Los personajes que aparecen aquí no me pertenecen son de Gege Akutami , yo solo escribo por diversión.
A Toji le gustan las mujeres, este hecho fue nuevo para el propio Toji durante un tiempo y después se convirtió en algo tácito, como una doble piel puesta sobre la ya magullada, esto le fue inculcado a hierro y fuego, o mejor dicho fue una excusa más para disciplinarlo, para que no dejará aún más en vergüenza a la familia donde nació, a la que debía servir como un mísero esclavo aún si fuera de la rama principal de la familia, por qué también nació sin energía maldita, lo que se traducía en una deshonra, en un desperdicio de humanidad. Porque los Zen'in eran un clan fuerte lleno de hechiceros de primera categoría, llenos de fuerza y orgullo.
A Toji no le gustaban las mujeres y el día que se atrevió a decirlo en voz alta su infierno se triplicó, las palizas duraron más, los días sin probar comida duraron más, los encierros en aquellos calabozos subterráneos dentro de la finca Zen'in duraron muchos más días, rodeado de maldiciones de primer grado que no tenían piedad, que le habían roto tantos huesos que ya no quería contar, también le rompieron el espíritu y las esperanzas.
Nacer en ese clan había sido nacer en el mismísimo infierno y no importaba cuántos castigos más pasarán jamás sería suficiente y el único pago aceptable era su muerte.
Naoya era amable, aquel chiquillo varias veces se jugó el pellejo para llevarle aunque sea un vaso de agua y un pedazo de pan; a llevarle vendas cuando por fin lo dejaban respirar un rato o se aburrían de golpearlo. Que lastima que crecería viendo la arrogancia misma hecha persona, lastima que crecería siendo un bastardo más de aquel clan podrido.
Que lastima porque hubiera sido grandioso poder conocerlo más, pero Toji ya no podía más, tenía que salir de aquel infierno.
Años después su salvación llegó curiosamente en forma de mujer, en forma de un ángel con una sonrisa radiante y actitud desafiante de nombre Fushiguro Akiko.
Resultó ser una parienta lejana pero que había solicitado trabajo y estaría ahí para servir a la familia, como si necesitaran más servidumbre. A Naobito no le importo en realidad, el viejo se la pasaba todo el día bebiendo así que ni siquiera se dió cuenta de su presencia pues era un mujer y ellas valían aún menos.
Resulta que era un torbellino por qué llegó a revolver desde lo cimientos su vida y su persona. Era como una nube; suave, bonita, esponjosa. Toji se vio riéndose de sí mismo por tener esos ridículos pensamientos hacia alguien, pues había entendido de la peor forma que la gente era despreciable, que todos eran una mierda y más si estaban vinculados a ese maldito clan. Pero ella era completamente diferente; le gustaba cantar mientras hacía sus quehaceres, siempre estaba sonriendo y platicando con todo mundo, viendo en qué más podía ayudar. Metiéndose aquí y allá en las vidas de los que la rodeaban y animandolos, era obvio que ella nunca había conocido la maldad al grado que todo ellos y cuando conoció a Toji todas esas cualidades se habían potenciado porque él no se acercaba ni hablaba con nadie y los demás lo ignoraban como la peste, como si al acercarse algo los infectaria y les quitaría lo poco de energía maldita que tenían.
A él hace mucho que dejó de importarle pero Akiko era perseverante, saludandolo todos los días aunque no recibiera más que su silencio, buscando la forma de entablar conversación aunque la ignorara, persiguiendolo por toda la finca y sentándose a comer descaradamente junto a él a la hora de la comida, era como una pequeña polilla orbitando alrededor de él, como si fuera una fuente cálida, como si el conocerlo fuera algo imperativo y necesario.
Sus ojos negros era intensos y brillantes al igual que su sonrisa y Toji tras evaluar que no era peligrosa termino cediendo; le dijo su nombre y que ella debería de irse de ese lugar cuanto antes y todavía que pudia pues si a alguno de sus hermanos o primos se interesaban en ella, ya no podría salir del fango y terminaría siendo consumida hasta morir.
Akiko no se fue e incluso una vez fue testigo de una paliza dada a plena luz del día en medio de uno de los bonitos jardines de la finca. Ella lloró por él, por cada hematoma marcado en su ya curtida piel. Le curó cada corte y tuvo la delicadeza de una pluma al cuidarlo, le dió de comer hasta que pudo nuevamente sentarse y hacerlo por su cuenta.
Entonces fue la primera vez que ella le dijo que se iría...pero solo si él se iba con ella.
Toji sabía que debía salir de ahí, lo quería, realmente lo quería pero había algo deteniendolo, como si algo en su cabeza lo anclará ahí, lo amarrara al lugar que lo vio nacer; como una especie de apega a los bastardos que le habían destrozado la vida y eso lo paraliza y le acelera el corazón, como si afuera todo fuera mucho peor. Lo sabía, era estúpido pensar eso por qué no había peor lugar que ese.
Su vacilación casi le costó la vida pues Naobito en un arranque de ira y demasiado alcohol se desquitó con el que ya estaba listo para aquello; fue arrastrado nuevamente a los calabozos, pero Toji vio que una de las maldiciones era nueva, una con una horrible mueca de sonrisa permanente en lo que podría catalogarse como su rostro. Su aura era apabullante, tanto que las demás maldiciones se mantenían al margen y todo lo que recuerda después de eso es el llanto de Akiko.
Como pudo, abrió el único ojo que aún le servía pues el otro estaba hinchado y cerrado, esperaba que no para siempre. El ardor que sintió de repente en su pecho lo hizo sisear y alertó a la destrozada mujer que había despertado. Akiko tenía sus ojos apagados, incluso estaba pálida y no dejaba de temblar. Toji no quería verla así, no quería ser motivo de que ese bello ángel muriera de a poco en vida.
Trato de hablar pero su boca estaba seca y el regusto de hierro en ella junto al escozor en su comisura del lado derecho se lo complicó.
Akiko le acercó un vaso de agua, levantando su cabeza para ayudarlo a beber, la frescura del agua le vino bien; se permitió cerrar el ojo por un instante y tomar verdadera resolución y una decisión que cambiaría su vida, la vida de ambos.
Quitarse los grilletes imaginarios y la cadena que a diario lo ahorcaba fue más fácil de lo que pensó y supo que salir de la finca no lo iba a matar. Habrían huido lejos, quizás saliendo del país, pero por el momento solo tenían unos pocos ahorros de Akiko y un techo por el momento pues habían recurrido a la ayuda de una tía materna de los Fushiguro.
A Toji no le gustaban las mujeres pero Akiko le agradaba y no sabe qué fue lo que pasó pero estar con ella y sostener su mano mientras la escuchaba hablar de todo lo que le había pasado en el trabajo mientras cenaban era algo que empezó a esperar con ansias.
En un principio él se hizo cargo de la comida y las labores, nada que no supiera ya o no hubiera hecho en la finca, pero poco después consiguió trabajo en un bar como cadenero; su complexión robusta y apariencia intimidante ayudó en gran parte. Fue extraño experimentar tranquilidad y cotidianidad, sin esperar palizas ni desprecio, fue extraño que la gente que lo rodeará no lo viera mal o como un desperdicio. Hacer amistades fue aún más hilarante; dentro de su trabajo empezó a convivir con el resto del personal y se vio fumando un cigarrillo acompañado de alguien más o caminando hacia la parada del bus rodeado de personas que bromeaban y hablaban de cosas tan comunes como problemas para pagar facturas, amores que parecían imposibles o relaciones exitosas, planes de un futuro incierto pero tan cerca que si parpadeabas podías verlo.
Toji no sabía que iba a hacer mañana o al día siguiente de este, solo sabía que por ahora esto le agradaba y esperaba que durara. Aunque las pesadillas en la noche le recordaban su pasado, trato de que eso no mermara el buen ánimo y las pocas esperanzas. La mano de Akiko siempre lo acariciaba para calmarlo o sus brazos le sostenían cuando se estaba desmoronando.
Sus labios sobre los suyos se sentían extraños pero de alguna forma lo reconfortan, sentirse deseado era algo completamente nuevo al igual que querido y aparentemente aceptado.
A Toji no le gustaban las mujeres pero de alguna forma Akiko se metió en su corazón e hizo su nido ahí, dejó su sello grabado a fuego. Empezó a salir con ella y hacerle el amor fue natural, tan natural como el respirar, como el comer, como el caminar, como el vivir.
Se casaron, nada especial ni grandioso solo los dos en el registro civil firmando papeles y dos sencillos anillos de plata en sus dedos anulares; dejó de ser un Zen'in para ser un Fushiguro y eso se sintió mil veces mejor.
Toji no conocía el afecto materno ni el paterno, no conocía los sentimientos, los cuidados que solo los padres tienen con sus hijos, no sabía de juegos ni de amigos, que el llorar está bien y no era de débiles, no sabía abrazar pues aún se quedaba estático cuando Akiko lo rodeaba con sus delgados brazos y su respiración se estancaba por la ansiedad y el miedo de que fueran a atacarlo. Antes que un abrazo sintió los golpes despiadados de humanos y maldiciones y lo que Akiko le ofrecía era bueno y se sentía bien.
Dejó de luchar por mantenerse con vida y empezar a luchar por mantener una vida estable.
Akiko le enseñó a escribir y leer, le enseñó el amor, el cuidado y la devoción que se le da a las personas que amas, sin recibir ni quitar nada a cambio, solo eso, amor puro y sincero.
Una parte de él dentro de su cabeza a veces se sentía mal por esto, independientemente de las ideas clavadas en su cabeza con puño de hierro de que él no merecía nada bueno, había otra que le decía que estaba mintiendo, que no era completamente sincero, pues no era normal que se detuviera a apreciar la belleza de otro hombre que llamara su atención en el bar, o en la calle, en las salidas que tenía con Akiko, aún así no podía evitar mirar.
Jamás se lo dijo; jamás lo diría nuevamente en voz alta por qué no quería perder lo que tenía, no quería que Akiko lo rechazara, lo odiara...lo dejara. Estaba seguro que podía sacrificar eso con tal de permanecer así para siempre.
La llegada de Megumi para Toji fue sorprendente; tiempo atrás jamás se le hubiera pasado por la mente tener hijos, se sentía irreal y extraño estar cargando a un ser tan frágil, a alguien que dependía enteramente de sus padres para sobrevivir. Él se sentía tosco y torpe con aquel ser entre sus brazos y temía que un movimiento en falso le hiciera daño, pero Akiko confío nuevamente en él, en que jamás le haría daño a su propio hijo. Se lo dió en brazos para que sintiera su calor, para que este momento Toji lo guardará en sus más preciados recuerdos, que esto suplantará alguno de los horrible de su pasado, que éstos también fueran cimientos para un hermoso futuro.
Para Toji fueron los mejores cuatro años de su vida y constantemente regresaba a ellos; soñaba con ellos, añoraba estar nuevamente en ellos. Una parte de él no se extraño por lo que pasó cuando Megumi cumplió año y medio, era como si una parte de él inconsciente supiera que esto iba a pasar; que escapar del clan Zen'in no era tan fácil, pero Kakiko siempre le hizo creer que era posible, que todo era posible, que haberse ido a vivir a Sendai a tan solo seis horas del clan que le había arrebatado su niñez, su adolescencia y parte de su adultez no los alcanzaría ahí.
Que equivocado estaba, que estúpido e ingenuo fue. Si se concentraba podía escuchar la risa enferma de Naobito cuando le estuvieran notificando que fue todo un éxito haber matado a Akiko, haberle sacado el corazón y clavarlo en la pared con el mensaje de que no hay escapatoria, no hay a dónde ir cuando eres parte de esa maldita secta.
Toji pensó que no se podía ir más abajo del abismo una vez que estabas en el fondo, pero se encontró con que solo había aterrizado en un pequeño desnivel que se desmoronó y lo hizo seguir cayendo. Sin akiko no había luz brillante como bien su nombre significaba; ella era su luz, pero la habían apagado, la habían extinto y solo le quedaba la esperanza en sus brazos viéndolo con enormes ojos azul como Zafiros, largas pestañas y nariz respingada, toda la viva imagen de Akiko. Lo poquito que le quedaba de ella y lo poquito que le quedaba de cordura.
Nadie dijo que ser padre soltero sería fácil, no había instrucciones o un manual, al menos agradecería que alguien le dijera cómo hacer que Megumi dejara el pañal, eso le ahorraría mucho dinero ahora y quejas de la niñera de la guardería municipal.
Sin embargo Megumi se rehusaba y Toji sopesaba qué podía hacer pequeños sacrificios con tal de no lavar más ropa orinada o en el peor de los casos cagada. Solo compra los pañales y ahorraré todo aquello, quizás en la siguiente apuesta de caballos le toque suerte y haya más dinero para más pañales.
—¡Yuuji no corras!.
Toji no lo piensa dos veces antes de lanzarse a rescatar al mocoso que estuvo apunto de morir enterrado por una torre de toallitas húmedas a tres pasos de donde él y megumi estaban.
Cuando abrió los ojos, dos botones café caramelo lo miraban sorprendidos y con la boquita en una mueca de asombro, para enseguida pasar al miedo. Toji pensó que debía estar poniendo esa cara que también a Megumi le daba miedo así que trató de serenarse, pero falló pues en cuanto se enderezó el niño salió corriendo a esconderse tras las piernas de alguien.
—Lo siento tanto, ¿estás bien?, ¿Te lastimaste?.
Toji lo vio y nuevamente vio ojos café caramelo tras unas gafas rectangulares sobre una nariz respingada y cabello corto rosa chicle, un color bastante peculiar para otro hombre quizás de su misma edad. Su rostro se veía genuinamente preocupado, Toji sintió extrañamente algo tirar de su pecho, pero lo ignoro por qué el pequeño niño asomó su carita y noto que eran idénticos, solo que el cabello del niño era de un rosa más claro y tenía en la parte baja de la nuca y costados cabello más oscuro. Bastante extraños ambos.
—Estoy bien ¿El niño...también está bien?.
Aquel hombre giró un poco su torso para ver a su hijo solo un instante y sin dudarlo contestó.
—Él está bien. En verdad muchas gracias por ayudarlo y disculpa la molestia. ¿Seguro que estás bien? ¿No te pegaste o lastimaste? Puedo llevarte al hospital si quieres.
Toji sudo frío al tener al hombre mucho más cerca de lo que esperaba, pues con su mirada recorría su cuerpo quizás buscando alguna herida y eso lo puso demasiado nervioso por qué maldita sea era un hombre lindo. Toji se enderezo y carraspeo y con total seguridad también habló.
—Estoy bien, solo son toallitas húmedas no hay necesidad de ir con nadie, con permiso.
Toji se dirigió hacia el carrito dónde estaba Megumi quien había visto todo en completo silencio. Viendo a Toji fijamente cuando se acercó y quién sin más echó al carrito el paquete de pañales jumbo de cuarenta piezas que acostumbraba comprar.
—Por cierto soy Itadori Jin y él es Yuuji, muchas gracias por la ayuda.
Toji se detuvo al escuchar el nombre; era bonito y le quedaba pensó tontamente. Considero por un segundo si decirle su nombre era buena idea, pero lo cierto es que no había razón para no hacerlo el tipo había sido amable. No pasaría nada malo ¿cierto?.
—Fushiguro Toji y él es mi hijo Megumi.
Jin volteo a ver a Megumi y le sonrió amable levantando un poco la mano y meneando como saludo. Megumi lo vio pero no hizo nada para saludarlo.
—Oi Gumi ¿que son esos modales!, te están saludando.
—No hay ningún problema Fushiguro-san, es un gusto conocerte Megum-chani, ¿Cuántos años tienes?, Yuuji está por cumplir los dos años, ¿cierto Yuuji?.
El pequeño niño que seguía detrás de su padre olvidó por completo su miedo inicial y salió para contestar un alto y estridente —¡Si!. — y fue como si a Megumi le mostrarán un cachorro, una mascota de la cual estaba completamente interesado por qué sus ojos brillaron en cuanto vieron la sonrisa y la emoción en el otro pequeño, algo que para Jin no pasó desapercibido, así que se le ocurrió una idea para compensar un poco de lo que Yuuji había hecho aparte de recoger los paquetes de toallitas húmedas.
—Cumplio los dos años este diciembre. —Toji contestó.
—Oh vaya ya eres todo un hombrecito Megumi-chan, bueno que les parece si los invitamos a comer un postre en compensación por los inconvenientes, solo busquemos a su esposa y vayamos. Antes que me diga que no estoy seguro que nuestros hijos quieren conocerse y jugar.
Toji no supo qué hacer. Jin era arrolladoramente intimidante, demasiado alegre, demasiado brillante y ese tirón en su pecho volvió. Miro a Megumi quien seguía viendo al otro niño y noto el brillo en sus ojos, tan parecido al de su madre cuando algo la emocionaba.
—Mi esposa no está aquí.
—La mía tampoco, entonces vayamos, solo deja...oh señorita déjeme ayudarle.
Jin giró sobre sus talones ya levantando unos paquetes del suelo y ayudando, así la empleada de piso le dijo que no había ningún problema y podía irse.
Toji no supo por qué lo espero, por qué no simplemente dio media vuelta tomó a su hijo y sus compras y se largó de ahí. Quiso culpar a Megumi pero incluso él sintió algo de paz al verlo entusiasmado.
Ambos hombres se dirigieron a las cajas a pagar sus compras; Jin se dió el tiempo para observar a ese hombre corpulento y de mirada fría, pero toques suaves con respecto a su hijo, pues cuando lo bajo del carrito de supermercado lo hizo con mucho cuidado, como si tuviera en sus manos un valioso tesoro, así como el sentía cuando cargaba a yuuji en sus brazos.
Fueron por unas crepas y al parque más cercano, se sentaron en una mesa de picnic, ambos adultos viendo como los dos más pequeños disfrutaban del postre y se compartían el del otro; Yuuji había pedido uno relleno de fresas con crema pastelera y Megumi uno de chocolate y plátano. Curiosamente el silencio no era cómodo, Toji no se sintió extraño y se animó a ver a Jin, quien comía animadamente contemplando a los niños.
—Gracias, no era necesario pero gracias.
—No hay de que, al contrario, gracias a ti por correr a salvar a un niño travieso como Yuuji...a veces es demasiado entusiasta para su propio bien.
—Su madre debe de tenerlo mejor controlado, la de Megumi tenía mayor éxito haciéndolo hablar.
—No sabría decirte eso...Kaoru se fue antes de que Yuuji cumpliera los seis meses.
Toji se sintió nervioso y lo reflejó en su rostro.
—Oh no te preocupes hace mucho me resigne...ella, solo cambio y se fue…
Nuevamente el silencio cayó en ellos y nuevamente no se sintió mal ni incómodo, era algo así como solemne y Toji se sintió de repente animado a hablar.
—Akiko murió hace más de seis meses.
—Lo lamento mucho — Jin sin pensarlo estiró su mano para alcanzar la de Toji dándole un apretón que hizo estragos en él y no supo porqué, pero fue aún más extraño ver a Jin reflejar verdadero pesar en sus ojos por alguien que no conocía y su toque se sintió cálido, se sintió reconfortante. Ambos apartaron las manos cuando Megumi y Yuuji gritaron que querían ir a los columpios pues ya habían acabado sus crepas. Jin sin pensarlo les dijo que sí, así que los cuatro se pararon y fueron a esa área del parque.
No volvieron a profundizar en la charla, se dedicaron a balancear a los niños y después vigilarlos mientras se unían a otros en el juego de las escondidas. Ambos se sentaron en una de las bancas metálicas y ese silencio solemne volvió, ambos ahora no sentían la necesidad de decir algo para llenar el silencio; el sol estaba en un punto bajo y la brisa se sentía cálida sin ser sofocante, el ruido de los pájaros se oía de entre los árboles junto a las risas y los gritos de los niños. Toji veía fascinado como Megumi se divertía y sonreía no tanto como Yuuji pero ahí estaba esa sonrisa mesurada que decía Akiko que sacó de él.
A las siete de la tarde deciden irse y Jin le pide su número telefónico para que queden otra vez para una cita de juegos entre Megumi y Yuuji y Toji no duda en dárselo.
Se despiden con un apretón de manos y la promesa de verse pronto, Yuuji y Megumi levantan sus bracitos y dejan de moverlos hasta que ya no se alcanzan a ver.
Toji se siente tranquilo; por unas horas el pesar en su corazón, la desesperanza y la tristeza se fueron y esperaba que fuera igual para Megumi.
Semana y media después vuelven a verse en aquel parque, está vez Jin lleva una cesta de picnic con comida empaquetada y una enorme jarra de agua de melocotón, de postre mochis y chocolates. Toji se siente apenado pues no llevo nada, pero Jin le resta importancia así que comen nuevamente sentados en la mesa de picnic y Megumi saborea la comida casera y pide doble plato, no es de comer mucho pero la comida pre hecha y el ramen no es muy llamativa a su corta edad realmente, y la comida de Itadori-san es deliciosa.
Nuevamente Yuuji y Megumi comparten la comida que tienen en sus platos mientras los dos adultos los miran, Jin con una sonrisa más marcada que Toji.
Una vez los niños van a jugar, Jin y Toji platican de sus trabajos y su día a día; Toji descubre que Jin es escritor de un blog algo famoso en el periódico de Sendai sobre psicología y eso lo deja con tiempo suficiente para cuidar a Yuuji y su padre que ya está por jubilarse y que viven a solo cinco minutos de ese parque. Estudio la universidad en Tokio, que le gusta todo tipo de comida y por la ausencia de su esposa tuvo que aprender a cocinar y hacer las labores. Jin solo se entera de que Toji trabaja en un bar como cadenero y que tampoco es quisquilloso con la comida, le gusta beber de vez en cuando y que ya tenía experiencia cocinando y con las labores domésticas. Jin no presiona en saber por qué, ni en la renuencia de Toji a hablar más de sí mismo y la muerte de su esposa.
Se despidieron nuevamente de la mano y los niños de un abrazo. Toji regresa con Megumi arriba de sus hombros mientras escucha todo lo divertido que se la pasó hoy, lo que jugaron y los amigos que hizo.
Se hace una especie de rutina verse cada sábado o domingo para que los niños jueguen, Jin sigue llevando comida y ahora Toji se compromete a llevar el postre. Charla de todo y nada mientras Yuuji y Megumi arman un castillo de bloques, o juegan con sus cochecitos, o juegan a perseguirse, o vuelven a juntarse con otros niños del parque.
En marzo tanto Toji como Megumi visten los más presentables que pueden pues fueron invitados a la fiesta de cumpleaños de Yuuji. Durante la semana ambos se devanaron los sesos pensando en que regalarle así que se deciden por un peluche de aspecto raro; una especie de cruza entre un gato blanco y una salchicha, Megumi a su forma insistió en que a Yuuji le gustaría pues tenía gustos raros en peluches.
Toji se sentía ansioso como todas las veces en que veía a Jin quizás desde que lo conoció, pues ya no podía negar que esperaba emocionado toda la semana para volver a escuchar su voz y sus ocurrencias, ver sus sonrisa y ojos brillantes cuando le hablaba de algo que hizo o vio en esa semana que no se vieron. Toji sentía que quería más, que quería tomar sus mejillas y besarlo, abrazarlo, sentir sus manos rodear su cintura. Quería saber si Jin sentía lo mismo, pues había notado que él era de demostraciones físicas; tomaba su mano cuando su charla se profundiza o le rodeaba los hombros con su brazo cuando ambos se sentaban en la banca o en el pasto viendo a sus hijos jugar. Dos veces lo había abrazado sin motivo aparente al despedirse. Eso tenía que significar algo ¿Cierto?.
Toji se vio contrariado al ser recibido por un señor ya de edad avanzada en la entrada cuando tocaron; el ceño del señor era marcado y profundo, su mirada pellizcada en molestia y su boca con un mohín perpetuo hacia abajo.
—Buenas tardes soy Fushiguro Toji y él es mi hijo Megumi.
El señor enarcó una ceja viendo entre ambos, Toji no pudo evitar recordar esa expresión en Naobito y la ira empezó a hervir en su estómago. Como un ángel caído del cielo apareció detrás del señor Jin ya sonriendoles y saludandolos.
—¡Que bueno que llegaron! Yuuji está pregunté y pregunté por su amigo. Vamos Megumi-chan está en la sala. — Jin sutilmente tomó los hombros de su padre y lo apartó de la entrada para que pasaran.
A partir de ahí Toji sintió que su cuerpo estaba en modo automático y apartado de todo. La familia Itadori solo eran Jin, su hijo y su padre, los demás eran vecinos y amigos de la familia, específicamente de Jin por qué su padre no se veía como alguien sociable pues al igual que él se mantuvo en una esquina apartado y juraría que escucho al señor criticar todo y a todos, incluso a Megumi y el por qué tenía un nombre de niña siendo un niño pero la presencia de Jin y su sonrisa lo tenían tranquilo. Quizás esos fue lo que lo tenía así de retraído, el que esa sola presencia lo domara por así decirlo, lo frenaban de decir lo que realmente pensaba y poner en su lugar a ese señor desagradable y que le recordaba como el infierno al bastardo de Naobito.
También lo frenaba lo feliz que se veía Megumi a un lado de Yuuji y el cómo ambos orbitan uno con el otro; aún que hubiera más niños Yuuji no dejaba que Megumi se apartara y Megumi se mantenía a su lado interesado en lo que jugaban.
—¿Qué tal está la pizza? Planeaba hacer algo más casero pero Yuuji insistió.
—Es buena. Fue mejor, así disfrutas más la fiesta.
—Si, creo que sí… oye, lamento la actitud de mi padre, él es complicado pero es buena persona... en el fondo.
—No tienes porqué disculparte por él ya es una persona adulta y debe de responder por el mismo.
—Si, pero está entrando a esa edad en la que es difícil callar o mantener para sí mismo las opiniones.
—¿Antes no lo hacía?.
—No, realmente no, así ha sido toda su vida, aún me pregunto cómo es que mamá le vio algo bueno.
Ambos rieron por lo bajo, Jin se sienta a su lado y ambos miran a los niños jugar, fue que Toji se sintió más él en ese momento, como todo volvía a sentirse bien y correcto aun lado de Jin.
Cantaron las mañanitas y cortaron el pastel, Toji fue el encargado de tomar unas cuantas fotos del momento en que Jin sonreía mostrando sus perlados dientes al igual que Yuuji; se movió en varios ángulos para ver si en alguna salía Megumi pero siempre encontraba un molesto niño saltando o interponiéndose, apenas dejando ver sus mechones sueltos azabaches, así que se rindió y el rollo se acabó.
A las nueve y con todos los invitados ya yéndose, Toji y Megumi también se despidieron. Megumi se quedó dormido en sus brazos en el camino y noto que lo hizo con una pequeña sonrisa en su boca, al llegar a casa lo acostó en su futón y él se acomoda en el de a lado también permitiéndose dormir con una sonrisa.
Verse los fines de semana en el parque también pasaron a verse en casa de los Itadori y algunas veces los viernes en la noche para cenar; pijamadas de Megumi y Yuuji y Toji pasando por él al día siguiente después del trabajo y quedándose a desayunar.
Algunas veces pidiéndole a Jin de favor viera a Megumi mientras él salía por unos compromisos.
En un principio Jin no lo vio raro, hasta que empezó a notar el cambio que estaba sufriendo el cuerpo de Toji; ya era fornido, de brazos fuertes y espalda marcada. No es que se hubiera detenido a verlo con detalle, era algo que destacaba y más cuando usaba esas camisetas negras pegadas del trabajo, pero ahora tenía más músculo y el abdomen aún más marcado y definitivamente su quijada se veía más afilada. Entonces no pudo evitar preguntar.
—¿Estás yendo al gimnasio Toji-san? Por qué si es así está funcionando y quisiera también ir.
Jin palmeo su omóplato notando lo firme que estaba y que ya no movía ni un ápice aquel cuerpo. Toji solo resopló y le dijo que estaba entrenando con una conocida y que está le estaba ayudando con unas cosas, no dijo más y Jin no insistió en saber más.
A principios de agosto y con el fin de las vacaciones de verano Jin decidió llevar a Megumi y Yuuji a la playa. A Toji se le hizo buena idea así que organizaron un fin de semana.
Jin jamás había dudado de su heterosexualidad, lo jura, pero justo ahí en medio de la playa y con Toji solo vistiendo unos shorts ligeros de natación siente que ha hecho corto circuito por qué definitivamente esos son músculos duros y firmes y no culpa tampoco a todos los que no pueden evitar voltear a verlo.
Jin espera que no sea tan evidente su sonrojo y que Toji piense que es por el sol.
Se adentran al mar con sus hijos en salvavidas y aún que Toji es un poco brusco mayormente vigila que Megumi no sea arrastrado mar adentro. Jin no suelta a Yuuji por nada del mundo ganándose miradas burlonas del azabache mayor pero solo le saca la lengua.
Vuelven a la orilla y ambos se sientan sobre las toallas que pusieron sobre la arena y miran a Yuuji y Megumi ahora construir un castillo de arena.
—Recibí un mensaje...de Kaoru preguntando cómo está Yuuji. —Jin murmura aún que duda que Yuuji escuché algo por el ruido de las olas y la distancia de dónde están. Toji lo voltea a ver con la duda en la cara, pero no dice nada y lo deja continuar. —Se que es ella aunque no diga su nombre, solo me llegó al celular, marcó el número y suena siempre ocupado, no sé si contestarle.
—Solo dile que está bien, que ambos han estado bien sin ella.
Toji sabe que no tiene derecho a decir nada contra la aún esposa de Jin pero durante ese tiempo ha reflexionado sobre los motivos que pueden llevar a una madre a abandonar a sus hijos y no encuentra ninguno válido, nada podría justificar tal acto, pues le recuerda a lo que hizo su propia madre, la cual ya ni siquiera debe acordarse de él.
Jin resopla y no es de molestia, voltea a ver a Toji y se miran por unos segundos.
Jin evade su propio tema.
—Pedí una habitación doble, no ví caso dormir en habitaciones separadas por los niños, querrán hacer pijamada.
Toji sonríe, no sabe por qué su pecho se siente cálido y una especie de emoción y anticipación se hunde en su abdomen, lo hace sonreír y Jin vuelve a contrariarse por qué esa sonrisa cruda es...es linda. Resalta el hoyuelo de Toji en su mejilla izquierda.
El grito de Yuuji y Megumi por haber terminado su castillo los saca del momento y ambos voltean a ver la magnífica escultura con pequeñas morirás de carmín en sus mejillas, por supuesto es por el calor del día y de la playa.
Cenan, se bañan y se acomodan para descansar, pues al día siguiente volverán por la mañana a la playa para salir en lancha a dar un recorrido y por la tarde regresarán a casa.
Toji se despierta sobresaltado al sentir la mano de Megumi chocar con su cara y ve que en la cama de a lado solo está Yuuji durmiendo como estrella de mar, se endereza y ve que la puerta corrediza del balcón está abierta, ve una silueta conocida parada allí afuera.
Se levanta con cuidado de la cama para no despertar a su retoño y se dirige a dónde Jin está.
La brisa se siente fresca pero agradable ante el clima aún cálido por la madrugada, Jin está recargado en el barandal sosteniéndose de sus codos y en sus manos su celular encendido.
—¿Problemas para dormir?.
Jin se sobresalta y gira solo su cabeza para verlo; no trae sus anteojos así que Toji puede ver claramente sus ojos caramelo algo nublados e hinchados y eso hace que se le contraiga el corazón y quiere abrazarlo pero solo aprieta sus puños a sus costados.
—Si...yo no podía dormir y no quería que Yuuji se despertara, disculpa si te…
—Fue Megumi y su mano, ¿estás bien?.
Toji se acerca más y se recarga de espaldas al barandal sin dejar de verlo, aquí es cuando su diferencia de estatura es más notable, aunque Jin no es chaparro mide 1.75 y Toji aún le saca altura con su 1.88. Jin al voltear a verlo tiene que levantar su cabeza y justo cuando lo hace Toji se acerca más.
—Tan obvio soy.
—¿Estás pensando en qué contestar?.
—Si pero no sé si realmente deba, es decir, si realmente le preocupara buscaría a Yuuji, quizás se canso de mi pero es su hijo...simplemente no lo entiendo.
—Hay madres que simplemente no les interesa que les pase a sus hijos...aún si ven con sus propios ojos lo que están sufriendo.
Jin lo mira sorprendido al ver el cambio en los ojos de Toji; viendo una mezcla de tristeza y frustración, hace que su cuerpo se estremezca de alguna forma y tiene que preguntar, tiene que saber más sobre este hombre, sobre el enigma que lo rodea, por qué no habla más que de su presente. Nunca ha mencionado a su familia ni de dónde viene, mucho menos cómo fue que murió su esposa.
—Toji-san dime lo que te paso, dime más de ti...por favor.
Toji cierra los ojos para controlar las desbordantes emociones negativas que están surgiendo en su interior, por suprimir los recuerdos dolorosos y no romperse como un niño pequeño frente a Jin. Lo que le pide es tan simple como difícil y no, no está listo aún para que él lo sepa.
—Te lo contaré, algún día lo prometo, pero por ahora no puedo, aún es...es…
—Difícil, lo sé, sé que es difícil, así que yo esperaré cuando estés listo Toji-san. — a Toji le duele la enorme sonrisa que le da y trata de corresponderle pero apenas sale una pequeña de lado. Ninguno de los dos ha notado que ya no hay mucho espacio entre ambos hasta que Jin levanta su mano y la coloca en el firme pectoral de Toji, se siente cálido aún con la tela de su camisa de por medio y sin pensarlo se acercan mucho más y se besan; los labios de ambos son delgados y algo resecos pero no se siente mal y Jin ya no puede pensar en nada cuando Toji toma sus mejillas entre sus manos y con un movimiento de su lengua sobre sus labios le pide profundizarlo y lo hace, deja a Toji entrar. Debería disgustarse y apartarse pero no quiere porque su lengua se siente bien al igual que la calidez de la proximidad de sus cuerpos, se siente tan malditamente bien.
Jin piensa que entonces es un poco -muy- gay y que Toji le gusta. Continúan besándose, separándose cuando el oxígeno les falta y apartándose por completo cuando creen que están por cruzar esa línea y Jin aún tiene que poner sus pensamientos en orden y ya es tarde, los niño podrían despertar en cualquier momento así que regresan a sus camas pero no dejan que las bobas sonrisas en sus bocas se desvanezcan aún durmiendo.
La vuelta en lancha es increíble pues corren con suerte de encontrar a delfines nadando y una enorme ballena asomo su lomo, los niños están extasiados mirando todo. Ellos solo miran y Toji se olvida por un momento de todo y disfruta esto, deja que la imagen de Megumi y Yuuji sonriendo, gritando y señalando se guarde como un tesoro en su pecho. Mira a Jin y como sus cortos cabellos rosados se mueven a todas partes por el viento y como sus ojos café caramelo brillan más. Se siente pleno.
Llegan al centro de Sendai a las ocho de la noche y se despiden; tanto Megumi como Yuuji duermen en sus brazos, así que Toji se permite preguntarle a Jin que piensa de lo de la noche anterior, ganándose mejillas sonrojadas y por primera vez ve la timidez en Jin y le queda y quiere ver más de eso.
Jin le dice que tiene varias cosas que pensar, que le dé tiempo pero que tenga por seguro que no se arrepiente y podría querer más, mucho más.
Se despiden y Toji no deja morir la pequeña sonrisa en su boca en el camino de regreso a casa. Cocina algo sustancioso para la cena mientras tararea una canción quizás inventada, Megumi lo ve y también está animado, prende la tv y pone las caricaturas; ese momento se siente normal, como antes de que mamá se fuera, así que lo atesora. Ambos cenan y se van a dormir, poniéndose un poco más de crema en el cuerpo pues aún que usaron protector solar la piel arde un poco.
Toji piensa ahora que nunca aprendió, que todo aquello por lo que había pasado antes no le enseño nada, que aún seguía cayendo en error tras error; Jin no ha contestado sus mensajes en toda la semana ni las llamadas que le hizo todo el fin de semana. Trata de no caer en el pesimismo pues sabe que tiene mucho que pensar y arreglar, sobre todo con el mensaje que le mandó la mamá de Yuuji. Sobre todo por qué Jin era heterosexual hasta hace unas semanas supone.
Una semana más pasa y es todo lo que puede soportar, así que decide tomar a Megumi e ir a casa de los Itadori, al menos si Jin va a rechazarlo quiere que lo haga en persona y Megumi pueda despedirse de su amigo en el peor de los casos. Nada hubiera podido prepararlo para lo que la jodida vida le tenía preparado, para llegar a aquella casa que una vez estuvo llena de luz y encontrar un enorme letrero al lado de la entrada donde con grandes letras rojas se decía : se vende.
Toji siente el pecho oprimido y vacío en sus entrañas, su sangre empieza a bombear con fuerza oyendose el torrente sanguíneo insoportable en sus oídos. Jala a Megumi de la mano hacia la puerta y empieza a tocar con fuerza; una vez, dos veces, tres, cuatro, hasta que quiere tumbar la puerta. No oye a Megumi sollozar y pedirle que se detenga.
Entonces empieza a gritar su nombre, suelta a Megumi y retrocede para ver si alguna de las ventanas tapadas con gruesas cortinas blancas se mueve, pero no pasa nada, no se oye nada, ni pasos ni la voz de nadie pidiendo paciencia para ir a abrir.
Siente la mano de alguien en su hombro y se gira con rapidez y molestia; conoce al tipo estuvo en la fiesta de cumpleaños de Yuuji.
—Tu debes ser Fushiguro-san, lo siento pero ya nadie vive en esta casa desde hace semana y media. Los Itadori se fueron.
Toji abre los ojos sorprendido y sin pensarlo toma al hombre de la solapas de su camisa y lo levanta con rudeza.
—¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿por qué?! ¡¿A dónde fueron?!.
Aquel hombre frunce el ceño y lo ve mal, sujetando sus manos trata de quitarse las manos de Toji pero apenas y logra rodearlas, con la quijada apretada y molesto le espeta.
—No se a donde pero el viejo Iatdori se llevó a su nieto y es todo lo que sabemos.
—¡Jin! ¡¿dónde encuentro a Jin?!.
Entonces el hombre deja su molestia para verlo sorprendido.
—¿Que no supiste? Itadori Jin murió hace dos semanas en un accidente automovilístico con su esposa.
El mundo de Toji da un giro total de 120 en cuestión de un segundo y toda luz brillante se torna obscuro total, viscoso y asfixiante. ¿Había escuchado bien?, ¿Le estaban jugando una jodida broma?.
Al instante una voz rastrera le dice que nadie tendría el tiempo para hacerle una broma a él, una persona tan insignificante.
Toji suelta al hombre que cae en su trasero y volvió a verlo mal pero apenas duró pues ver su mueca de puro dolor lo hizo saber que acababa de contarle algo realmente difícil.
—Lo siento si no lo sabías pero fue realmente repentino. Su padre decidió mudarse llevándose a su nieto y no dijo dónde podíamos encontrarlos, tampoco dejó ningún número de teléfono. En verdad lo siento.
El hombre se puso de pie, dio una corta reverencia y se fue.
Toji no supo cuánto tiempo estuvo de rodillas en la entrada de la casa que una vez fue de la familia Itadori, ni cuando Megumi se acurrucó a su lado quedándose dormido.
Tuvo que cargarlo y regresar caminando a su casa pues ya no había transporte a esa hora y ni un solo taxi pasaba.
Llegó y metió a Megumi a su futón apenas acariciando su cabello, ya sintiendo pena también por él pues no pudo despedirse de su amigo y jamás volvería a verlo.
Esta vez Toji no tenía a quien culpar, esta vez no había sido su familia el que le arrebató su felicidad, había sido la vida misma recordandole que él no merecía serlo, que él era un desperdicio.
Saca una vieja botella de sake olvidada en el fondo del mueble de la despensa, la abre y la bebé directo, dejando que la boca le arda junto al esófago, deja que sus lágrimas fluyan y empapen su camisa, deja que los recuerdos de los últimos años se reproduzcan en su cabeza en modo automático, deja que el alcohol adormesca su mente y su cuerpo y se deja llevar por la inconsciencia de tanto alcohol en sus sistema, pero aún así sueña; sueña con Akiko y con Jin, con Megumi y Yuuji jugando y ellos tres viéndolos, cuidándolos y velando por un mejor futuro para ellos.
Al día siguiente y aún con resaca lleva a Megumi a la guardería. Se despide de él revolviendo sus cabellos y nota la mirada muerta, el brillo en los ojos de Megumi se ha ido y sabe que Megumi sabe que no volverá a ver a Yuuji y eso le duele por qué ahora no solo él sufre la ausencia, también su hijo y eso hace que dude que sea un buen padre, por qué los buenos padres evitan esto, evitan que sus hijos sufran y ¿Que lo hace esto diferente de su propio padre?.
Se dirige a la biblioteca municipal y pide una computadora y el favor a la señorita que la atiende que le busque las noticias de nota roja local del día domingo de hace dos semanas.
Tarda unos cinco minutos pues hubo varios incidentes ese día pero da con la noticia; la foto de Jin y de su esposa aparecen debajo de la foto que le tomaron al coche cuando lo sacaron del barranco completamente destrozado y que decía que los frenos se habían averiado dándoles muerte instantánea, también decía que habían dejado a un pequeño niño de más de dos años huérfano.
Toji lee toda la nota y no comprende, siente que está leyendo en otro idioma y no kanjis claros que le dicen que Jin iba con Kaoru rumbo a Tokio a quien sabe que y los frenos fallaron en una desviación y los hizo caer a un barranco. No entiende, si tan solo horas antes de esto ellos se despidieron tras pasar el mejor fin de semana de sus vidas.
Toji le pide que le imprima la hoja y la señorita así lo hace. Regresa a casa pero antes pasa por otra botella de sake del combini de la esquina; cierra las ventanas y se hunde en la obscuridad de su casa, abre la botella y la bebé, necesita callar las voces de su mente, necesita borrar los recuerdo de Jin desde que lo conoció, necesita alejar el recuerdo de sus dulces labios y sus bellos ojos. Dejar de reproducir esas últimas palabras que le daban esperanzas de un futuro con él.
Ya no hay luz brillante por ningún lado, ya no se apellida Zen'in y Megumi no necesita a un papá fracasado. Ahora piensa que el abismo en el que ha estado cayendo desde siempre, solo encontrará el fondo cuando él por fin muera.
Muchas gracias por leer los iloveo un montón
