Londres, 1815
Paciente, el cazador esperaba la presa.
El engaño que perpetraba el marques de Sasuke Uchiha era peligroso. No cabía duda de que el infame Pagan, de Shalow's Wharf, oiría hablar del que lo imitaba y se vería obligado a dejar el escondite, pues, si se hacía caso de las habladurías, su orgullo monstruoso no permitiría que otro individuo se llevara los méritos de sus propias fechorías.
Por cierto, el pirata intentaría ejercer su propia forma de venganza, y Sasuke contaba con eso. En cuanto Pagan apareciera, Sasuke lo tendría. Y la leyenda quedaría destruida. Al marqués ya no le quedaban alternativas. La araña no abandonaría la tela. La generosidad no había dado resultado. Por sorprendente que pareciera, entre los marinos no había traidores, aunque esos hombres comunes habrían sido capaces de vender a sus madres por la cantidad de oro que había ofrecido el marqués. Por otra parte, había sido un error de cálculo por parte de Sasuke.
Todos los hombres de mar proclamaban que la lealtad a la leyenda era el motivo personal para rechazar las monedas, pero Sasuke, cínico por naturaleza, y por las amargas experiencias pasadas, imaginó que la causa real era el miedo. El miedo y la superstición. El misterio rodeaba al pirata como las paredes de un confesionario. En realidad, nadie había visto a Pagan. Su barco, el Esmerald, fue visto en innumerables ocasiones surcando las aguas como un guijarro arrojado por la mano de Dios... o al menos así contaban quienes alardeaban de haberlo visto. La imagen del bello navío negro producía terror a los caballeros de la alta sociedad, de carteras repletas; provocaba risas disimuladas en los individuos malvados y humildes plegarias de agradecimiento por parte de los desafortunados, pues Pagan tenía fama de compartir el botín con estos últimos.
Pero a pesar de la frecuencia con que el navío era avistado, nadie podía describir a uno solo de los marinos que iban a bordo, cosa que no hacia mas que aumentar la especulación, la admiración y el embeleso hacia el pirata fantasmal. Era obvio que Pagan disfrutaba con la variedad, pues sus latrocinios se extendían al otro lado del océano, aunque los ataques en tierra provocaban la misma consternación, quizá más aun. Pagan cuidaba de robar sólo a los miembros de la alta sociedad. Era evidente que no quería que ningún otro se quedara con el crédito por sus propios ataques nocturnos a los desprevenidos, pues dejaba una tarjeta personal, que consistía en una rosa blanca de tallo largo.
Por lo general, la víctima despertaba a la mañana siguiente y encontraba la flor a su lado, sobre la almohada. La sola visión de la rosa era suficiente para que hasta hombres maduros se desmayaran. Parece innecesario decir que los pobres adoraban esta leyenda y creían a Pagan un sujeto pleno de estilo y romanticismo. La Iglesia también le dedicaba su adoración, pues Pagan dejaba cofres con oro y joyas junto a colecciones de platos en los vestíbulos, coronados por la rosa blanca, desde luego, de modo que los líderes de las congregaciones supieran por quién tenían que orar. Al obispo le resultaba difícil condenar al pirata, aunque tampoco podía santificarlo, pues eso hubiese significado atraerse la ira de algunos de los miembros mis influyentes de la sociedad. Por lo tanto, se limitaba a adjudicarle a Pagan el epíteto de canalla. Era de notar que siempre que lo pronunciaba lo acompañaba con una sonrisa fugaz y un guiño.
El Departamento de Guerra no abrigaba tales escrúpulos y había puesto precio a la cabeza del pirata. Sasuke duplicó esa cifra, pues tenía motivos personales para dar caza a ese miserable y estaba convencido de que el fin justificaba los medios, por deshonestos que fuesen. Sería ojo por ojo. Mataría al pirata. Por irónico que parezca, los dos hombres estaban equiparados. Los hombres comunes temían al marqués, pues la tarea que había realizado para el gobierno le había ganado su propia fama tenebroso.
Si las circunstancias hubiesen sido diferentes, si Pagan no hubiese tenido la audacia de provocar la ira de Sasuke, este lo habría dejado en paz. Pero el pecado mortal de Pagan hizo cambiar esa actitud, y la inclinó hacia la venganza. Todas las noches, Sasuke acudía a la taberna llamada The Ne'er Do Well, en pleno corazón de los arrabales de Londres. La frecuentaban los trabajadores más curtidos de los muelles. Sasuke siempre ocupaba una mesa en un rincón, con la espalda protegida de cualquier posible ataque sorpresivo por la pared de piedra, y esperaba pacientemente a que Pagan se acercara a él.
El marqués se movía en ese ambiente degradado con la misma comodidad que si fuese un hombre de pasado turbio. En esa parte de la ciudad, un título no significaba nada. La supervivencia dependía del tamaño, de la habilidad para causar dolor al defenderse y de su indiferencia a la violencia y la crudeza que le rodeaban. En menos de una noche, Sasuke se familiarizó con la taberna. Era un individuo corpulento, de hombros y muslos musculosos, y sólo su tamaño habría intimidado a cualquier posible desafiante. Sasuke tenía cabello oscuro, piel bronceada y los ojos del color de un cielo gris oscuro.
En otra época, esos ojos eran capaces de provocar temblores de excitación a las damas de la alta sociedad, pero ahora esas mismas damas retrocedían ante la frialdad que se agazapaba en ellos y ante el semblante impasible, carente de emociones. Murmuraban que el odio había convertido a Sasuke en piedra. El marqués estaba de acuerdo.
Una ver que decidió jugar el papel de Pagan, la ficción no fue difícil de mantener. Todos los chismosos coincidían en la fantasía de que Pagan, en realidad, era un noble que se había hecho pirata para poder mantener su estilo de vida rumboso. Sasuke no hacía más que aprovechar esa ventaja. La primera vez que fue a la taberna estaba vestido con su ropa más cara, y le añadió un toque personal, sujetando una rosa blanca a la solapa de su chaqueta de gala. Claro que resultaba un agregado jactancioso, y logró que se le notara lo suficiente. Enseguida se vio obligado a herir a algunos hombres con el cuchillo para hacerse un lugar en el grupo, y, aunque Sasuke estaba vestido como un caballero, luchó sin honor ni dignidad. Los hombres lo admiraron: en pocos minutos, se ganó el respeto y el miedo de esos trúhanes. Además, la figura hercúlea y la fuerza conquistaron la lealtad de esos hombres. Uno de los mis audaces le preguntó, tartamudeando, si era verdad lo que se decía. ¿Acaso él era Pagan? Y, aunque el marqués no respondió, la inmediata sonrisa les indicó que la pregunta le había gustado. Y cuando le señaló al tabernero que los marinos tenían una mente muy perspicaz, la conclusión de los parroquianos fue inevitable. Hacia el fin de semana, el rumor de las visitas cotidianas de Pagan a Ne'er Do Well se habían expandido como si hubiesen anunciado que había ginebra gratis.
Monk, el irlandés calvo que había ganado la taberna en una partida tramposa de naipes, solía sentarse junto a Sasuke, al terminar cada velada. Monk era el único que conocía el engaño. Por otra arte, estaba plenamente de acuerdo con el plan de Sasuke, pues se enteró de la atrocidad que había cometido Pagan con la familia del marqués. Además, desde que comenzó la ficción, el negocio había aumentado de manera considerable. Al parecer, todos querían contemplar bien al pirata, y Monk, que ponía las ganancias por encima de toda otra consideración, recargaba la cerveza aguada a un precio exorbitante. Hacia años que el tabernero había perdido el cabello, pero las cejas de un brillante tono anaranjado suplían esa carencia. Eran espesas, rizadas y trepaban hacia la frente pecosa como enredaderas decididas. En ese momento, Monk se frotaba la frente, frustrado por el marqués. Eran casi las tres de la mañana, una hora más de la acostumbrada para cerrar la taberna, y sólo quedaban dos parroquianos demorándose con las bebidas. Cuando eructaron y saludaron, soñolientos, Monk se volvió hacia Sasuke.
- Al venir aquí todas las noches, demuestra usted más paciencia que una mosca posada sobre un perro sarnoso. Espero que no se desanime demasiado - agregó. Se interrumpió para llenar una copa de coñac para el marqués, y bebió un buen trago de la botella -. Sasuke, usted se deshará de él, estoy seguro. A mi me parece que él enviará a un par de sus hombres primero, para desviarlo a usted de su propósito. Por eso, todas las noches le advierto que se cuide las espaldas. Monk bebió otro trago y rió entre dientes. - Pagan protege bastante su reputación, y esta representación de usted debe de estar sacándole de sus casillas. Pronto aparecerá por aquí. Incluso creo que mañana será la noche elegida.
Sasuke asintió. Monk, con la mirada cargada de promesas, todas las noches terminaba el discurso augurando que al día siguiente aparecería la presa.
- Entonces, Sasuke, usted caerá sobre él como un pato sobre un insecto.
Sasuke bebió un largo trago, el primero de la noche, y corrió la silla hacia atrás para poder apoyar los hombros contra la pared.
- Lo atraparé.
La dureza en el tono de Sasuke hizo que un frío corriera por la espalda de Monk. Estaba por asentir cuando, de pronto, se abrió la puerta y el ruido atrajo su atención. Monk se volvió a medias para advertir que la taberna estaba cerrada ya por esa noche, pero la figura de pie en el vano de la puerta lo dejó tan perplejo que sólo atinó a abrir la boca. Cuando al fin recuperó la voz, dijo:
- ¡Santa Madre de Dios! ¿Es un ángel que ha venido a visitarnos?
Desde su posición contra la pared, Sasuke estaba de frente a la entrada y veía con claridad. Aunque a decir verdad no se movió ni mostró ninguna reacción externa, estaba tan sorprendido como Monk. El corazón comenzó a palpitarle con fuerza y no podía recuperar el aliento. En efecto, la mujer parecía un ángel. Sasuke no quiso ni parpadear, seguro de que, si cerraba los ojos, aunque fuese por un segundo, la visión se desvanecería. Era una mujer de increíble belleza, y sus ojos cautivaron al marqués. Tenían un maravilloso matiz de verde, y Sasuke pensó: Como mi valle en una noche de luna llena.
La muchacha lo miraba, y Sasuke a ella.
Mientras se observaban, pasaron largos minutos, y luego la joven avanzó hacia el hombre. En cuanto se movió, la capucha de la capa negra cayó sobre los hombros y Sasuke perdió el aliento. Sintió una dolorosa contracción en el pecho. La imagen estaba enriquecida por una lujuriosa
cabellera de color rosa fuerte que a la luz de las velas brillaba como si fuese de fuego. Cuando la joven se acercó a la mesa, Sasuke vio que la ropa tenía un estado lamentable. Aunque la calidad de la capa sugería riqueza, la costosa tela estaba desgarrada en un costado. Partes del forro de satén colgaban en harapos en torno del ruedo. La curiosidad del marqués aumentó. Contempló otra vez el rostro, vio unas leves magulladuras sobre el pómulo derecho, un pequeño corte bajo el pleno labio inferior y una mancha sobre la frente. Si esa visión era un ángel, sin duda acababan de obligarle a pasar por el purgatorio, pensó Sasuke. Y, aunque aprecia haber perdido la batalla contra Satán, era muy atractiva... demasiado para la paz mental del marqués. El hombre se puso tenso y esperó a que la mujer hablase. La muchacha se detuvo al llegar al otro lado de la mesa redonda y posó la mirada sobre la rosa blanca que el marqués llevaba prendida de la solapa. Era evidente que su ángel estaba asustado: le temblaban las manos. Oprimía contra el pecho un bolsito blanco, y Sasuke vio varias cicatrices ya viejas en los dedos de la joven. Sasuke no supo qué hacer, aunque si sabía que no quería que la muchacha tuviera miedo de él. Al admitirlo para sí el ceño del hombre se profundizó.
-¿Está usted sola? - preguntó, en un tono tan vivaz como una ráfaga de viento.
- Sí.
-¿A esta hora de la noche, en esta zona de la ciudad?
- Sí - respondió la chica -. ¿Es usted Pagan?
- Míreme cuando me haga preguntas.
La joven no fue capaz de obedecer, pero en cambio siguió contemplando, empecinada, la rosa. - Señor, le ruego que me responda – replicó -. ¿Es usted Pagan? Necesito hablar con el pirata sobre un asunto muy importante.
- Yo soy Pagan - dijo Sasuke.
La muchacha asintió. - Se dice que usted realiza cualquier tarea si el pago es suficiente. ¿Es eso cierto, señor?
- Así es - admitió Sasuke -. ¿Qué es lo que quiere de mí?
En respuesta, la joven dejó caer el bolso en el centro de la mesa. El cordel que lo cerraba se abrió y cayeron varias monedas. Monk dejó escapar un silbido por lo bajo.
- En total, hay treinta piezas - dijo la joven, con la vista baja.
Sasuke alzó una ceja en respuesta a ese comentario. - ¿Treinta piezas de plata?
La joven asintió con timidez. - ¿Es suficiente? Es todo lo que tengo.
- ¿A quién quiere traicionar?
La muchacha pareció sobresaltarse por esa conclusión. - Oh, no, usted no me entendió. No quiero traicionar a nadie. No soy una traidora, señor.
Sasuke comprendió que se sentía insultada por el comentario. - Fue un error.
El ceño de la muchacha indicó que no estaba de acuerdo, y Sasuke se prometió que no dejaría que esa joven lo irritara.
- Entonces, ¿qué es lo que desea de mí?
- Quisiera que mate a alguien.
- Ah - repuso el hombre con lentitud. La desilusión era tan intensa que casi resultaba dolorosa. Aunque esa muchacha parecía tan inocente, tan vulnerable, le pedía con toda dulzura que matara a alguien.
- ¿Y quién es la víctima? ¿Su esposo, por casualidad? -
En el tono del hombre resonaba un cinismo tan enervante como el chirrido de una uña sobre una pizarra. Ese tono no pareció afectar a la joven
- No - respondio.
- ¿No? Entonces, ¿no está casada?
- ¿Eso tiene importancia?
- Oh, sí— replicó Sasuke, en un murmullo similar al de la mujer -. La tiene.
- No, no estoy casada.
- ¿Y a quién quiere matar? ¿A su padre? ¿A su hermano?
La joven sacudió otra vez la cabeza.
Lentamente, Sasuke se inclinó hacia delante. Su paciencia se estaba agotando. - Estoy cansado de interrogarle. Hable. Empleó un tono agresivo, seguro de intimidarla y de obligarla a escupir una explicación completa, pero supo que había fracasado al ver la expresión rebelde del rostro de la muchacha. Si no hubiese estado mirándola con tanta atención, se le habría escapado el relámpago de ira. Después de todo, esa gatita asustada tenía coraje.
- Me gustaría que aceptara la tarea antes de que se la explique - dijo la mujer.
- ¿Tarea? ¿Contratarme para que mate a alguien le parece una tarea? - inquirió Sasuke, incrédulo.
- En efecto - asintió la muchacha.
Seguía sin mirarlo a los ojos, y eso lo irritó.
- Está bien, acepto - mintió.
La muchacha dejó caer los hombros en lo que, según Sasuke, era un gesto de alivio.
- Dígame quién es la víctima – volvió a ordenarle.
Entonces, la joven alzó lentamente la vista y le miró. La tormenta que vio Sasuke en esos ojos le oprimió el pecho y le abrumó el deseo de acercarse, de tomarla en los brazos, de brindarle consuelo. De pronto, se sintió furioso por lo que le pasaba a la joven, y sacudió la cabeza ante una idea tan absurda y fantasiosa.
¡Demonios, esa mujer quería contratarlo para asesinar a alguien!
Se miraron largo rato antes de que Sasuke volviera a preguntar:
- ¿Y bien? ¿A quién quiere que mate?
La joven tomó aliento antes de responder.
-A mí.
Advertencia:
Esta historia contiene un alto contenido de lenguaje sexual explicito, si eres sensible a este tipo de Lectura por favor cambia de historia.
Esta es una adaptación sin fines de lucro, los créditos correspondientes de esta historia pertenecen a Julie Garwood de la Serie Lyon . Los personajes utilizados en la misma pertenecen a M. Kishimoto.
Recuerden no pretendo obtener ningún crédito de esta historia es una adaptación simplemente para disfrute de las personas que les gusta el Sasusaku igual que a mí, por favor no reporten esta adaptación y permitan que otras personas tengan la oportunidad de leerla. Promovamos el hábito de la lectura no lo saboteemos. iGracias!"
