando únicamente son ella en sus brazos y sonriendo en sincronía.

Ya sin poder contenerlo más, un desgarrador aullido se expandió por toda la planicie de la zona en guerra, deteniendo incluso a las líneas enemigas. El suplicio era demasiado incluso para quienes alcanzaban a escucharlo, obligándolos a empatizar, a bajar sus cabezas y dar un breve momento de pésame.

Por qué puse mi deber por encima de mis emociones?

Gente se conglomeraba en la entrada de la tienda médica, resignados a ver sin poder o saber qué hacer para mitigar el desconsuelo de la pelinegra.

La misma blonda con antifaz negro osó aproximársele a Wonder Woman, no obstante una enguantada mano perteneciente al velocista de otro mundo se lo impidió. Diciéndole tácitamente que este era un momento privado de la amazona y que nadie debía de entrometerse.

Necesario resultaba el permitirle llorar a la mujer de enrojecidos ojos azules, la cual en la más profunda de sus angustias abrazó férreamente la figura del deceso piloto y lo meció como si de un bebé se tratara, buscando darle el mayor confort posible para que su viaje fuese apacible.

Repetitivo era el vaivén de los cuerpos, con ella sujetando la cabeza del hombre contra su plexo mientras depositaba besos en los claros cabellos, murmurando en modo poco entendible decenas de palabras que expresaban todo lo que reprimió en el tiempo compartido.

Palabras que ahora se arrepentía de guardar como el mayor de los tesoros, descubriendo que su valor era vacuo sin alguien que la escuchara.

Palabras que se esfumarían en el aire por el soplido de los céfiros, transportándolas a destinos inciertos, lejos de ella y él. Muy lejos de los dos amantes no comprometidos.

Separados por la batalla y desunidos por las promesas.

Tan cercanos y alejados, que a cualquiera le hubiese parecido irónica la relación.

Por qué solo le sonreí en lugar de besarlo?

Un metálico sonido detuvo el incesante movimiento de la mujer con uniforme azul y rojo. Virando la cabeza hacia la derecha, donde anteriormente la mano de Steve Trevor estuvo cerrada, ella vio que una marca estaba en la palma. Como si en todo momento el hombre estuviese aferrado a un objeto en particular.

Un accesorio que más de una vez Diana había visto.

Ignorando un suave grito a su espalda, la amazona apretó los dientes con el fin de reprimir un grito ensordecedor, procediendo a depositar cuidadosa el cuerpo del difunto sobre el catre y dedicarse a peinarlo de manera prolija, eliminando los rastros de lágrimas que le dejó, cruzándole ambos brazos sobre el pecho para demostrarle al mundo que se marcharía al más allá con todo el amor de ella en su interior.

Enderezándose, tomó profundas inhalaciones que luego exhaló metódicamente, buscando reinar sobre sí misma en simultaneo que ocultaba las orbes cian bajo los párpados durante un eterno minuto.

Eliminando todo rastro emocional del rostro, lo cual aterró absolutamente a los compañeros de trinchera que tenía, Wonder Woman se puso de pie y rodeó el lugar donde su amado descansaba, hincando la rodilla en el sucio suelo terroso con el propósito de tomar con sumo cuidado una pequeña pero valiosa joya. Una banda plateada que encima llevaba un diamante estuvo a punto de romper otra vez el serio semblante de la mujer, sin embargo supo controlarse.

-Diana…? – un hombre con capucha amarilla y el símbolo de un reloj de arena distinguiéndolo de otros, llamó.

Dedicándole una penetrante mirada a la fría alhaja, la susodicha simplemente se la colocó en el dedo anular izquierdo, jurándose nunca sacarla de allí, sin importar el tiempo o las necesidades.

Ella nunca se quitaría el anillo de compromisos que siempre rechazó.

Lo llevaría consigo hasta el día en que suba a la barca y descanse en la Isla de los Bienaventurados.

Terminando de despedirse en silencio y bajo la mirada atenta de otras personas, la última de las amazonas que habitaron tiempo atrás Themyscira se irguió por completo. Ajustando el cinturón de cuero donde colgaban tanto su espada como escudo en la espalda, ella ni se molestó en borrar el rastro de dolor que delinearon las mejillas, buscando enseñarlas a sus enemigos.

Demostrarles que el dolor que padecía sería devuelto con creces.

-Vamos a terminar esta guerra- ronca y ausente de emociones, la líder del equipo que Steve Trevor había seleccionado personalmente habló.

Abriéndose paso entre los demás en dirección al campo enemigo.

Por qué fui egoísta?

Lo que a continuación ocurrió para la heroína de raíces griega, podría catalogarlo en sus palabras como una infinidad de imágenes que avanzaban sin detenimiento alguno. Una secuencia fílmica donde el punto de vista que existía era el que sus propios ojos lograban captar.

La misma guerra donde perdió al dueño del anillo que cargaba en la mano izquierda, finalizó de manera sucinta, blandiendo la espada día y noche entre las líneas contrarias, segando vidas de forma más rápida que cualquiera pudiese imaginar. Un hermoso ángel mortal que reclamaba almas sin escuchar excusas de misericordia, asegurándose de que nunca más vuelvan a repetir sus atrocidades.

Luego de ello, las batallas nunca más cesaron. Su madre la había advertido que el mundo de los hombres era cruel, y aun así ella deseo verlo, vivirlo, experimentarlo en carne propia. Llegando a la conclusión de que era una verdad a medias, pues los recuerdos de tiempos pasados definitivamente negaban que todo habitante era malvado o poseía intenciones retorcidas.

El tiempo se llevó a sus compañeros, cayendo en inmensas crisis o sencillamente por el tiempo que erosionaba montañas como lo eran ellos.

Invasiones, seres de otros planetas, dimensiones e inclusive proveniente de los sueños más retorcidos se enfrentó la mujer pelinegra a lo largo del tiempo. Viendo naciones ascender y caer con tanta facilidad, que por un instante se puso en duda a sí misma si su destino era vivir hasta el final de todo para apagar las luces y bajar el telón de la tragedia dramática que su vida era.

Quiso avanzar.

Expresar emociones como antes

Relacionarse de manera íntima con personas cercanas, con aquellas a las que aprendió a confiarles su vida de manera recíproca.

Pese a todo ello, Diana misma supo que nunca lo lograría. Instintivamente, al pasar lo años y volver a ver rostros que conoció en el pasado, la amazona supo que su corazón era lo único que se hallaba ausente dentro de ella, habiéndolo dejado en manos del único que supo y pudo amar.

Fue debido a esto, que a pesar de ansiar el cese de la respiración, ella no conseguiría su destino final a menos que fuese mediante una causa justa. Una que le convalidaría la entrada directa a los Campos Elíseos bajo la bendición de los dioses que en todo momento la vigilaban.

Una vigilancia que llegó a su fin en la última batalla por la aniquilación de un gran mal a manos de Wonder Woman. Un retorcido y macabro destino que buscaba destruir y corromper todo a su paso. Un gran mal que encontró conclusión ante el poder absoluto de la amazona luego de haber estado en presencia del ente mayor de la existencia.

Por qué duele tanto?

Cuando la brillante luz se esfumó de los ojos azules posterior a deshacerse del temible mal, Diana se encontró de espaldas y meciéndose de izquierda a derecha en un mesmerizado vaivén. Curiosa, ella movió la cabeza para ver su alrededor, encontrando solo una desgarbada figura encapuchada que manipulaba un roído remo.

-Dormiste todo el camino- la voz hueca del ser se oyó en todo el sistema fluvial subterráneo.

Enderezándose, la amazona revisó que todas sus pertenencias estuviesen con ella, soltando un suspiro de alivio al notar que su más preciada adquisición permanecía en la mano izquierda, llevándola contra el seno del pecho mientras esbozaba una sonrisa.

Inconsciente para ella, el barquero también había emulado el gesto facial, negando luego con la cabeza y bogando cuatro veces más antes de aminorar la velocidad. En el segundo que la barca rozó un terreno arenoso, la dama de esplendorosa belleza despabiló.

Para consecuentemente volver a perder el aire al reconocer el verde prado que más allá de la arena había.

Automáticamente el cuerpo se movió, descendiendo del navío y caminando ciegamente por el terreno, reconociendo rostros amigos. Saludos tácitos se efectuaron, moviendo las manos o dando simples asentimientos, todo el tiempo sin dejar de sonreír jubilosamente.

Un mueca que se quebró en su totalidad al darse cuenta que caminó durante lo que parecieron horas hasta llegar a una cabaña, donde un figura masculina aguardaba paciente de brazos cruzados. Una pronuncia barba blonda decoraba el rostro que alguna vez recordó lampiño, mas esto no le desagradaba a la mujer que se paralizó a meros metros de distancia.

Ante la falta de respuesta física, el hombre acortó la distancia, quedando frente a ella y elevando la mano derecha hasta el grácil rostro divino, alejando un solitario mechón gris acusador del tiempo que le afectó. Las yemas de las falanges rozaron la línea de la mandíbula, aplicando un ápice de fuerza para obligarla a que se miren fijamente.

-Te extrañé…- susurró Diana, empezando a llorar lentamente de felicidad.

-Te extrañe también…- respondió Steve, abrazándola primeramente y besándola como deseó hacerlo el día en donde su avión fue derribado.

Por qué duele tanto? Porque fue verdadero


Final del one-shot, lectores queridos!

Qué les pareció?

Gustó como humanicé un poco más a la mujer más poderosa de DC?

Fue corta la historia?

Esperaban algo más?

Por favor dejen sus comentarios, opiniones, dudas, preguntas, etc. Solo así sabré como mejorar.

Saludos y hasta la próxima!

PD: En serio hagan sus reviews…no sean tacaños.