¿Aniversario de bodas?
Rin no sabía que tal cosa existía, no hasta que Kagome le instruyó en el tema un día que la visitaba. Era una costumbre del lugar donde venía; cada vez que se cumple un año de la fecha en que una pareja contrajo matrimonio, se suele festejar dicho día y darse regalos mutuamente, en recuerdo de la unión que se llevó a cabo.
Rin había quedado encantada con la idea, y en su mentecilla inquieta, se habían formado ya varias ideas de cómo podría celebrar el que fue, hasta ahora, el día más feliz de su vida. Aquel en que unió para siempre su vida con la de su Señor Sesshomaru.
No le había dedicado mucho tiempo a pensar cuánto había pasado ya desde ese entonces, pues para ella cada día era un idilio que se prolongaba con el ir y venir del sol, no le hacía falta preocuparse por cuánto tiempo llevaban juntos, pues sabía, sería para siempre.
Aún así, la idea de tener un día especial, sólo para ella y su Señor le parecía encantadora. Un día en que pudieran pasar el tiempo sin distracciones, sin tareas por atender, sin pequeños demonios verdes que molestaran. Lo había decidido: le daría a Sesshomaru el mejor regalo de aniversario.
Bendita era su alma comprensiva y amable, pues era su naturaleza la que le había salvado de muchas cosas, incluso de ella misma; de los disgustos que a veces podía tener pero decidía ignorar por su bien, y el de los demás.
Se encontraba en una situación parecida a muchas anteriores, dónde debía recurrir a su corazón amable para no sentirse decepcionada. Su Señor tenía que atender asuntos importantes en tierras lejanas, conflictos entre clanes de demonios se habían desatado y debía ir a calmar las aguas.
No estaba realmente molesta, ella entendía que su Señor era una persona muy importante, no solo para ella si no para muchos otros que le seguían y admiraban. Tenía que cumplir con su deber, y ella lo sabía muy bien.
Se sentía honrada de poder estar al lado de su Señor, solo que, deseaba al menos una vez, poder estar con él como quería. Tenerlo sólo para ella. A veces, la culpa la devoraba, pues sus deseos le hacían sentir egoísta.
¿Cómo podía privar a los demás de la grandeza de su Señor?
"Volveré en tres días" le dijo Sesshomaru antes de dedicarle una mirada de disimulada preocupación, "¿Estarás bien sola?"
"Rin nunca está sola mi Señor" respondió sonriendo.
"Mn" Sesshomaru asintió.
Después de terminar con los últimos arreglos, se acercó a ella y acarició su rostro suavemente, con cuidado de no exponer la delicada piel a su garras.
Sintió la necesidad de hacer algo más, algo de lo que gustaba hacer cuando nadie más los veía, pero ahora se sentía expuesto, nadie más que ella merecía ver ese lado de él. Se contuvo.
"Que tenga buen viaje" dijo finalmente Rin partiendo el silencio.
Y con esas palabras, el daiyoukai se marchó.
oooo
No era la primera vez que Sesshomaru tenía que ausentarse, como cosa hecha adrede, después de su matrimonio con Rin, parecía que la vida se había encargado de llenarle la agenda de faenas diplomáticas.
En varias ocasiones se había encontrado pensando si tomar un rumbo diferente sería mejor, dejar atrás cualquier atadura que lo relacionara con su título de noble.
Pero pronto, aquellos pensamientos se disipaban al recordar quién había empezado todo esto. Su sentido de la responsabilidad le golpeaba de frente, tenía la tarea de cumplir con aquel legado que se le fue heredado, así dudara ahora si realmente quería continuarlo o no.
Se sentía culpable de dejar a Rin sola tanto tiempo, aunque la conocía bien y sabía que eso no afectaba en absoluto su relación, le preocupaba de alguna manera hacerla sentir triste. Pensó en recompensarla de alguna manera, seguro que encontraría algo en su viaje que pudiera llevar como presente, ¿eso ayudaría, cierto?
A pesar del tiempo que había pasado ya conviviendo con humanos, no se sentía aún seguro de cómo proceder en cuanto a sentimientos se trataba. Sesshomaru aún tenía mucho que aprender.
oooo
Rin pasó los tres días ideando planes para cuando Sesshomaru regresara, el pobre Jaken no se daba a basto con todos los encargos que tenía que hacer para su joven ama, los sirvientes del palacio igualmente ya no hallaban dónde esconderse, pues la esposa del amo Sesshomaru no los había dejado en paz pidiendo ayuda aquí y allá, pero nada parecía satisfacerle.
"¡No, esto no está bien!" exclamó intentando no gritar, la joven de cabellos azabache e intrincados kimonos de flores, "Recuerdo haber pedido lirios y geranios".
Rin no cabía en su descontento, no le gustaba alzar la voz, pero había ya intentando varias de sus opciones y simplemente ninguna parecía funcionar. Estaba empezando a desesperarse. Sesshomaru regresaba hoy, había planeado recibirlo con una gran comida en el salón principal, mandó a traer los ingredientes más exóticos en la región para preparar los platillos más exquisitos, decoró el lugar con los mejores óleos y enseres, dignos de un rey, y las flores, sólo dios sabía cuánto empeño puso en las flores.
Pero como si éste mismo estuviera en su contra, no había nada frente a ella parecido a lo que había imaginado. Estaban a solo unos días del dichoso aniversario, y Rin empezaba a pensar que la idea de uno ya no le atraía tanto como antes. La señorita Kagome lo había pintado todo tan sencillo.
¿Siquiera su Señor recordaba tal fecha?
Ese tipo de pensamientos de derrota la inundaron, veía sus esfuerzos en vano, probablemente, una persona tan ocupada como su Señor no tendría tiempo para estas cosas.
"Ah, Rin…" el demonio verde la llamó suavemente, no quería empeorar su ánimo, "El Amo Sesshomaru ha regresado".
Los ojos del color de la caoba pulida se disolvieron en pequeños aguaceros. Había fracasado. No le dio tiempo de ponerse triste, pues el demonio de cabellos blancos entró a la estancia donde se encontraba, tomándola por sorpresa.
Sesshomaru divisó como su esposa huía de su mirada, avergonzada. Había alcanzado a ver, mientras se dirigía a dónde ella, los preparativos a medias de lo que intentaba ser una gran celebración. Supuso, era obra de su joven amante.
Rin no había notado que el hombre frente a ella cargaba consigo algo, algo grande por lo que pudo suponer en la fugaz mirada que le dedicó. Quiso excusarse, quería salir y llorar a gusto, no quería que su Señor la viera en ese estado.
"Rin…" la voz sonó serena, sin prisas, le dió a la joven un momento para soltar el aire que guardaba con recelo, pues creía sería recibida con alguna reprimenda por sus derroches.
Al no recibir respuesta el daiyoukai se limitó a poner sobre la amplia mesa que los separaba, aquel objeto que traía desde muy lejos. Se produjo un sonido opaco, que causó curiosidad en Rin, quién empezaba a limpiar sus lágrimas con la manga de su costoso ajuar.
Un melón.
Un melón.
Rin no pudo esconder la sorpresa y el desconcierto, arqueando una ceja, inclinó la cabeza hacia un lado tratando de comprender lo que veía frente a ella, "Esto... eh, ¿Señor Sesshomaru?"
"Te gustan los melones" dijo él con simpleza.
En ese momento Rin olvidó por completo qué era lo que la tenía hasta ese momento tan abrumada, se abrió paso entonces una sensación de calma y felicidad. Sí, su Señor siempre sabía cómo hacerla feliz.
Comenzó a reírse como chiquilla despreocupada, alterando a Jaken, que aún se encontraba en la habitación, "¡Cuida esos modales!". El pequeño demonio fue echado de la habitación con una simple mirada. A pesar de sus regaños, era muy tarde, Rin se había deshecho entre chirridos y lágrimas de alegría.
Sesshomaru por su parte no mostraba cambio alguno en su expresión, como de costumbre, pero sólo alguien que lo conociera tan bien como él mismo, su fiel sirviente o su amada esposa, sabría que estaba encantado ante tal escena. Aunque aún sentía curiosidad por el motivo de aquel previo recibimiento, sentía un peso menos al ver que ahora Rin se encontraba mejor.
Una vez se calmó, Rin se apresuró a por el melón, lo tomó entre sus delgados brazos y lo cargó cual bebé. Se volvió hacía su amado Señor y le dedicó una tímida sonrisa.
"Rin de verdad siente todo el alboroto, fue mi culpa, yo…" hizo una pequeña pausa, de verdad le daba pena recordar todo el casos que provocó, "Sólo intentaba darle una sorpresa, por nuestro aniversario".
"¿Aniversario?" Sesshomaru se notó sinceramente confundido.
Rin no esperaba menos, lo invitó a sentarse y se dispuso a explicarle. Le contó lo que había escuchado de la señorita Kagome, Sesshomaru no pudo evitar rodar mentalmente los ojos. Esa mujer, siempre con sus ideas extrañas.
No se sorprendió de que Rin se entusiasmara tanto por la idea, tendía a ser una romántica soñadora. Sesshomaru no veía la necesidad de tener una fecha especial, pero si para ella era importante, no tenía problemas con participar en tal rito.
"Entonces quería tener todo listo para cuando llegara. No sabía si estaría aquí para esa fecha, así que quería aprovechar".
"Mn, ya veo". Sesshomaru sopesó la situación. "Si tú quieres, podemos intentarlo de nuevo".
"¿Intentarlo? ¿qué cosa?"
"La celebración".
Ah. Ya no estaba segura si de verdad quería seguir con aquello.
"Siempre he pensado..." Rin intentaba volver palabras sus sentimientos, aunque le era sencillo hablar con él, a veces, la mera presencia de su esposo le nublaba la mente. "Que cada día con el Señor Sesshomaru es precioso y valioso, está bien si no tenemos una fecha especial. Para mí, solo saber que el Señor Sesshomaru está conmigo es suficiente".
A veces podía llegar a ser demasiado el poder que Rin tenía sobre su corazón. Sesshomaru se sintió conmovido hasta el punto de no saber qué responder. Sentía lo mismo, cada día con Rin era un regalo para él, la había extrañado tanto durante el tiempo que estuvieron separados, que ahora darse cuenta que estarían juntos hasta que la vida lo permitiese, le parecía aún un sueño.
No queriendo dejar que el silencio se apoderara de la situación, Sesshomaru cerró la distancia entre ambos, acercando su rostro a pocos centímetros del de ella. Habían pasado sólo tres días, pero le pareció una eternidad desde la última vez que había rozado la cálida piel de su esposa, había extrañado la sensación del contacto con ella, las chispas que corrían desde las yemas de sus dedos hasta lo más íntimo de su ser.
Pasó las manos por sus mejillas, contorneando sus pómulos, jugueteó con su pequeña y sonrojada nariz, hasta que finalmente, depositó un suave beso en los labios que ya lo esperaban. Abriéndose paso por el sendero cálido y húmedo, dejó correr en él la excitación que había estado conteniendo.
Después de unos minutos, la joven tuvo que separarse para tomar aire. Su Señor podía llegar a ser realmente muy apasionado.
"Me hubiera gustado— al menos poder darle un regalo" dijo Rin entre jadeos, mientras hacía entre sus manos el cabello de su esposo.
"Ya me has dado uno" respondió Sesshomaru, y volvió a sellar sus labios con los de ella.
Dejándose llevar por el cosquilleo y el calor que se apresuraba desde su intimidad hacia el resto de su cuerpo, Rin no cuestionó.
Después sabría ella que en efecto, hace un año, le había dado el mejor de los regalos, lo único que podría haber necesitado jamás aquel daiyoukai: el haber elegido seguir a su lado.
