Metal Fight Beyblade y sus personajes no me pertenecen.
Hyoma a lo largo de toda su vida había enfrentado demasiados desafíos, pues no era fácil ser el guardián de una aldea perdida en los bosques de Japón. Había logrado mantener la calma ante toda clase de situaciones que se le presentarán. Pero definitivamente esto era algo para lo que no sabía si estaba preparado.
Ryuga. Un nombre que provocaba miedo en las personas y que, a pesar de que ya no estuviera bajo el control del poder oscuro, seguía intimidando a cualquiera.
Entonces, ¿cómo había terminado en esta situación?
El de cabello lila trataba de llevar al emperador dragón hacia la aldea Koma, pues lo había encontrado malherido e inconsciente cuando iba de regreso de su patrullaje diario. Lo vio cerca del río y no dudó ni un momento cuando lo tomó para poder revisarlo y que no estuviera muerto.
Grande fue su alivio al darse cuenta que solo se había desmayado, pero seguía con vida. Ese alivio duró poco cuando comenzó a cuestionarse como es que Ryuga había terminado así. Sus ojos mostraron asombro cuando a su lado vio a L-Drago casi destrozado.
¿Acaso había perdido una batalla bey? Pero eso era imposible, el de cabello blanco era el blader más fuerte que había conocido, incluso se atrevía a decir que Ryuga era más poderoso que el mismo Gingka.
Tomó al bey con sumo cuidado y lo guardó en su bolsillo izquierdo, ahora lo importante era tratar las heridas del ojidorado.
Con mucho esfuerzo logró apoyar al mayor en su hombro y llevarlo hasta la aldea.
La casa de Hyoma se encontraba un poco más lejos que el pequeño pueblo, por lo que decidió entrar en una de las casas abandonadas, afortunadamente todavía tenía una cama, así que con cuidado recostó a Ryuga sobre ella.
Se veía realmente mal. Lo único que el ojiazul sabía es que Ryuga era uno de los bladers legendarios que estaban destinados a enfrentarse al Dios de la destrucción: Némesis. Se suponía que él debió de estar con Gingka y los otros.
El dueño de Aries fue hasta la cocina por agua para limpiar apropiadamente las heridas del mayor y evitar que se infectaran. Al tomar una de las viejas vasijas que se encontraban allí la soltó de inmediato. Un ligero jadeo salió de sus labios cuando noto el decorado de la pequeña taza: flores azules y rojas.
Los recuerdos golpearon a Hyoma como un camión de carga, había estado tan preocupado por el estado de Ryuga que olvidó toda la rabia e impotencia que habitaba en él.
Cuando el emperador dragón destruyó su hogar.
Sus piernas se debilitaron y apenas pudo recargarse en la mesa de madera. Sus ojos se nublaron por la rabia y su respiración era agitada, sus puños se cerraron cuando las imágenes pasaban por su cabeza, torturandolo una y otra vez.
Tenía que calmarse, no podía dejarse llevar por la ira y cometer una locura. Cerró sus ojos y contó hasta diez como su padre le dijo una vez.
"La rabia nubla el juicio y te hace perder el camino, ha sido uno de los mayores retos en los humanos y la cual, sólo unos pocos pueden domar."
Los temblores de su cuerpo se detuvieron y poco a poco sus puños se relajaron, dejando solo pequeñas marcas en forma de media luna en sus palmas como la única evidencia de su arrebato.
Hyoma miró la vasija rota en el suelo, su mirada era fría ante el objeto. Tomo un plato de los muebles de arriba y lo lleno con agua, no tenía alcohol a la mano por lo que esperaba que el agua ayudara en algo. Afortunadamente estaba limpia.
Regresó a la habitación donde estaba Ryuga. Seguía inconsciente.
Colocó el plato en uno la mesita de noche a lado de la cama, mojó el trapo y comenzó a limpiar las heridas con cuidado.
Se sentía... confundido. Desde lo que había pasado en la Aldea hace tres años, era el menos interesado en interactuar de nuevo con Ryuga. Si lo había ido a buscar durante el campeonato mundial para pedirle que fuera a Italia, sólo fue por que Ryuusei le suplicó que lo hiciera. Después de eso, dijo que no aceptaría eso de nuevo.
El chico de cabello lila miró con detenimiento el rostro del hombre frente a él. A pesar de las heridas, se veía tan pacífico, su ceño fruncido de siempre ya no estaba, así como esas sonrisas espeluznantes.
Estaba tan perdido viendo al mayor que apenas y pudo reaccionar cuando Ryuga despertó y en un instinto acorraló al chico de las montañas.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa cuando se sintió inmovilizado, claro, conocía está técnica del peliplata. Cuando eran niños solían pelear varias veces y el contrario solía vencerlo acorralando sus manos y sus piernas.
Hyoma tenía una mirada de incredulidad, su rostro no parecía sorprendido al contrario de Ryuga, quien parecía confundido y asustado por un momento. Sin embargo, al notar que era el carnero su rostro se convirtió en el de alguien que había visto un fantasma.
—Hyoma...— Aquel nombre salió como un susurro que se perdió en la habitación.
El dueño de Aries no apartó los ojos de esos orbes dorados, no respondió cuando escuchó su nombre y espero a que Ryuga lo dejara ir. Tal vez si el otro no estuviera herido lo habría mandado de una patada al otro lado de la habitación.
El mayor reaccionó y liberó al chico debajo de él. Hyoma se incorporó y sobo sus muñecas sin decir nada. Ryuga pasó una mano por su cabello, intentando recordar todo lo que había pasado.
Sus ojos se cerraron debido al fuerte dolor de cabeza, el contario soltó un suspiro y le explicó que fue lo que pasó.
—Te desmayaste, yo creo que después de tener una batalla muy intensa. Te encontré cerca del río y te traje aquí para tratar tus heridas.
Sus palabras eran indiferentes y evitó mirarlo a los ojos de nuevo. Hyoma se caracterizaba por tener siempre una sonrisa cortés en el rostro, pero esta vez ni siquiera tenía ganas de fingir una.
—La pelea contra Némesis... sí, luego el estúpido de Doji...— Su voz era más grave debido al cansancio y parecía hablar más consigo mismo que con el carnero.
—Ryuga.— Utilizó un tono firme para llamar la atención del otro. Ryuga miró en su dirección de nuevo.
El de rizos tomó de nuevo el trapo mojado y con cuidado limpio las heridas en el cuello y pecho. El ojidorado no dijo nada y permitió que el chico hiciera su trabajo.
Un silencio tenso inundó la habitación y ninguno se atrevía a comenzar una conversación. La última vez que hablaron fue durante el campeonato mundial y solo habían sido unas pocas palabras, además de que su amistad se rompió hace tiempo.
—Estoy bien, sí. Puedo hacerlo yo-
Ryuga dejó de hablar cuando el otro le lanzó "la mirada". Recordaba muy bien esa mirada que le decía que se callara y no lo molestara más. Los ojos de Hyoma eran los únicos que siempre lograban intimidarlo, solo un poco.
Cuando el de ojos azules terminó, sacó unos vendajes de su cahqueta y los envolvió en las heridas más graves.
—Es todo lo que puedo hacer. En mi casa tengo un botiquín, pero necesito saber si puedes caminar.
—Sí, puedo hacerlo.— El de cabello puntiagudo tomó bruscamente su chaqueta, provocando que sus brazos le dolieran aún más y soltará una maldición. Hyoma rodó los ojos.
¡Hola! básicamente esta sería la primera historia que publico y aunque apenas sé usar fanfiction, quise compartirla de todas maneras jeje. La pareja principal va a ser RyugaxHyoma (un ship muy inusual, pero que me gusta) las críticas constructivas siempre son bienvenidas. En fin, si alguien está leyendo esto espero que te guste.
