Nota: Inspiración de madrugadas.
Están sumidos en la calma silenciosa que la habitación de la castaña les brinda. En ese tipo de intimidad dónde con sólo la compañía del otro era más que suficiente.
Dónde a veces Gojō no puede evitar el dejarse inundar por la melancólica calma que la presencia de Shouko provoca. Como si fuese un indicativo de que allí podía relajarse y recargar energías.
No dejaba de ser él, simplemente Gojō también tenía ese derecho de descansar del mundo. Y la compañía de Shouko era perfecta para ello.
(Que a veces la molestara, era otra cosa).
Sobre todo cuando su trabajo de ser maestro y de acompañante de un Host —principalmente, porque era entretenido—, le abrumaban.
Y pues... Shouko no le negaba la entrada a su morada. Ya sea que entrara por la puerta o por la ventana.
Parecía que ella se acostumbró a sus llegadas imprevistas. Y como si fuese una regla no dicha, él entraba y en silencio se echaba en la cama de Ieiri como si nada; mientras ella se volvía a sentar en su escritorio.
A veces haciendo papeleo del hospital en el que laboraba o con sus vicios: Tomando licor, cerveza, café o fumando y llenando el cenicero a su máxima capacidad.
Algunas veces la miraba, curioso por lo que pasaría por la mente de su amiga (a veces, acompañante).
¿En qué estaría pensando Shouko, mirando a la nada mientras tomaba o fumaba?
— Shouko.
Ella parpadeó antes de mirarlo, con la misma mirada aburrida de siempre. Con un cigarrillo en sus labios.
Pero preguntando en silencio un « ¿Qué es?».
— Quiero que vivas un poco más, Shouko.
Fueron las palabras que salieron sin pensarlo mucho, como si fuese lo más natural del mundo. (Cómo si fuese una exhalación).
Shouko lo miró un rato más, para luego sonreír de lado con el cigarrillo todavía en sus labios. Dándose la vuelta en su silla giratoria después.
(Apagando muy discretamente el cigarrillo por esa noche).
