- Entonces… esto es real.

La voz le tiembla cuando lo reconoce en voz alta, a pesar de que ha tenido semanas para hacerse a la idea de que estas visitas no son parte de su imaginación, aún así, todavía no parece estar del todo convencida de cuán real es, sabe que está ahí, frente a ella, pero si puede verla entonces no puede tocarla, ¿por qué no dañarla o secuestrarla? Demasiadas cosas pasan por su mente mientras se acerca a la figura que espera de pie junto a la mesa de guerra, él la está esperando, apacible.

- ¿Qué… qué tan real? – se atreve a preguntarle entonces.

- Todo lo real que podría ser.

Su voz. La recuerda bien, se cuela por sus oídos y hace que una extraña corriente eléctrica le baje por la espina, es cálida para ella, familiar.

- ¿Por qué?

- Tú me llamaste, Alina.

¿Era esa otra mentira? Lo meditó un instante, deteniendo sus pasos. ¿Ella quería verlo? Aunque quisiera negarlo había una parte, una pequeña parte en ella que gritaba que sí, que quería volver a ser el foco de atención de esos ojos grises, que quería volver a sentirse única, estar con alguien que la respetara como su igual, y nadie había comprendido eso tan bien como el Darkling.

- Y tú acudiste – susurró entonces volviendo a retomar la marcha esta vez más lentamente.

La esperó, sus ojos se entrecerraron un poco como si estuviera sorprendido por su audacia, pero no hubo ninguna otra expresión en su rostro perfecto, ella avanzó, y sólo se detuvo cuando estuvieron frente a frente.

- Por supuesto – susurró él entonces, respondiendo a su anterior declaración.

Quería tocarlo, desesperadamente, aunque lo intentara no podía luchar contra las imágenes que aparecían en su mente, los besos que habían compartido, el deseo, la ira, y la pregunta que ella había dejado morir en el aire.

- Tú sientes ira cuando estás cerca de mí – no sabía porque seguía hablando en susurros, pero parecía extrañamente lo adecuado.

- Tú me haces sentir muchas cosas, señorita Starkov, pero sí, siento ira porque continúas haciendo que quiera confiar en ti.

- Y sigo decepcionándote – adivinó.

- Sí.

- ¿Crees que las cosas hubiesen sido diferentes de haberme dicho la verdad?

- No lo sé, pero no negaré que esa idea me remuerde, te subestimé.

Ahora fue él quién dio un primer paso, movió lentamente su mano hasta que casi tocó el rostro de Alina, pudo sentir el calor previo al contacto en la mejilla, pero él no lo concretó, aguardaba pacientemente a que fuera ella quien cerrara el trato, y por alguna razón ella no quiso decepcionarlo más. Alzó también la mano y armándose de valor la puso sobre la del Darkling, el contacto fue apenas eso, pero terminó de convencerla de la realidad de la situación y un montón de sentimientos difusos explotaron dentro de ella, él la miraba con sus ojos grises complacidos, y algo como la sombra de una sonrisa naciendo en sus labios.

- Nunca dejas de sorprenderme, Alina.

Él inclinó su cabeza hasta que sus frentes se tocaron, los segundos pasaron hasta transformarse en minutos, pero ambos sentían algo similar, sentían como el otro llenaba esa parte que había quedado hueca desde el momento en que se separaron, y por lo que pareció un instante, se sintieron nuevamente completos.

Al menos hasta que alguien interrumpió el momento tocando a la puerta de la habitación, ella rompió el contacto primero, a regañadientes, lo miró, dudando.

- Ve – la instó.

A cada paso que se alejaba de él para llegar a la puerta le llegaba un grado de cordura ¿qué estaba haciendo? La locura no le quitaría culpa, estaba confraternizando con el enemigo, con el que había intentado asesinar a Mal para manipularla, ¿en qué estaba pensando?

- ¿Sí? – preguntó abriendo la puerta sólo un poco.

- ¿Puedo pasar? – Mal estaba de pie fuera de la puerta.

Por puro instinto miró hacia atrás, su mirada encontró rápidamente los ojos grises del Darkling, ¿qué era lo que quería? ¿su permiso? ¿privacidad? Ni ella misma lo sabía, pero él decidió por ella, hizo un leve asentimiento y se retiró a la esquina más alejada de la habitación, como si quisiera darles un poco de espacio.

Alina

- ¿Sucedió algo? – pregunté después de hacerme a un lado para dejarlo pasar.

- Sí y no, quiero decir sí, aunque no creo que sea gran cosa.

Alcé una ceja, esperando, Mal no solía ser tan ambiguo con las cosas.

- Te extraño – dijo al fin, en voz baja.

Las palabras eran sencillas, concretas, pero no hubo corriente eléctrica esta vez, solo un temblor doloroso, había estado ausente demasiado a menudo, suficiente para que el rencor que había entre nosotros creciera sin que pudiese remediarlo, ¿habría espacio aún para sanarlo? No quería perderlo, pero tampoco me había demostrado interés en el último tiempo.

- Yo también.

- Ven conmigo mañana, iremos al lago, puedes practicar tiro, o descansar, lo que tú quieras.

- Mal… No puedo, mañana tengo que ir con Nikolai a una reunión con los banqueros.

- Di que estás enferma.

Sentí la mirada burlesca del Darkling apenas esa frase terminó.

- Los Grisha no se enferman.

- Bueno, dile que estás ocupada. Los otros Grisha se toman tiempo para…

- Yo no soy como los otros Grisha – sentencié.

- Ya… Santos, detesto este lugar.

- ¿En serio? – lo preguntaba de verdad, sorprendida por lo vehemente que sonó su voz.

- Odio estas malditas fiestas, la gente, todo. Incluso aunque quisiera negarme si me quedo demasiado tiempo aquí la gente habla de nosotros, intento detener rumores, ni siquiera sé si debería estar aquí ahora.

- ¿Y qué quieres que haga, Mal? Yo no pedí esto, pero es lo que soy, y salir corriendo contigo en dirección a las montañas no va a hacer que deje de existir – su boca se abrió para cerrarse inmediatamente después.

- Sé que no. Pero tú querías venir aquí, querías liderar el segundo ejército, y encontrar al ave de fuego para liberar Ravka, pero a mí no me importa Ravka. Tú me importas.

El ambiente se tensó en la habitación, casi sentí que podía escuchar mi corazón por encima del pesado silencio, Mal dio dos zancadas, y me tomó de la cintura.

- Vuelve a mí, Alina – dijo, y sonó como si rogara.

Pero no era tan sencillo ahora, incluso con Mal sosteniéndome podía ver al Darkling en la oscuridad de la esquina, más alto, más fuerte, más cerca de casa. Me puse rígida, hace poco tiempo atrás no hubiera dudado un segundo antes de besar a Mal, ¿realmente estaba todo terminado entre nosotros? ¿no quedaba nada?

- ¿Qué? – me soltó y retrocedió un paso al notarlo.

- Esto… no va a cambiar nada.

- ¿Cómo dices?

- Aún si me besas, mañana por la mañana yo seguiré siendo Grisha, aún si consigo más tiempo para verte, seguiré siendo Grisha, y aún en el remoto y lejano caso de que logre terminar con la sombra y con todo esto, aún si muero, la gente me recordará como La invocadora del sol, y seguiré siendo una Grisha.

Eso pareció descolocarlo durante un minuto, cuando por fin el entendimiento llegó a sus ojos estos se oscurecieron, estaba enfadado.

- Deberías haberme detenido, todo este tiempo aquí sólo hice el ridículo, si no me querías, Alina, debiste habérmelo dicho.

- Y luego hay gente que dice que yo tengo un problema con la egolatría – el comentario sarcástico del Darkling estuvo a punto de hacerme reír, tuve que contenerme ante lo absurdo de la situación.

- No has entendido nada – me quejé entonces.

- ¿Es por Nikolai?

- ¿Qué? ¡No!

- Comienzo a preocuparme seriamente por esta competencia otkazat´sya, Alina – otro comentario mordaz desde el fondo.

- Deje que las cenas, las reuniones y las partidas de caza me alejaran de ti, dejé que me hicieran a un lado con la esperanza de que me extrañaras lo suficiente como para mandar todo al infierno.

- Esto es más grande que nosotros Mal.

La parte más molesta de mí habría querido decir esto es más grande que tú, pero la silencié a tiempo, no importaba como se lo intentase explicar, no lo entendería.

- Estoy cansado de esto – sacudió la mano en el aire – me cansé.

Se dirigió a la puerta pasando por mi lado tan rápido que sentí como el aire en mi costado se enfrío, pensé en tomarlo del brazo e intentar explicarle de nuevo pero la intención murió después de escuchar el portazo.

- No quiero parecer insensible, ¿pero tal vez ahora podríamos terminar nuestra conversación?

Me giré para encontrarme al Darkling a medio paso de mí, a pesar de que no lo había oído moverse, medio suspiré.

- ¿Sobre la competencia otkazat´sya? ¿O sobre tus mentiras?

- Sobre las mentiras, por favor. Ambos sabemos que en el fondo hace tiempo que ya no tengo competencia.